El imperialismo
del siglo XXI

La Cumbre de la NATO (OTAN) y la política exterior de Obama

Globocop versus TermiNATO

Por Pepe Escobar (*)
Asia Times, 04/04/09
Rebelión, 06/04/09
Traducido del inglés para por Germán Leyens

La gente de Estrasburgo votó este sábado desde los balcones de sus apartamentos por la coproducción franco–alemana del 60 cumpleaños de la OTAN (NATO, por siglas en inglés). Miles de pancartas “No a la OTAN”, junto con letreros “¡Paz!”, aparecieron por toda la ciudad hasta que fueron eliminados por la fuerza por la policía francesa.

Tácticas de presión de primera de la “democracia liberal” fueron inevitablemente exhibidas – igual que en el tan exagerado “nos quedaban 275 minutos para salvar al mundo y todo lo que se nos ocurrió fue medio billón de dólares para el Fondo Monetario Internacional” de la cumbre del G20 en Londres.

Los manifestantes fueron combatidos con gases lacrimógenos como si fueran terroristas. El centro fue acordonado. Los residentes tuvieron que colocarse tarjetas de identificación. Las manifestaciones fueron relegadas a los suburbios.

Además existe una metáfora musical. Cuando la OTAN fue creada en Washington el 4 de abril de 1949, la banda sonora fue “It Ain't Necessarily So” de Gershwin. Cuando siete países del ex Pacto de Varsovia fueron admitidos en 2004, la banda sonora provino del horrible éxito “Titanic”. Para la fiesta del 60 aniversario en Baden–Baden – con la participación del trío Barack Obama, Nicolas Sarkozy, Angela Merkel – fue “Carmen” de Georges Bizet.

Tal como Carmen es una gitana que cree a una pitonisa y termina muerta, la OTAN es un viajante global que podría terminar muerto por creer en un cartomántico: Washington.

Sultanes del swing

La OTAN ciertamente tiene mucho que celebrar. Francia, bajo el adicto a la adrenalina Sarkozy – conocido en OTANlandia como “Sultán de Bruni”, como referencia a su impresionante esposa Carla – ha vuelto a la OTAN. Obama presenta su nueva estrategia global para Afganistán y Pakistán a la OTAN. La OTAN “asegura la paz” en un Kosovo acosado por la magia (una entidad que ni siquiera es reconocida por miembros de la OTAN como España y Grecia). La OTAN, en un estilo totalmente adecuado a la “guerra contra el terror” actúa como súper–poli en el Mediterráneo. La OTAN patrulla el Cuerno de África buscando piratas. La OTAN entrena a las fuerzas de seguridad de Iraq. Para sus 60 años, la OTAN está muy en forma.

Físicamente, la OTAN es una pesadilla burocrática que ocupa un enorme edificio horrible en Blvd Leopold III en Mons, en las afueras de Bruselas, emplea a 5.200 civiles divididos en 320 comités que comparten un presupuesto anual de 2.700 millones de dólares. Esos comités dirigen a 60.000 tropas de combate esparcidas por todo el mundo.

La OTAN debería haber muerto de inmediato después de la caída del enemigo contra el cual fue creada – la Unión Soviética. En su lugar, la OTAN lo pasó bien durante los años noventa, cuando Rusia había caído y el presidente ruso Boris Yeltsin pasaba más tiempo llenando su vaso de vodka que pensando en geopolítica.

En 1999 – para gran deleite de los fabricantes de armas en el complejo industrial–militar de EE.UU. – la OTAN se expandió hacia los Balcanes con su devastadora guerra aérea contra Serbia, aliada de Rusia, por lo que fue vendido a la opinión pública mundial por el presidente de EE.UU. de entonces, Bill Clinton, como motivos humanitarios, cuando en realidad se trataba, de hecho, de imperialismo humanitario.

Decir que la OTAN – un organismo del Norte del Atlántico – está sobre–extendida es un eufemismo. Sus miembros Rumania y Bulgaria distan mucho del Océano Atlántico. Hungría, la República Checa y Eslovaquia no tienen salida al mar. En Asia Central, Afganistán (o por lo menos las partes no controladas por los talibanes) está ocupada de facto por la OTAN. Megabases como Ramstein (Alemana), Aviano (Italia) e Incirlik (Turquía) tienen ahora una contraparte a mitad de camino al otro lado del mundo en Bagram (Afganistán).

