Medio Oriente

 

Los planes para Irán

¿Irá a la guerra Bush?

Por Seymour M. Hersh (*)
The New Yorker / Rebelión, 14/04/06

Traducido por S. Seguí

Aunque públicamente siga optando por la diplomacia para impedir que Irán consiga el arma nuclear, el Gobierno Bush ha potenciado sus actividades clandestinas en el interior de Irán a la vez que ha intensificado la planificación de un posible ataque aéreo a gran escala. Funcionarios militares y de los servicios secretos estadounidenses, tanto en activo como en la reserva, han señalado que los grupos de planificación de la US Air Force (Fuerza Aérea de EE UU) están elaborando una lista de objetivos militares, y que equipos de soldados estadounidenses han recibido órdenes de introducirse en Irán, en misiones clandestinas, a fin de recoger información y entrar en contacto con grupos antigubernamentales pertenecientes a grupos étnicos minoritarios. Dichos funcionarios afirman que el presidente Bush está decidido a impedir que el gobierno iraní pueda iniciar su programa piloto de enriquecimiento de uranio, previsto para esta primavera.

Los servicios secretos de los países europeos y de Estados Unidos, así como el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), coinciden en que Irán está decidido a desarrollar sus capacidades de producción de armas nucleares. No obstante, hay opiniones ampliamente divergentes respecto a cuánto tiempo requiere este programa y a cuál sería el medio más efectivo para impedirlo: la diplomacia, las sanciones o la intervención militar. Irán insiste en que sus actividades de investigación están orientadas únicamente a usos pacíficos, con arreglo al Tratado de No Proliferación Nuclear, y que dichas actividades no se retrasarán ni se anularán.

Entre los miembros del estamento militar de Estados Unidos y de los servicios secretos internacionales, existe el convencimiento creciente de que el objetivo último del presidente Bush en esta confrontación nuclear es el “cambio de régimen” en Irán. El presidente de este país, Mahmud Ahmadineyad, ha puesto en duda la realidad del holocausto judío, y ha afirmado que Israel debe “ser borrado del mapa.” Bush y algunos de sus asesores en la Casa Blanca lo consideran un Hitler potencial, según afirmó un ex alto cargo de los servicios secretos: “Ese es el nombre que le han puesto. Y se preguntan: ¿conseguirá Irán armas estratégicas y amenazará con otra guerra mundial?”

Un consultor gubernamental estrechamente vinculado con los responsables civiles del Pentágono ha afirmado que Bush “está totalmente convencido de que Irán va a conseguir su bomba” si no se le paran los pies. Dicho asesor ha afirmado también que el presidente debe hacer lo que “ningún demócrata o republicano que resulte elegido en el futuro tendrá el valor de hacer” y que “salvar a Irán será su legado político.”

Un ex alto cargo de la defensa, que sigue teniendo responsabilidades en temas delicados del Gobierno Bush, me dijo que la planificación militar parte de la premisa de que “una campaña de bombardeos sostenidos en Irán humillará a los líderes religiosos del país y producirá un levantamiento popular y el derrocamiento del gobierno.” Y añadió: “No daba crédito a mis oídos cuando me lo dijeron; por un momento me pregunté: ¿que habrán estado fumando éstos?”

El razonamiento en que descansa la idea del cambio de régimen fue elaborado a comienzos de marzo por Patrick Clawson, un experto en asuntos iraníes que tiene el cargo de director adjunto de investigación del Washington Institute for Near East Policy, institución que ha apoyado al presidente Bush. “Mientras Irán siga siendo una república islámica, seguirá teniendo un programa de armas nucleares, al menos secretamente”, afirmó Clawson ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado el 2 de marzo. “Por consiguiente, la pregunta clave es: ¿cuánto durará el actual régimen iraní?”

Cuando pregunté a Clawson, éste hizo hincapié en que “nuestro gobierno está haciendo un gran esfuerzo diplomático.” No obstante, añadió que Irán no tenía otra opción que acceder a las demandas del gobierno de Estados Unidos o hacer frente a un ataque militar. Clawson me dijo que, en su opinión, Ahmadineyad “considera que Occidente no tiene coraje y piensa que en algún momento cederemos. Hemos de estar dispuestos a hacer frente a Irán si la crisis sufre una escalada.” Clawson afirmó que él preferiría una campaña de sabotajes y otras actividades clandestinas, presentadas como “accidentes industriales.” No obstante, dijo, sería prudente prepararse para una guerra más amplia “teniendo en cuenta el modo de actuación de los iraníes. Esto no es como planificar la invasión de Quebec.”

