El imperialismo en
el siglo XXI

 

Elecciones libres para imperio o democracia

Por James Petras
Rebelión, 07/04/05
Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Marina Trillo

Introducción

Es un hecho bien demostrado que los servicios de inteligencia estadounidenses y las agencias estatales han penetrado en la sociedad civil y política, directamente o a través de organizaciones intermediarias, fundaciones y otros aparentes grupos privados.

La penetración implica la financiación, influencia, control y establecimiento de planes políticos que sirvan al estado imperial estadounidense y a sus intereses comerciales. La penetración estadounidense está principalmente dirigida a desestabilizar o presionar regímenes y lograr su aquiescencia a las políticas estadounidenses. Más recientemente la penetración estadounidense ha ampliado su proyecto para derrocar regímenes y colocar en el poder a clientes obedientes respaldados por organizaciones clientelares, financiadas e influidas por el estado imperial.

En el mundo post comunista y post nacionalista la barrera a la penetración estadounidense ha sido reducida drásticamente al tiempo que Washington ha extendido de modo considerable sus actividades para penetrar y controlar regímenes y oposiciones por medio de los denominados movimientos de la “sociedad civil”.

Desde mediados de los años sesenta el estado norteamericano y sus aparatos de inteligencia y “ayuda” exterior han estado profundamente implicados en influir sobre los procesos electorales y en financiar a organizaciones clientelares, particularmente en América Latina, cada vez que uno de los partidos contendientes defendía un programa nacionalista o socialista. Un caso bien documentado al respecto fue el de las elecciones Chilenas de 1964, donde la CIA vertió raudales de millones en la campaña electoral del democristiano Eduardo Frei para derrotar al socialista Salvador Allende. A principios de los años cuarenta, tuvo lugar la penetración estadounidense a gran escala de los sistemas políticos italiano y francés para promover las victorias electorales de candidatos anticomunistas.

Desde los años noventa y cada vez más en la primera década del siglo XXI, la penetración estadounidense y la organización de “tropas de choque” - aparentes organizaciones de la “sociedad civil” - han servido como ariete para derrocar regímenes y organizar resultados electorales favorables a los clientes estadounidenses.

Se han hecho pocos o ningún esfuerzo para debatir la implicación teórica y consecuencias prácticas de la penetración estadounidense a gran escala y a largo plazo en la sociedad civil y en los procesos electorales. ¿En qué punto dejan unas “elecciones libres” de ser “libres”? ¿Son “libres” cuándo una super-potencia imperialista y sus “socios privados” (como la Fundación Soros) financian y adiestran a redes nacionales de cuadros, difunden en los medios de comunicación, proporcionan innumerables asesores, alta tecnología en comunicación y transporte para provocar un resultado electoral favorable al estado imperial? ¿Cómo afecta la intervención imperialista a gran escala a la “libre decisión”, a la competición electoral y a “la capacidad de movilizar para la guerrilla urbana”? ¿En qué sentido puede hablarse de elecciones libres cuando los “factores de poder e influencia externos” juegan un papel tan grande para conformar el liderazgo, actividades, programas y resultados de las elecciones? ¿Cuáles son las alternativas a la penetración imperialista y a la manipulación de la sociedad civil, sus organizaciones, y las convocatorias electorales? ¿Deben ser abreviadas, restringidas o reguladas las elecciones multipartidistas? ¿Deben ser procesados los beneficiarios de las agencias de financiación extranjeras? Y en relación con las ONGs y fundaciones que actúan como canalizadoras de la influencia del estado imperial y financian a clientes locales; ¿habría que procesarlas, o habría que regularlas y permitirles seguir adelante como si realmente fueran “no gubernamentales”? Estas preguntas son fundamentales para el debate sobre democracia, elecciones libres y decisión ciudadana. Son especialmente importantes hoy porque el estado imperial norteamericano está cada vez más inclinado a dominar el mundo, como declaran abiertamente sus principales políticos e ideólogos.

Las dos principales herramientas de la construcción imperial son la penetración política donde sea posible y las guerras militares y asesinatos donde sea necesario. Mucho se ha escrito sobre la estrategia bélica, sus críticos son numerosos; pocos sin embargo han estudiado la “otra pista"; la estrategia de la penetración política. De hecho, algunos de los “críticos” de las estrategias de guerras imperiales abogan por la aproximación ‘política’, o como prefieren llamarla, la ‘aproximación pacífica democrática’. Este planteamiento de propuestas alternativas es muy engañoso, puesto que los efectos a largo plazo y gran escala de la penetración política pueden ser tan destructivos para la soberanía nacional, niveles de vida, y servicios sociales, como una guerra abierta.