Décadas después del Imperio Británico, “Europa” trata de (re)ocupar el Hindu Kush. Afganistán es la primera guerra de la OTAN fuera de Europa y su primera guerra en tierra. Involucra a todos los 26 miembros (ahora 28; Albania y Croacia terminaron por ser admitidas), más 12 “socios”, incluyendo a cinco naciones europeas que solían ser neutrales; Austria, Finlandia, Irlanda, Suecia y Suiza. Todas están comprometidas por la primera invocación en la historia por la OTAN del Artículo 5 de su carta, que determina la ayuda militar mutua.

En una mezcla de ver lo que se viene (y es una guerra en la que no se puede vencer) y de apaciguamiento de la furia de sus opiniones públicas pacifistas, la mayoría de los gobiernos europeos nunca cederán al llamado de Obama – por cargada de encanto que sea su ofensiva – de enviar más soldados a Afganistán. La oposición a la guerra afgana en Alemania, por ejemplo, es de cerca de un 70% (la ayuda humanitaria es otra cosa).

Muchos países, incluidos los más poderosos, eludirán las demandas de Obama basadas en “condiciones nacionales” secretas. Como los abogados en Berlín dijeron a la OTAN, por ejemplo, está prohibido que soldados alemanes lancen un ataque preventivo, en tierra, contra los talibanes.

El totalmente engañoso acrónimo, ISAF (siglas en inglés para Fuerza Internacional de Ayuda a la Seguridad) solía estar a cargo de la ocupación occidental de Afganistán desde diciembre de 2001 – hasta que, al estilo de los juguetes Transformer, se convirtió en una inmensa acción de contrainsurgencia (COIN) que se expandió por todo el país hasta Pakistán occidental. La dirección de esta COIN es obviamente estadounidense – ante todo porque soslaya totalmente los complejísimos mecanismos de votación de la OTAN.

No hay nada “internacional” en la ISAF. La ISAF es la OTAN. Y con una multitud de soldados en combate y de ataques aéreos, tampoco tiene nada de “ayuda.”

La ISAF/OTAN está ubicada en Kabul, en un antiguo club de equitación en la rebautizada Great Masoud Road que fue reconstruido como una verdadera fortaleza. La responsabilidad es de – no tiene nada de nuevo – ni un solo europeo, sino de un estadounidense, el general de cuatro estrellas David McKiernan. Aunque su misión personal en los años setenta fue impedir que el Pacto de Varsovia infiltrara Alemania Occidental, su misión actual es impedir que al–Qaeda, en sus palabras, “infiltre Europa o EE.UU.”

A propósito, por si alguien tuviera alguna duda, todo el asunto sigue cayendo bajo la continua “Operación Libertad Duradera,” según el Pentágono. Esa libertad verdaderamente “duradera” se aplica nada menos que a Afganistán, Pakistán, Cuba (debido a Guantánamo), Djibouti, Eritrea, Etiopía, Jordania, Kenia, Kirguistán, las Filipinas, las Seychelles, Sudán, Tayikistán, Turquía, Uzbekistán y Yemen.

El gran éxito de McKiernan debía ser la próxima ‘oleada’ afgana de Obama – que será ejecutada por soldados de EE.UU., no de la OTAN. Después de todo el combate duro no tiene nada que ver con el mandato original de la ISAF. Pero el problema está en la niebla de la guerra e ISAF/OTAN ha terminado por ser una TerminOTAN – atrapada junto con los estadounidenses en una lógica de paz mediante los Predator. Llamadla la coalición de los reacios. No sorprende que la opinión pública europea esté horrorizada.

Y esto lleva al fracaso del sermón de Obama a la OTAN sobre su guerra “Afpak”, que necesitaba, a su juicio, una “estrategia más global, más concentrada, más disciplinada.” Al final, Obama se ve limitado a pedir más dinero a los europeos.

El comandante de la ISAF/NATO para todo el sur de Afganistán, el general holandés Mart de Kruif, cree que la ‘oleada’ es el paso correcto – – ya que los soldados de EE.UU. irán “donde son más necesarios: a las provincias Kandahar y Helmand,” donde los comandantes talibanes “son capaces de lanzar operaciones importantes.” Como declarara al periódico holandés NRC Handelsblad, “necesitamos más botas en el terreno” y “también podremos transportar más hombres y material mediante transporte aéreo.”