Un planificador militar me dijo que las críticas de la Casa Blanca hacia Irán y el avanzado estado de la planificación y las actividades clandestinas equivalen a una campaña de “coacción” dirigida a Irán. “Hay que estar listos para seguir adelante, y veremos cómo responden”, dijo este oficial. “Hay que estar preparados para presentar una amenaza a fin de hacer que Ahmadineyad dé marcha atrás.” También dijo que “la gente considera que Bush se ha centrado únicamente en Irak después del 11 de septiembre, pero (...) en mi opinión, si hubiera que nombrar un país central en su estrategia durante todo este tiempo sería Irán “ (En respuesta a mi petición de explicaciones detalladas, la Casa Blanca afirmó que no haría comentarios sobre la planificación militar, pero añadió que “tal como ha indicado el presidente, estamos haciendo lo posible por conseguir una solución diplomática”. El Departamento de Defensa afirmó también que los tratos con Irán seguían los “canales diplomáticos”, pero no quisieron extenderse en este concepto; la CIA por su parte afirmó que había “inexactitudes” en todo esto, pero sin especificar cuáles.)

“Esto es mucho más que un asunto nuclear”, me dijo un diplomático de alto nivel en Viena. “Lo nuclear es el punto de partida, y hay tiempo suficiente para solucionarlo. Pero el gobierno estadounidense cree que no habrá solución si no controla los corazones y las mentes del pueblo de Irán. La cuestión real es quién va a controlar Oriente Próximo y su petróleo en los próximos diez años.”

Un alto asesor del Pentágono especialista en cuestiones de terrorismo me dio una opinión similar: “Esta Casa Blanca cree que el único modo de resolver el problema es modificar la estructura de poder en Irán, y eso significa la guerra.” El peligro, dijo, “es que al mismo tiempo, esta opinión refuerza la creencia de los iraníes de que el único modo de defender su país es disponer de capacidad nuclear.” Un conflicto militar que desestabilizase la región podría potenciar también el riesgo de ataques terroristas: “Hezbolá entra en juego”, afirmó el citado asesor, en referencia a ese grupo terrorista considerado como uno de los más efectivos del mundo, que actualmente es un partido político libanés vinculado estrechamente a Irán. “Y también entra en juego Al Qaeda.”

En estas últimas semanas, el presidente ha iniciado con discreción una serie de conversaciones sobre planes relativos a Irán con algunos senadores y miembros clave del Congreso, entre ellos al menos un demócrata. Un alto cargo del Comité de gastos de la Cámara de Representantes, que no participó en las reuniones pero que discutió su contenido con sus colegas, me dijo que “no hay informaciones oficiales” porque “dudan ante informar a la minoría. Están dedicándose al Senado, aunque de un modo bastante selectivo.”

Este miembro de la Cámara de Representantes afirmó que en estas reuniones nadie “pone realmente objeciones” a las propuestas de guerra. “Esa gente a la que están informando son los mismos que dirigieron la carga contra Irak. Como máximo, las preguntas que se plantean son del tipo: ¿cómo piensan golpear todos los objetivos a la vez?, o ¿cómo van a conseguir la necesaria penetración? (Irán está construyendo instalaciones subterráneas.) “No hay ninguna presión del Congreso para que no se tomen medidas militares”, añadió el diputado. “La única presión política proviene de los tipos que están a favor de la acción.” Y respecto al presidente Bush, este diputado añadió: “Lo más preocupante del asunto es que este tipo tiene una visión mesiánica.”

Determinadas operaciones, aparentemente dirigidas a intimidar a Irán, están ya realizándose. Aviones militares de uso táctico de la marina de Estados Unidos, que operan desde portaaviones situados en el mar de Arabia, han estado realizando operaciones simuladas de bombardeo con armas atómicas –maniobras de ascenso rápido conocidas como “bombardeos por encima del hombro”– desde el pasado verano, afirmó el ex militar citado anteriormente. Y todo ello dentro del radio de acción de los radares costeros iraníes.

