Irak resiste

 

El fin del Imperio: el espectro de la derrota

Por Alex Callinicos
Socialist Review, julio 2004
Especial para Panorama Internacional, 05/07/04
Traducción de Guillermo Crux

¿Los iraquíes humillarán al poderoso imperio de EE.UU?

Ha ocurrido algo extraordinario en los últimos tres años. Según nos recuerdan incesantemente, el 11 de septiembre de 2001, la potencia militar más grande de la historia fue atacada furiosamente ante los ojos del mundo. Sus gobernantes reaccionaron a esta dolorosa humillación declarando una 'guerra mundial al terrorismo' y conquistaron dos 'estados villanos' - Irak y Afganistán.

¿Y hoy dónde estamos? Afganistán retrocedió para ser lo que era antes de que los talibanes tomaran el poder - un área de desastre olvidada. Y lo que es más notable, la 'coalición' dirigida por EE.UU. se enfrenta a lo inconcebible en Irak - la derrota. En abril los Marines norteamericanos rodearon Fallujah y se prepararon para hacerle lo peor a esta ciudad rebelde. Lo que pasó luego fue descrito vivamente por Patrick Cockburn en la London Review of Books:

'En el lapso de unos pocos días, los Marines habían lograron transformar a los habitantes de Falluja, que previamente eran considerados por la mayoría del resto de los iraquíes como palurdos peligrosos, en símbolos de un renacimiento del nacionalismo iraquí. Lejos de confinar la insurrección a Fallujah, el sitio de la ciudad alentó más levantamientos en ciudades y aldeas sunnitas a lo largo del Éufrates... Morían soldados norteamericanos porque sus comandantes no podían creer que la rebelión se estaba extendiendo. El ejército todavía seguía enviando convoyes de abastecimiento de combustible por la carretera de Bagdad a Fallujah después de que las guerrillas había tomado el control de la ruta.'

'Los Marines nunca atacaron Falluja, permitiéndole a una milicia dirigida por un antiguo general de la Guardia Republicana que tome el control de la ciudad, dejando a su gente ensangrentada pero triunfante. Mientras escribo esto, la misma suerte puede correr la tregua entre las fuerzas de EE.UU. y el Ejército de Mahdi de Moqtada al-Sadr en Najaf. Mientras se anunciaba el nuevo gobierno títere en Bagdad a comienzos de junio, el Financial Times informaba, 'Las consecuencias de una derrota americana en Irak son, en palabras del Presidente George W Bush, "inconcebibles". Aun así, algunos en la administración han empezado a contemplar tal perspectiva, mientras otros declarados partidarios de la guerra en Washington ya están proclamando el fracaso.'

¿Qué demonios está ocurriendo? Parece que las ruedas de la máquina de guerra imperialista en Irak se están saliendo más rápidamente de lo que predijo el movimiento anti-guerra. Por supuesto que en parte el deterioro de la situación es una consecuencia de la estupidez triunfalista de los pollitos-halcones neoconservadores del Pentágono. Ellos depositaron su confianza en exiliados iraquíes como Ahmed Chalabi y Kanan Makiya, quienes le dijeron a George W Bush en enero de 2003 que el pueblo iraquí saludaría a los invasores 'con dulces y flores'. La actual cacería de brujas contra Chalabi (cínicamente descalificado por un experto de seguridad como 'otro impresentable exprimido') es una expresión destituida de la furia impotente de Washington frente a sus propios errores de cálculo que ahora también se llevaron puesto al Director de la CIA, George Tenet.

¿Pero hay causas más profundas de la crisis? ¿El imperialismo norteamericano es en realidad más débil que lo que sugiere su poderío militar? ¿Qué ayuda nos puede dar la historia para contestar estas preguntas? Por consiguiente, la aparición del nuevo libro de Niall Ferguson, "Coloso", podría parecer oportuna. Es interesante notar que el subtítulo del libro cambió, reflejando quizás las crecientes dificultades de la administración Bush: En el interior del libro es "El Precio del Imperio Americano", pero en el forro de la cubierta, que probablemente se terminó después del resto del libro se lee "Auge y Caída del Imperio Americano".

Ferguson es un historiador económico conservador bastante joven, más bien en la tradición de Norman Stone, quien recientemente se mudó de Oxford a la Universidad de Nueva York. Es bastante inteligente y muy prolífico, pero algo dado a la pedantería - ama las tablas y los diagramas, que generalmente muestran menos que lo que él piensa. Aunque Coloso es un libro interesante, Ferguson llega a decir bastantes cosas tontas, y a veces hasta perversas.

