Irak resiste

 

Bagdad cederá el gran negocio del crudo a las multinacionales petroleras después de las elecciones

El expolio del petróleo iraquí

Por Mariano Marzo (*)
El Periódico, 14/12/05

El aumento de los precios del crudo ha significado un importante alivio para el Gobierno de Bagdad, que ha visto cómo los beneficios generados por las exportaciones se han multiplicado por tres, pasando de 5.000 millones de dólares en el 2003 a 17.000 millones en el 2004. Hasta aquí las buenas noticias. Las malas son que, pese a todo, Irak no aprovecha la actual coyuntura de precios como los otros países exportadores de Oriente Próximo.

El ministro del Petróleo iraquí, Ibrahim Bahr al-Uloum, ha sido claro al respecto: en lo que va de año, como consecuencia del sabotaje en el norte y los cortes de suministro eléctrico en la región de Basora, la extracción de crudo ha promediado 1,96 millones de barriles diarios (mbd). Una cifra que queda lejos del récord de 3 mbd logrado en 1989 y, lo que resulta más significativo, de los 2,6 mbd alcanzados en el 2003, justo antes de la ocupación.

La sensación es de un cierto desánimo. No sólo porque en el 2005 se esté extrayendo menos petróleo que en el 2004 y las previsiones para el 2006 no sean nada espectaculares (3 mbd), sino también por la sorprendente ineficacia de la masiva intervención realizada para estabilizar y aumentar la capacidad extractiva de los campos del sur del país, prácticamente a salvo de los ataques de los grupos insurgentes. Y es que los ingenieros del Ejército y de la compañía KBR desplegados tras la invasión se encontraron con un panorama desolador. La falta de mantenimiento durante el embargo y los daños sufridos por el saqueo sistemático de las instalaciones han podido solventarse con tecnología y dinero. Pero las prácticas extractivas empleadas durante la época de Sadam han arruinado los yacimientos, de forma que la solución pasa por nuevas estrategias de perforación y desarrollo que tardarán algunos años en dar sus frutos.

Para ilustrar esta situación de impasse, alguien ha utilizado un juego de palabras en el que la consigna sangre por petróleo era sustituida por sangre sin petróleo. Sin embargo, a medio o a largo plazo, todo apunta a que el desenlace del gran juego del petróleo en Irak favorecerá los intereses de las potencias ocupantes. En esta línea, Platform, una organización sin ánimo de lucro, con sede en Londres y especializada en analizar el impacto social y ambiental del petróleo, acaba de publicar un informe (Crude designs: the rip-off of Iraq's oil wealth) en el que se advierte de que mientras el pueblo de Irak intenta definir su futuro en medio del caos y la violencia, el destino de su principal riqueza, el petróleo, se está decidiendo en conversaciones a puerta cerrada. El informe señala que tras las elecciones de mañana, Irak adoptará, sin ningún tipo de debate público, la política petrolera diseñada por el Departamento de Estado de EEUU. Ésta pasa por delegar en multinacionales extranjeras el desarrollo de la mayoría de los campos y de cerca del 64% de las reservas probadas del país.

No se trata de una privatización parcial del sector y de renunciar a la soberanía sobre las reservas de hidrocarburos, algo a lo que se opondría radicalmente la población, sino de firmar contratos a largo plazo (25-40 años) sobre los que no tendrían jurisdicción los tribunales locales y que quedarían al margen del escrutinio y control del Parlamento.

Este tipo de contratos, conocidos como Production Sharing Agreements (PSA) no son algo nuevo en la industria del petróleo. Sin embargo, sólo el 12% de las reservas mundiales de petróleo están reguladas por PSA y esto sucede, esencialmente, en países pobres, políticamente débiles y corruptos, en los que la explotación de los yacimientos supone costes muy elevados. Pero ninguno de los principales productores de Oriente Próximo utiliza estos contratos y aquellos gobiernos que atrapados por una coyuntura difícil los firmaron, como sucedió en Rusia a finales de los años 90, actualmente lo están lamentando.

¿Por qué? En el caso de Irak, las cifras presentadas en el informe de Platform hablan de unas tasas de retorno de las inversiones de las multinacionales del 42% al 162%, muy por encima del 12% que estas se fijan habitualmente como objetivo, y de un mínimo de entre 74.000 y 194.000 millones de dólares que dejarían de ser percibidos por las arcas estatales durante todo el periodo de vigencia de los contratos, asumiendo un precio del crudo de 40 dólares por barril.

Nadie discute que la industria petrolera de Irak necesita abrirse urgentemente a la inversión y tecnología extranjera. Pero eso puede realizarse, como sucede en muchos otros países productores, bajo unos acuerdos comerciales mucho más favorables. En cualquier caso, la codicia y el expolio no parecen el mejor camino para sentar las bases de una democracia duradera ni para recomponer las maltrechas relaciones existentes entre el mundo árabe y Occidente. ¿O es que, como muchos sospechamos, eso no es lo que realmente importa?


(*) Catedrático de Recursos Energéticos de la Universitat de Barcelona (UB).

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