El imperialismo

en el siglo XXI

 

El imperialismo hoy

 

Alex Callinicos

 

Publicado en el libro Marxism and the New Imperialism, Bookmarks (Londres, 1994), con el título "Imperialism Today". Alex Callinicos es profesor de Política en la Universidad de York y miembro del Socialist Workers Party de Gran Bretaña.

 

Primera parte

 

Introducción

 

La sangrienta guerra lanzada por las grandes potencias contra Irak en 1991 demostró que el imperialismo, en el sentido más general de utilización directa de la fuerza para imponer la voluntad de las grandes potencias sobre Estados menores, se encuentra prosperando. La guerra fue más notable aún por haber ocurrido en un momento en el cual se consolidaba la creencia de que el mundo estaba entrando en una era posimperialista. Dos razones principales dieron base a esta creencia.

Una de ellas fue, obviamente, la expectativa de que el final de la Guerra Fría produciría lo que George Bush (padre) llamó un "Nuevo Orden Mundial", en el cual las disputas entre los Estados podrían ser resueltas pacíficamente bajo la tutela de las Naciones Unidas. Hoy resulta más que claro que el "Nuevo Orden Mundial" es tan sólo el viejo orden imperialista, con la diferencia fruto del colapso de la Unión Soviética, de que la ONU puede ser utilizada para legitimar intervenciones militares que Estados Unidos hubiera realizado unilateralmente durante la Guerra Fría.

La segunda razón para despachar el imperialismo al basurero de la historia surgió de una interpretación bastante aceptada, de los dramáticos cambios verificados en la economía mundial durante la última generación. Se ha afirmado que la internacionalización de la producción y, paralelamente, la integración global del capital volvería la guerra obsoleta. Así, Tim Congdon, un destacado monetarista británico, declaró recientemente:

El nacionalismo económico, una de las fuerzas más poderosas y destructivas del siglo XX, está quedado obsoleto. El carácter internacional del comercio y de las finanzas aumenta tan rápidamente, y la estrategia comercial de las grandes compañías es tan globalizada, que la idea del Estado-nación está perdiendo su importancia.

Congdon dejó claro que esos cambios económicos estaban teniendo consecuencias políticas -entre ellas, a largo plazo, el final de la guerra:

"La idea de una guerra entre Gran Bretaña y Alemania, o entre Estados Unidos y Japón, ya es, obviamente, un disparate. Cada vez más los antagonismos entre las naciones se irán haciendo literalmente absurdos, así como la separación entre naciones acabará y se volverá sin sentido."[1]

La idea de que la interdependencia económica entre los Estados determina que ya no les interesa realizar guerras no es nueva. Durante los años de gestación de la Primera Guerra Mundial, el pacifista Norman Angell publicó La Gran Ilusión (1910), donde argumentaba que una guerra total entre las grandes potencias sería tan destructiva económicamente que resulta inconcebible que ellas se arriesgasen a una aventura tan irracional. Ese mismo análisis fue realizado de forma aparentemente marxista por Karl Kautsky, en un famoso artículo publicado poco después del inicio de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914:

"No hay necesidad económica para la continuidad de la carrera armamentista después de la Guerra Mundial, incluso desde el punto de vista de la propia clase capitalista, con la posible excepción de ciertos intereses armamentistas. Por el contrario, la economía capitalista está seriamente amenazada precisamente por estas disputas. Todo capitalista perspicaz debe hoy alardear a sus compañeros: ¡Capitalistas de todo el mundo, unios!" [2]

Kautsky argumentó que los procesos económicos podrían empujar a los capitalistas hacia la unidad global:

"Lo que Marx dijo sobre el capitalismo puede también ser aplicado al imperialismo: el monopolio crea la competencia, y la competencia crea el monopolio. La frenética competencia entre las grandes firmas, los gigantes bancos y los multimillonarios hizo que los grandes grupos financieros que estaban absorbiendo a los pequeños inventasen el cártel. Del mismo modo la Guerra Mundial entre las grandes potencias imperialistas puede dar como resultado una federación de las más fuertes, renunciando estas a la corrida armamentista.

