Irak resiste

 

La resistencia iraquí fractura las relaciones de Bush con el Ejército estadounidense

Bush ha agotado las soluciones políticas y ahora se enfrenta a un futuro incierto

Por Abid Mustafa (*)
Al–Jazeerah, 23/06/05
IraqSolidaridad, 30/06/05
Traducción del inglés de Beatriz Morales

“EEUU no está preparado o equipado para luchar en guerras asimétricas. La máquina militar estadounidense se enorgullece de utilizar una fuerza abrumadoramente superior contra el enemigo. Pero contra luchadores respaldados por el apoyo popular estas tácticas no producen resultados tangibles. Más bien sólo sirven para distanciar a la población de las fuerzas de ocupación. En la batalla de Faluya EEUU utilizó la mayor concentración de arsenal convencional desde la II Guerra Mundial, pero no pudo acabar con la resistencia. Batallas similares han tenido lugar en otros lugares de Iraq y los resultados han sido decepcionantes. Los mandos militares saben que el Ejército no puede continuar funcionando así y confían en que la Casa Blanca los saque del apuro. El problema es que también Bush ha agotado las soluciones políticas y ahora se enfrenta a un futuro incierto.”

En medio de crecientes críticas tanto internas como internacionales contra su política en Iraq, el presidente Bush hizo pública el pasado 20 de junio de 2005 una declaración para disipar la impresión de que EEUU estaba flaqueando en Iraq: “Estamos haciendo progresos hacia el objetivo en Iraq, que es, por un aparte, un proceso político que está avanzando, y, por otra, que los iraquíes sean capaces de defenderse a sí mismos”. Tampoco esta vez dio indicación alguna acerca de un calendario de retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, excepto para [afirmar] que Iraq le preocupaba: “Pienso en Iraq todos los días, todos y cada uno de los días”.

Un estudio minucioso de las declaraciones de Bush respecto al proceso político y a la situación de la seguridad en Iraq parece contradecir la realidad sobre el terreno. Hasta el momento la Administración Bush ha sido incapaz de lograr ninguno de los objetivos que se fijó antes de la invasión de Iraq o en el periodo subsiguiente al colapso del gobierno iraquí.

El fracaso en encontrar armas de destrucción masiva en Iraq, que se ofreció como una de las principales razones para emprender la guerra, ha arruinado la credibilidad estadounidense en todo el mundo. Asimismo, el completo colapso de la seguridad en torno a los pozos petrolíferos y oleoductos ha significado que la Administración ha sido incapaz de cumplir su compromiso con las compañías petrolíferas estadounidenses. Esto llevó rápidamente a Bush a modificar sus objetivos iniciales, anunciando planes para democratizar Iraq. Esto supuso algún breve respiro a la Administración, pero el aumento de la resistencia tras las elecciones iraquíes [del 30 de enero] han acabado con la visión de Bush de un Iraq democrático. La inseguridad es galopante, la resistencia está fuera de control y tanto las fuerzas estadounidenses como las iraquíes no están ni preparadas ni equipadas para imponer su autoridad en Iraq.

Sin objetivos en Iraq

Hoy el Estados Unidos de Bush se encuentra cada vez más aislado, carente de todo objetivo crítico y desesperado por tejer cualquier noticia que le ayude a perpetuar la mentira de que Iraq se está estabilizando y la democracia arraigando. Los estadounidenses han decidido que ya está bien y han empezado a expresar su disconformidad con la manera como Bush está manejando Iraq.

Una reciente encuesta de The Washington Post–ABC News mostraba que por primera vez desde que empezó la guerra más de la mitad de la opinión pública cree que la invasión estadounidense de Iraq no ha hecho a EEUU más seguro y casi el 40% describe la situación que hay allí en estos momentos como análoga a la de la guerra de Vietnam. “El constante goteo de noticias negativas de Iraq esta minando significativamente el apoyo a las operaciones militares estadounidenses allí”, indicaba Andy Kohout, director de Pew Research Centre for the People & the Press. Esta encuesta reveló también que un sin precedentes 46% del público era favorable a la retirada de Iraq. Los políticos estadounidenses que se hacen eco de esta preocupación también están expresando su apoyo a la retirada de las fuerzas estadounidenses de Iraq. Según una encuesta de Gallup en torno al 72% de los demócratas, el 65% de independientes y el 41% de los republicanos están a favor de una retirada completa o parcial.

