Iraq resiste

 

Muchos soldados de EE.UU. que regresan de Iraq van a terapia

Un sondeo revela que el 72% de los militares en Iraq desea que EE.UU. salga del país árabe a más tardar en un año

@DIN, 01/03/06

Un 15,6 y un 17,1 por ciento de los militares que vuelven de Iraq sufren depresión grave, ansiedad generalizada o trastorno de estrés postraumático.

Tan sólo entre un 23 y un 40 por ciento de los afectados procuran ayuda médica. La razón principal es el miedo a cómo sus compañeros y sus superiores malinterpretarán su decisión de buscar asistencia, que podría ser vista como "una señal de cobardía y debilidad o dañar sus carreras".

Más de un tercio de los soldados estadounidenses que regresaron de Iraq requirieron terapia psicológica, según el diario estadounidense en español "La Opinión". El informe, publicado hoy, se basa en un estudio del Pentágono que, según se indica "podría afectar una batalla en el Congreso sobre el presupuesto para veteranos de guerra".

Otro estudio informó que al menos un 15,6 y un 17,1 por ciento de los militares que vuelven de Iraq sufren depresión grave, ansiedad generalizada o trastorno de estrés postraumático.

Los investigadores no se mostraron sorprendidos por los resultados porque "las Fuerzas Armadas tienen un nuevo programa de evaluación de la salud mental de los soldados que regresan y los alientan a buscar ayuda lo antes posible para evitar problemas más adelante", dijo el doctor Charles Hoge, uno de los autores, médico en el instituto militar de investigaciones médicas Walter Reed.

Por otra parte un sondeo revela que el 72% de los militares en Iraq desea que EE.UU. salga del país árabe a más tardar en un año.

Debido al nuevo programa de evaluación, no se pueden comparar las conclusiones de este estudio con las de guerras anteriores, dijo Hoge:

“Existen consecuencias psicológicas de la guerra y queremos abordarlas desde el principio. Esperamos que las tasas de problemas de salud mental no sean tan altas como las que hemos visto en guerras anteriores”.

El 35% de los veteranos de Iraq recibieron atención de salud mental durante el primer año de su regreso, dice el estudio. Además, al 12% de los más de 220,000 soldados e infantes de Marina del estudio se les diagnosticó algún trastorno mental.

El 19% de los que regresaron de Iraq reportaron problemas de salud mental, comparado con el 11% de los que volvieron de Afganistán y el 8.5% de los que regresaron de Bosnia y otros lugares.

El estudio será publicado hoy miércoles en el Journal of the American Medical Association.

Los defensores de los derechos de los veteranos dijeron que el estudio justifica su pedido de un mayor presupuesto para el tratamiento de salud mental de los veteranos de Iraq.

El proyecto de presupuesto del presidente George W. Bush contempla un aumento de los fondos para el Departamento de Asuntos de Veteranos. Pero algunos congresistas dicen que es insuficiente debido al recorte de más de 1,000 millones de dólares de otros gastos que afectan a los veteranos y la aprobación de nuevas tarifas que éstos deben pagar.

“Este presupuesto perjudicaría a los veteranos que necesitan servicios de salud mental”, dijo Ralph Ibson, vicepresidente de la Asociación Nacional de Salud Mental. “Este estudio puede y debe ser un alerta con respecto a las necesidades de los veteranos en materia de salud mental”.

Las autoridades médicas reconocieron el estrés postraumático como problema psiquiátrico por primera vez en 1980, a instancias de los veteranos de Vietnam. Un estudio anterior de Hoge y colaboradores halló que del 15% al 17% de los veteranos de Iraq mostraban signos del mal, y que muchos eran renuentes a pedir ayuda debido al estigma que conlleva una enfermedad mental.

Militares desean volver a casa

Por otro lado, según una encuesta divulgada ayer, el 72% de los soldados estadounidenses desplazados en Iraq opina que EE.UU. debe salir del país árabe en un plazo de un año, y casi una cuarta parte quiere que la misma sea inmediata.

