Medio Oriente

 

Las bombas de marzo

¿Cuenta regresiva a la guerra con Irán?

Por Mike Whitney
CounterPunch / Rebelión, 18/01/06
Traducido por Ulises Juárez Polanco

Irán se defenderá si es atacado por Estados Unidos o por Israel. La defensa nacional de la agresión inmotivada está ratificada bajo la ley internacional y es un requisito de un liderazgo verdadero. Esperaríamos lo mismo si Estados Unidos o Israel fueran atacados.

Las administraciones de Sharon y Bush han hecho un trabajo admirable de envenenamiento de la opinión pública contra Irán; interpretando los comentarios del Presidente Ahmadinejad como un peligro potencial al bienestar de Israel. Pero tales declaraciones, si bien ofensivas, son frecuentes en el Oriente Próximo y no pueden ser tenidos como una amenaza creíble.

De hecho, Irán no ha demostrado ninguna ambición territorial ni está involucrado en la ocupación de ningún país extranjero, como sucede tanto con Estados Unidos e Israel. La exageración de los medios de comunicación; golpeando los tambores de guerra, nuevamente.

Los medios de comunicación han asumido su rol tradicional de avivar las llamas de la guerra al dar un espacio amplio a los alegatos espurios de los oficiales del gobierno, opinadores profesionales de la derecha y de los exiliados iraníes descontentos, mientras cuidadosamente omiten los hechos relevantes en la defensa de Irán.

Como siempre, el New York Times ha encabezado la propaganda de guerra con un artículo de Richard Bernstein y Steven Weisman que dispone vagamente el caso contra Irán. En el primer párrafo del paquete Bernstein–Weisman se sugiere que Irán ha reiniciado “investigaciones que podrían darle la tecnología para crear armas nucleares”.

¿Armas nucleares?

¿Quizás el New York Times sabe algo que los inspectores de la IAEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) no saben? Si es así, deberían dar un paso adelante y revelar los hechos. Probablemente, con todo, simplemente seguirán la tradición de la maestra Judith Miller, cuyos artículos vulgares y agraviantes guiaron erróneamente a la nación hacia la guerra con Iraq.

No hay evidencia que Irán tiene un programa de armas nucleares. Ninguna. Ni siquiera George Bush haría esa aseveración.

Tampoco hay evidencia que Irán tiene los centrifugadores necesarios para enriquecer el uranio al nivel bélico.

Estos dos puntos deberían recibir mayor consideración al momento de determinar si Irán encarna un verdadero peligro a sus vecinos, empero, son los hechos que justamente están ausentes de los cerca de 2,500 artículos escritos sobre el tema en los últimos días.

El jefe de la IAEA, Mohammed Elbaradei, ha dicho de forma insistente que su equipo de inspectores, que han tenido la oportunidad de “ir a todos los lugares y ver todas las cosas”, no han encontrado nada para corroborar las afirmaciones de EE.UU. e Israel.

Por otra parte, sabemos que los EE.UU. han desarrollado un nuevo tipo de armas nucleares “usables” para destruir búnkeres subterráneos. También sabemos que los militaristas en el Pentágono han amenazado con usar armas nucleares como “primer golpe” en un ataque anticipado, y que los principales jugadores en el Departamento de Defensa unánimemente creen que las armas nucleares deberían ser usadas como parte de la estrategia norteamericana de seguridad global.

Irán aduce que desarrollar armas nucleares está en contra de sus creencias religiosas, mientras que la administración Bush (de acuerdo al Nuclear Posture Review) cree que las armas nucleares son una parte integral de la guerra contra el terror. Rumsfeld incluso ha reestructurado al Pentágono para rodearse aún más de personas de la misma opinión que apoyen esta tesis superficial. ¿A lo mejor, nuestro miedo con Irán está en el lugar equivocado?

Actualmente, la administración está tratando de llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU por violaciones ocurridas hace más de dos años. Desde entonces no ha habido violaciones e Irán está cumpliendo voluntariamente las estrictas obligaciones contraídas en el NPT (Tratado de Proliferación Nuclear, por sus siglas en inglés), así como otras medidas “generadoras de confianza” que libremente aceptaron como señal de buena voluntad.

En verdad, Irán está en su derecho de enriquecer uranio bajo los términos del NPT y ha acordado hacerlo de tal manera que sea apegado a las estrictas reglas de la IAEA. Irán, empero, no renunciará a su “derecho inalienable” de convertir uranio para propósitos pacíficos, como es el caso de hacer combustible para uso en las plantas de energía nuclear.