Pero la prueba más condenatoria que menosprecia las infladas proyecciones de Bush acerca de Iraq procede de los propios militares estadounidenses. “Ya en julio de 2003 el Ejército estadounidense perdió su predominio en Iraq y aún tiene que recuperar esta posición”. Esta es la conclusión de un informe realizado por el mayor Isaiah Wilson, el historiador oficial del Ejército estadounidense para la guerra de Iraq. Además, el informe es muy crítico tanto con el liderazgo civil estadounidense como con los planificadores de la guerra que trabajaron bajo su supervisión. El informe afirma:

“[...] Los planificadores de la guerra, los expertos y el liderazgo civil estadounidenses concibieron la guerra de un modo excesivamente limitado. [...] Esta concepción demasiado simplista de la guerra llevó a un debilitamiento en cascada del esfuerzo de guerra: demasiados pocos soldados; demasiado poca coordinación con agencias civiles, gubernamentales y no–gubernamentales; y un plazo de tiempo demasiado corto para tener éxito.”

Por el momento, el Ejército no ha refrendado este informe como la versión oficial de la historia de sus Fueras Armadas en Iraq.

‘Romper filas’

Abstenerse de refrendar las malas noticias, especialmente las que minen la política de Bush, ha sido el distintivo de su Administración. A cualquier individuo que se oponga a la visión presentada por la Administración Bush o bien se le hace el vacío o bien se le fuerza a un jubilación como dirigente civil del Ejército estadounidense. En 2003 el ex jefe de personal del Ejército Erik Shinseiki calculó que para una fuerza ocupación posterior a la guerra posiblemente se iban a necesitar varios cientos de miles de soldados. No mucho tiempo después de hacer esas observaciones Shinseiki fue obligado a jubilarse. Otro general del Ejército, John Riggs, fue obligado a jubilarse con un rango inferior, con la pérdida de una de sus estrellas, porque contradijo públicamente a Rumsfeld al afirmar que el Ejército ya no daba más de sí en Iraq y Afganistán, y que necesitaba más soldados. Otros han esperado a estar retirados para hablar en contra de Rumsfeld; el más destacado de ellos es el general del Cuerpo de Marines Anthony Zinni.

Recientemente varios oficiales decidieron “romper filas” con la Administración Bush y expresaron sus propias preocupaciones respecto a varios aspectos de las operaciones militares en Iraq. El 1 de junio de 2005 el comandante de la Reserva del Ejército de EEUU, el teniente general James Helmly, afirmó en un informe filtrado que la Reserva del Ejército estadounidense está degenerando rápidamente hacia una fuerza “deshecha”. También afirmó que la Reserva ha llegado a un punto en el que no puede cumplir sus misiones en Iraq y Afganistán. La Reserva del Ejército es una fuerza de unos 200.000 hombres y mujeres a tiempo parcial, que eligen no firmar para el servicio activo pero que pueden ser movilizados en época de necesidad. Los reservistas suponen en tono al 40% de las tropas en Iraq.

El futuro del Ejército de Reserva se ve agravado por el hecho de que el número de reclutamientos está por debajo de los objetivos [1]. El 3 de junio de 2005 un artículo titulado “El Ejército estadounidense tiene dificultades por lograr reclutamientos en medio de la Guerra de Iraq”, publicado por Reuters se afirmaba: “Por primera vez en casi cinco años el pasado mes de febrero el Ejército no llegó a alcanzar sus objetivos mensuales de reclutamiento. Se corre el peligro de no alcanzar los objetivos anuales de reclutamiento por primera vez desde 1999”. Comentando este déficit, el analista de Defensa Loren Thompson, del Instituto Lexington, afirmaba que se ha producido un desplazamiento de los reclutamientos desde las fuerzas de Tierra a servicios que parecen menos peligrosos en Iraq, la Marina y las Fuerzas Aéreas: “Hay un punto esencial en el debate del reclutamiento: la gente no quiere morir”, afirma Thompson.

Divergencias sobre la resistencia

También están surgiendo diferentes versiones entre el gobierno de EEUU y el Ejército respecto a la actuación de la resistencia iraquí. La Administración Bush siempre ha minimizado la resistencia iraquí, considerándola despectivamente como actos llevados a cabo por una minoría desesperada que se opone a la libertad y a la democracia. En cambio, la valoración que el Ejército hace de la resistencia parece ser más certera.

En mayo de 2005, The New York Times entrevistó al teniente coronel Frederick P Wellman, que trabaja con el destacamento especial que supervisa el entrenamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes. Wellman afirmó que la resistencia no parece carecer de nuevos reclutamientos, una fuerza alimentada por miembros tribales que buscan venganza por sus familiares muertos en combate. “No podemos matarlos a todos”, afirmó Wellman. “Cuando mato a uno creo tres [insurgentes]”. El general George W Casey, el más alto mando militar estadounidense en Iraq, expresó sentimientos similares, y calificó a los esfuerzos del Ejército de “Idea Pillsbury Doughbo”: presionar a la resistencia en una zona lo único que consigue es que ésta surja en otra. Se ha producido un interesante cambio de postura en Casey, ya que el 9 de marzo había afirmado que “[...] el nivel de ataques, el nivel de violencia ha descendido significativamente desde las elecciones [iraquíes]”. El 30 de mayo de 2005 el general Myers admitió que había aumentado la “letalidad” de los ataques de la resistencia [2].

