El imperialismo
del siglo XXI

La OTAN quiere meter en cintura al planeta

Por Michel Muller
Traducido por  Caty R. (*)
Tlaxcala, 07/04/2008

La transformación de la Alianza heredada de la Guerra Fría en una herramienta policial planetaria de Occidente ya está programada. Cinco generales se han encargado de concebir la organización de una forma nueva.

La cumbre de Bucarest debe constituir «una piedra angular en la transformación de la OTAN», acaba de declarar el Secretario General de la Alianza, Jaap de Hoop Scheffer. En este sentido, la Organización del Tratado del Atlántico Norte debe tener «mayores capacidades operativas y nuevas relaciones políticas» con el fin de convertirse en «una proveedora de seguridad claramente más eficaz en un mundo cada vez más globalizado y peligroso».

No se podría definir mejor el papel de esta especie de «brigada contra el crimen» planetaria que se quiere dar actualmente a la OTAN, una función que estaría justificada por una presunta nueva peligrosidad del mundo. Por otra parte, Jaap Scheffer destaca que la participación en la Cumbre de veinticuatro dirigentes, jefes de Estados miembros y socios, «demuestra claramente y mejor que todo el cambio de rol de la OTAN como instrumento político–militar flexible al servicio, no sólo de sus miembros, sino también, más ampliamente, de la comunidad internacional». Es lo mismo que dijo Nicolas Sarkozy en Londres cuando se refirió al «carácter central de la OTAN».

El final de una alianza «defensiva»

Por lo tanto ya no se trata de una alianza defensiva al servicio de sus miembros, sino de una nueva estructura política militar destinada a asegurar la hegemonía planetaria del «mundo occidental» cuyo centro ideológico y dirigente es la potencia estadounidense.

«La estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos» tiene como «objetivo final acabar con la tiranía en el mundo», se puede leer en la actualización del documento presidencial del mismo nombre fechado en marzo de 2006.

El pretexto de la peligrosidad también se utiliza allí para legitimar la militarización de las relaciones internacionales: «Estados Unidos se encuentra en los primeros años de un largo combate similar al que nuestro país tuvo que enfrentar en los primeros años de la Guerra Fría» porque, afirma, «una nueva ideología totalitaria amenaza actualmente, la perversidad de una religión arrogante». Cualquier invento vale para justificar el «destino natural» de Estados Unidos de salvar el mundo y, por lo tanto, controlarlo en su provecho.

El contenido concreto –la hoja de ruta, se podría decir– de esta doctrina de la hegemonía occidental, se desarrolló en un documento titulado «Hacia una gran estrategia para un mundo inestable» publicado a finales del año pasado por cinco altos oficiales ex jefes de Estado Mayor y algunos ex comandantes de la OTAN: el general alemán Klaus Naumann, el estadounidense John Shalikashvili, el Lord británico Inge, el almirante francés Jacques Lanxade y el general neerlandés Henk van den Breemen.

La hegemonía de una «unión occidental»

Diluyendo su retórica en una salsa de buenas intenciones –la lucha por la libertad, los derechos humanos, el desarrollo sostenible y también el «librecambismo»– estos señores afirman, además, que frente a un mundo de «amenazas asimétricas» y de «incertidumbre» (nuevo concepto que sustituye al de inseguridad), es necesario poner en marcha «un enfoque estratégico combinado e integral que incluya capacidades militares y no militares». Y, en consecuencia, «la OTAN es la estructura más apropiada para constituir el centro de una futura arquitectura de seguridad, con tal de que se transforme completamente para responder a los retos actuales».

A medio plazo, se trata de desarrollar «un nuevo concepto estratégico para la OTAN» saltando por encima de la «rivalidad» entre el polo de defensa europeo y la Alianza y ampliándola con un número mayor entre miembros y socios (de Europa del Este, asiáticos y africanos especialmente). A largo plazo los autores preconizan el abandono del «concepto de la cooperación EEUU–Europa» en favor de una «alianza de las democracias que va desde Finlandia a Alaska». Para aplicar este proceso sería necesario instaurar un «comité de dirección» compuesto por la OTAN como tal, Estados Unidos y Europa. Una idea que ya fue mencionada por Nicolas Sarkozy, que coronaba el emporio con un «G7, 8 ó 13» gobernando el mundo.

Compartir los costes de la guerra

Para entender lo que esconde este proyecto es necesario ir a su auténtica fuente: el «Proyecto para un nuevo siglo estadounidense» elaborado en 1997 por los ideólogos que actualmente están en el poder en Washington: «En este final del siglo XX, Estados Unidos es la principal potencia mundial. Después de conducir a Occidente a la victoria en la Guerra Fría, EEUU se enfrenta (al mismo tiempo) a una oportunidad y a un desafío». Por lo tanto es necesario que Estados Unidos esté dotado de una fuerza militar «sólida y lista para enfrentarse a los retos, tanto presentes como futuros, de una política exterior que promueva audazmente los principios estadounidenses en el extranjero y un liderazgo nacional que asuma las responsabilidades planetarias».

En la euforia belicista que siguió al 11 de septiembre de 2001, la oligarquía en el poder en Washington creyó que podría reunir a en torno a ella una extensa coalición militar. Fue un fracaso y, como se ha comprobado, Estados Unidos lleva todo el peso –en crecimiento exponencial– de una guerra sin fin en Iraq y un conflicto sin esperanza en Afganistán. Y es aquí, con la complicidad de las dos potencias nuclear europeas, Francia y Gran Bretaña, donde la OTAN se convierte en un elemento «central» –como fuerza destinada a aliviar a Estados Unidos tanto económicamente como por el suministro de carne de cañón– del dispositivo estadounidense.

La trivialización del arma nuclear

Los dos nuevos pilares de la doctrina según el libro blanco de los generales –basándose en la idea de la fortaleza occidental asediada– son el concepto de «gestión proactiva de las crisis», es decir, ser el primero en atacar al «posible agresor», y también ser el primero en utilizar el arma nuclear «último instrumento de una respuesta asimétrica». Su «inmenso poder de destrucción» no debe verse en términos absolutos, sino en función «de los daños que su utilización podrá evitar»: la eficaz y conocida táctica del canalla…

Y para dar «toda su eficacia» a esta nueva estrategia, se trata de dejar a los militares «del campo de batalla» el poder de decisión no sólo táctico, sino también estratégico. Los proyectos mencionados por el jefe del Estado francés, tanto el ofrecimiento del arma nuclear francesa a una presunta fuerza europea, como su exigencia de aumentar los presupuestos militares de los países de la UE, entran íntegramente en el proceso tal como lo imaginan los cinco generales En cierto modo, Nicolas Sarkozy ofrece la independencia de la política exterior francesa como derecho de entrada en la corte de los países vasallos de la hegemonía estadounidense.


(*) Caty R. es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.