La incompatibilidad de elecciones libres y democracia con la penetración imperialista

Si bien las elecciones tienen lugar entre candidatos y partidos competidores, los principales organizadores, patrocinadores financieros, propagandistas y operadores de los medios de comunicación de los clientes electorales estadounidenses, no son elegidos, ni responsables ante los electores y tienen un proyecto económico-político diseñado para favorecer los intereses económicos de inversores imperiales, acreedores, corporaciones multinacionales y sus corruptos clientes locales y oligarcas. Las “elecciones libres” tienen lugar en un contexto de no-responsabilidad (hacia los votantes) actuando los patrocinadores electorales a las órdenes de una potencia extranjera, para subordinar la soberanía popular y la independencia nacional a los intereses imperiales. Sin independencia nacional o soberanía popular, las “elecciones libres” no tienen ninguna significación política ni un resultado positivo para los votantes. Todos los lemas diseñados para manipular a los votantes: “libertad”, “democracia”, “independencia”, “prosperidad”, y “asociación con occidente” están desprovistos de contenido.

Después de las elecciones, la entrada a gran escala y a largo plazo de bancos imperiales, inversores, asesores militares, FMI y funcionarios del Banco Mundial  políticas macroeconómicas que deniegan a la población los mismos derechos que les fueron prometidos por los candidatos imperiales antes de las elecciones. Los regímenes pasan de ser regímenes autoritarios “locales” a ser tiranías internacionales.

Aunque los ideólogos imperiales que hablan de elecciones “legitimando” a sus clientes recientemente elegidos, no tienen, de hecho, base para semejante afirmación dado que los resultados fueron principalmente determinados por el ejercicio del poder de una intervención externa.

Ninguna elección tiene legitimidad cuando la independencia nacional se conculca. Los candidatos y los procesos electorales promovidos por el imperio son una burla a la noción de soberanía popular. Para que tengan lugar elecciones libres se exigen unas condiciones mínimas absolutas de que la población (ciudadanos) sea soberana: Los candidatos, partidos y proceso electoral surgen del ‘toma y daca’; de los ciudadanos del país. La soberanía popular sólo puede darse cuando el país es independiente y la única autoridad gobernante no está obligada a una potencia extranjera. Antes de poder hablar de “elecciones libres” deben establecerse las fronteras políticas que definen firmemente la nación-estado y dentro de esas fronteras, la sociedad civil y sus organizaciones son del dominio exclusivo de los ciudadanos nacionales. La independencia nacional y la soberanía popular son pre-requisitos esenciales para unas elecciones libres. Dada la gran violación de ambas condiciones por las agencias imperiales (su incisiva penetración política, financiera y de los medios de comunicación en los procesos políticos, incluyendo los resultados electorales) las elecciones son ejercicios ilegítimos del la gran potencia, de construcción imperial. Las elecciones no expresan la voluntad popular; miden la capacidad imperial para intervenir en la sociedad civil, cambiar regímenes y reestructurar la economía para aumentar al máximo sus intereses.

La meta suprema de la nación-estado, el marco esencial que podría permitir elecciones libres, es el afianzamiento de la independencia nacional y la soberanía popular. Esto significa la exclusión efectiva de la penetración imperial en la sociedad civil y en los procesos políticos por cualquier medio que sea necesario. Esto puede significar limitaciones y restricciones legales a grupos domésticos financiados, apoyados y dirigidos por el estado imperial y organizaciones paraestatales y ONGs.

La intervención imperial en los procesos electorales está basada en políticas y estrategias a largo y corto plazo, la mayoría de las cuales no se enmarcan en los términos de un lenguaje de abierta construcción imperial sino en términos de “reforzar nuestros intereses a largo plazo”.

Lo primero y más importante es el reclutamiento, educación y adoctrinamiento ideológico de “los dispuestos” entre los futuros “líderes de opinión” y los líderes potenciales. EEUU tiene preparados sistemas para la educación y adoctrinamiento prácticamente en todas sus “prestigiosas” universidades: Los “profesores principales” se mueven dentro y fuera del estado imperial y de las organizaciones corporativas y centros de pensamiento. Las agencias estatales imperiales y sus auxiliares en las fundaciones “privadas” proporcionan becas, programas de adiestramiento, seminarios, conferencias, atención de los medios de comunicación, estipendios lucrativos, atención, halagos y promesas de un ‘futuro dorado’ para la contratación y formación de futuros gobernantes clientes y organizadores de las revoluciones futuras de la “sociedad civil”. Muchos, si no todos, los líderes que han surgido, supuestamente de las bases de lucha, tienen biografías y antecedentes educativos estrechamente Inter-relacionados con el adoctrinamiento imperial.