Pero cuando De Kruig habló de la reedición del plan de Petraeus de armar a milicias locales, por lo menos hizo saber lo difícil que será. “Si vais a armar milicias locales tendréis que asegurar que reflejen la estructura del poder local,” dijo. “También, la policía local tiene que ser suficientemente efectiva para guiar y controlar a la milicia. No os conviene tener a algún comandante vago dirigiendo la milicia. Tenéis que ofrecer a los miembros de la milicia la perspectiva de un empleo en la fuerza policial. Y tenéis que tener una estrategia de salida, una manera de desbandar a la milicia sin que todas esas armas desaparezcan.”

Otro holandés, la “mascota” pro–Iraq de Bush, Jaap de Hoop Scheffer, ha sido secretario general de la OTAN desde enero de 2004 (se va en julio de este año). Por lo menos admite ahora – al semanario alemán Der Spiegel – que la guerra afgana “no puede ser ganada con medios militares.” En su lugar, cree que el éxito depende de la captura de los “corazones y mentes de la gente.” Ciertamente no a través de la acumulación de “daños colaterales” bombardeando matrimonios. (“Tenemos que tener cuidado de evitar víctimas civiles al combatir a los insurgentes,” dice.) Scheffer también se ve obligado a admitir que la “cooperación con Irán” en Afganistán es esencial.

¿Es la hora de la OTPAN?

Francia y Alemania, potencias cruciales de la OTAN, simplemente no pueden permitir que se antagonice a Rusia. Son un virtual rehén energético de Gazprom. A diferencia de europeos orientales irresponsables, ningún gobierno francés o alemán consideraría siquiera la posibilidad de ser un rehén de una Nueva Guerra Fría entre Rusia y EE.UU. (uno de los motivos básicos por el cual la participación de Georgia y Ucrania es ahora virtualmente una causada perdida). París y Berlín saben que Moscú podría fácilmente estacionar misiles apuntados en su dirección en Kaliningrado, en Belarús amiga de Rusia.

El pintoresco embajador ruso ante la OTAN, Dmitry Rogozin, tiene la visión definitiva sobre la obsesión al estilo de espía contra espía de la OTAN de cercar a Rusia. Como dijo a Der Spiegel, “Mientras más acercan sus bases a nosotros, más fácil nos es atacarlas. En el pasado habríamos necesitado misiles. Ahora basta con ametralladoras.” En cuanto a Georgia y Ucrania como miembros de la OTAN, Rogozin agrega: ¿Por qué no invitan a “Hitler, Sadam Husein y [al presidente georgiano Mikhail] Saakashvili?”

Rusia, dijo Rogozin al diario francés Le Monde, espera que la OTAN se convierta en “una alianza política y militar moderna,” no en un “globopoli” (como lo llama Der Spiegel). Rusia espera cooperación – no un cerco. Rogozin no podría ser más explícito sobre la posición rusa respecto a Afganistán: “Queremos impedir que el virus del extremismo cruce las fronteras de Afganistán y se apodere de otros Estados en la región como ser Pakistán. Si la OTAN fracasara, Rusia y sus socios tendrían que ser los que combatan a los extremistas en Afganistán.”

El Consejo OTAN–Rusia debe reunirse de nuevo. El punto de vista oficial de Moscú es un orden de seguridad que se extienda “de Vancouver a Vladivostok". Algo que es aún más ambicioso que la OTAN: “Tal vez la OTAN debiera convertirse en OTPAN, una alianza Pacífico–Atlántico. Simplemente no podemos permitir que los buscapleitos nos disuadan.”

Meterse en líos con Rusia, en todo caso, nunca fue una buena idea – excepto para neoconservadores desprovistos de historia y geografía. Sólo en 2008, no menos de 120.000 soldados de EE.UU. y la OTAN transitaron por la base Manas en Kirguistán (la base será cerrada este año). Esto, junto al atentado neotalibán de las rutas de la OTAN en el Paso del Khyber, ha obligado a Petraeus a volverse hacia el Cáucaso (Georgia y Azerbaiyán) como rutas alternativas de tránsito militar, y a rogar a Kazajstán y Tayikistán en Asia Central que le ayuden; lo que sólo se materializará si Rusia lo aprueba. Magnánimamente, mientras tanto, Rusia ha abierto su territorio para convoyes de abastecimiento de la OTAN.

