África

 

Costa de Marfil, ¿el Irak de Francia?

Por Jozé Bape
Revista Pueblos, Madrid, 29/04/05

Mientras por aquí todos siguen ocupados en denunciar lo malo que es el señor Bush y el imperialismo americano reflejado en la guerra de Irak, Francia continúa haciendo de las suyas en África. Algunos verán que esta comparación es exagerada, pero deberíamos preguntarnos si no reaccionamos con un racismo inconsciente: lo que les pase a los negros no es tan importante. Los problemas de África se presentan eternos y de difícil solución, pero en realidad muchos de ellos son más sencillos de lo que parecen; igual de sencillos de explicar y entender que la guerra por el petróleo en Irak.

En África también hay Ucranias con sus revoluciones civiles que apoyan a los opositores de regímenes dictatoriales, en África también hay países del primer mundo que invaden y aniquilan un país por razones "humanitarias", en África también hay ciudades de millones de personas y países que, si les dejaran, serían igual de ricos y prósperos que los del primer mundo. La diferencia es que en la gran mayoría de países africanos el sistema colonial que los arrasó durante más de medio siglo -algunos más de cien años- continúa existiendo.

Como nos cuenta François-Xavier Verschave -presidente de la asociación Survie y autor de varios libros sobre este tema, como La Françafrique (1998) o Noir Silence (2001)- cuando Francia, en los 60 del general De Gaulle, tuvo que aceptar las independencias de sus colonias africanas, puso en marcha un sistema ilegal y secreto para confiscar esas independencias, con el expolio de los recursos estratégicos -petróleo, uranio-, económicos -cacao, madera...-; fraudes financieros -con el desvío de más del 90% de sus "ayudas al desarrollo" por parte de los sucesivos gobiernos (Mitterrand, Chirac...)-; imposición y apoyo de dictaduras "amigas de Francia" -con la correspondiente aniquilación de todos los líderes oponentes que suponían una alternativa-; manipulaciones secretas - con las redes de la ultraderecha y del partido de Le Pen entre los mercenarios y las guardias presidenciales y las logias francmasónicas a las que están afiliados desde todos los dictadores africanos a directivos de importantísimos medios de comunicación franceses-; instrumentalización del etnicismo -lo de Ruanda fue el peor crimen francés del S. XX-; fomento de guerras civiles con el abastecimiento de armas para ambos bandos -y debilitar así un país rico en materias primas, como por ejemplo Angola-.; etc.

Costa de Marfil

Costa de Marfil salió suficientemente en las noticias de este otoño como para que no se entendiera nada de lo que ocurre allí. Si hubiera salido menos, se ignoraría completamente el conflicto, pero habiendo salido un poco el problema es todavía más grave: no se entiende. Y si no se entiende se perpetúa la idea de la "imposible solución", la propagada crisis africana -el afropesimismo- y la eterna condena "divina" a la que parece estar condenado todo un continente, millones de personas.

Las catástrofes "humanitarias", son problemas políticos que poco solucionaremos si lavamos nuestras conciencias enviando dinero a las ONG de turno... Antes de ir a lo fácil -que paradójicamente todo lo complica- debemos escuchar. Más que alimentos África necesita ser tratada de igual a igual, ser escuchada y respetada. Debemos ser conscientes de que el menosprecio hacia una parte de la humanidad sigue imperando en la mayoría de nuestros actos. Dejemos de lado la hipocresía. Cuando el presidente francés Chirac declaró que "África no está preparada para la democracia", probablemente la mayoría de los políticos europeos estuvieron de acuerdo y, con ellos, sus electores.

Simplificar cualquier acontecimiento político tampoco ayuda a esclarecer los hechos, pero, continuando con el ejemplo de Irak, no porque sepamos que la realidad de esa guerra es enredada en lo que respecta a todos sus implicados, no deja de ser comprensible y condenable.

El ejército francés, que continúa regido por los principios coloniales de anteponer los "intereses de Francia" a los derechos de los "indígenas", tiene desplegados miles de hombres y bases militares por todo el continente, manteniendo, por ejemplo, las dictaduras de Gabón, Chad y Djibouti. En Costa de Marfil, una de sus últimas acciones fue la de disparar contra la masa de manifestantes desarmados que protestaban por la presencia del ejército francés y el apoyo de éste a las tropas de oposición al presidente Gbagbo. El resultado, largamente escondido por la prensa francesa, es el de decenas de muertos y centenares de heridos.

Imaginémonos dos situaciones: que Argentina invadiera militarmente Italia porque cree que Berlusconi es un corrupto. Y otra situación: que Venezuela enviara tropas a España para defender a los venezolanos de las agresiones de una banda de policías con uniforme de skinhead. Esas dos reacciones que consideramos surrealistas y desproporcionadas son el pan de cada día en algunos países africanos, entre ellos Costa de Marfil.