Un ejemplo de tontería: Ferguson hace algún intento para demostrar que 'sólo un cuarto de la vieja Europa' se opuso a la invasión de Irak. Pero esto confunde a los gobiernos con los pueblos. La oposición popular a la guerra en Irak fue enorme a lo largo de Europa. Un estudio reciente de Dominique Reynie de la Universidad de París estima que en los primeros tres meses de 2003, 35,5 millones de personas participaron en las manifestaciones anti-guerra, más de 20 millones de ellas en Europa. Más recientemente, el gobierno conservador español fue echado a patadas debido a su posición pro-guerra. En Polonia, el más grande de los estados de la 'nueva Europa', una encuesta reciente demostró que el 63 por ciento de la población quiere ver a las tropas polacas fuera de Irak.

Peor aún, Ferguson reivindica a Douglas MacArthur, el comandante en jefe norteamericano durante la primera fase de la Guerra de Corea de 1950-51, quién provocó imprudentemente la entrada de China en la guerra y, después de que los chinos habían hecho retroceder a las fuerzas norteamericanas hacia el extremo sur de la península coreana, entró en pánico y demandó que se arrojaran hasta 50 bombas atómicas sobre ciudades chinas. No sorprende que, después de expresar su simpatía por lo que hubiera sido un asesinato en masa a una escala incomparable, Ferguson también argumente que 'la Guerra de Vietnam se podría haber ganado si se hubiera combatido más duramente'.

Probablemente todo esto puede tener el objetivo de demostrar que Ferguson es un tipo bien duro. Su línea general queda resumida en un capítulo llamado 'La Causa del Imperio Liberal': EE.UU. debería dejar de dar tantas vueltas y admitir para sí mismo y para el mundo que es un imperio cuyo poder militar apuntala al capitalismo liberal. En apoyo de esta tesis refina los argumentos de su último libro, "Imperio" que busca demostrar cuán espléndido fue el Imperio británico, y particularmente hacer hincapié en su papel en la construcción de la economía mundial capitalista liberal moderna.

Para cantarle alabanzas a lo que llama 'globalización imperialista', Ferguson tiene que patinar un poco sobre hielo frágil. Así, cita el libro de Mike Davis "Los Últimos Holocaustos Victorianos", pero no confronta la evidencia aplastante que reúne este libro magnífico sobre el papel central que jugó el capitalismo liberal y el imperialismo británico en las hambrunas terribles que afligieron a la India, China y Brasil a finales del siglo XIX.

El imperio deudor

Pero el mayor problema de Ferguson es con el propio EE.UU., ya que abriga el temor de que este país no se encuentra a la altura de la tarea que nuestro autor le ha propuesto. Plantea que 'hay tres déficits fundamentales que explican por qué los Estados Unidos han sido un imperio menos eficaz que su predecesor británico. Estamos hablando de su déficit económico, su déficit de mano de obra y - el más serio de los tres - su déficit de atención.'

Ferguson dice que el historiador de Yale Paul Kennedy puede haber tenido razón cuando predijo, en su libro "Auge y Caída de las Grandes Potencias" (1987), que EE.UU. corre riesgo de 'sobredimensionamiento imperial', debido a que sus compromisos sobrepasan sus recursos. Pero la causa del sobredimensionamiento se trata menos del costo del imperio (el gasto militar norteamericano es de un porcentaje menor del ingreso nacional que lo que era durante la Guerra Fría) que de la dependencia de una economía motorizada cada vez más por el consumo personal (de un 62 por ciento del ingreso nacional en los años sesenta a casi un 70 por ciento en 2002) sobre un flujo sostenido de capital extranjero.

EE.UU., dice Ferguson, es un 'imperio deudor'. Como es característico en este tipo de gente, la causa de todo esto la asigna a la generosidad excesiva del sistema federal del seguro social para la atención sanitaria de los ancianos. Pero sería mucho más verosímil entender los enormes déficits comerciales y presupuestarios de EE.UU. como un reflejo de los esfuerzos del estado norteamericano por mantener la economía a flote a pesar de la crisis subyacente de rentabilidad y sobreacumulación. Durante los últimos años, la Reserva Federal ha alentado el desarrollo de burbujas especulativas, primero en el mercado accionario y ahora en el mercado inmobiliario como una forma de empujar hacia arriba el gasto personal de la clase media alta.

Más allá de cuáles sean las causas de los déficits, sus efectos son fáciles de verificar. Tanto las armas como la manteca - la máquina de guerra del Pentágono y el consumo en abundancia - dependen de la buena voluntad de los extranjeros de continuar prestándole dinero a EE.UU. Esto es mucho más destacable, según advierte Ferguson, ya que 'los inversores extranjeros parecen conformarse con obtener ingresos notablemente más bajos cuando invierten en los Estados Unidos que los ingresos que obtienen los americanos cuando invierten en el resto del mundo'. La respuesta a este rompecabezas es que 'una porción sustancial y creciente de las tenencias extranjeras de bonos americanos de hecho están en manos de los bancos centrales de los países asiáticos que han estado comprando dólares para impedir que sus propias divisas se aprecien frente al dólar'.