"Desde el punto de vista puramente económico, por lo tanto, no es imposible para el capitalismo entrar en otra fase, de incorporación de ese proceso de formación de cárteles a su política de relaciones exteriores: la fase del ultraimperialismo."[3]

La previsión de Kautsky de que los antagonismos interimperialistas podrían ser pacíficamente reconciliados en los marcos de un cártel capitalista global demostró no servir como orientación durante lo que Arno Mayer llamó "la Crisis General y la Guerra de los Treinta Años del siglo XX", entre 1914 y 1945.[4] Empero, la idea de que el imperialismo es simplemente una etapa en la historia del capitalismo, y una etapa que ya fue o está siendo superada, ha sido reavivada recientemente. Quizás el intento más influyente ha sido el de Bill Warren, que intentó demostrar que el Tercer Mundo ha pasado luego de la Segunda Guerra Mundial no por el "desarrollo del subdesarrollo", como afirman los teóricos de la dependencia como André Gunder Frank, sino por "un importante crecimiento en las relaciones sociales capitalistas y en las fuerzas productivas". El concluyó que:

"En un contexto de interdependencia económica cada vez mayor, los lazos de dependencia (o subordinación) que unen al Tercer Mundo con el mundo imperialista, han sido y están siendo notablemente desatados con la ascensión de capitalismos nativos; a través de este proceso la distribución del poder político-económico al interior del mundo capitalista es cada vez menos desigual. En consecuencia, aunque una dimensión del imperialismo sea la dominación y explotación del mundo no comunista por una docena de países capitalistas desarrollados (Estados Unidos, Alemania Occidental, Gran Bretaña, Francia, Japón, etc.) estamos, pese a todo, en una era de imperialismo decadente y de capitalismo avanzado."[5]

Las transformaciones económicas de las últimas décadas -la internacionalización del capital, la ascensión de los NICs (los Nuevos Países Industrializados), el declive relativo de ambas superpotencias- han sido, sin duda, enormes. La cuestión a ser tratada en este artículo es si estas transformaciones (y las convulsiones políticas que les acompañaron, sobre todo las asociadas al final de la Guerra Fría) pueden todavía ser comprendidas dentro de los marcos de la teoría marxista del imperialismo. La respuesta a esta pregunta tiene implicaciones prácticas importantes: mostrará si la masacre del Golfo Pérsico de 1991 -y otros acontecimientos semejantes, como la intervención de la ONU en Somalia- representan el último suspiro de una versión obsoleta y moribunda del capitalismo, o en cambio el mecanismo intrínseco de un sistema todavía sujeto a producir guerras importantes. El primer paso para resolver esta cuestión es establecer en que consiste realmente la teoría marxista del imperialismo.


La teoría marxista del imperialismo


El imperialismo puede ser definido de un modo bien amplio como la dominación, a través de la historia, de pequeños países por Estados más fuertes, o de manera más restringida, como la política llevada a cabo por las grandes potencias desde el último tercio del siglo XIX, para subordinar a la mayor parte del resto del mundo a su dominio. La definición marxista clásica del imperialismo, dada por Lenin, es más específica que la primera definición, y más general que la definición más restringida. El imperialismo no es ni una característica universal de la sociedad humana, ni una política específica, sino que es una "etapa particular en el desarrollo del capitalismo", de hecho, como afirma el título del libro de Lenin, "la etapa superior del capitalismo". Lenin intentó caracterizar esta etapa de desarrollo capitalista ofreciendo una famosa definición del imperialismo:

1) la concentración de la producción y del capital elevada a un grado tan alto de desarrollo que hizo crear los monopolios, los cuales cumplen un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación, basada en ese "capital financiero" de una oligarquía financiera; 3) la exportación de capitales, que difiere de la exportación de mercaderías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) la formación de asociaciones internacionales de capitalistas monopolistas, que se reparten el mundo entre sí, y 5) la concreción de una división territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.[6]

