Medio Oriente

 

El rey Fahd falleció ayer en Riad tras una década de achaques. Le ha sucedido el príncipe heredero Abdallah, 82 años, uno de sus hermanastros, que ya dirigía el país desde 1995 

Muchas incógnitas que se ciernen sobre Arabia Saudí

Estados Unidos confía en que los Saud se comprometan a reformar el país que ha exportado el integrismo

Por Tomás Alcoverro
La Vanguardia, Barcelona, 02/08/05

El rey Fahd ha muerto y ya ha sido proclamado el príncipe heredero Abdallah por el consejo de la familia real, su sucesor en el trono de Arabia Saudí. Un octogenario sucede a otro octogenario. El rey Fahd, que había llegado al poder en 1982, era también príncipe heredero cuando sucedió a su hermano, el rey Jaled. Todas las cultivadas especulaciones en torno a las incertidumbres de la sucesión o de la decisión de última hora de la familia reinante se han desvanecido en este tranquilo trámite para designar al jefe del Estado saudí. Las incógnitas sobre el futuro del país, por el contrario, se mantienen.

Arabia Saudí es el reino por antonomasia del petróleo, el pretendido Vaticano del islam suní y de la ortodoxia, el poderoso aliado orgánico de EEUU desde que un día de 1945, el presidente Franklin D. Roosevelt y el rey Abdelaziz Al Saud, a bordo del Cruise, pactaron el intercambio del petróleo local por la protección militar y política norteamericana. La alianza fue firme desde 1945 pero los atentados del 11-S, y las amenazas de Al Qaeda contra su país de origen han trastocado sus relaciones. El afán del presidente Bush por extender la democracia en el Gran Oriente Medio también debería llegar a Arabia Saudí, que este año celebró sus primeras elecciones municipales parcialmente democráticas, en las que no pudieron participar las mujeres.

El Fahd ya había dejado de gobernar en 1995 a causa de una apoplejía. Si larga fue su enfermedad, durante la que el príncipe Abdallah ha ejercido de hecho como soberano, lenta fue su penosa agonía.

En el opaco reino de los saudíes no se publicó ningún comunicado oficial sobre su salud desde que fue internado en el hospital de Riad el pasado mes de mayo. El ministro del Interior había anunciado la pasada semana su retorno al palacio en los próximos días y había sido aprobada una ley de amnistía en favor de todos los presos de delitos de derecho común para celebrar su restablecimiento. Han sido los grupos de la oposición, sobre todo, los que han dado cuenta de las últimas variaciones de su estado tras haberle sido practicada una traqueotomía.

En las primeras declaraciones tanto de gobernantes de Riad como de funcionarios del Departamento de Estado norteamericano, o de expertos internacionales, se ha hecho énfasis en que no había cambios en la política saudí ni en las cuestiones del petróleo ni de sus relaciones con EEUU.

El sucesor del rey Fahd ya ha publicado un decreto en el que confirma a los actuales ministros en sus puestos de gobierno. Yha nombrado heredero a su hermano Sultan Bin Abdelaziz, nacido como el nuevo rey en el año 1924. En Washington ponen de relieve que están acostumbrados a tratar con el hasta ahora príncipe heredero en su anterior experiencia al frente del gobierno.

El monarca accedió al poder tras uno de los acontecimientos más traumáticos sufridos por esta familia reinante de siete mil príncipes: la ocupación del gran santuario de La Meca en 1979 por islamistas radicales que sólo pudieron ser desalojados después de varios días de encarnizados combates, habitación tras habitación, en los que participaron unidades del ejército real ayudados por comandos militares franceses de elite. Soplaban entonces los vientos de la revolución islámica dirigida por el imán Jomeini desde Irán, que amenazaban a las monarquías y los países árabes del Golfo. Para sus fervorosos partidarios, la dinastía saudí era un poder corrompido, dominado por Estados Unidos, que que había que expulsar de los santos lugares del islam, las ciudades de La Meca y Medina. Fue en ese tiempo cuando Fahd empezó a utilizar el título de Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas más que el de rey de Arabia Saudí.