En la organización de los ‘golpes blandos’ o ‘revoluciones de la sociedad civil’ como los ideólogos imperialistas prefieren llamarlos, una inmensa serie de instituciones imperiales convergen para promover una escalada de protestas, aprovechándose del descontento local. La Dotación Nacional para la Democracia, los Institutos Demócrata y Republicano, la Agencia para el Desarrollo Internacional, los grupos delanteros de la CIA, los medios de comunicación de masas, la Fundación Soros y sobre todo las ONGs financiadas por el imperio, intervienen masivamente en la mecánica de desestabilizar a un régimen, deslegitimar y demonizar a sus líderes, haciendo propaganda de lemas populistas como preludio para el derrocamiento de un régimen y “ganar las elecciones”. Los clientes entrenados y adoctrinados por el imperio surgen como ‘candidatos democráticos populares’, que luego proceden a privatizar empresas públicas poniéndolas en manos de inversores imperiales, invitan a los constructores de bases militares estadounidenses, proveen de mercenarios para las asignaciones imperiales y ‘votos sí’ en los foros internacionales, al tiempo que detraen comisiones para sí mismos, sus familiares y compinches. En otras palabras, las elecciones dirigidas por el imperio llevadas a cabo mediante la penetración de organizaciones de la “sociedad civil” violan todos los pre-requisitos para elecciones libres y no sorprende que lleven a la formación de regímenes clientelares empotrados en una red de intereses económicos y estratégicos imperiales, en la que la corrupción y el nepotismo corroen la fachada democrática inicial.

En el proceso electoral, el concurso político entre facciones políticas domésticas en competición y los intereses étnicos y de clase, son irreparablemente distorsionados por la inmensa desproporción en recursos financieros, personal, acceso a los medios de comunicación, capacidad orgánica y alcance político de la potencia imperial interventora. El ‘peso político’ de la potencia imperial en concursos electorales normalmente (pero no siempre) hace burla de la noción de elecciones libres. En muchos casos y durante mucho tiempo, los candidatos presidenciales de toda Ibero América (de Brasil a Honduras) visitan Washington para conseguir un certificado de buena conducta a cambio de comprometerse a ‘respetar’ la propiedad estadounidense, comercio y pagos de deuda, así como a asegurar su apoyo a los contornos generales de los intentos globales estadounidenses. Esto se hace, según me dijeron candidatos presidenciales, para evitar la intervención electoral estadounidense (o para conseguir apoyo financiero) antes de las elecciones, y para evitar la desestabilización después de las mismas.

En otras palabras la amenaza de penetración imperial de la sociedad civil conforma los proyectos políticos operativos bajo los que gobernará el régimen entrante, no el programa electoral “populista” presentado al electorado durante la campaña.

Los tremendos recursos que el estado imperial posee para la financiación electoral, la capacidad organizativa, la influencia de los medios de comunicación de masas y la penetración social generan ventajas competitivas tanto en las movilizaciones electorales como en las no-electorales y “extra-parlamentarias” contra los regímenes elitistas típicos. Las ventajas acumulativas que acopian los estrategas imperialistas empiezan con la financiación de los líderes potenciales, asesores, y ONGs. Esto proporciona la base para distribuir a los medios de comunicación que se definen como “independientes” o “democráticos”. Dichos medios de comunicación, financiación y organización se dirigen a la propaganda intensa y a campañas de movilización para crear movimientos de “sociedad civil”, mientras el estado imperial recluta o “neutraliza” a funcionarios del estado marcado como objetivo, con amenazas de sanciones internacionales si se ordena la represión para restablecer la ley y el orden. Habiendo tomado la iniciativa política, los clientes imperiales lanzan un ataque frontal contra las instituciones del estado, imponiendo nuevas elecciones o derribando los regímenes antes de la convocatoria de elecciones. Al montar una ola de movilizaciones de masas, financiación exterior, subvención a organizaciones y asesores de la ‘sociedad civil’, los clientes respaldados por EEUU ganan las elecciones y rápidamente traspasan el régimen a la órbita imperial.