¿Para qué sirve la OTAN?

Tal como Palestina es un valioso laboratorio de ensayo para el ejército israelí, Afganistán, y ahora “Af–Pak” son un laboratorio tanto para EE.UU. como para la OTAN para realizar pruebas de conducción de sistemas de armas y variaciones de la COIN de Petraeus.

Por otra parte, la incompetencia de la OTAN ha sido más que evidente en el frente de la droga. Afganistán bajo la ocupación de la OTAN volvió a ser el productor y exportador mundial número uno de opio. Y eso, por su parte, condujo a la actual guerra de la droga de EE.UU. y la OTAN.

De modo que Af–pak ha sido una verdadera guerra Transformer – de la caza de Osama bin Laden a la guerra contra esa palabra mixta “los talibanes” y a una guerra de la droga del tipo Colombia–con–esteroides. Y todo esto deja de lado el punto de vista eternamente invisible del Oleoductistán – centrado en el oleoducto de 7.600 millones de dólares Turkmenistán–Afganistán–Pakistán–India que el gobierno de Bill Clinton quería comenzar a través de un trato (abortado) con… los talibanes, que estuvieron en el poder en la segunda mitad de los años noventa.

Al observar las acciones emprendidas hasta ahora por Obama, y al considerar el modo de pensar del Pentágono, no hay evidencia que apoye la posibilidad de que Washington y la OTAN vayan a abandonar un Afganistán crucialmente estratégico, que por casualidad se encuentra cerca del corazón de Eurasia.

Basta con preguntar a China, Rusia y a Irán, miembro observador de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO). La SCO fue fundada en junio de 2001, primero para combatir el contrabando transnacional de droga y a los fundamentalistas islámicos y luego comenzó a promover todo tipo de cooperación en la energía, el transporte, el comercio y la infraestructura.

EE.UU. y la OTAN han ignorado totalmente uno de los objetivos de la SCO: encontrar una solución regional, no armada, para la continua tragedia afgana. La intransigencia de EE.UU. y de la OTAN durante la era de Bush tiene gran parte de la culpa por el proceso que convirtió a la SCO en la OTAN de Asia. Desde el punto de vista asiático y ruso, la OTAN no tiene nada que ver con la “edificación de naciones,” el mantenimiento de la paz o la “ayuda humanitaria.” Y Afganistán lo demuestra. Los asiáticos no necesitan un globopoli – mucho menos una TermiOTAN.

Obama, McKiernan, Scheffer, ninguno de ellos lo admitirá – pero hay muchos en Washington y Bruselas que en realidad quisieran que la OTAN fuera realmente una TermiNATO sin fronteras, soslayando a la ONU para realizar imperialismo “humanitario” en todo el globo, eliminando por doquier a “al–Qaeda” y a “terroristas”, protegiendo a Oleoductistán y a tierras para ductos para los intereses occidentales en todas direcciones.

EE.UU., apoyado por la OTAN, fue la comadrona para una nueva encarnación de “fundamentalismo islámico” que debía, como lo hizo, librarse de los soviéticos en Afganistán y en las antiguas repúblicas soviéticas ricas en recursos energéticos. El que, millones de muertos y millones de desplazados más tarde, la OTAN ahora pida ayuda a los rusos para no quedarse encallada en Afganistán es otra amarga ironía de la historia de Af–Pak, y ciertamente no la última.


(*) Pepe Escobar, periodista del diario Asia Times (Hong Kong), es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2007) y de “Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge.” Su nuevo libro, que acaba de aparecer es “Obama does Globalistan” (Nimble Books, 2009).


La expansión de la OTAN y el beso francés

Por Diana Johnstone
CEPRID, 30/03/09

La amenaza soviética, su supuesta raison d’être originaria, desapareció hace veinte años. Pero al igual que el complejo militar industrial, la OTAN sigue viva y en constante expansión, alimentada por arraigados intereses económicos, una inveterada inercia institucional y la fijación paranoide de unos think tanks desesperados por encontrar “amenazas” por doquier.

