Irak resiste

 

El fenómeno Zarqaui

Por Dahr Jamail
ZNet, septiembre 2005
Traducido por Germán Leyens y revisado por Eva Calleja

Una gran proporción de la violencia que tiene lugar en Irak es regularmente atribuida al jordano Ahmad al–Khalayleh, mejor conocido como Abú Musab al–Zarqaui, y su organización Al Qaeda en Irak. Algunas veces parecería que no hay coche bomba que estalle, emboscada que ocurra, que no sean reivindicados en su nombre o atribuidos a su persona por la administración Bush. Bush y sus principales funcionarios han hecho, en realidad, buen uso de Zarqaui, elevando sus presuntos actos de terrorismo a proporciones épicas, casi míticas (con considerable ayuda de varios medios de comunicación dominantes). Como se ha demostrado más allá de toda duda que la invasión y la ocupación de Irak se basaron en mentiras y manipulaciones de la administración, me había comenzado a preguntar si el famoso Zarqaui existía realmente.

En Ammán, donde me establecí recientemente, entrevistas al azar con jordanos sólo generaron más preguntas y ninguna respuesta sobre Zarqaui. Pero sucede que la capital jordana se encuentra sólo a un breve viaje en taxi desde Zarqa, la ciudad de la que dicen que proviene Zarqaui. Así que decidí aplacar mi curiosidad a su respecto viajando al lugar para indagar en su antiguo vecindario.

“Zarqaui… ni siquiera sé si existe”, dijo un desaliñado taxista en Ammán y el suyo fue un comentario típico. “Es como Bin Laden, ni siquiera sabemos si existe; pero si así fuera, apoyo su lucha contra la ocupación estadounidense de Irak.”

Conversando con un hombre que tomaba té en un pequeño puesto de bebidas en el centro de Ammán, pregunté lo que pensaba de Zarqaui. Estaba convencido de que Zarqaui era perfectamente real, pero la idea de que fuera responsable por una gama tan amplia de ataques en Irak tiene que ser “una estupidez”.

“Los estadounidenses lo están utilizando para su propaganda”, insistió. “Píenselo – con todo su poder y sus medios de inteligencia – ¿no pueden encontrar a un hombre?

Como tantos otros en la vecina Jordania, él también apoyaba verbalmente la resistencia armada en Irak, agregando: “Además, defenderse es el derecho de toda persona si su país es invadido. La ocupación estadounidense de Irak ha desestabilizado toda la región”.

La administración Bush ha afirmado regularmente que Zarqaui estuvo en – y luego apenas escapó de ella – toda ciudad o área que deseaban atacar o acordonar o contra la cual querían lanzar una campaña. El año pasado, se decía que él y su organización estaban acuartelados en Faluya, antes del ataque estadounidense que arrasó la ciudad. Los funcionarios estadounidenses incluso llegaron a afirmar que dirigía la defensa de Faluya por teléfono desde afuera. También se pretende que escapó de Faluya justo antes o justo después del comienzo del ataque, depende qué medio informativo o qué comunicado de prensa militar uno estuviera leyendo.

Desde entonces ha aparecido, según informes de inteligencia estadounidenses y la prensa de EE.UU., en Ramadi, Bagdad, Samarra y Mosul, entre otros sitios, aparte de excursiones a Jordania, Irán, Pakistán y / o Siria. Sus “lugartenientes” más cercanos han sido capturados a puñados, según los informes militares estadounidenses, y a pesar de ello parece tener un suministro inagotable de los mismos. En mayo, un informativo de la BBC incluso llamó a Zarqaui “el líder de la insurgencia en Irak”, aunque analistas más sobrios de la caótica situación en Irak dicen que su grupo, Jama'at al–Tawhid wal Jihad, aunque probablemente modesto en tamaño y alcance, está vinculado a la red global de yihadistas. Sin embargo, el intento de determinar el tamaño exacto del grupo sigue siendo una tarea elusiva.