El sondeo, hecho conjuntamente por la empresa Zogby International y el Centro para Estudios sobre la Paz y Asuntos Globales, dependiente del Lemoyne College, señala que sólo uno de cada cinco soldados desea acatar las órdenes del presidente George W. Bush de quedarse en Iraq el tiempo que sea necesario.

Aunque el 58% de los encuestados cree que la misión es “clara”, el 42% piensa que el papel de Estados Unidos en Iraq es confuso.

Asimismo, el 29% de los soldados, en diversas ramas del Ejército, dijo que Estados Unidos debe retirarse de Iraq “de inmediato”, mientras que el 22% considera que debe salir en un plazo de seis meses, según el sondeo.

El 85% cree que la ocupación militar de Iraq es “en represalia” por el presunto papel de ese país en los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas y el Pentágono, mientras que el 77% considera que fue para castigar la protección que dio Iraq a la red terrorista de Al Qaida.

Sólo el 24% de los encuestados opina que la razón principal de la invasión estadounidense fue para “establecer una democracia que pueda servir de modelo para el mundo árabe”.

El presidente de la empresa encuestadora, John Zogby, destacó que “el 93% dijo que la eliminación de las armas de destrucción masiva no es razón para la presencia de las tropas de EE.UU.”.

La encuesta coincide con otra divulgada ayer por la cadena de televisión CBS que señala que la popularidad de Bush ha caído a su nivel más bajo de todos los tiempos, y el pesimismo de los estadounidenses acerca de la guerra en Iraq ha llegado al más alto.

Sólo el 34% de los participantes en este estudio tiene una opinión positiva de la gestión presidencial de Bush, comparado con el 42% hace un mes. Por su parte, el 59% tiene una opinión negativa acerca del Presidente.

Dos de cada tres encuestados manifestaron que los esfuerzos de EE.UU. para estabilizar Iraq van por mal camino, lo cual es la peor evaluación registrada por este sondeo acerca del conflicto en el país árabe.

Mentiras, fraudes y errores

Estados Unidos invadió Iraq en marzo de 2003 con el argumento de que el derrocado régimen de Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva.

Las armas nunca se encontraron y el gobierno de Washington posteriormente insistió en que la meta era fomentar la democracia en ese país.

Según cifras del Pentágono, unos 2.300 soldados estadounidenses han fallecido y más de 16.600 han resultado heridos en combate en Iraq, país que desde la semana pasada sufre una ola de violencia sectaria tras la destrucción de una mezquita chiíta.

Una auditoría del gobierno de Estados Unidos halló que las autoridades de ocupación dirigidas por Washington despilfarraron decenas de millones de dólares que se debían haber usado para reconstruir Iraq en gastos sin justificación y fraudes, informa un artículo de Associated Press.

En algunos casos, los auditores recomendaron que se presentaran acusaciones contra los culpables. En otros, se le pide al embajador de EE.UU. en Iraq que recupere los fondos.

Hay escuetos informes de auditoría que describen las oficinas de la Coalición de Autoridad Provisional situada en la ciudad de Hillah (centro sur) repleta de billetes de $100 sacados de una bóveda sin documentación.

También describen a un agente que mantuvo casi $700,000 en efectivo en un escaparate sin llave, y a un soldado de EEE.UU.U que se jugó posiblemente $60,000 en Filipinas, con fondos destinados para la reconstrucción de Iraq.

''Decenas de millones de dólares en efectivo salieron de la bóveda de la región centro sur sin que se documentara quién lo había depositado o quién lo sacó, ni por qué lo hizo'', aseguró un informe del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Iraq, que ahora está en medio de una serie de auditorías encargadas por el Pentágono y el Departamento de Estado.

Gran parte de los primeros informes tratan sobre contratos en la zona centro sur de Iraq, una de las regiones menos hostiles. Todavía no han salido reveladas las auditorías de los gastos de la autoridades de ocupación en el resto del país.

