Iraq resiste

 

Cinco años de ocupación

Expolio, mafia gubernamental y tragedia humanitaria

Por Iman A. Jamas (*)
Pueblos, junio de 2007
Traducción de Aloia Álvarez Feáns

En su quinto año, la ocupación americana de Irak ha sobrepasado los límites del absurdo y la inutilidad. Sus mentiras han perdido ya toda “validez”. Mientras el río de sangre iraquí sigue fluyendo silenciosamente, la situación humanitaria se deteriora de una manera terrible. Los americanos están perdiendo, en todos los sentidos; sólo el 28 por ciento de los estadounidenses piensa que Estados Unidos puede ganar [1]. El régimen de Bush cree que finalmente conseguirá el objetivo de expoliar el petróleo a través de un espurio acuerdo con el impostor gobierno iraquí. Por otra parte, la resistencia iraquí crece e impone su presencia, militar y políticamente, a pesar del aislamiento político y propagandístico al que los americanos tratan de someterla. El nuevo comandante militar estadounidense en Irak, el general David Petraeus, recomendó el 8 de marzo el diálogo con la resistencia, admitiendo que la solución militar no es posible [2].

La perversión del lenguaje

Mientras los organismos internacionales no hacen nada para ayudar al pueblo iraquí en su enfrentamiento contra la agresiva potencia americana, excepto dotar a la ocupación de una cobertura “legal”, dando buen ejemplo de cómo será el “Siglo Americano”, Bagdad y Washington han inventado un nuevo lenguaje orweliano, en el que las palabras significan exactamente lo contrario de lo que dicta el diccionario. Ocupación es liberación; resistencia es terrorismo; terrorismo es seguridad; los agresores, luchadores por la libertad; los ladrones, políticos; los enemigos, amigos...

Esto es lo que sucede con el término guerra civil. Tras cuatro años “esperando” la guerra civil entre los iraquíes debida al sectarismo, los media quieren convencernos de que se está dando ahora. Se dice que los iraquíes se están matando unos a otros y que los terroristas no dan ninguna oportunidad al “proceso político de paz”. ¿Existe una “guerra civil” en Irak? Si es así, ¿por qué ahora? En caso contrario, ¿quién está, entonces, cometiendo los asesinatos?

Realmente, lo que se está librando hoy en Irak es un conflicto político armado, no una guerra civil. Los ciudadanos iraquíes NO se matan unos a otros porque se odien; nunca lo han hecho. Las milicias de los partidos políticos actualmente en el gobierno quieren imponer sus intereses por medio del terror. Pero ninguno de ellos es lo suficientemente fuerte como para ganar, ni tan débil como para perder. Cada uno tiene sus intereses y agendas. Desafortunadamente, Irak y su pueblo no están entre ellos.

Siguiendo cada una de las decisiones políticas y militares tomadas por las autoridades estadounidenses, antes y después de la invasión del 20 de febrero de 2006, vemos cómo la ocupación ha trabajado sistemáticamente para crear multitud de divisiones entre los iraquíes mediante políticas de inclusión y exclusión (“divide y vencerás”). Esto se ha apoyado en una propaganda basada en la equivocada concepción de que la ocupación va encaminada a “liberar” determinados segmentos del pueblo iraquí, oprimidos por el régimen anterior, los kurdos y los chiítas. Se ha creado un consejo de gobierno atendiendo a criterios étnicos y sectarios. Se han creado nuevas fuerzas de seguridad siguiendo también criterios sectarios (incluyendo a las milicias extremistas en ellas) y se han usado en áreas donde la mayoría pertenece a sectas diferentes.

Junto a esto, lo que los regímenes americano e iraquí, y los media, llaman proceso político, no es más que un conjunto de mafias operando unas contra otras. Este es el motivo por el que están fallando estrepitosamente.

La ocupación ayudó a que emergieran muchos grupos políticos, fanáticos y represivos, que pretenden volver a la Edad Media. Estos “partidos” que carecen de cualquier punto de vista político o filosófico moderno, se apoyan en consignas religiosas y asumen concepciones y teorías que están a años luz de los tiempos y la lógica actual. Pero si fuesen realmente partidos políticos con cierta ideología político–religiosa, incluso sería aceptable. Pero la realidad es que no son más que grupos de desharrapados, destrozados políticamente, que usan sus vengativas consignas para justificar su existencia.