El antiguo secretario de estado de EE.UU., Colin Powell, presentó a la ONU en febrero de 2003 fotos del “cuartel” de Zarqaui en el norte de Irak controlado por los kurdos, afirmando también que Zarqaui tiene vínculos con Al–Qaeda. Las pequeñas chozas fueron arrasadas totalmente por los bombarderos de EE.UU. en marzo de ese año, llevando a una fuente informativa a afirmar que Zarqaui había muerto. Pero una declaración del secretario de defensa Donald Rumsfeld en octubre de 2004, pareció contradecir las afirmaciones de Powell sobre la importancia de Zarqaui. Aceptó que los lazos de Zarqaui con Al–Qaeda pueden haber sido más que ambiguos, que puede haber sido más un rival que un lugarteniente de Osama bin Laden. “Se podría decir legítimamente que no es de Al–Qaeda”, agregó Rumsfeld.

El eterno infierno de Zarqaui

Para cualquier que trate de evaluar el fenómeno Zarqaui desde la vecina Jordania, las cosas se complican aún más debido a las declaraciones contradictorias que los jordanos hacen regularmente sobre casi todo aspecto de la vida, la historia, las actividades actuales, o incluso la propia existencia, de Zarqaui.

“Me lo he encontrado aquí en Jordania”, afirmó Abdulla Hamiz, un comerciante de Ammán de 29 años, “hace dos años”. Sin embargo, Hajam Yousef, que lustra zapatos bajo una palmera en el centro de Aman, insiste: “No existe fuera de las mentes de los políticos estadounidenses”.

En realidad, lo poco que se sabe sobre Zarqaui suena como la biografía de un hombre con problemas, pero normal, del sector industrial de Zarqa. Según la BBC, Zarqaui, ahora de 38 años, creció como un niño rebelde que se unió a la gente equivocada. De niño le gustaba jugar fútbol en las calles y abandonó la escuela a los 17 años. Según algunos informes, sus amigos afirman que como adolescente comenzó a beber mucho, a hacerse tatuajes, y a iniciar peleas que no podía ganar. Según informes de la inteligencia jordana suministrados a Associated Press en Ammán, Zarqaui fue encarcelado en los años ochenta por acoso sexual, aunque no existen más detalles. Cuando llegó a los 20 años, evidentemente comenzó a buscar orientación, y terminó dirigiéndose a Afganistán en los últimos años de la guerra yihadista contra los soviéticos en ese país. Aunque algunos medios como el New York Times afirman que no participó directamente en la lucha en Afganistán, hay gente en Jordania que considera que sí lo hizo.

Se dice que volvió a Jordania en 1992 y fue arrestado después de que las autoridades jordanas encontraran armas en su casa. Al ser liberado en 1999, fue nuevamente a Pakistán. Cuando expiró su visa paquistaní, temiendo un nuevo arresto como sospechoso en un complot terrorista si volvía a Jordania, fue a Afganistán.

Después de que supuestamente dirigió un campo de armamentos en ese país, fue visto por las autoridades jordanas, cruzando a Jordania desde Siria en septiembre de 2002. En algún momento entre entonces y el 11 de mayo de 2004, cuando se dice que decapitó al rehén estadounidense Nick Berg en Bagdad, Zarqaui entró a Irak. Muchos medios de noticias han informado que su objetivo en Irak es generar una guerra civil sectaria entre suníes y chiíes.

En septiembre de 2004, la BBC, entre otros, informó que: “funcionarios de EE.UU. sospechan que Zarqaui… está oculto con seguidores en la ciudad rebelde iraquí de Faluya”, aunque sus fuentes, al igual que casi todas las fuentes en todo informe sobre Zarqaui, fueron imprecisas. Durante el segundo cerco de Faluya, en noviembre pasado, Newsweek informo que “algunos funcionarios de EE.UU. dicen que Zarqaui puede estar en realidad dirigiendo o instigando acontecimientos en la ciudad por teléfono desde otro sitio en Irak”. Aunque estos tampoco citaron fuentes específicas y no suministraron evidencia alguna al respecto, Newsweek entonces resumió la importancia de Zarqaui como sigue: “Su papel crucial en el deterioro de la situación de la seguridad en Irak, sin embargo, no puede ser subestimado”. Mientras tanto, la BBC informaba que su “red es considerada la fuente principal de secuestros, ataques con bombas e intentos de asesinato en Irak” – otra declaración hecha sin mucha, o alguna, evidencia.