La definición de Lenin es tratada con frecuencia como un dogma incuestionable por la mayoría de la izquierda, pero sus limitaciones merecen ser señaladas. Ella es, claramente, una lista de lo que Lenin denomina "características básicas" del imperialismo. Pero no es posible a partir de esta lista, establecer la importancia relativa de esas características. Esta es una debilidad seria, una vez que ha quedado claro que algunas de ellas son mucho menos básicas que otras. Por ejemplo, el capital financiero -la integración del capital bancario con el capital industrial- se desarrolló mucho más en algunas potencias imperialistas que en otras; mucho más en Alemania que en Gran Bretaña. Pero además, no sólo la relación entre las inversiones en el extranjero y la expansión colonial fue mucho más desigual de lo que sugería Lenin, también algunas potencias imperialistas, notablemente Estados Unidos y Japón, fueron importadores líquidos de capital hasta 1914.[7]

La concepción básica de Lenin sobre el Imperialismo, sin embargo, emerge ilesa de estas críticas. El fue cuidadoso en poner énfasis en el "valor condicional y relativo de todas las definiciones en general". Pero además, su estudio del imperialismo no pretendía ser un estudio científico definitivo, en vez de esto, como declara su subtítulo, era "un esbozo popular" basado, en gran parte, en obras influyentes como El Imperialismo del liberal-radical J. A. Hobson y El Capital Financiero del austro-marxista Rudolf Hilferding. Con base en estas investigaciones, Lenin no tenía duda en cuanto a la característica decisiva del imperialismo: "en su esencia económica el imperialismo es capitalismo monopolista". Esto le permitió ubicar históricamente al imperialismo, determinar "su lugar en la historia, ya que el monopolio que crece sobre la base de la libre competencia, determina la transición del sistema capitalista a un orden socioeconómico más elevado".[8] Por lo tanto, los antagonismos y guerras entre las grandes potencias no eran una simple aberración, como Kautsky dio a entender, surgían de la dinámica del desarrollo capitalista, sobre todo de la tendencia a la concentración y centralización del capital analizada por Marx. Estos antagonismos y guerras podrían eliminarse, pero solamente gracias a la revolución socialista.

Así, en el análisis más sistemático y rigurosos de Bujarin, el imperialismo nace de las: "...tendencias del desarrollo capitalista-financiero. El problema organizativo, que envuelve más y más ramas de la "economía nacional" a través de la creación de conglomerados y a través del papel organizativo que cumplen los bancos, ha llevado a la conversión de cada "sistema nacional" capitalista desarrollado en un "trust capitalista-estatal". Por otra parte, el proceso de desarrollo de las fuerzas productivas lleva a estos sistemas "nacionales" a conflictos más agudos en su lucha competitiva por el mercado mundial."[9]

En este abordaje el imperialismo adopta dos características fundamentales. La primera es una consecuencia de la tendencia a la concentración y centralización del capital. La acumulación competitiva de capital lleva tanto al crecimiento en el tamaño de las unidades individuales de capital como a la incorporación de capitales menores por los mayores, especialmente durante las crisis. El poder económico se hace cada vez más concentrado. Sectores de la economía quedan monopolizados, dominados por una pequeña cantidad de grandes firmas o incluso por una única corporación. Además el capital industrial tiende a fundirse con los grandes bancos para formar el capital financiero. La etapa final de ese proceso de "organización" es la creciente integración del capital privado con el Estado-nación, en otras palabras, el surgimiento del capitalismo de Estado.

En segundo lugar, a pesar de todo, esa organización nacional del capitalismo ocurre en un contexto de creciente internacionalización de las fuerzas productivas. La economía mundial, que Bujarin define como "un sistema de relaciones de producción y, correspondientemente, de relaciones de cambio a nivel mundial", constituye el campo en el cual compiten los "trust capitalistas de Estado". La competencia entre capitales deja de ser una simple disputa por mercados entre empresas privadas: asume cada vez más la forma de rivalidades militares y territoriales entre capitales estatales a escala mundial. "La lucha entre trusts capitalistas de Estado es decidida, en primer lugar por la relación entre sus fuerzas militares, pues el poder militar es el último recurso de los "grupos nacionales" de capitalistas en lucha".[10] Guerras interimperialistas, como las de 1914-18 y 1939-45, son un aspecto necesario de una economía mundial dividida entre distintos capitales.