A comienzos de abril, este Behemoth se dispone a celebrar su 60 aniversario en las ciudades vecinas de Estrasburgo (Francia) y Kehl (Alemania), atravesadas por el Rin. En ocasión de la efemérides, recibirá un especial regalo del cada vez más impopular presidente francés, Nicolás Sarkozy: el regreso de Francia a su comando militar. Un acontecimiento burocrático de este tipo, cuyo significado práctico dista de estar claro, proporciona a los corifeos de la OTAN y a los plumistas de turno algo sobre lo que cacarear. ¿Veis?, los tontuelos de los franceses han comprendido su error y han vuelto al redil.

Sarkozy, por supuesto, presenta las cosas de otro modo. Asegura que la integración de Francia al comando militar de la OTAN realzará su importancia en el mundo y le permitirá influir en la estrategia y las operaciones de una Alianza que nunca abandonó y a la que ha contribuido de forma ininterrumpida por encima de sus obligaciones.

Este argumento, sin embargo, oculta que fue precisamente el inconmovible control de los Estados Unidos sobre la estructura militar de la OTAN lo que persuadió a Charles de Gaulle a abandonarla en marzo de 1966. Su decisión no obedeció a un simple capricho. Había intentado sin éxito modificar el procedimiento de toma de decisiones de la Alianza hasta que entendió que era imposible. La amenaza soviética había remitido en parte y de Gaulle no quería verse arrastrado a operaciones bélicas que consideraba innecesarias, tales como el intento de Estados Unidos de ganar en Indochina una guerra que Francia ya había perdido y que consideraba inviable. De Gaulle prefería que Francia pudiera proseguir defendiendo sus intereses en Oriente Medio y África.

Además, la presencia militar de Estados Unidos en Francia estimulaba las manifestaciones plagadas de “Yankees go home”. En ese contexto, el traspaso a Bélgica del comando militar de la OTAN satisfizo a todos. El antecesor de Sarkozy, Jacques Chirac, erróneamente considerado “anti–americano” por los medios de Estados Unidos, ya estaba dispuesto a reincorporarse al comando de la OTAN si obtenía algo sustancial a cambio, como el comando mediterráneo de la Alianza. Pero los Estados Unidos se negaron en redondo.

Sarkozy, en cambio, ha decidido batallar por las migajas. Su objetivo es la asignación de oficiales franceses a un comando en Portugal y a algunas bases de entrenamiento en los Estados Unidos. “No hubo negociación alguna. Dos o tres oficiales franceses más bajo las órdenes de los norteamericanos no cambia nada”, observó en un reciente coloquio sobre Francia y la OTAN el ex ministro de exteriores francés Hubert Védrine.

Sarkozy anunció la reincorporación el 11 de marzo, seis días antes de que la cuestión fuera debatida en la Asamblea Nacional. Todas las protestas serán, por consiguiente, en vano. A simple vista, esta rendición incondicional parece obedecer a dos causas fundamentales. Una es la psicología del propio Sarkozy, cuyo amor por los aspectos más superficiales de los Estados Unidos, escenificado en su discurso ante el Congreso norteamericano en noviembre de 2007, produce vergüenza ajena. Sarkozy debe ser el primer presidente francés al que parece no gustarle Francia. O, al menos, al que – de verlos en televisión– parecen gustarle más los Estados Unidos. Por momentos se tiene la impresión de que ha querido ser presidente de Francia no por amor al país sino como una revancha social en su contra. Desde un comienzo ha mostrado una clara disposición a “normalizar” Francia, esto es, a rehacerla de acuerdo al modelo norteamericano.

La otra causa, menos obvia pero más objetiva, es la reciente expansión de la Unión Europea. La rápida absorción de los antiguos satélites de Europa del Este, a los que hay que sumar a las ex repúblicas soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania, ha alterado de manera drástica el equilibrio de poder dentro de la propia Unión Europea. El núcleo de las naciones fundadoras, Francia, Alemania, Italia y los países del Benelux, es incapaz de encauzar la Unión hacia una política exterior y de seguridad única. Después de que Francia y Alemania se negaran a apoyar la invasión a Irak, Donald Rumsfeld las descalificó como parte de la “vieja Europa” y apeló maliciosamente a la “nueva Europa” para que se sumara a los designios estadounidenses. El Reino Unido, al oeste, y los “nuevos” satélites europeos del Este, están más atados política y emocionalmente a los Estados Unidos de lo que lo están a la Unión Europea que les proporcionó considerable ayuda económica para su desarrollo y capacidad de veto en las cuestiones políticas relevantes.