A fin de cuentas, la vasta masa de informaciones sobre Abú Musab al–Zarqaui se limita a innumerables declaraciones basadas en fuentes anónimas apenas menos nebulosas – para los lectores corrientes – que él mismo. Existe, entonces, en una forma de infierno eterno de reportajes, rumores y atribuciones. Casi se podría decir que nunca se ha escrito más sobre un personaje con menos información concreta. Mientras poseemos una descripción burda de quién es, de dónde procede, y dónde fue desde que entró a Irak, falta toda evidencia que sirva de algo ante un tribunal. La pregunta que exige respuesta en este tremendo vacío de información concreta es: ¿Quién se beneficia con los continuos cuentos sobre el misterioso Zarqaui?

La búsqueda del pasado de Zarqaui

Mi propio viaje sólo parece repetir este fenómeno en una escala más modesta. Fue el tipo de historia en la que, desde el comienzo hasta el final, no encontré a nadie que estuviese dispuesto a dar su propio nombre (o, que permitiese utilizar su verdadero nombre en un artículo). Desde el primer instante, Zarqaui y una exigencia de anonimato estuvieron estrecha – y tal vez adecuadamente – vinculados. Abdulla (desde luego no es su verdadero nombre), el hombre que estuvo dispuesto a conducirnos a mi traductor Aisha y a mí a Al–Zarqa para esta excursión, era un jordano, al parecer de unos 40 años, que fumó en cadena nerviosamente durante todo el viaje. Decidimos ir con él después de cruzarnos con su persona mientras yo realizaba mi propia encuesta informal sobre la realidad de Zarqaui en Ammán.

“Lo conozco personalmente porque combatimos juntos en Afganistán a principios de los años noventa”, insistió Abdulla. “Si quiere, puedo mostrarle de dónde es.”

Cuando nos recogió por la tarde del día siguiente en su destartalado taxi, aceptó un honorario modesto que sería pagado al final de nuestra excursión. Mientras ascendíamos lentamente por la ladera de un cerro hacia la ciudad natal de Zarqaui en Al–Zarqa, sacó rápidamente un pequeño montón de fotos. Las miré mientras conducíamos hacia el vecindario de Zarqaui y vi a Abdulla de pie delante de la inmensa mezquita Faisal en Islamabad, Pakistán, con una barba gigante (que ya no existe) que dominaba su dishdasha.

Otra foto lo mostraba en Peshawar, Pakistán, una ciudad cercana a la frontera afgana conocida como un área de reclutamiento y de organización de los talibán. Otras parecían mostrarlo en Filipinas parado en medio de una densa selva con un fusil colgando de su hombro. En ninguna de ellas – por qué me iba a sorprender – tenía como compañero a alguien con la ahora mundialmente conocida expresión desdeñosa de Zarqaui.

Un poco más adelante Abdulla lanzó repentinamente: “¡Hay que matar a todo el que colabore con los estadounidenses en Irak!”

Lo interpreté como señal de que quería hablar, y le pregunté lo que sabía sobre Zarqaui. Dijo que encontró al mítico terrorista en Peshawar antes de ser enviado junto con él a un campo de entrenamiento en la frontera de Afganistán en 1990. “Hay varios campos de entrenamiento bien conocidos en las montañas entre Afganistán y Pakistán”, explicó. “Y estábamos en uno de ellos, junto con combatientes por la libertad de Siria, Jordania, Palestina y Líbano”.

Sólo podían entrar a los campos los combatientes por la “yihád”, continuó orgullosamente. Sólo combatientes que eran identificados por otros muyahidín bien conocidos recibían permiso para entrar, en un esfuerzo por proteger esos campos contra espías. Abdulla afirma que después de tres meses de entrenamiento con ametralladoras y lanzacohetes, él y Zarqaui se dirigieron a Afganistán para combatir contra los rusos que continuaban allí.