El pasado mes, en una intervención en una conferencia sobre seguridad en Oriente Próximo celebrada en Berlín, el coronel Sam Gardiner, un analista militar que fue profesor de la Escuela de Guerra de Estados Unidos antes de retirarse de la Fuerza Aérea en 1987, presentó una estimación de la fuerza necesaria para destruir el programa nuclear de Irán. A juzgar por las fotografías realizadas desde satélites de las instalaciones conocidas, Gardiner estimó que debería atacarse un mínimo de cuatrocientos objetivos. Y añadió: “No creo que ningún planificador militar estadounidense vaya a detenerse ahí. Irán probablemente tiene dos plantas de producción química. Tendríamos que atacarlas también. Y también los puntos de lanzamiento de misiles de alcance medio, que acaban de emplazar más cerca de Irak. Hay también catorce aeropuertos que disponen de refugios para aviones... habría que acabar con esa amenaza. Y luego están los puestos que amenazan el tráfico marítimo del Golfo Pérsico, que también habría que atacar, es decir, las instalaciones de misiles crucero y los submarinos convencionales iraníes movidos por diesel... Algunas de estas instalaciones pueden ser de difícil acceso incluso utilizando armas de penetración. Estados Unidos deberá utilizar unidades de operaciones especiales.”

Los planes correspondientes a una de las opciones militares iniciales, presentados por el Pentágono a la Casa Blanca el pasado invierno, prevén el uso de armas nucleares tácticas tipo B61–11 [1] , “revienta–bunkers”, contra los emplazamientos nucleares subterráneos. Uno de los blancos es la planta de centrifugado de Natanz, a unos trescientos kilómetros al sur de Teherán. Natanz, que ya no se halla dentro de las salvaguardias del OIEA, que se cree que dispone de una planta subterránea que puede acoger hasta cincuenta mil centrifugadoras, así como laboratorios y lugares de trabajo enterrados a unos 23 metros bajo tierra [2] . Con ese número de centrifugadoras, podría conseguirse suficiente uranio enriquecido para aproximadamente veinte cabezas nucleares por año. (Irán ha admitido que al principio mantuvo su programa de enriquecimiento de uranio escondido a los ojos de los inspectores del OIEA, pero afirma que ninguna de sus actuales actividades está prohibida por el Tratado de No Proliferación). La eliminación de Natanz sería un duro golpe a las ambiciones nucleares de Irán, pero las armas convencionales del arsenal estadounidense no pueden asegurar la destrucción de instalaciones que se hallen sepultadas bajo veinte metros de tierra y rocas, especialmente si están reforzadas con cemento.

Hay un antecedente, durante la Guerra Fría, de planificación para destruir refugios subterráneos con armas nucleares. A comienzos de la década de los ochenta, los servicios de espionaje de Estados Unidos se percataron de que los soviéticos estaba construyendo un enorme complejo subterráneo a las afueras de Moscú. Los analistas llegaron a la conclusión de que esta instalación subterránea tenía por objeto garantizar la “continuidad del gobierno”, es decir, la supervivencia de los líderes políticos y militares a un ataque nuclear. (Hay instalaciones similares en Virginia y Pennsylvania destinadas a la jerarquía estadounidense). Esa instalación soviética sigue existiendo y gran parte de lo que Estados Unidos conoce sobre ella sigue siendo material secreto. “La pista que llevó a su descubrimiento fueron los conductos de ventilación, algunos de ellos camuflados”, me dijo el citado alto cargo de los servicios de espionaje. En esa época, me dijo, se pensaba que “sólo bombas nucleares” podrían destruir ese refugio. Y afirmó que algunos analistas estadounidenses creen que los rusos han ayudado a los iraníes a diseñar su instalación subterránea. “Vemos similitudes de diseño, en particular en los conductos de ventilación”, afirmó.

Un ex algo cargo del Departamento de Defensa me dijo que, en su opinión, incluso un bombardeo limitado permitiría a Estados Unidos “entrar ahí y hacer suficiente daño como para retrasar la infraestructura nuclear; lo creo factible.” Afirmó también que “los iraníes no tienen amigos, y podemos hacerles saber que si es necesario volveremos a atacarles sus infraestructuras. Estados Unidos debería actual como si estuviera dispuesto a hacerlo.” Y añadió: “Ni siquiera tenemos que destruir todas sus defensas aéreas; nuestros aviones furtivos y misiles ... dan muy buen resultado y somos capaces de destruir blancos fijos. También podríamos actuar por tierra, aunque es difícil y muy peligroso; meterles, por ejemplo, algo por los conductos de ventilación que los dejase fuera de combate.”