La represión extrema y la tortura son los medios que usan para imponerse en la esfera política. Muchos de ellos tienen un amplio apoyo de las autoridades ocupantes. Estos grupos tratan de dar una imagen oscura y deformada del Islam, especialmente en lo que concierne a la mujer. Cuentan con milicias armadas, pero no son otra cosa que bandas de asesinos a sueldo; han creado algunos de los escuadrones de la muerte que imponen en la calle un estado de terror.

Por otra parte, la nueva Constitución pone un énfasis excesivo en la idea de que el pueblo iraquí se compone de gente muy divergente; no una multitud homogénea; por lo que Irak debe ser un Estado federal. La ley que hizo de Iraq un Estado federal fue impuesta por el gobierno mientras más de la mitad de los parlamentarios estaban ausentes. La consecuencia ha sido que cada grupo dice representar exclusivamente a una parte de Irak y sus correspondientes ciudadanos.

De hecho, las elecciones y las campañas electorales fueron una muestra de propaganda étnica y sectaria, no política. Las mafias políticas en conexión con los ocupantes han usado los medios más infames para ganar: asesinatos, secuestros, sobornos, fraudes, falsificaciones, amenazas... Un observador internacional me contó que él mismo vio a un hombre en silla de ruedas votar siete veces. Hay documentadas miles de irregularidades; el presidente del comité de supervisión electoral está en la actualidad en prisión por fraude, pero los partidos que ganaron son los que gobiernan. Éste es el proceso político del que tanto les gusta hablar.

Tragedia humanitaria

Pero lo peor de todo son las políticas del gobierno sectario que ganó. En nombre de la lucha contra el terrorismo, y con toda la ayuda política y militar estadounidense, el gobierno de transición de Al–Jafari en 2005, y el actual de Al–Maliki –desde comienzos de 2006–, han cometido los peores crímenes sectarios de toda la historia de Irak. Para volver a ocupar Bagdad llevaron a cabo tres atentados, tras cada uno de los cuales miles de iraquíes fueron asesinados o arrestados. Salieron a la luz testimonios horripilantes sobre torturas, violaciones y ejecuciones en las prisiones. Una organización de derechos humanos ha declarado que hay 180.000 detenidos en las cárceles del Ministerio de Interior, una gran mayoría suníes. Decenas de hombres armados, con uniformes y vehículos de la policía, hacen redadas en cualquier zona de Bagdad, en un pueblo o en una ciudad, quIman casas, tiendas, mezquitas, matan y arrestan, incluso a familias enteras. Cuando los ciudadanos se dirigen al Ministerio de Interior buscando respuesta, éste lo niega. Después de mucho tiempo, en 2006, el primer ministro Maliki, y el ministro de Interior, Bolani, admitieron que hay “manzanas podridas” en las fuerzas de seguridad, implicadas en los escuadrones de la muerte y en la limpieza sectaria.

El Ministerio de Salud ha declarado que desde mediados del verano de 2006 la escalada de violencia alcanzó los 2.600 muertos por mes. Los informes de Naciones Unidas afirman que sólo en 2006 han sido asesinados 34.000 iraquíes. Las víctimas fueron tiroteadas y sus cuerpos abandonados en la calle, a veces con las manos atadas, los ojos vendados y con signos de haber sufrido torturas. Por otra parte, suníes armados fuerzan a las familias chiítas a abandonar las zonas de mayoría suní. Existen muchas zonas de Bagdad que están expuestas a este tipo de limpieza sectaria.

Durante los últimos cuatro años muchas ciudades y pueblos iraquíes han sido expuestos a bombardeos terrestres y aéreos, a pesar de que Bush anunció el 1 de mayo de 2003 que las operaciones militares contra Irak habían finalizado. Ésta ha sido la mayor de las mentiras. Las ciudades de Falluya, Ramadi, Heet, Haditha, Al–Qaim, Najaf, Rawa, Tikrit, Sammarra, Musol, Telafar, Baquba, Bohroz entre otras muchas, han sido asediadas y bombardeadas con asiduidad.

Ahora, áreas específicas de Bagdad están empezando a ser bombardeadas por aviones americanos y por los morteros de las milicias. Las últimas han sido Adhamiya, Haifa Street y Dora. No hay cifras oficiales de cuántos iraquíes han muerto en estos cuatro años. Las autoridades iraquíes y americanas no llevan la cuenta, de hecho está prohibido dar cualquier información acerca de las bajas iraquíes. Pero las últimas estimaciones, de hace cinco meses, cifran entre 650.000 y 800.000 el número de víctimas [3].

