Irak resiste

 

Que coman bombas

Por Terry Jones (*)
La Insigna, 27/05/05
Publicado originalmente en el diario británico The Guardian
Traducción de Jesús Gómez

En un informe de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra se llega a la conclusión de que los niños iraquíes vivían mejor con Sadam Hussein que ahora. Por supuesto, esto supone un duro golpe para todos aquellos que, como George Bush y Tony Blair, creíamos sinceramente que los niños se desarrollarían mejor cuando les lanzáramos bombas desde grandes alturas, destruyéramos sus ciudades y arrasáramos hospitales, colegios y centrales eléctricas.

Ahora resulta que, lejos de haber mejorado la calidad de vida de los niños iraquíes, el ataque militar dirigido por EE.UU. ha doblado inexplicablemente la cantidad de niños menores de cinco años que sufren desnutrición: con Sadam, alrededor del cuatro por ciento pasaba hambre; a finales del año pasado, la cifra ascendía a casi el ocho por ciento.

Dichos resultados son aún más descorazonadores para los que los que estamos en el Departamento de Hacer las Cosas Mejor en Oriente Medio por la Fuerza Militar, puesto que los intentos anteriores de Gran Bretaña y Estados Unidos por mejorar la situación de los niños iraquíes también fueron decepcionantes. Por ejemplo, la política de aplicar las sanciones más draconianas de la historia reciente fracasó totalmente a la hora de mejorar las condiciones. Tras su implantación en 1990, el índice de mortandad de niños menores de cinco años se multiplicó por seis. En 1995, alrededor de medio millón de niños iraquíes habían muerto como resultado de nuestros esfuerzos por ayudarlos.

Un año más tarde, Madeleine Albright, entonces embajadora de EE.UU. en las Naciones Unidas, intentó poner al mal tiempo buena cara. Cuando un periodista de una cadena de televisión mencionó que las sanciones a Irak habían provocado la muerte de más niños de los que matamos en Hiroshima, Albright comentó tranquilamente: "Creemos que el precio merece la pena".

Pero es obvio que George Bush no opinaba lo mismo. Así que se le ocurrió la idea de bombardearlos en lugar de sancionarlos; y no sólo de bombardearlos, sino también de apresar y torturar a sus padres, humillar a sus madres y dispararles desde controles de carretera. Sin embargo, no sirvió de nada. Los niños iraquíes, sencillamente, se negaron a estar mejor criados, más sanos y menos inclinados a morir. Realmente desconcertante.

Por eso, en el Departamento hemos decidido dirigirnos a ustedes (la opinión pública) en busca de ideas. Si se les ocurre alguna otra técnica militar que todavía no hayamos aplicado a los niños iraquíes, les rogamos que nos la hagan llegar urgentemente. Les aseguramos que, bajo nuestro actual liderazgo, no hay límite para la cantidad de dinero que estamos dispuestos a invertir en una solución militar para los problemas de los niños iraquíes.

En Gran Bretaña hay actualmente 3,6 millones de niños que viven bajo el umbral de la pobreza, cantidad que asciende a 12,9 millones en los Estados Unidos, y no hay perspectivas de que ninguno de los dos gobiernos encuentre dinero para cambiar esa situación. Pero sin duda alguna será un precio que merezca la pena si George Bush y Tony Blair consiguen dedicar todo el dinero disponible a la compra de bombas, balas y misiles destinados a mejorar la vida de los niños iraquíes. Como verán, es perfectamente lógico.


(*) De los Monty Python.

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