La versión de Bujarin de la teoría del imperialismo no deja de tener sus debilidades. La más importante es que subestima el grado en el cual las dos tendencias que él identifica con el imperialismo -en dirección al capitalismo de Estado y a la internacionalización del capital- pueden contradecirse mutuamente. En forma consecuente él trata las economías nacionales como bloques capitalistas de Estado plenamente "organizados", en los cuales cualquier tendencia a la crisis económica (aunque no a la guerra) habría sido eliminada.[11] Pero una vez que estos errores son tomados en cuenta podemos considerar que la teoría de Bujarin identifica las características esenciales del imperialismo, tomado como etapa específica en la historia del capitalismo. Podemos resumir entonces la teoría del imperialismo de la siguiente manera:

I. El imperialismo es la etapa de desarrollo en el capitalismo donde: 1) la concentración y centralización del capital tiende a llevar a la integración del capital monopolista privado con el Estado; y 2) la internacionalización de las fuerzas productivas tiende a forzar a los capitales a competir entre sí por mercados, inversiones y materias primas a escala mundial.

II. Las principales consecuencias de estas dos tendencias son: 1) la competencia entre capitales toma la forma de rivalidades militares entre Estados-nación, 2) las relaciones entre los Estados-nación son desiguales: el desarrollo desigual y combinado del capitalismo permite a un pequeño número de Estados capitalistas avanzados (los países imperialistas) en virtud de sus recursos productivos y de su fuerza militar, dominar el resto del mundo; 3) el desarrollo desigual y combinado del imperialismo intensifica todavía más la competencia militar y da lugar a las guerras, incluyendo tanto las guerras entre las propias potencias imperialistas, como aquellas que surgen de las naciones oprimidas en lucha contra la dominación imperialista.[12]

Esta definición del imperialismo es más abstracta que la de Lenin, aunque ella capta el núcleo de su concepción. Una ventaja de esta definición es que puede ser usada para demostrar cómo la dinámica del imperialismo da lugar a distintas fases en su desarrollo. Gran parte de este artículo estará dedicado al análisis de estas fases. Argumentaremos que hubieron tres fases principales en la historia del imperialismo: el imperialismo clásico, 1875-1945 -analizado por Lenin, Bujarin, Luxemburg, Hilferding, Kautsky y Hobson, que es el imperialismo que dio lugar a la "Guerra de los Treinta Años" de Arno Mayer; el imperialismo de las superpotencias, 1945-1990 -período en el cual el mundo fue repartido entre dos grandes bloques militares rivales-; y el imperialismo después de la Guerra Fría -el "Nuevo Orden Mundial" de Bush (padre), en realidad una versión más inestable del antiguo orden mundial.

Cualquier periodización de este tipo conlleva un grado de arbitrariedad. Como quedará claro en la detallada discusión que sigue, las características de cada fase están típicamente presentes en una forma menos desarrollada en las anteriores fases. Pero, este modo de dividir la historia del imperialismo, desde mi óptica, ayuda a aclarar su dinámica interna y las transformaciones por las cuales atravesó. Por razones obvias, el imperialismo contemporáneo recibirá una atención detallada.


El imperialismo Clásico, 1875-1945


1. Un mundo económica y políticamente multipolar. La moderna historia europea, del siglo XV en adelante, está dominada por un proceso feroz y continuo de competencia militar y territorial entre las grandes potencias. Un modo de resumir la naturaleza del imperialismo es diciendo que marcó el punto en el cual ese proceso se fundió con la expansión del capitalismo industrial y a esta se subordinó. Eric Hobsbawm comenta sobre el siglo XIX que "la economía mundial ahora era notablemente más pluralista que antes. La economía británica dejó de ser la única totalmente industrializada y, en realidad, la única industrial".[13]

Un factor en ese cambio fue lo que William McNeill llama la "industrialización de guerra" de mediados del siglo XIX -los incrementos en la movilidad proporcionada por los rieles, por la navegación a vapor, y por la producción en masa de nuevas armas como el rifle de repetición y la ametralladora. El poder militar de los Estados dependía ahora directamente de su nivel de industrialización. Las grandes monarquías absolutistas de Europa Central y Oriental -Prusia, Austria-Hungría y Rusia- fueron forzadas a promover la expansión del capitalismo industrial para fortalecer la base material de las modernas fuerzas armadas.