En este cuarto de siglo de reinado, Fahd ha tenido que enfrentarse a graves situaciones regionales, como la guerra entre Irán e Iraq entre los años 1980 y 1988, la invasión iraquí del vecino emirato de Kuwait - otro mes de agosto, del año 1990-, la guerra de Estados Unidos y sus aliados contra el régimen de Iraq, la posterior invasión norteamericana y el derrocamiento de Saddam, sin olvidar las consecuencias de la cruzada en Afganistán, antes y después del oscurantista régimen talibán, en cuyo territorio se instaló su antiguo súbdito Ossama Bin Laden. Pero han sido las dramáticas sacudidas de los atentados terroristas en EEUU del 11-S de 2001 las que más han conmovido su Estado y su país.

Los tres pilares en que se asienta la estabilidad del reino fueron zarandeados de arriba abajo: la casa de los Saud, la ideología wahabí, que abrazaron sus antepasados, y su alianza con Estados Unidos. La participación de los quince terroristas de nacionalidad saudí en aquellos monstruosos atentados, la financiación de redes de organizaciones subversivas en países tanto de Oriente como de Occidente, comprometieron profundamente al reino. Pero ya antes de aquel 11 de septiembre, Arabia Saudí había sufrido sus propios ataques, desde 1995 y 1996, cuando Bin Laden concentraba su lucha prioritaria en derrocar al régimen "impío" de los Saud, antes de combatir frontalmente a los Estados Unidos.

En estos últimos años se han precipitado las graves contradicciones del régimen saudí, establecido entre los antiguos señores de Najaf y Wahab, por una parte, y después con los gobernantes norteamericanos. Entre 1992 y 1993, el islamismo se convirtió en una fuerza social y política en el reino, que fomentaba su expansión y mantenía viva la llama de la guerra santa en Afganistán. En los atentados de Riad, la dinastía de los Saud se ha enfrentado con una intensificación de las actividades de la oposición integrista y las apremiantes presiones estadounidenses. Ya se celebraron, mal que bien, las primeras elecciones municipales en este reino dictatorial en el que la mujer aún no tiene derecho a conducir un coche.

La sucesión del rey Fahd, que intentó modernizar su país y adoptó las primeras y tímidas reformas exigidas tanto por la oposición como por EEUU no ha supuesto ningún cambio importante. Arabia Saudí sigue gobernada por una gerontocracia. Abdullah sólo tiene dos años menos que el monarca fallecido.


La fábula de Abdallah

La avanzada edad y las reticencias con EEUU condicionan al sexto monarca de los Saud

Por Xavier Ventura
La Vanguardia, 02/08/05

El sucesor del rey Fahd no es alguien que desconozca la responsabilidad. Desde hace diez años, Abdallah ya dirige con eficacia y habilidad este pequeño reino en extensión y habitantes, pero de enorme peso en la economía mundial como principal productor de petróleo. Eficacia puesto que ha sabido introducir -sin llegar a violentas oposiciones- reformas económicas y sociales que han hecho progresar a Arabia Saudí en poco tiempo más que lo que logró su antecesor en veinte años. Baste un dato: la bolsa de Riad ha conseguido un incremento del 300% en los dos últimos ejercicios. Y habilidad puesto que es una figura respetada por todos, pese a haberse enfrentado a los radicales islamistas y a la mal vista y corrupta familia real. "Abdallah es el personaje más aceptado por los detractores de la familia real saudí", afirman fuentes diplomáticas occidentales.

Todo en el nuevo rey saudí es complejo y de múltiples caras. Desde hace diez años es la imagen pública del país, pero no tiene ansias de protagonismo público como su antecesor. Su vida personal parece discreta y pausada, pese a haberse casado más de 30 veces y mantener las cuatro mujeres que le permite la ley musulmana. Entre ellas las hay sirias, palestinas e incluso marroquíes, país este último donde Abdallah pasa un mes al año dedicado a su mayor afición, la caza. Habla con suavidad y parece dialogante, aunque mantiene con firmeza sus puntos de vista y es capaz de duros enfrentamientos públicos como el que mantuvo con el líder líbio Gaddafi en la cumbre árabe de Egipto tras la invasión americana de Iraq.

Esta combinación de carisma y dureza le permitió el mayor éxito en algunos de sus anteriores cometidos. Por ejemplo, como alcalde de La Meca, la principal ciudad santa para los musulmanes. O como máximo responsable de la Guardia Nacional, considerada la mejor y más leal fuerza armada del reino, siempre fiel a él y que, dirigió desde 1963 hasta ser nombrado príncipe heredero en 1982 y a la que convirtió de un grupo casi folklórico en una potente unidad militar de 75.000 hombres fuertemente equipada.

