Irak resiste

 

Desnacionalizando Iraq

Por Muwaffaq Rifah
Al–Ahram, El Cairo
Reproducido por CSCAweb, 27/04/05
Traducción de Natalia Litvina

A lo largo de su historia moderna el pueblo iraquí jamás ha experimentado eso que podríamos denominar 'geografía sectaria' o 'políticas denominativas'. Desde su establecimiento a principios del siglo XX el Estado iraquí –sin tener en cuenta la orientación política de sus sucesivos regímenes hasta la caída de Saddam Hussein– no ha considerado a sus ciudadanos en función de su filiación étnica o religiosa, sino de su grado de lealtad o conformidad con el Estado y del grado de influenciabilidad que pudieran tener respecto a los países vecinos. Términos como el sur shi'í, el centro sunní y semejantes, tan en boga hoy día, simplemente reflejan la voluntad de las potencias extranjeras de proceder a la partición de Iraq.

Es cierto que el sur del país está poblado mayoritariamente por shiíes y que el centro lo está por sunníes. Pero estos datos demográficos nunca fueron suficiente para eliminar el sentimiento, compartido por los iraquíes, de ser un único pueblo. Recordemos las zonas de exclusión aérea que se inventaron los EEUU, establecidas a lo largo de ciertas forzadas demarcaciones latitudinales, al alcance de las bases americanas en Turquía y el Golfo. El propósito de estas zonas de exclusión aérea ­o al menos eso dicen los norteamericanos– era la protección de los kurdos en el norte y de los shiíes en el sur. Al mismo tiempo, en Bagdad, un millón de kurdos y shiíes se mezclan sin problemas con el resto de habitantes árabes y sunníes de la capital. No había cobertura aérea estadounidense que los protegiera, y eran tan vulnerables como el resto a los bombardeos aéreos que los EEUU efectuaban con regularidad en el centro del país.

Durante la segunda guerra del Golfo el régimen iraquí fue atacado por perseguir a los shiíes. Los arquitectos de esta campaña propagandística pensaron que no era suficiente la demonización de un único régimen iraquí, y argumentaron que la persecución de los shiíes había sido una constante desde la fundación del moderno Estado iraquí. En seguida comenzamos a escuchar la cantinela de la sistemática opresión, durante décadas, de la mayoría shií bajo una minoría sunní.

Aunque no existen estadísticas fiables, Iraq tiene una evidente mayoría sunní si consideramos tanto a árabes como a kurdos. Este dato no supone nada para quienes les interesa partir Iraq. Han categorizado a los kurdos como una identidad nacional separada, para así poder hablar de una minoría árabe sunní dominando a una mayoría shií.

Hoy, dos años después de la demolición del moderno Estado árabe iraquí, supuestamente asistimos a la creación de una nación liberal, si no secular, en la que todos los ciudadanos son iguales ante la ley sin condición de su filiación étnica, religiosa o ideológica. Que extraño resulta entonces este énfasis en el principio de las cuotas denominativas como sistema de gobierno.

Es verdad que la nueva constitución, en fondo y forma, está dispuesta para dar garantías de que no se recurra a forma alguna de exclusión en el gobierno de cualquier grupo étnico o religioso. Pero un gobierno basado en compensaciones y equilibrios confesionales/étnicos inhibe el desarrollo de un Estado–Nación unificado. Mas aún, no sólo proporciona una base para la propia partición de Iraq, sino que este hecho se extenderá mas allá de las fronteras iraquíes. Las llamadas cotidianas realizadas en los países del Golfo urgiendo a la reestructuración de sus países según sistemas de cuotas (fórmulas denominacionales) hacen que se cierna sobre todo Oriente Medio el espectro de una cantonalización sectaria.

Resulta natural, a la luz de los acontecimientos, que los vecinos de Iraq sospechen, e incluso se muestren hostiles al proceso político que se desarrolla en el país. Iraq se ve sacudido por operaciones armadas de cierto tipo, muchas de las cuales se originan mas allá de las fronteras iraquíes, aunque su víctima es siempre el pueblo iraquí. Mucho me temo que si determinados actores siguen en sus trece abogando por el principio de gobierno por cuota, estas operaciones crecerán en intensidad y número hasta que el extremismo, violencia e inestabilidad que hoy vemos en Iraq se extiendan a toda la región.

Libanización de Iraq

Mientras tanto, Irán se inmiscuye flagrantemente en el proceso político con la intención de hacer converger la tensiones confesionales de Iraq con las ambiciones estratégicas y los viejos sueños imperiales de Teherán. Tampoco es Irán el único país que de repente ha descubierto las ventajas de una Libanización de Iraq. El reciente comportamiento de ciertas minorías confesionales de algunos de los vecinos árabes de Iraq nos da una idea de cuan contagiosa es esta tendencia.

Cuanto mayor sea la inestabilidad de Iraq y de toda la región, más difícil será sostener un sistema de colaboración interconfesional e interétnico. Ya hemos visto lo difícil que ha resultado a los distintos partidos iraquíes llegar a un acuerdo para la creación de un gobierno y la elección de un presidente, un vicepresidente, un portavoz y unos representantes de la Asamblea Nacional. El resultado, logrado finalmente la pasada semana, fue más bien un conjunto de pactos y no un producto de consenso. Y así aparenta ser de frágil.

Los acuerdos conseguidos de esta forma no frenarán la tendencia hacia la cantonalización de Iraq, ni son una alternativa para establecer un marco efectivo útil al equilibrio confesional. Tal equilibrio no tendrá lugar bajo la fórmula actual, no al menos ya que hasta el momento las autoridades religiosas y políticas sunníes se han negado a participar en el proceso politico.

Los desequilibrios que existen sólo se harán mas evidentes cuanto más tiempo los sunníes se mantengan en su postura, lo que desembocará en una escalada de las tensiones, la cual pondrá en jaque al esfuerzo de las personas más responsables en ambos bandos para evitar que el país caiga en un conflicto civil a escala total. Y quiero decir exactamente "total" porque una guerra civil confesional de semejante naturaleza desbordará los límites de Iraq.

Lo que está ocurriendo en Iraq en este momento se resume en el intento de una de sus tendencias religiosas de monopolizar el poder en nombre de la mayoría. Jugar a esto es muy peligroso, ya que se explota un clima extremadamente enrarecido, a causa de la inestabilidad y la inseguridad, para inclinar la balanza política al propio lado.

Un primer ejemplo de esto lo vimos en la insistencia de la Asamblea Nacional para que se celebraran las elecciones en la fecha prevista, lo que a efectos prácticos privó a mucha gente de su derecho al voto, dada la incapacidad del gobierno central para protegerlos de las milicias que controlan algunas ciudades y que pretendían mantener todas las papeletas bien lejos de las urnas.

Bajo tales condiciones fraudulentas y desiguales será imposible que los partidos nacionalistas y liberales alcancen al pueblo iraquí con la esperanza de ser suficientemente respaldados como para convertirse en rivales de peso en cualquier elección venidera, e incluso de tener alguna influencia en el referéndum que dará forma la Constitución. A resultas de esto, las tendencias islamistas, con todo su aparato de influencia, poder, maquinaria y métodos de movilización sobre la mentalidad media iraquí, será la que domine las urnas a largo plazo.

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