Al mismo tiempo la expansión territorial del capitalismo industrial exacerbó las rivalidades entre las grandes potencias, particularmente cuando Gran Bretaña vio su supremacía industrial y naval desafiada por Alemania. El resultado fue una carrera armamentista naval impulsada por la innovación tecnológica, y la incorporación de Gran Bretaña a uno de los dos grandes bloques militares en los cuales Europa estaba dividida. La competencia económica y militar se reforzaría mutuamente en un mundo dominado por una pequeña porción de Estados.[14]

2. Expansión Colonial. "La transición del capitalismo a la etapa del capitalismo monopolista, del capital financiero, está conectada a la intensificación de la lucha por el reparto del mundo", escribió Lenin.[15] Las posesiones coloniales europeas crecieron de 4.3 millones de Km2 y 148 millones de habitantes en 1860 a 46,4 millones de Km2 y 568 millones de habitantes en 1914, y aún así el proceso de expansión todavía no estaba completo, ya que las posesiones del Imperio Otomano en Medio Oriente fueron divididas entre Francia y Gran Bretaña solamente al final de la Primera Guerra Mundial. La conquista colonial fue acompañada por un aumento enorme en la inversión externa europea, de 2.000 millones de libras esterlinas en 1862 a 44.000 millones en 1913.[16]

De esto no se sigue, como sugieren las groseras versiones de la teoría de Lenin, que la dinámica del imperialismo fue proporcionada por la exportación de capitales para explotar esclavos coloniales. Para empezar, la expansión de la inversión extranjera fue muy desigual: Gran Bretaña fue la primer y por lejos la mayor exportadora de capital a partir de la década de 1860, Francia le siguió hacia finales de los años 1870, Alemania solamente después de 1900, mientras que Estados Unidos y Japón importaron capital hasta 1914. Además, como señaló Hobsbawm:

"Cerca del 80% del comercio europeo durante todo el siglo XIX, tanto de importación como de exportación, era hecho con otros países desarrollados; lo mismo es verdad en lo que atañe a las inversiones europeas en el exterior. La parcela de inversiones destinada a países de ultramar era mayoritariamente dirigida a un pequeño número de economías en desarrollo rápido, sobre todo pobladas por descendientes de europeos -Canadá, Australia, Sudáfrica, Argentina, etc.- y claro también, a EEUU."[17]

Este patrón emerge muy claramente de los datos referentes a la inversión externa británica en la Tabla 1.

 

TABLA 1
Muestra por región de la inversión británica en el extranjero. 1860-1929 (%)

REGIONES

1860-70

1881-90

1891-13

1927-29

Imperio Británico (total)

36.0

47.0

46.0

59.0

Canadá

25.0

13.0

13.0

17.0

Australia / N.Zelandia

9.5

16.0

17.0

20.0

India

11.2

15.0

10.5

14.0

Otros

0.3

3.0

5.5

8.0

América Latina

10.5

20.0

22.0

22.0

Estados Unidos

27.0

22.0

19.0

5.5

Europa

25.0

8.0

6.0

8.0

Otros

1.5

3.0

7.0

5.5

(Fuente: M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism (Harmondsworth, 1974), Tabla 17, pp. 190-1)

 

Las colonias jugarán, entretanto, un papel económico vital. India proveyó a Gran Bretaña con un tributo anual extraído directamente (los "home charges") además del excedente comercial, tasas de interés sobre inversiones y otras ganancias invisibles.[18]

Según Berrick Saul "Gran Bretaña liquidó más de un tercio de sus déficits con Europa y Estados Unidos a través de la India".[19] El reciente y excepcional estudio de Avner Offer sobre la Primera Guerra Mundial demuestra que el Imperio Británico jugó un papel todavía más directo en el proceso de competencia interimperialista. Gran Bretaña y Alemania, las dos grandes potencias más industrializadas en el pasaje del siglo XIX al XX, tenían economías altamente especializadas y dependientes de materias primas y alimentos importados.