Cuando lo miré intrigado – ya que los rusos se retiraron de Afganistán en febrero de 1989 – respondió: “Muchos de ellos se quedaron después de que su gobierno anunció que se habían retirado – así que estábamos expulsando al resto”.

Ésta ya era una historia dudosa, pero continuó. Les dieron a elegir, dijo, a dónde ir en Afganistán, y Abdulla declaró orgullosamente que la mayoría de los muyahidín fueron a las áreas “calientes” donde esperaban que hubiera combates. Nuestra discusión se interrumpió porque habíamos completado el trayecto a Zarqa y llegamos al vecindario, donde, según los rumores, vive el cuñado de Zarqaui. Nos dejó cerca de una pequeña mezquita donde supuestamente solía rezar Zarqaui.

Abdulla dijo que era peligroso que se quedara – aunque no se tomo la molestia de explicarnos el por qué – y nos pusimos de acuerdo en que me llamaría a mi móvil dentro de una hora para ver si necesitábamos más tiempo o no.

Así que Aisha y yo comenzamos a caminar por el tranquilo vecindario de clase media, preguntando a la gente si sabía donde vive el cuñado. Niños pequeños jugaban por las calles. Detrás de ellos, jóvenes y padres nos observaban con recelo. El viento agitaba bolsas de plástico por las calles entre las tradicionales casas de piedra de Jordania. Finalmente, encontramos a un anciano con una larga barba blanca y ojos fatigados, sentado en una silla gastada frente a un pequeño puesto de comestibles. Admite que es el Imán de la mezquita, pero cuando le preguntamos si recuerda a Zarqaui, evita hábilmente la pregunta.

“Probablemente sea verdad que haya orado en mi mezquita”, responde cansado, “pero no puedo decirlo con seguridad, ya que estoy de espaldas a la gente cuando dirijo las plegarias.”

Después de esto mira a lo lejos, por la carretera. Supongo que desea que nos fueramos – indudablemente igual que tantos buscadores de Zarqaui antes de nosotros. Así que le damos las gracias y nos vamos.

A continuación, encontramos a una mujer – no intercambiamos nombres – que nos asegura que Zarqaui es de la tribu Beni Hassan, la mayor tribu en Jordania, antes de señalar una casa blanca de dos pisos con una antena parabólica negra en el techo.

“Es la casa de Ahmed Zarqaui”, dice suavemente, refiriéndose a uno de sus hermanos, antes de advertir: “Pero no vayan ahí porque les lanzarán piedras. Están hartos de los medios.”

Después de ser distraídos por la casa de sus hermanos, insistimos en preguntar por la casa de su cuñado, pero todos insisten en que simplemente no saben dónde vive, lo que parece extraño. En el cerro, un poco más allá de la casa de su hermano, tropezamos con un hombre de mediana edad que está dispuesto a que lo entrevistemos. Un raro hallazgo en esta aldea que ciertamente ha sido inundada por los medios, por no hablar de las visitas mucho más amenazantes de personal de inteligencia y policial de varios países.

Como nuestro conductor de taxi, el hombre acepta que lo entrevistemos siempre que no mencionemos su nombre. Es, al parecer, un grupo de aldeanos bastante experimentado con los medios. Nos cuenta que el hermano de Zarqaui no sabe gran cosa sobre la mítica leyenda del rebelde yihadista jordano, porque se mantiene afuera de todo el circo. Luego se ríe y agrega: “¡Pero todos los medios fueron en todo caso a la casa de su hermano para filmarla, porque pensaron que era la casa de Zarqaui!”

Luego muestra a través de un valle poco profundo en el que se alinean casas bañadas por el sol poniente. “´El [Zarqaui], es de esa aldea, vive cerca de un cementerio, y su padre es alcalde de ese distrito, que se llama el barrio al–Ma'assoum."

Afirma que conoce a Abú Musab desde que tenía siete años, ya que fueron juntos a la escuela primaria Príncipe Talal. “Fue problemático desde niño”, explica. “Pero no es verdad lo que dicen los medios. Abú Musab es un tipo normal. Lo que los estadounidenses dicen no es verdad. La mayoría de nosotros le conocemos y en este vecindario no creemos nada de lo que dicen los medios”.