Cuando fallan las estrategias electorales imperialistas: la opción militar

El “golpe blando” o la estrategia electoral no siempre funcionan. En tiempos y lugares distintos, regímenes populares han resistido eficazmente y han vencido las estrategias electorales, las ventajas económicas y campañas de desestabilización de la sociedad civil de los estrategas imperiales, procediendo a derrotar a los candidatos clientes. Cuando las estrategias electorales y de la sociedad civil no logran llevar al poder a los clientes estadounidenses, Washington recurre a la intervención violenta, precedida por embargos económicos directos y financiación de terroristas subrogados, intervención militar directa o golpes militares de generales clientes. En los años 1950 los regímenes reformistas de Irán (Mossadegh), Guatemala (Arbenz) y Guyana (Jagan) fueron elegidos por mayorías populares a pesar de la intervención electoral anglo-estadounidense. Habiendo perdido las elecciones, Washington organizó golpes militares en Guatemala e Irán, mientras en la Guyana los británicos con apoyo de los sindicatos estadounidenses provocaron una campaña de desestabilización que sirvió de pretexto para la intervención británica para echar a Jagan. En los sesenta, los clientes electorales estadounidenses fueron derrotados por candidatos nacionalistas y democráticos en Brasil (Goulart) y República Dominicana (Bosch). EEUU respaldó un golpe militar en Brasil y en la República Dominicana. Cuando las fuerzas constitucionalistas de la República Dominicana estaban a punto de restaurar la democracia constitucional, el ejército estadounidense intervino salvajemente reprimiendo a las fuerzas democráticas y restauró a sus clientes, los grupos militares y paramilitares, y después organizó “elecciones” para proporcionar una fachada pseudo constitucional a la supremacía imperial.

En los setenta, EEUU vertió millones en sus estrategias electorales y de desestabilización para derrotar al Presidente electo Chileno Salvador Allende. Cuando el apoyo a la legislatura de Allende aumentó de hecho a finales de su mandato, EEUU combinó una fuertemente financiada campaña de “sociedad civil” para desestabilización, con un golpe militar. Donde a EEUU le faltó capacidad para la intervención electoral y movilización porque la “sociedad civil” estaba bajo la hegemonía de los trabajadores (opuestos al cliente) como en Bolivia; Washington respaldó un golpe militar simplemente para diezmar las organizaciones populares de la sociedad civil.

En los ochenta en Centroamérica, Washington se enfrentó a organizaciones populares de la sociedad civil muy estructuradas y politizadas, que desafiaron a los regímenes clientes estadounidenses y a las “organizaciones civiles”. Como respuesta, Washington financió y asesoró escuadrones de la muerte paramilitares y fuerzas militares especiales implicadas en la comisión de masacres genocidas de organizaciones populares de la sociedad civil. La estrategia de “escuadrones de la muerte y elecciones” aseguró la continuidad de los gobernantes clientelares estadounidenses.

En Nicaragua, las organizaciones populares de la sociedad civil respaldaron de modo abrumador al gobierno Sandinista nacional-popular. Washington combinó la continua financiación de la élite interna con armar, asesorar y financiar a un ejército mercenario de invasión, la Contra. En las elecciones de 1984 EEUU fue el único país que se negó a reconocer la victoria electoral Sandinista; en vez de ello intensificó su guerra militar y económica, desangrando los recursos del gobierno, devastando las actividades económicas y causando enormes bajas entre la población civil. Después de una década de guerra, EEUU derramó decenas de millones de dólares en asesores y propaganda, y amenazas de guerra sin fin en la campaña a las elecciones de 1989, que llevaron a la elección de un “presidente” cliente estadounidense.

El único régimen popular que Washington no pudo cambiar desde los años sesenta hasta ahora, fue el gobierno revolucionario de Cuba que organizó unas elecciones altamente reguladas, arraigadas en instituciones públicas fieles al gobierno nacional. EEUU no tuvo influencia en el sistema electoral y no pudo utilizar el ejército para oponerse o derrocar al gobierno revolucionario.

En el nuevo milenio Washington ha hecho varios intentos por derrocar al régimen de Chávez incluidos un golpe militar, un lock-out (cierre patronal) económico apoyado por la élite y un proceso electoral. Todos fueron derrotados debido al poderosamente organizado apoyo al régimen de Chávez entre las masas de pobres en la sociedad civil, la obediencia de sectores del ejército y las inclusivas reformas de bienestar social.