Las auditorías ofrecen un panorama de la caótica ocupación de Iraq encabezada por EE.UU. en los años 2003 y 2004, cuando funcionarios estadounidenses inexpertos —entre ellos miembros de la campaña electoral del presidente George W. Bush—, organizaron una intensa campaña monetaria para reconstruir la destruida economía de ese país.

Pero la corrupción y la ineptitud documentadas en el informe revelan que gran parte del esfuerzo, por bien intencionado que haya sido, se desperdició.

El fracaso de la reconstrucción comprobada más que nada con la virulenta insurgencia antiestadounidense, que ha sido la causa de la mayoría de las 2.300 bajas militares de EE.UU. desde que comenzó la guerra.

En algunos casos, los auditores no pudieron encontrar el rastro del dinero derivado del petróleo iraquí fiscalizado por las autoridades de ocupación.

''Las deficiencias eran tan significativas que nos impidieron lograr los objetivos planteados'', declararon los auditores refiriéndose a que los funcionarios en Hillah no saben qué pasó con $97 de los $120 millones de ingresos por el petróleo de Iraq que se habían reservado para proyectos de reconstrucción.

Una auditoría de octubre del 2005 halló documentación sobre sólo $8 millones de esos fondos.

Hubo por lo menos un caso en el que la negligencia fue fatal. Tres iraquíes murieron al caerse un ascensor del Hospital General de Hillah, garantizado como nuevo por un contratista que recibió $662,800.

También en Hillah, los funcionarios de ocupación gastaron $108,140 por bombas de agua nuevas y otros arreglos en la piscina olímpica de la ciudad. Pero el contratista cobró su dinero y simplemente le dio brillo a las tuberías y piezas para que parecieran nuevas.

Al llenarse de nuevo la piscina el agua salió de color marrón y hubo que cancelar la reapertura. Los informes no identifican a los contratistas responsables.

Los auditores le han pedido al embajador de EE.UU. que recupere un total de $571,823, descritos en los informes como fondos pagados de más.

En algunos casos, el dinero simplemente desapareció.

Dos agentes de la ocupación, responsables de pagarles a algunos contratistas, se fueron de Iraq sin dar cuenta de más de $700,000 cada uno de ellos. Cuando los auditores pidieron explicaciones a su jefe, trató de exonerar a uno de los agentes mostrando documentos falsos.

''Eso parece un intento obvio de borrar saldos pendientes, una especie de lavado'', comentó un auditor. No se identificó a los agentes involucrados, y no se sabe si se recomendó que los encausaran.

Un informe describe la mala administración de más de 2,000 pequeños contratos en la zona centro sur de Iraq por un valor total de $88 millones. Miembros de la ocupación o sus subordinados les entregaron millones de dólares a compañías que nunca se sometieron a las licitaciones requeridas o recibieron pagos por trabajos que no se terminaron.

Otros ejemplos citados en los informes:

Sólo una cuarta parte de $23 millones entregados a funcionarios civiles y militares para que se los pagaran a contratistas llegó finalmente a manos de éstos.

A un contratista se le pagó la cantidad de $14,000 en cuatro ocasiones separadas por el mismo trabajo.

De $7.3 millones invertidos en una academia policíaca cercana a Hillah, los auditores sólo han podido justificar $4 millones. Según ellos, $1.3 millones se malgastaron en construcciones duplicadas o infladas, o en compras de equipos que no llegaron nunca. Más de $2 millones están desaparecidos.

El personal de EEE.UU.U ''gastó más de $1.8 millones innecesariamente'' de unos $2.3 millones utilizados para renovar la biblioteca de la ciudad santa chiita de Karbala.

El contratista entregó solamente 18 de 68 computadoras personales encargadas, y no instaló ni conexiones ni programas para la internet. Las computadoras funcionaban solamente como aparatos individuales aislados.

La jefatura de seguridad de transición encabezada por EE.UU. invirtió $945,000 en siete Mercedes—Benz pobremente blindados para Iraq. Los auditores sólo pudieron encontrar seis.