No obstante, los que están familiarizados con el búnker soviético, me dijo el alto cargo de los servicios secretos, afirman que no es posible. “Ni hablar; hay que saber lo que hay debajo, qué ventiladores suministran oxígeno a las personas, cuáles a los generadores diesel y cuáles son falsos. Y hay muchas cosas que desconocemos.” La falta de información fiable no deja a los planificadores militares otra opción, para conseguir la total destrucción de las instalaciones, que pensar en el uso de armas nucleares tácticas. “Toda otra opción, en opinión de los especialistas en ese tipo de armas, dejaría un margen”, afirmó dicho algo cargo. “La planificación de la Fuerza Aérea maneja el concepto clave de “decisivo”, lo que conduce a una decisión drástica. La misma que adoptamos en Japón.”

Y continuó: “Los planificadores nucleares reciben un entrenamiento completo y aprenden los detalles técnicos sobre destrucción y radiación: estamos hablando aquí de nubes radioactivas, radiación, muertes masivas y contaminación durante años. No se trata de una prueba nuclear subterránea, en la que lo único perceptible es un ligero levantamiento del terreno. Estos políticos no tienen ni idea, y cada vez que alguien intenta excluirla –descartar la opción nuclear— lo callan a puro griterío.”

La atención que recibe la opción nuclear ha creado serios problemas en el interior de las oficinas de la Junta de Jefes de Estado Mayor, añadió, y algunos oficiales están sopesando la posibilidad de dimitir. A finales del pasado invierno, la Junta de Jefes de Estado Mayor intentó retirar la opción nuclear de la preparación de planes para Irán... sin éxito, me informó. “La Casa Blanca les dijo que por qué cuestionaban esta opción, “después de todo vino de ustedes””

El asesor del Pentágono especialista en terrorismo confirmó que algunos miembros del Gobierno tenían en mente con toda seriedad esta opción, que el asesor vinculaba con el resurgimiento, entre los miembros del Pentágono y los círculos que elaboran las políticas, del interés en las tácticas basadas en el uso de armas nucleares. En opinión de mi informante, se trata de un “monstruo al que hay que poner coto como sea”. También me confirmó que algunos oficiales de alta graduación y funcionarios asimismo importantes estaban estudiando la posibilidad de presentar su dimisión en relación con este asunto. “Hay sentimientos muy encontrados entre los militares, contrarios a amenazar a otros países con el uso del arma nuclear”, me dijo este asesor, “y el asunto está llegando a altos niveles.” En su opinión, este asunto pronto llegará a niveles decisivos, ya que la Junta de Jefes de Estado Mayor ha resuelto transmitir al presidente Bush una recomendación formal decididamente contraria a considerar la opción nuclear para Irán. “El debate interno en torno a este asunto se ha enconado en las últimas semanas”, me dijo el asesor, “ y si los altos oficiales del Pentágono manifiestan su oposición al uso de armas nucleares ofensivas, entonces nunca tendrá lugar.”

Sin embargo, el asesor manifestó que la idea de utilizar armas nucleares tácticas en una situación parecida ha ganado adeptos en el seno de la Defense Science Board (Junta de ciencias de defensa), un grupo asesor cuyos miembros los escoge el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. “Esta gente está diciéndole al Pentágono que podemos construir una bomba tipo B61 dotada de más poder explosivo y menos radiación,” dijo.

El presidente de la citada Defense Science Board es William Schneider, Jr., subsecretario de Estado con el gobierno Reagan. En enero de 2001, cuando el presidente Bush se preparaba la toma de posesión del presidente Bush, Schneider tuvo un cargo en un grupo especial dedicado a las armas nucleares patrocinado por el National Institute for Public Policy, un think–tank conservador. El informe de su grupo recomendaba tratar las armas nucleares como parte esencial del arsenal estadounidense, y destacaba su idoneidad “en aquellas ocasiones en que es fundamental destruir total e inmediatamente objetivos prioritarios, y ello no puede conseguirse con las armas convencionales.” Algunos signatarios del informe son ahora miembros destacados del Gobierno Bush, entre otros Stephen Hadley, consejero de seguridad nacional; Stephen Cambone, subsecretario de Defensa para asuntos de inteligencia; y Robert Joseph, subsecretario de Estado de control de armamentos y seguridad internacional.

El asesor del Pentágono cuestionó el valor de los bombardeos aéreos. “Los iraníes han dispersado su actividad nuclear muy bien, y no tenemos la menor idea de dónde se encuentran los elementos principales. Podrían estar incluso fuera del país”, afirmó. En su opinión, y en la de otros muchos, el bombardeo de Irán podría provocar una “reacción en cadena” de ataques sobre instalaciones y ciudadanos estadounidenses en todo el mundo. “¿Qué van a pensar 1.200 millones de musulmanes si atacamos Irán?”

