Medio Oriente

 

Siria – Líbano

Una muerte da vuelo a halcones de EEUU

Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 16/02/05

Washington. Haya o no estado Siria detrás del asesinato el lunes del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, el crimen fortalece a halcones de Estados Unidos, que hace mucho tiempo piden acciones fuertes para lograr un "cambio de régimen" en Damasco.

Antes de que la detonación de una bomba acabara con Harari, media docena de guardaespaldas y cinco civiles en Beirut, había dentro del equipo del presidente George W. Bush cierto equilibrio de poder entre los opositores "duros" al gobierno de Bashar al Assad y los más pragmáticos.

A comienzos de este mes, un reconocido "halcón" como el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, insistió en una audiencia del Congreso legislativo: "No es nuestra política desestabilizar Siria."

Pero, como sugiere la abrupta retirada el martes de la embajadora estadounidense en el país árabe, Margaret Scobey, esa posición debe estar a punto de cambiar, si es que ya no ha cambiado.

La secretaria de Estado (canciller) Condoleeza Rice advirtió este miércoles que la representación en Damasco quedará vacante "por tiempo indeterminado".

"Los 'cambiadores de regímenes' se fortalecerán por esto", pronosticó Michael Hudson, profesor del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos de la Universidad de Georgetown, en la capital estadounidense.

La convocatoria de Scobey a Washington "le pone realmente las clavijas a los sirios", dijo Hudson a IPS.

"Si ellos lo hicieron, fue algo muy estúpido", dijo respecto de la posible participación siria en el asesinato Augustus Richard Norton, experto en asuntos libaneses de la Universidad de Boston. El crimen inclinará la balanza del poder, definitivamente, hacia los halcones, afirmó.

Hariri, un empresario de bienes raíces que amasó una gran fortuna en Arabia Saudita y gobernó Líbano durante 10 de los últimos 15 años, tenía estrechos vínculos con el presidente francés Jacques Chirac y relaciones amistosas con Estados Unidos.

Tenía una gran casa en Washington y allí mismo estaba construyéndose sí una enorme mansión.

Dada la influencia que en Líbano tiene Siria --con entre 12.000 y 30.000 soldados allí apostados y un muy activo servicio de inteligencia--, Hariri también cultivaba la relación con Damasco, incluidos negocios con funcionarios influyentes.

Pero rompió con Siria el año pasado. Renunció entonces al cargo de primer ministro cuando el gobierno del país vecino insistió en que debía reformarse la constitución para permitir que Emile Lahoud continuara al frente de la presidencia.

Luego, Hariri alentó a Estados Unidos y Francia a impulsar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que ordenó la retirada de las tropas sirias de Líbano.

Ése no fue sólo un duro golpe para Damasco, sino que unificó a la oposición libanesa, movilizada para las elecciones parlamentarias de mayo próximo con una plataforma común antisiria.

Aunque Hariri no adhirió explícitamente a tal plataforma, los componentes más belicistas del régimen sirio se sintieron traicionados por su apoyo entre bambalinas.

Norton cree que Siria estuvo detrás del asesinato, o al menos algunos elementos del gobierno de Assad.

Antes del crimen, la lucha dentro de Washington se limitaba a dirimir hasta qué punto presionar a Damasco para que ayudara a impedir el ingreso de "combatientes extranjeros" en Iraq y detuviera a los iraquíes en Siria sospechosos de cooperar con la insurgencia, o al menos congelara sus bienes.

De todos modos, los halcones estadounidenses --encabezados por los civiles con oficina en el Pentágono, sede del Departamento (ministerio) de Defensa, y el vicepresidente Dick Cheney-- siempre han alentado un "cambio de régimen" en Damasco.

En los años 90, un documento académico recomendaba a Israel y a Estados Unidos financiar y armar a grupos locales que obligaran a Siria a retirarse de Líbano y desestabilizaran el régimen del partido Baath, gobernante en Siria.

Los redactores de ese texto eran David Wurmser, uno de los principales asesores de Cheney, y Douglas Feith, actual subsecretario de Defensa.

Ambos funcionarios, entre otros, proponen desde la invasión a Iraq en 2003 una política más agresiva hacia Siria, ataques militares incluidos.

Funcionarios del Departamento de Estado (cancillería) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), así como militares en actividad, más pragmáticos, replican que la cooperación de Siria con Estados Unidos ha mejorado, y que la desestabilización del régimen podría ser contraproducente.

En diciembre, personalidades públicas vinculadas con los halcones pidieron una escalada de la presión a Siria a través de columnas en periódicos conservadores como The Washington Times, The Weekly Standard y The Wall Street Journal.

"Podríamos bombardear instalaciones militares sirias, ingresar a territorio sirio para detener la infiltración en Iraq, ocupar el poblado de Abu Kamal, cerca de la frontera, ayudar abierta o encubiertamente a la oposición", propuso el director de The Weekly Standard, William Kristol.

Ninguna de las opciones presentadas a Bush fueron aceptadas en ese momento. Pero todas ellas continúan sobre la mesa, más aun tras el asesinato de Hariri.

Dada la antigua cercanía del ex primer ministro libanés con Damasco, Hudson consideró que el crimen pudo no tener origen sirio, y que pudo, en cambio, ser obra de islámicos que pretendían dar una señal a la familia real saudita.

Otros indican que Israel y sus aliados en Líbano --la milicia cristiana falangista-- pudo ser responsable, amparados en la certeza de que todos los dedos apuntarían a Siria.

Pero "es, por cierto, posible que los militares sirios sean lo suficientemente estúpidos y arrogantes como para decidir el asesinato", según el experto C. S. Smith, de la estadounidense Universidad de Arizona.

Sin embargo, "muchos otros pudieron beneficiarse del crimen, incluidos los falangistas, que tienen estrechos vínculos con los neoconservadores" del gobierno de Bush, agregó.

De hecho, el neoconservador Walid Phares, un cristiano libanés, acusó de inmediato del crimen a Siria y a uno de los aliados de Damasco en Líbano, el islámico Partido de Dios (Hezbollah), que logró en 2000 con su resistencia armada poner fin a 25 años de ocupación israelí en el sur del país.

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