La expansión, en efecto, enterró el sempiterno proyecto francés de construir una fuerza de defensa europea que pudiera actuar con autonomía del comando militar de la OTAN. Los dirigentes de Polonia y de los Estados bálticos quieren que Estados Unidos los defienda a través de la OTAN y punto. Jamás aceptarían el proyecto francés de una Unión Europea no atada a la OTAN y a los Estados Unidos. Francia tiene su propio complejo militar industrial, muy inferior, ciertamente, al de Estados Unidos. Pero es el más grande de Europa occidental. Un complejo así necesita mercados de exportación para su industria armamentística. El mejor mercado potencial serían una fuerzas armadas europeas independientes. Sin dicha perspectiva en el horizonte, algunos podrían pensar que la integración a comando militar podría abrir los mercados de la OTAN a los productos militares franceses.

Se trata, sin embargo, de una esperanza huera. Los Estados Unidos se han reservado con celo los principales suministros de la OTAN para su propia industria. Es improbable que Francia llegue a tener una influencia significativa en la OTAN, por las mismas razones por las que ha acabado por abandonar su intento de construir un ejército europeo. Los propios europeos están profundamente divididos. Con Europa dividida, los Estados Unidos mandan. Es más, con la profundización de la crisis, el dinero para armamentos comienza a escasear.

Desde el punto de vista del interés nacional francés, esta endeble esperanza de poder colocar en el mercado los propios productos militares es nada comparada con las desastrosas consecuencias políticas que tiene el gesto de lealtad protagonizado por Sarkozy. Es cierto que incluso fuera del comando militar de la OTAN, la independencia francesa era sólo relativa. Francia apoyó la incursión de los Estados Unidos en la primera guerra del Golfo. En vano el presidente François Mitterand esperó con ello ganar influencia en Washington, el clásico espejismo que deslumbra a los aliados de Estados Unidos en operaciones más dudosas. En 1999, Francia se sumó a la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, a pesar de las dudas existentes en los altos mandos. En 2003, sin embargo, el presidente Jacques Chirac y su ministro de relaciones exteriores Dominique de Villepin hicieron gala de su independencia y rechazaron la invasión de Irak. Hay bastante acuerdo en que el plantón francés permitió a Alemania hacer lo mismo. Y a Bélgica.

El discurso de Villepin ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de 14 de febrero de 2003, defendiendo la prioridad del desarme y de la paz sobre la opción de la guerra, levantó una abrumadora ovación. Villepin se granjeó una amplia popularidad alrededor del mundo y reforzó el prestigio francés, sobre todo en el mundo árabe. De regreso en París, no obstante, el odio personal entre Sarkozy y Villepin alcanzó cotas de pasión operísticas, y no es infundado sospechar que el compromiso de obediencia con la OTAN de Sarkozy es también un acto de revancha personal.

El efecto político más devastador de todo esto es, sin embargo, la impresión que se ha generado de que “Occidente”, Europa y los Estados Unidos, se han enrocado en una alianza militar contra el resto del mundo. Contemplado de manera retrospectiva, el disenso francés prestaba un servicio a Occidente en la medida en que generaba la impresión, o la ilusión al menos, de que todavía era posible pensar y actuar de forma independiente, y de que alguien en Europa podía llegar a escuchar lo que otras partes del mundo se dice y piensa. Ahora, este “cierre de filas” sellado por los valedores de la OTAN como una manera de “mejorar nuestra seguridad” activará las alarmas en el resto del mundo.

El imperio parece cerrar filas con el propósito de regir el mundo. Los Estados Unidos y sus aliados no reclaman abiertamente el gobierno del mundo, pero sí su control. Occidente controla las instituciones financieras mundiales, el FMI y el Banco Mundial. Controla el poder judicial, el Tribunal Penal Internacional, que en 6 años de existencia sólo ha sentado en el banquillo a un oscuro señor de la guerra congolés y ha abierto cargos contra otras 12 personas, todas ellas africanas.

Mientras, los Estados Unidos provocan la muerte de cientos, miles, acaso millones de personas en Irak y Afganistán, al tiempo que apoyan la agresión de Israel contra el pueblo palestino. Para el resto del mundo, la OTAN no es más que el brazo armado de esta empresa de dominación. Y todo ello en un momento en el que el sistema financiero capitalista dominado por los países occidentales está arrastrando a la economía mundial al colapso.