El deterioro extremo de las condiciones de seguridad incrementó enormemente la emigración. Según la ONU, hay 6,1 millones de refugiados iraquíes desde los 90 [4], de los cuales 4 abandonaron sus casas en los últimos 4 años (dos millones son desplazados internos). Cruz Roja Internacional ha alertado sobre los sin techo en Irak (600.000 desde febrero de 2006) que no tienen acceso a asistencia médica debido a que los hospitales no tienen plazas y a que más de la mitad de los médicos han escapado del terror [5]. Mientras esperan, los refugiados viven una situación llena de dificultades, a veces inhumana. El Ministerio de Salud iraquí dice que sólo el 18 por ciento de la población tiene suficiente agua potable.

Los refugiados iraquíes en el exterior aún lo pasan peor. En los países vecinos, donde son considerados “huéspedes” temporales incómodos, casi no tienen derechos, y muchos de ellos no tienen trabajo. No es sorprendente que estén tan presionados en los países de acogida, que sufren dificultades económicas y sociales crónicas. Muchos de estos refugiados son profesionales, profesores universitarios, maestros, médicos, hombres de negocios, ingenieros... No es necesario decir que la salud, la educación y la economía en Irak han sido destruidas en los últimos cuatro años, principalmente debido a motivos de seguridad, corrupción, ineficiencia y conflictos políticos dentro del gobierno. Las universidades y hospitales se han quedado sin personal debido a los asesinatos y secuestros. En los últimos cinco años, Irak ha perdido a algunos de sus mejores científicos e intelectuales.

El Estado iraquí está roto, el país devastado, la gente sólo trata de sobrevivir y proteger a sus familias. Muchos de los que se lamentaban de la falta de electricidad, combustible o medicamentos no se preocupan ahora tanto de sus carencias cotidianas como de que sus familias estén a salvo. La policía iraquí no es de fiar. Relatos de robos, violaciones, acoso sexual por parte de la policía, durante los registros a viviendas de civiles, son de lo más común. Hay mujeres valientes que desafiando a una sociedad extremadamente conservadora, han contado en los medios cómo en el último mes de febrero habían sido violadas por la policía.

El mayor expolio del siglo

En esta atmósfera de miedo, caos y absoluta ausencia de seguridad, mientras se lleva a cabo un nuevo ataque sobre Bagdad por parte de las tropas americano–iraquíes, mientras las milicias continúan su limpieza sectaria en diferentes partes de Bagdad y áreas circundantes, y los medios están ocupados cubriendo el asunto de las violaciones, se está firmando un acuerdo entre el gobierno iraquí y compañías petroleras británicas y estadounidenses.

Los iraquíes no están al tanto del mayor robo del siglo. Este acuerdo revoca la nacionalización del petróleo iraquí de 1973, que consideraba al gobierno única autoridad competente para dictar la política petrolera. Según el acuerdo firmado por el actual gobierno, el papel del Ministerio de Petróleo iraquí es meramente consultivo. Se crea un nuevo organismo para diseñar la política petrolera de Irak, un consejo compuesto por representantes de las “regiones” iraquíes y por los “asesores” internacionales.

Dada nuestra experiencia de primera mano con los “asesores” del gobierno iraquí (yo durante los últimos cuatro años) sabemos que ellos son los únicos que realmente toman decisiones, y que éstos no son más que los representantes de los mayores gigantes del imperialismo, los Cuatro Grandes: las empresas americanas Exxon–Mobile y Chevron–Texaco, y las británicas BP–Amoco y Royal Dutch–Shell [6]. Las cuatro están “invirtiendo” en petróleo iraquí para los próximos 30 años, con privilegios injustos y totalmente inaceptables, según el nuevo acuerdo. Pero, según la resistencia, están soñando...


Notas:

(*) Iman A. Jamas es una periodista iraquí exilada en el Estado Español. Ha sido galardonada recientemente con el Premio de Periodismo Julio Anguita Parrado.

[1] USA Today, 05/03/2007

[2] Reuters, 08/03/2007

[3] Lancet second report.

[4] Azzaman International Newspaper, 2525, 14/10/2006

[5] Ver Alsharqiya

[6] HOLLAND, Joshua; AlterNet