Nos cuenta que Zarqaui partió del vecindario a comienzos de los años noventa para ir a Afganistán, pero que no cree que esté en Irak. Junto con otros del vecindario, está convencido de que a Zarqaui lo mataron en la región de Tora Bora de Afganistán durante los bombardeos de EE.UU. que resultaron de los ataques del 11 de septiembre.

“Su mujer y sus tres niños siguen viviendo allí”, agrega. “Pero no vaya a hablar con ellos. No lo permitirán”. Cree que Zarqaui murió: “Seguro”, y luego dice enfáticamente: “Si sigue vivo, ¿por qué no muestran una foto reciente? Todas las que muestran en los medios son bastante antiguas.”

Como tantos jordanos, apoya a la resistencia iraquí: “Todos los musulmanes deberían combatir esta ocupación porque todos los días los estadounidenses están asesinando a iraquíes inocentes”. Zarqaui, nos dice, no fue un combatiente hasta que partió a Afganistán. “Entonces su mujer se vistió de negro y desde entonces lo ha usado”. Según ese hombre, Zarqaui tiene dos hermanos llamados Ahmed y Sail. Dice, con una sonrisa: “La mayor parte de los medios que vienen aquí son occidentales porque pienso que la mayoría de los medios árabes saben que todo esto es un mito”.

Levanta sus manos cuando uno de sus hijos nos trae café y pregunta: “¿Cuando muestran rehenes en Irak, por qué no aparece él mismo en la película? Simplemente, los estadounidenses o los medios no presentan pruebas de que esté vivo”.

Charlamos un poco mientras bebemos nuestro fuerte café arábigo sentados bajo las parras que cubren la terraza. Al comenzar a ponerse el sol, le agradecemos por la conversación y el café, y partimos mientras suena el teléfono de nuestro taxista.

Voy caminando rápido por las calles para reunirme con él cuando Aisha, con quien he trabajado a menudo en Bagdad, me tranquiliza: “Puedes ir más lento, Dahr, aquí no estamos en peligro. No es como en Bagdad donde te matan desde que oscurece”.

Poco después nos encontramos con nuestro conductor. “No le dijeron donde está su cuñado porque su casa ha sido allanada tantas veces”, dice como algo normal. “Por los jordanos y por la inteligencia de EE.UU.”

Nuestro conductor insiste en que Zarqui está vivo y bien en Irak. “Estoy seguro de que es así, porque si estuviera muerto mostrarían su foto y harían el anuncio. Siempre ha sido tan fuerte. Cuando estuvimos en Afganistán, cada vez que recibíamos una nueva máquina para que aprendiéramos a usarla, o misiles franceses, era el primero en aprender a utilizarlos”.

Nos lleva a otra mezquita que supuestamente visitaba Zarqaui. Estamos ahora en el barrio al–Ma'assoum y nuestro conductor nos dice que una hermana de Abú Musab dirige el Centro Islámico del distrito. Luego agrega, un poco al azar, que él mismo ha estado en diferentes prisiones durante siete años en total – una de esas declaraciones que uno preferiría no haber escuchado o que simplemente es mejor no haberla escuchado horas antes, cuando estábamos comenzando.

“En Afganistán, cuando decapitábamos gente era para mostrar al enemigo lo que sería su destino. Era para atemorizarlos.”

Pienso, tristemente: Bueno, funciona.

Agrega: “La yihád en Irak no es sólo Zarqaui. Depende de Alá si vencemos, no depende de la mano de Zarqaui. Si lo matan, la yihád seguirá adelante”.

Le pregunto por las víctimas civiles. ¿Piensa que a Zarqaui le preocupa el asesinato de gente inocente?

“He tenido tantas discusiones con iraquíes para decirles que Zarqaui no instruye a sus seguidores para que maten a gente inocente. Si lo hiciera, yo sería el primero en volverme en su contra. Sólo ataca a los estadounidenses y a los colaboracionistas.”

Sigue fumando un cigarrillo tras otro mientras conducimos en la oscuridad hacia Ammán. Le pago y le agradezco por habernos llevado a Zarqa, y su taxi destartalado se va en medio del intenso tráfico de la calle.