En varios países de Ibero América, a saber Argentina, Bolivia y Ecuador, las organizaciones populares de la sociedad civil han echado a regímenes cliente pro imperialistas estadounidenses, a pesar de la represión institucional. Los esfuerzos realizados por los estrategas imperiales estadounidenses para construir organizaciones de “sociedad civil” pro régimen fueron un triste fracaso, a pesar de que no les faltó el apoyo de los medios de comunicación, un ejército de ONGs clientelares, inmensos gastos de recursos financieros y la expedición de asesores políticos. En Ibero América el crecimiento de los movimientos de masas independientes que se oponen a los gobernantes clientelares estadounidenses que presiden sobre el pillaje imperial y el empobrecimiento de su población, ha forzado a EEUU a acudir a reclutar a “forasteros”, antiguos izquierdistas etiquetados de “centro-izquierda”, para fortalecer el aparato represivo formal e informal. Esto ha facilitado la elección de presidentes clientelares, pero ha debilitado la influencia de Washington sobre la sociedad civil.

Conclusión

¿Cuáles son las alternativas a los procesos electorales controlados por EEUU y a la penetración imperial de organizaciones de la sociedad civil diseñadas para reducir la independencia nacional y la soberanía popular?

El primer punto de partida es el reconocimiento de que hay un problema grave en la misma manera en la que todo el proceso electoral se organiza para favorecer resultados imperiales en la mayoría de los países del Tercer Mundo. El segundo es reconocer que algunos regímenes son sumamente vulnerables a las estrategias electorales imperiales - porque son corruptos, elitistas y están divorciados del apoyo masivo independiente y organizado. Esto es muy notable en la antigua Europa del Este y repúblicas exsoviéticas donde las elites gobernantes han usado empresas estatales para su enriquecimiento personal y han creado una nueva clase oligárquica de depredadores que intentan situar a Rusia contra la UE y EEUU. Estos regímenes manipulan los resultados electorales para permanecer en el poder, pero tienen poca o ninguna capacidad o interés para movilizar a sectores significativos de la población ante las protestas callejeras orquestadas por ONGs de EEUU. En muchos casos estos regímenes pueden haber sido originalmente animados o apoyados por Washington en la desintegración de la Unión Soviética pero a continuación pudieron haber usado su credibilidad, retuvieron algunos lazos económicos y militares con Rusia, una economía mixta estatal-privada o “privatizaron” empresas económicas bajo circunstancias en las que los compinches locales fueron favorecidos y los principales inversores extranjeros excluidos.

Los dos países que han ganado, por lo menos durante un período prolongado, elecciones disputadas por clientes imperiales son Nicaragua (1984) y el presidente Chávez en Venezuela (de 1998 al 2005 en curso). En ambos países los regímenes llevaron a cabo importantes reformas socioeconómicas que contaron con amplio apoyo de las masas gobernadas con una pizca de honestidad bajo la ley, asegurando la lealtad de por lo menos sectores del ejército y tuvieron algún acceso a la difusión en los medios de comunicación. La mayoría de todos estos regímenes vincularon a las masas organizadas con la lucha nacional y de clase, que las politizó y movilizó creando un nivel de conciencia antiimperialista, y organizaciones nacionales independientes de clase. En el caso de ambos países las luchas con éxito contra clientes imperiales locales crearon una identidad de interés entre los regímenes y las masas partidarias que fueron el instrumento neutralizador del influjo corruptor de la financiación imperial masiva de clientes locales y de la propaganda efectuada y distribuida en los medios de comunicación de subvención imperial.

No obstante, en Nicaragua una guerra prolongada de desgaste (durante una década) que destruyó la economía y el irregulado proceso electoral permitió a EEUU invertir decenas de millones de dólares para promover ONGs, partidos políticos y difusión en los medios de comunicación, con el resultado de una victoria electoral para los clientes electorales de Washington en 1989.

En Venezuela, el irregulado proceso electoral permite la intervención masiva y  de EEUU en los procesos electorales y la penetración en organizaciones de la “sociedad civil” a pesar de las rotundas derrotas de los clientes imperiales en las elecciones municipales, gubernativas, al Congreso y presidenciales. El cambio de Washington a las amenazas militares no ha sido obstáculo para la financiación de elites locales, y las fuerzas paramilitares y militares Colombianas tantean intervenir con cualquier pretexto.