Entonces se puede argumentar que 'esta relación simbiótica entre los ahorristas asiáticos y los gastadores americanos es lo que mantiene a flote la economía mundial. China, Japón y Corea del Sur exportan inmensas cantidades de mercancías relativamente baratas a EE.UU. Luego le vuelven a prestar buena parte de los dólares que obtienen a EE.UU., permitiéndole continuar comprando sus exportaciones y manteniendo sus propias divisas relativamente bajas frente el dólar y por consiguiente conservando su capacidad de competir. Este nexo de crecimiento luego ofrece mercados para los bienes industriales de Europa y las materias primas de Rusia, Medio Oriente, América Latina y África.

La implicación es que si la economía china se deprime o si la relación entre Washington y Beijing se agria, el impacto en la economía mundial podría ser devastador. Pero ésta es una perspectiva de mediano plazo. No explica por qué la ocupación norteamericana de Irak va ahora en bancarrota. Eso tiene más que ver con el segundo de los déficits identificados por Ferguson. Las equivocaciones de los neoconservadores en Irak pusieron en evidencia el hecho de que las fuerzas armadas norteamericanas son demasiado pequeñas y no están entrenadas y equipadas adecuadamente para el papel de ocupantes coloniales en el que la estrategia de Bush las está empujando.

La solución de Ferguson a este problema es característicamente grosera: 'Si uno suma a los inmigrantes ilegales, los desocupados y los convictos, por cierto que tenemos una amplia materia prima para un ejército norteamericano más grande... Resucitar la conscripción no sería necesariamente impopular, en tanto esté direccionada en el camino correcto.' En otras palabras, alistemos a las órdenes más bajas, pero dejemos en paz a las clases altas.

La mayor preocupación de Ferguson, sin embargo, es la 'crónica falta de estado físico' que puede hacer del imperio norteamericano 'el imperio más efímero de la historia mundial'. A las clases altas de EE.UU. les falta el coraje moral que condujo a buena parte de la flor y nata de Oxbridge a las colonias durante el auge del Imperio británico:

'Muy pocos o ninguno de los graduados de Harvard, Stanford, Yale o Princeton aspiran a transcurrir sus vidas intentando convertir a un arenero abrasador como Irak en la democracia capitalista próspera de la imaginación de Paul Wolfowitz. Los mejores y los más brillantes de América no aspiran a gobernar Mesopotamia, sino a dirigir MTV; no quieren gobernar el Hejaz, sino disponer de un fondo privado. Al contrario de sus contrapartes británicos de hace un siglo, quienes dejaban las universidades británicas de élite con un ethos abiertamente imperial, a los jóvenes americanos ambiciosos de títulos y honores les gustaría ver escrito adelante de sus nombres la sigla CEO, no CBE.(*)'

Este es un comentario genuinamente perspicaz, pero Ferguson no se detiene a considerar las razones de este contraste. Probablemente tenga algo que ver con las diferentes estructuras de los imperialismos británico y norteamericano. Advierte que 'muy cerca de casi la mitad del stock total de capital internacional en 1914 se encontraba invertido en países con ingresos per cápita equivalentes a un tercio o menos de los de Gran Bretaña, y Gran Bretaña era dueña de casi dos quintos de la suma total invertida en estas economías pobres.'

Detrás del dinero

Hoy, en cambio, el grueso de la inversión extranjera directa se concentra en los países ricos, particularmente en el propio EE.UU. - la mayoría de las multinacionales huyen del Tercer Mundo. Las clases medias altas británicas iba detrás del dinero cuando salían de su país para administrar minas o plantaciones en las colonias, lo mismo que sus actuales contrapartes norteamericanas cuando se quedan en su casa.

La estructura del capitalismo norteamericano también puede tener algo que ver con el problema del 'cortoplacismo' que también frustra a Ferguson. Según plantea un artículo perspicaz de la última New Left Review, las sociedades capitalistas tardías contraen una 'ciudadanía débil'. En otras palabras, se alienta a los individuos a ser consumidores pasivos que sólo participan en la vida pública intermitentemente, si acaso alguna vez llegan a hacerlo. De allí la caída creciente de la proporción de votantes, donde EE.UU. y sus niveles abismalmente bajos marcan el modelo para el resto del capitalismo avanzado.