A ninguna otra nación además de Irán se le ha solicitado privarse de sus derechos contenidos en el NPT. La administración de Bush espera que la ONU anule partes del tratado sólo para acomodar sus sospechas infundadas. Pero, ¿por qué debería Irán aceptar ser tratado como un subordinado únicamente para satisfacer a Bush? Después de todo, Irán firmó desde un comienzo el NPT como una manera de reducir armas nucleares, mientras Israel, EE.UU. y otras naciones estaban ocupadas construyendo una nueva generación de armamento nuclear.

Además, el proceso de conversión ocurre enfrente de inspectores de la IAEA y varias cámaras son programadas para filmar el procedimiento completo. Se le exige a la IAEA reportar cualquier violación al Consejo de Seguridad de la ONU para acciones punitivas. La agencia guardián fue bastante exitosa en analizar el verdadero estado del “supuesto” programa nuclear de Iraq. No hay necesidad de temer que aquí también no lo sean. (Israel, Pakistán e India todos rehuyeron este sistema y desarrollaron armas nucleares secretamente)

La gota que derramó al vaso

El Ministro de Asuntos Exteriores británico, Jack Straw, quien jugó un rol crítico en esparcir las mentiras que precedieron la guerra de Iraq, ha estado nuevamente embustero en el tema de Irán.

“Por dos años y medio, hemos trabajado con Irán y el resto de la comunidad internacional para hacer que Irán cumpla sus obligaciones claras de no hacer nada que nos lleve a sospechar que están desarrollando una capacidad de armas nucleares”.

Straws sabe, por supuesto, que Irán no ha violado sus obligaciones contractuales por más de dos años y que ha estado totalmente colaborador desde entonces. Sus declaraciones sólo confirman lo que la gente razonable sabe; Washington quiere otra guerra.

La administración Bush sabe que no existen esperanzas de aprobar una resolución del Consejo de Seguridad para castigar a Irán. Tampoco Rusia o China apoyarían sanciones, ni existen siquiera pruebas de malicia. El caso simplemente será usado para incrementar la sospecha pública y el miedo, mientras Israel–Washington terminan de dibujar sus planes de guerra.

No vale nada que Irán sea atacado sin una mínima evidencia de que tienen armas nucleares, un programa de armas nucleares, o un plan de amplio rango de hostilidades contra EE.UU. o Israel. En otras palabras, son completamente inocentes.

Ahora que la administración ha abandonado la referencia internacional de “amenaza inminente”, también han desechado cualquier otro alegato razonable que sirva para justificar una agresión motivada. Irán será atacado sin excusa y sin autorización del congreso o de la ONU, invocando la autoridad ejecutiva la persecución de la guerra contra el terror por “todos los medios necesarios y apropiados”.

La determinación de atacar Irán nace hace más de una década, con los ahora famosos documentos políticos (PNAC) que apoyan la idea de integrar recursos iraníes al sistema global y de paso eliminar adversarios potenciales de Israel en la región. La primera fase pretendía quitar los colmillos al régimen y dejarlo vulnerable a futuras invasiones o cambios de regímenes.

El ataque venidero será revelado como un golpe quirúrgico por Israel sobre probablemente 12 instalaciones y armerías. Tanto Israel como EE.UU. han indicado a Irán que la resistencia se convertirá rápidamente en una guerra nuclear. De hecho, los halcones del Pentágono pueden desear que tal conflicto desaliente adversarios futuros en Latinoamérica y Asia.

Si Irán efectivamente responde con fuerza, no hay forma de saber como las cosas terminarán. Los mercados pueden irse a pique, el dólar norteamericano puede caer de forma precipitada, y los cargamentos vitales de petróleo pueden interrumpirse indefinidamente. (Lea la página de negocios del periódico y vea cuán nerviosos están muchos analistas) Si la conflagración asciende al nivel nuclear, entonces podemos esperar que China, Rusia y Venezuela tomen pasos firmes para demostrar su desaprobación. Los cargamentos de petróleo de Venezuela pueden terminarse mientras China pone en práctica una venta destructiva de sus $769 mil millones correspondientes a su cambio.

Sea cual sea el costo, el ataque parece probable que ocurra más o menos antes o durante marzo de 2006, cuando Irán planea abrir su nueva bolsa petrolera. El nuevo cambio retaría directamente el dominio continuo del verde en los negocios petroleros (el mayor negocio en el mundo), además que pondría en la mesa una “amenaza existencial” a las instituciones y elites financieras conocidas de occidente.

Más allá del pretexto mediático de “armas nucleares” y “no colaboración”, el imperio está marchando absolutamente hacia la guerra, arriesgándonos de manera voluntaria al holocausto nuclear sólo para preservar el sistema de privilegios y riqueza concentrada existente en la actualidad.