Tamaña exhibición de “unidad de Occidente” al servicio de “nuestra seguridad” sólo puede generar inseguridad en el resto del mundo. Mientras, la OTAN no ha cejado en su intento de rodear a Rusia con bases militares y alianzas hostiles, principalmente en Georgia. Pese a las sonrisas de sobremesa con su contraparte ruso, Sergei Lavrov, Hillary Clinton no ha dejado de insistir en el obcecado mantra de que las “esferas de influencia son inaceptables”. Con ello, claro está, se refiere a la histórica esfera de intereses rusa, a la que Estados Unidos está incorporando agresivamente a su propia esfera de influencia a través de la OTAN.

No es de extrañar, en este contexto, que China y Rusia hayan aumentado su cooperación defensiva. Los intereses económicos y la inercia institucional de la OTAN están empujando el mundo hacia un escenario pre–bélico mucho más peligroso que la Guerra Fría. La lección que la OTAN se resiste a aprender es que la búsqueda de enemigos crea enemigos. La guerra contra el terrorismo promueve el terrorismo. Rodear a Rusia con misiles sedicentemente “defensivos” –cuando todo estratega sabe que un escudo acompañado de una espada es también un arma ofensiva– hará de Rusia un enemigo.En busca de amenazas

Para probarse a sí misma que, en verdad, es una entidad “defensiva”, la OTAN no cesa de buscar amenazas. Pues lo tiene fácil, puesto que el mundo es un lugar convulso, en buena medida gracias al tipo de globalización económica que los Estados Unidos han impuesto en las últimas décadas. Acaso haya llegado la hora de realizar esfuerzos políticos y diplomáticos para impulsar vías internacionales que permitan abordar cuestiones como la crisis económica, el cambio climático, el uso de la energía, los hackers y las “ciber–guerras”. Los think tanks vinculados a la OTAN ven en estos problemas “amenazas” que deberían ser tratadas a través de la OTAN. Esto conduce a militarizar las decisiones políticas allí donde, por el contrario, deberían desmilitarizarse.

Pensemos, por ejemplo: ¿cómo se podría abordar la supuesta amenaza del cambio climático con medios militares? La respuesta parece obvia: utilizando las fuerzas armadas contra las poblaciones forzadas a abandonar sus hogares por la sequía o por las inundaciones. Tal vez, como en Darfur, la sequía podría conducir a enfrentamientos entre grupos étnicos o sociales. Entonces, la OTAN podría decidir quiénes son los “buenos” y bombardear al resto. Este tipo de cosas.

Todo parece indicar, en efecto, que el mundo se está metiendo en muchos problemas. La OTAN parece dispuesta a afrontarlos utilizando sus fuerzas armadas contra las poblaciones descontroladas. Este propósito podrá verse con toda claridad en la celebración del 60 aniversario de la OTAN que tendrá lugar en Estrasburgo/Kehl el 3 y 4 de abril. Ambas ciudades se convertirán en auténticos campos militares. Los residentes de la tranquila ciudad de Estrasburgo están obligados a solicitar credenciales para salir y entrar a sus hogares durante el feliz evento. En momentos clave, no podrán dejar sus casas, salvo bajo circunstancias extraordinarias. El transporte urbano se detendrá. Las ciudades estarán muertas, como si hubieran sido bombardeadas, para permitir a los dignatarios de la OTAN montar su show por la paz.

El momento culminante de todo este espectáculo será la sesión fotográfica de diez minutos en la que los líderes de Francia y Alemania intercambien un apretón de manos en el puente sobre el Rin que conecta ambas ciudades. Será como si Angela Merkel y Nicolás Sarkozy sellaran la paz entre Alemania y Francia por primera vez. Los locales permanecerán encerrados en su casa para no perturbar la pantomima. La OTAN se comportará como si su mayor amenaza fuera el pueblo de Europa. Y es muy posible que, por esa vía, la mayor amenaza para el pueblo de Europa llegue también a ser la OTAN.


(*) Diana Johnston es una escritora y periodista estadounidense especializada en temas de política exterior europea y occidental. Fue una participante activa del movimiento contra la guerra de Vietnam. Entre sus últimos trabajos se encuentra Fool’s Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions, (Monthly Review Press, 2003) un alegato contra la guerra emprendida en los Balcanes en 1999. Es colaboradora habitual de la revista Counterpunch.