El resultado es un sistema político que a los ricos les resulta bastante fácil dominar. El punto débil aparece cuando el estado necesita movilizar los compromisos incondicionales que requiere la empresa de una guerra importante. Bush y Blair pueden hacer la mímica de Roosevelt y Churchill para exigir heroísmo y sacrificio en la lucha contra el terrorismo, ¿pero cómo se supone que hará la gente común y corriente, esa a la que tanto se la alentó para que se vieran como consumidores privados, para que adquiera repentinamente la conciencia de una nación en guerra - sobre todo cuando son esos mismos políticos los que también los alientan a 'olvidar y seguir adelante' y concentrarse en los problemas internos del país como si nada hubiera cambiado? Es un salto bastante grande pasar del Gran Hermano a la Banda de los Hermanos.

Ferguson da cuenta de una de las consecuencias: 'Están los que insisten con que "nos sacamos de encima" el síndrome de Vietnam finalmente en los años noventa. No obstante, de hecho la sensibilidad del electorado americano hacia las bajas en combate parece haberse agudizado desde la Guerra Fría.' Muestra lo rápido que la opinión pública norteamericana se volvió contra la guerra en Irak - mucho más rápidamente que durante la Guerra de Vietnam, aunque las bajas eran mucho mayores en ese entonces.

El caso de Vietnam nos recuerda cómo caen las potencias imperialistas. Es muy raro que sean derrotadas en el campo de batalla. El objetivo de la resistencia armada es quebrar la voluntad política de los gobernantes imperialistas de continuar luchando. El movimiento de liberación nacional vietnamita triunfó por sobre todas las cosas porque provocó una enorme crisis política interna en EE.UU.

Este modelo ahora está empezando a tomar forma en Irak. Ferguson cita a los generales norteamericanos que gimoteaban diciendo que perdieron en Vietnam porque los políticos no les permitían combatir en la forma adecuada. ¿No les enseñaron Clausewitz en la Academia de West Point? El gran teórico militar prusiano definió célebremente a la guerra como la continuación de la política a través de otros medios. La política siempre moldea la forma en que se combate en las guerras.

Las fuerzas norteamericanas podrían haber reducido a Falluja a escombros, como hicieron con Hue en 1968 y como hicieron los nazis con Varsovia en 1944. Pero así toda esperanza de que EE.UU. creara un régimen títere viable en Irak también habría desaparecido. Mientras transcurría el ataque contra Falluja, incluso los arrastrados y crápulas del Consejo de Gobierno Iraquí se estaban rebelando contra la estrategia norteamericana.

La política es más importante aún en la presente 'guerra contra el terrorismo' que lo que fue en las guerras del pasado, porque la lucha actual no es principalmente una disputa física entre rivales relativamente parejos, como los gigantescos choques entre ejércitos conscriptos enormes armados hasta los dientes que dominaron las dos Guerras Mundiales. EE.UU. está utilizando sus fuerzas armadas profesionales relativamente pequeñas y el inmenso poder de fuego que dirigen como medios para atrincherar su dominación política del continente eurasiático.

Pero porque el objetivo es político, la lucha es tanto para asegurarse la aquiescencia de otras clases dominantes y de la opinión pública en EE.UU. y el mundo como para destruir físicamente a cualquiera que ataque o se resista militarmente a EE.UU. Por eso es tan importante moldear la percepción de las masas. Cuando negociaban el acuerdo del cese del fuego en Falluja, los comandantes norteamericanos insistían con que fueran expulsados de la ciudad los camarógrafos de la cadena de TV Al Jazeera, que habían estado transmitiendo imágenes desgarradoras del impacto del sitio sobre los civiles.

Es esta batalla por la opinión pública la que realmente está perdiendo Washington. Las imágenes terribless de tortura sistemática y humillación en Abu Ghraib han destruido la imagen de que Bush y Blair estaban exportando los derechos humanos y la democracia a Irak. Walden Bello ha planteado que el modelo neoliberal del capitalismo promovido por EE.UU. ha venido sufriendo una crisis de legitimidad que empezó con la crisis del Sudeste Asiático en 1997-98 y fue intensificada por Seattle y el surgimiento del movimiento anti-capitalista. El efecto de la 'guerra contra el terrorismo' - fusionando al neoliberalismo y al imperialismo en la forma repelente de los neoconservadores y sus fuerzas de choque en Irak - fue un paso más allá en la exacerbación de esa crisis.

Todo esto subraya la importancia del movimiento anti-guerra en Gran Bretaña y el mundo. Hemos sido protagonistas en esta lucha política por la opinión pública mundial, disputando constantemente la autoridad de Bush y Blair. Mientras nuestros enemigos se están al borde del abismo de la derrota, es vital que continuemos la lucha.

Nota del traductor:

(*) La sigla CEO (Chief Executive Officer) designa en EE.UU. a los presidentes de las grandes corporaciones de negocios. La sigla CBE (Commander of the Order of the British Empire) significa 'Comandante de la Orden del Imperio Británico'; el título honorífico que recibían los dignatarios políticos y militares que administraban las antiguas colonias británicas.

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