La clase dominante británica, sin embargo, gozaba de una ventaja decisiva: controlaba un gran imperio capaz de abastecerla con esas mercaderías, al mismo tiempo que su supremacía le permitía tanto proteger sus propias rutas marítimas como bloquear el acceso de Alemania al alimento y a las materias primas que necesitaba. El planeamiento para la guerra económica fue, por lo tanto, una parte importante de los preparativos británicos antes de 1914. La lucha por alimentos y materias primas fue un factor importante en la derrota de Alemania en 1918, no solo a causa del impacto del bloqueo británico sobre las potencias centrales, sino también porque la campaña naval alemana en el Atlántico trajo a Estados Unidos a la guerra, cambiando así la balanza en favor de la Entente (la alianza entre Inglaterra, Francia, Bélgica, etc.).[20]

La importancia de las colonias en la competencia interimperialista se evidenció una vez más durante la Gran Depresión de la década del 30 de este siglo, cuando la economía mundial se fragmentó en bloques comerciales rivales. Las potencias que como Gran Bretaña y Francia, pudieron apoyarse en sus colonias para tener mercados protegidos y materias primas, fueron capaces de resistir mejor a la depresión que aquellas como Estados Unidos y Alemania, que no poseían imperios. Para estos últimos Estados la Segunda Guerra Mundial ofreció una salida al problema.

3. Capitalismo de Estado militarizado. Lenin, Hilferding y Bujarin tomaron la centralización cualitativamente mayor del poder económico como una característica decisiva de la nueva etapa de desarrollo capitalista, que se hizo evidente en el cambio del siglo XIX al XX. De hecho, el desarrollo que Hilferding denominó "capitalismo organizado" implicó variaciones considerables -por ejemplo, Gran Bretaña quedó significativamente detrás de Alemania y Estados Unidos. Hilferding explicó estas variaciones en términos de desarrollo desigual y combinado del capitalismo. El desarrollo relativamente "orgánico" del capitalismo británico determinó que los fondos para inversiones fueran acumulados gradualmente en las manos de capitalistas individuales, sin la necesidad de recurrir a los bancos o a la Bolsa de Valores para financiar la expansión. Inversamente, los capitalistas alemanes, industrializándose a la sombra del monopolio manufacturero de Gran Bretaña, podrían solamente conseguir los fondos necesarios a través de un grado de organización superior, provisto por las "join stock company" (sociedades anónimas por acciones) y por el papel cumplido por los bancos en el financiamiento de la inversión productiva.

En Alemania, por consiguiente, y en Estados Unidos de un modo un poco diferente, la relación de los bancos con la industria fue necesariamente y desde el principio, bastante diferente de la que existía en Gran Bretaña. Aunque esa diferencia se debió al atraso y al desarrollo tardío de Alemania, la estrecha conexión entre capital industrial y bancario se transformó, tanto en Alemania como en Estados Unidos, en un factor importante en su avance hacia una forma más elevada de organización capitalista.[21]

Por razones semejantes, tanto en Alemania como en Estados Unidos, el Estado se volvió intervencionista mucho antes que en Gran Bretaña -por ejemplo, introduciendo tarifas proteccionistas para aislar sus industrias manufactureras de la competencia de Gran Bretaña. La Gran Depresión de los años 30 persuadió a la clase dominante británica a abandonar el libre comercio, un paso tomado por sus compañeros americanos setenta años antes, al comienzo de la Guerra Civil.

Es esta integración del Estado y del capital privado la que explica la propensión del imperialismo a la guerra: las rivalidades económicas globales entre los grandes bloques de capital integrados nacionalmente que emergieron del proceso de organización analizado por Hilferding y Bujarin, sólo podrían ser resueltas mediante el choque de sus relativas fuerzas militares. Pero la guerra interimperialista sirvió también para acelerar la tendencia al capitalismo de Estado. Bujarin había comprendido eso ya en 1915. La movilización de recursos exigidos por la guerra total tendía a transformar la economía en una "organización directamente subordinada al control del poder estatal". Así, "la guerra es acompañada no solamente por una tremenda destrucción de fuerzas productivas: ella proporciona también un extraordinario refuerzo e intensificación de las tendencias desarrollistas inherentes al capitalismo".[22]