La inquietante impasibilidad de Zarqaui

Después de las discusiones con nuestro conductor y otros jordanos, lo único que creo que puedo decir con seguridad es que Abú Musab al–Zarqaui es una persona real. Si está vivo o no y combatiendo en Irak o no, o de qué actos es realmente responsable en ese país, queda por ver. Estoy seguro de una cosa, sin embargo, las afirmaciones estadounidenses que relacionan a Zarqaui con el gobierno laico de Siria, no tienen sentido. Igual que Sadam Husein se oponía al fundamentalismo religioso de Osama bin Laden, no es probable que el gobierno sirio se asocie con un fundamentalista como Zarqaui.

Tal como funcionarios de la administración Bush afirmaron falsamente que Sadam Husein tenía vínculos con Bin Laden y Zarqaui, ahora relacionan convenientemente a Zarqaui con un gobierno sirio que quisieran eliminar. De la misma manera, funcionarios de Bush siguen relacionando a Zarqaui con la resistencia iraquí – sin duda otra afirmación engañosa porque la resistencia en Irak está compuesta fundamentalmente de nacionalistas iraquíes y de elementos baazistas que combaten para expulsar a los ocupantes de su país, no para crear una yihád islámica global.

Por lo tanto, incluso si Zarqaui está involucrado en la realización de ataques dentro de Irak y muere en algún momento futuro, el efecto que esto tendría sobre la resistencia iraquí sería seguramente insignificante. No sería más que otro “momento decisivo” estadounidense, que no decide nada.

Ahora mismo, cuando se trata de ubicar a Zarqaui, un hombre por cuya cabeza ofrecen un botín de 25 millones de dólares, o simplemente se trata de trazar los comienzos de su vida, si se trata de buscarlo en los túneles de Tora Bora, en la ciudad arruinada de Faluya, en las áreas fronterizas de Siria, o en Ramadi, lo más probable es que uno se vea frente a una especie de inquietante vacuidad. Sea lo que sea lo que el verdadero Zarqaui pueda llegar a hacer en la actualidad en Irak o en otra parte, será eclipsado por el Zarqaui legendario. Podrá ser el padre de todos Terroristas para la administración Bush (ahora que Osama bin Laden ha sido abandonado en el espacio), el visitante poco grato de la insurgencia iraquí, el personaje fantástico de algún sueño yihadista, o todo eso al mismo tiempo. En todo caso, Zarqaui, el hombre, ha sido proyectado hacia una historia épica que puede o no ser parcialmente de su propia creación. Incluso muerto, es poco probable que muera; incluso vivo, es poco probable que pueda estar a la altura del mito popular de Zarqaui.

Quienquiera sea realmente, el “él” de los sitios en la red yihadistas y de las declaraciones estadounidenses, está ahora ligado inextricablemente al paso de la ocupación de Irak y a una administración Bush que, incluso si lo han convertido en un horror satánico, ya comienza a perder sus propias cualidades míticas, a empequeñecer.

Estoy seguro de que seguiremos escuchando hablar de “él” en Irak, en Jordania, o en otros sitios, mientras su mito, que tal vez ya está fuera de todo control, continúa transformándose en una parte inextricable de la brutal, sangrienta, ocupación de Irak en la que la administración Bush no combate sobre todo a Zarqaui (o a sus imitadores) sino a los iraquíes que pretenden haber ido a liberar.


Copyright 2005 Dahr Jamail

(*) Dahr Jamail es un periodista independiente de Anchorage, Alaska. Ha pasado 8 meses como reportero en Irak, y recientemente ha estado en Jordania y Tukia. Hace reportajes regularmente para Inter Press Service y también hace contribuciones a The Nation, The Sunday Herald y Asia Times entre otros. Este artículo es original de Tomdispatch.com un weblog del Nation Institute, que ofrece un flujo constante de fuentes alternativas, noticias y opinión de Tom Engelhardt, editor y autor de "El Fin de la Cultura de la Victoria" y "Los Últimos Días del Mundo Editorial". Título original: The Zarqawi Phenomenon, ZNet; 05/07/05.

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