Hubo un momento en el que varios agentes guardaban efectivo en el mismo escaparate de la bóveda de Hillah. Un agente sacó $100,000 del dinero de otro para completar su propia cantidad. ''Ello se descubrió solamente porque el otro agente tenía que hacer un pago aquel día y entonces se dio cuenta de que le faltaba dinero'', indicó el reporte.

1 de cada 6 soldados que regresan tiene desórdenes mentales

De acuerdo con una reciente investigación científica, el porcentaje de soldados que presenta desórdenes mentales al regresar de Iraq aumenta. La cifra es seguramente mayor, pero muchos de ellos o sus familias se resisten a concurrir a un neuropsiquiátrico. La investigación, que aparece en la última edición de la revista especializada "The New England Journal of Medicine", fue elaborada con el apoyo del Ejército de EE.UU.

En el informe el equipo de expertos, dirigidos por el psiquiatra Charles Hoge, explican que entre un 15,6 y un 17,1 por ciento de los militares que vuelven de Iraq sufren depresión grave, ansiedad generalizada o trastorno de estrés postraumático.

Esta última dolencia surge después de que una persona pasa por un evento traumático que le causó pavor, impotencia u horror extremo.

En comparación, un 9,3 por ciento de los soldados que participaron en el estudio padecía estas enfermedades mentales antes de ser enviados a Iraq.

A pesar de esta alta incidencia de problemas psicológicos al regreso, tan sólo entre un 23 y un 40 por ciento de los que los sentían procuraron ayuda médica.

La razón principal es el miedo a cómo sus compañeros y sus superiores malinterpretarán su decisión de buscar asistencia, que podría ser vista como una señal de cobardía y debilidad o dañar sus carreras, según explicó el psiquiatra Matthew Friedman en un editorial publicado en la misma revista.

La preocupación de ser marcados con ese estigma es mayor precisamente entre los que necesitan más ayuda, según el informe.

El estudio se basa en los resultados de cuestionarios anónimos rellenados por miles de soldados de cuatro unidades de infantería (tres del Ejército y una de los Marines) antes y después de su despliegue en Iraq.

Sin embargo, no incluyó a soldados que habían sido heridos gravemente o trasladados a otras unidades por mala conducta u otras razones, por ello, sus autores concluyen que sus estimaciones sobre la incidencia de enfermedades mentales son "conservadoras".

Friedman conjeturó que el número de enfermos podrían aumentar en los próximos años porque los trastornos tardan algún tiempo en aparecer en algunas personas y porque la guerra se ha transformado "de una campaña para la liberación (de los iraquíes) en un conflicto armado continuado contra combatientes disidentes".

Este segundo tipo de enfrentamientos producen más estrés en los soldados, según un estudio realizado entre los que regresaron de una misión en Somalia a mediados de los 90 en la que los estadounidenses se batieron con grupos de rebeldes.

En el estudio también participaron soldados que fueron enviados a Afganistán, entre ellos la incidencia de trastornos mentales es un 11,2 por ciento, varios puntos porcentuales menor que los que estuvieron en Iraq.

Esta diferencia se debe a la "mayor frecuencia e intensidad del combate en Iraq", donde más del 90 por ciento de los soldados afirmaron haber sido atacados por los disparos del enemigo, según el estudio.

Sus autores afirmaron que los soldados más proclives a sufrir un trastorno de estrés postraumático son aquellos que han participado en más experiencias de combate, tales como matar enemigos o manejar cadáveres, o conocían a alguien que perdió la vida.

El informe de Hoge y sus colaboradores es el primero que evalúa el impacto de la guerra en la salud mental de los soldados unos meses después de su regreso.

En comparación, el mayor estudio sobre estos efectos en los militares que estuvieron en Vietnam se realizó a mediados de la década de 1980, es decir, entre diez y veinte años después de su vuelta a Estados Unidos.

Esta investigación concluyó que un quince por ciento de los hombres sufrían un trastorno de estrés postraumático en el momento de la entrevista y un 30 por ciento lo habían experimentado alguna vez en su vida.