La actualidad de este país, como de cualquier otro, no se entiende sin su historia, especialmente la más reciente. Para resumirla, diremos que tuvo que aguantar, desde su "independencia", una dictadura que luego se convirtió en democratura -al instaurarse el partido único- con el gobierno fascista de Houphouët-Boigny, un "amigo" de Francia y un "modelo" para toda la francofonía. Gracias al reparto entre él y sus amigos franceses de los beneficios de las materias primas de Costa de Marfil (cacao, café, aceite de palma...) y los desvíos del dinero del estado francés para "ayudas al desarrollo" que se repartían entre todos los responsables -llegó a afirmar que cualquier ciudadano razonable también metería sus cuentas en Suiza-, acumuló una de las fortunas más grandes al sur del Sahara. A cambio ayudó también militarmente a Francia en la guerra sucia por la aniquilación de los líderes que les hacían frente, como el asesinato, en 1987, del carismático presidente de Burkina Fasso Thomas Sankara, la gran esperanza africana. Sus tropas, junto a las francesas, las encontraremos en conflictos contra países anglófonos (Nigeria, Liberia, Sierra Leona...).

Cuando Houphouët-Boigny muere en 1993, deja un país devastado, imposible de curar sus heridas en una semana. Pero que muriera no significa que Francia desapareciera de la zona. Todo lo contrario. Hoy en día las principales compañías francesas administran las comunicaciones, los transportes y otros servicios del país. Cuando estos días veíamos a ciudadanos franceses abandonar el territorio por miedo, algunas cifras saltaron a la vista, como por ejemplo que hay más franceses en Abidjan, la capital económica, que marfileños en París. La sensación nos dice lo contrario: es África la que viene, la que "nos invade". Unos son inmigrantes, los otros expatriados...

El sucesor del dictador fue Konan-Bédié, que incrementó todavía más la corrupción y el expolio a manos de los entramados franco-africanos. Pero hizo algo mucho peor, si cabe, que podría convertir ahora a Costa de Marfil en la nueva Ruanda: para eliminar a su principal adversario político, Alassane Ouattara, promovió el concepto racista de ivoirité, que excluía a Ouattara de esta identidad nacional -ya que éste provenía del norte musulmán del país, lo que pone de manifiesto lo peligroso, frágil y arbitrario de las fronteras trazadas por la colonización-.

Poco después, a mediados de los 90, Francia empezó un periodo de cohabitación en el gobierno (con un presidente de derechas, Chirac, y el primer ministro de izquierdas, Jospin). Aunque en la historia oculta e ilegal de la política francesa en África, conocida como la Françafrique, tanto izquierda como derecha han estado implicadísimos -por ejemplo el genocidio de Ruanda empezó con Mitterrand- no será hasta el 2002, cuando la derecha se impone, que el gobierno francés se convertirá en la mafia cerrada e ilegal que es ahora. Vale la pena hacer esta aclaración porque, como vemos, si las elecciones americanas afectan a todo el plantea, las elecciones en Francia también sobrepasan criminalmente y de manera muy directa las fronteras del hexágono.

Desde el fin de los noventa, la política francesa en Costa de Marfil es más compleja, pretendiendo ser los bomberos de un fuego que ellos mismos empezaron. Mientras se extiende la idea de etnia y la exclusión de una parte del territorio, el nuevo presidente Gbagbo (que llegó al poder en el 2000 tras las elecciones después del golpe de estado) no es de la simpatía de la trama françafricana de Chirac, que decide apoyar a los " rebeldes " del norte y del oeste.

Gbagbo no es ningún héroe, todo lo contrario, pero el problema principal es que Francia no puede continuar haciendo y deshaciendo en la zona. Cuando empezaron los conflictos del 2002 entre las dos partes, Francia consiguió un acuerdo entre los dos bandos: los acuerdos de Marcussis (avalados por la ONU que envió fuerzas internacionales pero con las tropas francesas, en aumento tras la "operación Licorne", conservando un estatuto aparte). Otra vez el bombero que fue pirómano... Estos acuerdos permitieron evitar una masacre, pero partieron el país en dos e hicieron que la tregua fuese mucho menos sólida de lo que pretendía Francia: en lugar de aprovechar la situación para pacificar y resolver -junto a las fuerzas internacionales de la ONU- lo que era una guerra civil en pausa, continuó con sus trapicheos de siempre como si nada hubiera pasado, inclinándose a veces por Gbagbo, a veces por los rebeldes. Pero esto nunca funciona y acaba por explotar...

Con un nuevo año que empieza, las situaciones que generan estas prácticas ilegales no traerán más que sangre. Es inevitable. Desde las voces más optimistas de la militancia africana se espera, y de momento hay indicios de que es así, que los africanos cada vez denuncien más estas actitudes y tomen conciencia, y fuercen a que los últimos hechos de Costa de Marfil sean el inicio de un cambio en la historia neocolonial. Por parte de los franceses, ya hay asociaciones -como Survie- que se están movilizando desde hace años denunciando estas actividades secretas. Para empezar se le exige al gobierno francés, sin más excusas ni demoras, la retirada de las tropas de Costa de Marfil y la apertura de una comisión en el parlamento sobre las recientes actuaciones en Abidjan contra los civiles. África ya no puede más.


(*) Este artículo ha sido publicado en Oozebap en enero de 2005.

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