Las afirmaciones del Ejército están apoyadas por las estadísticas. Los datos recogidos por el Brookings Institute apoyan la afirmación del Ejército de que Iraq cada día se vuelve más caótico y mortal. Por ejemplo, en mayo de 2005 el número medio de soldados estadounidenses muertos o heridos en Iraq fue, respectivamente, de 77 y 616 al mes [3]. Hace un año las cifras eran 42 y 584. Entonces había una media diaria de 52 ataques de la resistencia; en mayo de 2005 eran 70 al día.

Las crecientes tensiones entre la Administración Bush y los altos mandos militares han inducido al Ejército a filtrar noticias acerca de los maltratos a los prisioneros de Guantánamo y otras prisiones. La noticia de Newsweek acerca de la profanación del Corán fue filtrada intencionadamente por el Ejército para hacer que se les oyera. Incluso después de que la Casa Blanca presionara a Newsweek para que se retractara de la noticia, el Pentágono puso a la Casa Blanca en una situación embarazosa al entregar un informe a los medios de comunicación que catalogaba varios incidentes relativos al Corán como abusos a los detenidos.

Reconocer el empeoramiento

A consecuencia de estas crecientes presiones la Administración Bush se ha visto obligada a admitir que ha empeorado la situación en Iraq. El 14 de junio de 2005 en una entrevista en la BBC se le preguntó a Rumsfeld si la situación de la seguridad en Iraq había mejorado y éste contestó: “[...] estadísticamente, no”. Ese mismo día, Cheney reconoció también que Iraq había puesto en entredicho la habilidad de EEUU para dirigir guerras en cualquier parte. Con todo, a pesar de estos reconocimientos la Administración Bush sigue siendo reticente a admitir y reconocer en público que EEUU ha sido derrotado en Iraq y que debe retirarse de la zona de guerra.

Esto significa que van a seguir produciéndose las tensiones entre los mandos del Ejército estadounidense y la Administración Bush, especialmente considerando que las operaciones militares no están logrando controlar a la resistencia o mejorar la seguridad en Iraq. La Administración Bush se enfrenta ahora a dos opciones, o bien volver a instaurar la conscripción [reclutamiento obligatorio en casos de guerra] o retirarse de Iraq. Ambas opciones son humillantes para Bush, pero solo una de las opciones salvará al Ejército estadounidense de un baño de sangre mayor y es la retirada estadounidense de Iraq.

Esto se debe a que EEUU no está preparado o equipado para luchar en guerras asimétricas. La máquina militar estadounidense se enorgullece de utilizar una fuerza abrumadoramente superior contra el enemigo. Pero contra luchadores respaldados por el apoyo popular estas tácticas no producen resultados tangibles. Más bien sólo sirven para distanciar a la población de las fuerzas de ocupación. En la batalla de Faluya EEUU utilizó la mayor concentración de arsenal convencional desde la Segunda Guerra Mundial, pero no pudo acabar con la resistencia. Batallas similares han tenido lugar en otros lugares de Iraq y los resultados han sido decepcionantes. Los mandos militares saben que el Ejército no puede continuar funcionando así y confían en que la Casa Blanca los saque del apuro. El problema es que también Bush ha agotado las soluciones políticas y ahora se enfrenta a un futuro incierto.

Una cosa es segura, que mientras que EEUU no ha logrado volver a los iraquíes en contra de la resistencia, la resistencia iraquí sí ha logrado volver al público y a los militares estadounidenses en contra de la administración Bush.


Notas de IraqSolidaridad:

(*) Abid Mustafa es analista político especializado en temas arabo–musulmanes

1. Véase en IraqSolidaridad: Mark Benjamín: La guerra en Iraq consume al Ejército estadounidense

2. Según The New York Times del día 23 de junio, el aumento en las bajas en combate estadounidenses se debe al perfeccionamiento por parte de la resistencia de los denominados “artefactos explosivos de fabricación manual”, que son situados en las carreteras y arcenes, y explosionados al paso de los convoyes. En mayo el Pentágono contabilizó alrededor de 700 ataques de esta modalidad.

3. Con una media de entre dos y tres militares estadounidense muertos en combate es ya el mes de 2005 de mayor número de pérdidas para EEUU.

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