Las economías de guerra de los períodos 1914-18 y 1939-45 llevaron a un aumento cualitativo en el nivel de la dirección estatal de la economía, que no fue revertido en los períodos de paz que les siguieron. De hecho, la Gran Depresión de 1929-39 representó una continuación de este proceso, mientras la economía mundial se fragmentaba en bloques comerciales proteccionistas y todas las principales potencias imperialistas fortalecían sus aparatos de intervención estatal -un proceso que alcanzó su clímax en la Rusia estalinista.[23] Una consecuencia de esto fue el declive en el nivel de integración económica global en relación al que había sido alcanzado antes de 1914. De esta manera, la proporción del comercio de bienes manufacturados en relación a la producción mundial superó el nivel de 1913 solamente a mediados de los años 70.[24]

Este movimiento en dirección a la autarquía económica por las grandes potencias, sirvió solamente para exacerbar las tensiones entre ellas, ya que esto dio a aquellos Estados imperialistas que no contaban con un acceso rápido a mercados y materias primas coloniales -notablemente Alemania y Japón- un poderoso incentivo para usar sus maquinarias militares y atrapar una porción mayor de los recursos mundiales. De esta forma la contradicción que Bujarin había identificado entre la internacionalización y la estatización del capital produjo un segundo período, todavía más destructivo, de reparto del planeta entre las potencias imperialistas.[25]

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Notas:

1. T. Congdon, "How the City is Making Economic Nationalism Obsolete", Spectator, 13 de Febrero de 1988, pp21, 25.

2. K. Kautsky, "Imperialism", en J. Riddell, ed., Lenin's Struggle for a Revolutionary International. Documents 1907-1916. The Preparatory Years, Nueva York, 1984, p. 180.

3. Idem, p.181.

4. A. J. Mayer, Why Did the Heavens Not Darken?, Nueva York 1990, p.31.

5. B. Warren, Imperialism-Pioneer of Capitalism, Londres 1980, p.31.

6. Lenin, Collected Works, Moscu 1964, vol. XXII, pp. 266, 267.

7. Ver, por ejemplo, M. Kidron, Capitalism and Theory, Londres 1974, cap. 6; M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism, Harmondsworth 1974, cap. 8, y Warren, Imperialism, pp 57-70.

8. Lenin, Collected Works, p.298.

9. Bujarin, Selected Writings on the State and the Transition to Socialism, Nottinhgham 1982, pp. 16-17.

10. Idem, Imperialism and World Economy , Londres 1972, pp. 25-6, 125

11. Ver mi discusión sobre Lenin y Bujarin en Imperialism, Capitalism and the State Today, ISJ 2:35, 1987, pp79-88.

12. El concepto de desarrollo desigual y combinado es, ciertamente, una de las principales contribuciones de Trotsky al marxismo. Sin el no se pude explicar la naturaleza jerárquica del imperialismo (el dominio de los países avanzados), ni su inestabilidad (la división desigual de los recursos da lugar a constantes disputas interimperialistas por la repartición del mundo).

13. E. Hobsbawm, Age of Empire, p.51.

14. W. H. McNeill, The Pursuit of Power, Oxford 1982, cap. 7 e 8.

15. Lenin, op. cit., p. 255.

16. M. Barratt Brown, Imperialism, cap. 8.Todos los datos sobre inversión extranjera son de este libro.

17. Hobsbawm, Age of Empire, pp 73-4.

18. R. P. Dutt, India Today, Londres 1940, cap. VII. Citado en M. Barratt Brown, op. cit..

20. A. Offer, The First World War: An Agrarian Interpretation, Londres 1989.

21. R. Hilferding, Finance Capital, Londres 1981, p. 307

22. Bujarin, Sellected Writings, pp 18, 19.

23. C. Harman, Explaining the Crisis, Londres 1984, cap. 2.

24. M. Wolf, "The Need to Look to the Long Term", Financial Times, 16 de Noviembre de 1987.

25. E. Mandel, The Meaning of the Second World War, Londres 1986. Esta es la única obra marxista que intenta ofrecer una interpretación seria y global, aunque posea debilidades, notoriamente la distinción típicamente escolástica que realiza Mandel entre varios tipos de guerra implicados en el conflicto.

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