En estas circunstancias de aguda y persistente penetración imperialista en la sociedad civil y la intervención masiva en el proceso electoral ¿qué puede hacerse para proteger y promover la elección ciudadana y las elecciones libres (es decir - libres de la intervención imperial)? ¿Cómo puede protegerse la integridad del proceso electoral de la intrusión masiva la financiación imperial pública y “privada” y de las operaciones de adiestramiento?

En primer lugar, las elecciones libres no pueden celebrarse a menos que la independencia nacional y la soberanía popular sean puestas en el centro de la práctica y del discurso políticos. La izquierda y los intelectuales y políticos progresistas han ignorado totalmente el problema vital de la seguridad nacional y las medidas necesarias para proteger el proceso electoral de la penetración imperial. Virtualmente no ha tenido lugar ningún debate serio o discusión acerca de políticas prácticas, dentro de los movimientos de izquierdas, partidos, periódicos o foros sociales, a pesar de la vasta y penetrante naturaleza de la intervención imperial en los procesos electorales. La historia nos enseña que esta ignorancia o actitud de laissez faire tiene resultados desastrosos en términos políticos (destruyendo los procedimientos democráticos y la integridad de las elecciones libres), así como consecuencias socioeconómicas catastróficas, al llevar al poder a regímenes depredadores pro occidentales que venden los recursos estratégicos a las corporaciones multinacionales a precios de ganga e imponen los programas de austeridad del FMI. De modo claro son pertinentes nuevas regulaciones electorales y leyes políticas.

En primer lugar deben aprobarse medidas legales que prohíban toda financiación de fuentes imperiales o sus “grupos de avanzadilla” a los partidos políticos locales u organizaciones sociales. Todos los grupos que reciban fondos del exterior deben registrarse como agentes extranjeros y enfrentarse a rígidas penas de cárcel y multas si no se registran.

En segundo lugar, toda financiación para actividad electoral y social por encima de un nivel dado debe ser juzgada ante un tribunal imparcial.

En tercer lugar los grupos o instituciones que actúan concertadamente con organizaciones armadas imperiales o clientes para derrocar a regímenes legalmente constituidos deben estar sujetos al procesamiento judicial público, y sus propiedades confiscadas. A las fundaciones “privadas” con un historial de colaboración imperial en la desestabilización de regímenes se les debe negar autorización y terminar con sus actividades de reclutamiento.

El propósito de estas regulaciones electorales es nivelar el campo de juego para la competición electoral y eliminar muchas de las ventajas financieras y políticas que los infiltrados imperiales utilizan para manipular elecciones. Regulaciones más firmes sobre el uso de los medios de comunicación y la propiedad de los mismos, y la apertura de emisoras de los medios para la expresión de los puntos de vista populares y de las organizaciones deben crear un intercambio pluralista de ideas. La restricción sobre la propiedad de distribuidoras de los medios de comunicación por parte de intereses extranjeros restringiría la propaganda imperial en los medios de comunicación y la incitación a violencia. La consolidación de la independencia nacional requiere la limitación de la penetración imperial en la sociedad civil y en el estado (sobre todo en el ejército). Todas las actividades militares conjuntas con las potencias imperiales deben reducirse y los programas educativos en el extranjero deben regularse para asegurar que los estudiantes eviten los principales molinos de propaganda de los programas de estudios extranjeros, sobre todo en ciencias sociales, derecho y escuelas de comercio. Es necesario establecer un equilibrio entre la apertura a las influencias culturales diversas y el intercambio de ideas y la necesidad de eliminar la influencia negativa del imperialismo cultural y el reclutamiento de futuros clientes.

Si bien estas y otras regulaciones de los procesos políticos y electorales son necesarias, no son suficientes ni incluso eficaces si no hay un esfuerzo deliberado por politizar y educar a la sociedad civil. Las organizaciones democráticas de masas, las reformas sociales y económicas con una base de clase, milicias de ciudadanos, defensa de la economía nacional y un debate público abierto pueden crear una conciencia de clase democrática y pueden minimizar la manipulación de los medios de comunicación imperialistas y la provisión de tentaciones monetarias para su actuación mediante engañosas organizaciones de la “sociedad civil”. El refuerzo de la seguridad y de las regulaciones electorales así como una ciudadanía participativamente activa que experimente los efectos positivos de reformas socioeconómicas igualitarias son la mejor manera de asegurar que las elecciones libres tenga lugar al servicio de la democracia y no de la construcción del imperio.

28 de marzo de 2005

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