No todo, sin embargo, le favorece. Tiene casi 82 años -nació en 1923, un año después del fallecido Fahd, hermanastro suyo; fue el decimotercer hijo de los 42 que tuvo el creador de la moderna Arabia Saudí, Abdulaziz- y aunque su salud aparentemente es buena, sufrió un infarto en 1995. No cuenta con el aprecio de gran parte de la familia real (cercana a los 7.000 miembros) a la que ha restringido privilegios como billetes de avión y llamadas telefónicas gratuitas de las que se beneficiaban. Y, sobre todo, no es tan amigo de EE.UU. como lo fue Fahd. Según la leyenda, Abdallah suele explicar a sus visitantes occidentales una fábula que simboliza claramente su situación personal y la de su reino frente a los intereses estratégicos estadounidenses. Es la del pastor que alquila perros para que eviten que los lobos se coman a sus ovejas, pero son tan caros de mantener que necesita sacrificar algunas de las ovejas para darles de comer. Finalmente, el pastor decide dejar libres a los perros y encargarse él mismo de enfrentarse a los lobos. Pese al evidente enfriamiento de las relaciones entre Arabia Saudí y Estados Unidos - agravadas por el hecho de que 15 de los 19 terroristas suicidas de los atentados del 11 de septiembre eran saudíes-, ni EEUU dejará de respaldarle ni Abdullah acabará exigiendo que salga del país.

Esta dependencia de occidente tiene, no obstante, para Arabia Saudí un aspecto muy positivo: el constante flujo económico que se dirige hacia este país. Desde que Abdallah ejerce de regente, llevando el día a día del reino, las privatizaciones, reformas del mercado y los incentivos a las inversiones han acelerado no sólo la vida económica de un país donde hasta ahora era norma el rígido control estatal de la economía, sino también han propiciado cambios como la tímida, aunque ya irreversible, entrada de las mujeres en la vida política saudí. Habitual mediador en los conflictos entre países árabes, decidido partidario de dar juego a las empresas occidentales en el petróleo saudí, ecléctico ante la cuestión palestino-israelí (pidió en el 2002 a los países árabes que se prepararan para normalizar las relaciones con Israel si este país regresa a sus fronteras de 1967), la falta de tiempo vital y la lentitud con las que se asientan los cambios son los escollos que le ponen en peligro.


Fechas en la historia del reino saudí

Un país joven

La Vanguardia, 02/08/05

1745. La formación del reino de Arabia se remonta al siglo XVIII. Mohamed Ibn Saud, funda la dinastía reinante bajo ocupación otomana. En 1745, la tribu Saud, se une al ultraortodoxo Mohamed Ibn Abdal Wahab, fundador del wahabismo para afrontar a los ocupantes. Se impone con rigor la ley islámica

1803. Aparece un primer estado saudí, destruido por los otomanos en 1814. Abdulaziz Ibn Saud inicia la reconquista de Nejd (Riad) en 1902 y 24 años después la de Hedjaz (Medina y La Meca)

1932. Fusión de los reinos reconquistado en el seno de Arabia Saudí. Abdulaziz se proclama rey y EEUU recibe la concesión petrolera

1953. Muere el monarca y le sucede su hijo Saud, depuesto en 1964 , tras una desastrosa gestión económica. Sube al trono su hermanastro, Faysal, que lanza el desarrollo del país. A partir de 1972 emprende la nacionalización de la compañía petrolera estadounidense, Aramco. En la primera guerra árabe-israelí, 1973, penaliza a Estados Unidos con la subida del crudo

1975. Faysal es asesinado. Le sucede su hijo Jaled. El país con las primeras reservas de petróleo del mundo se convierte en un pilar de la OPEP

1982. Sube al trono el hermanastro de Faysal, Fahd. Éste apoya a Iraq en la guerra contra Irán. Pero en 1991, en la primera guerra del Golfo se opone a Bagdad y acoge las tropas internacionales. Fahd endereza las relaciones con Washington

1995. Fahd sufre un ataque cerebral y Abdallah toma las riendas del poder. El 11-S resquebrajó las relaciones con Washington, recuperadas posteriormente. Se ha acusado a sectores de Arabia Saudí y al wahabismo de respaldar fundamentalistas islamistas en diversos puntos.

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