Con o sin la opción nuclear, la lista de objetivos militares puede inevitablemente ampliarse. Un funcionario de alto nivel del Gobierno Bush, recientemente retirado, que es también un experto en la planificación bélica, me dijo que él estaba rotundamente en contra de un ataque aéreo contra Irán, porque “Irán es un objetivo mucho más difícil que Irak”. Y añadió que “si nos ponemos a bombardear para neutralizar las armas nucleares, también es posible hinchar la mentira y hacerla abarcar todo el panorama, incluyendo el bombardeo de campos de entrenamiento, para liquidar otros problemas.”

El asesor del Pentágono afirmó que, en caso de ataque, la Fuerza Aérea tiene previsto atacar muchos centenares de objetivos iraníes, pero que “el 95% de ellos no tienen nada que ver con la proliferación nuclear. “Hay gente que cree que esa es la manera de hacer las cosas”, es decir que el gobierno estadounidense puede conseguir sus objetivos en Irán mediante una campaña de bombardeo, una idea que ha contado con el apoyo de los neocons.

En caso de orden de ataque, las tropas que actualmente operan ya en Irán podrían señalar los objetivos principales con rayos láser, para conseguir bombardeos de precisión y minimizar las bajas civiles. Desde comienzos de este pasado invierto, me informó el consultor del gobierno bien relacionado con personal civil del Pentágono, las unidades militares están operando ya con grupos minoritarios iraníes: aceríes en el Norte, beluchis en el Sudeste, kurdos en el Noreste. Nuestras tropas, me dijo, “están estudiando el terreno y repartiendo dinero entre los grupos étnicos, y están también reclutando ojeadores y pastores pertenecientes a tribus locales.” Uno de los objetivos es conseguir “ojos sobre el terreno”; y citando un verso de Otelo, dijo: “Dadme la prueba ocular”. El objetivo más general, según este consultor, es “exacerbar las tensiones étnicas” y socavar el régimen iraní.

La nueva misión de las unidades de combate es producto de las ya viejas intenciones del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, de ampliar el papel del personal militar a las operaciones encubiertas. Esta visión se oficializó en el Quadrennial Defense Review (Revisión cuatrienal de defensa), que publicó el Pentágono en febrero. Si estas actividades fueran llevadas a cabo por la CIA, sería preciso contar con una autorización presidencial y debería informarse de ellas a algunos miembros clave del Congreso.

“Protección de las fuerzas” es el nuevo eslogan, me dijo el ex alto cargo de los servicios secretos. Se refería a la posición del Pentágono de que las actividades clandestinas que pueden clasificarse, en sentido amplio, como una preparación del campo de batalla o una protección de las tropas, son operaciones militares, no de espionaje, y no están por consiguiente sujetas a la supervisión del Congreso. “Estos tíos de la Junta de Jefes de Estado Mayor dicen que Irán está lleno de incertidumbres”, me dijo. “Necesitamos más que lo que teníamos sobre Irak. Ahora tenemos luz verde para hacer todo lo que queramos.”

La desconfianza que Ahmadineyad despierta en Bush ha reforzado la decisión de éste de enfrentarse a Irán. Esta opinión se ha visto reforzada por algunas opiniones según las cuales, el presidente iraní, que formó parte de una brigada de fuerzas especiales de los Guardianes de la Revolución en 1986, puede haber estado implicado en actividades terroristas a finales de los ochenta. (Hay algunos puntos oscuros en la biografía oficial de Ahmadineyad en ese periodo.) Se dice que puede haber estado relacionado con Imad Mughniyeh, un terrorista implicado en los mortíferos ataques con explosivos a la Embajada de Estados Unidos y los cuarteles de los marines en Beirut en 1983. Mughniyeh era en esos momentos jefe de seguridad de Hezbolá, y sigue estando en la lista de terroristas más buscados del FBI.

Robert Baer, funcionario de la CIA en Oriente Próximo y otros lugares durante dos décadas, me informó que Ahmadineyad y sus colegas de los Guardianes de la Revolución en el seno del gobierno iraní “son capaces de construir una bomba, esconderla y lanzársela a Israel. Se trata de chiitas apocalípticos. Si usted se encuentra en Tel Aviv y considera que los otros tienen bombas nucleares y misiles, entonces tiene que quitarles ese material de las manos. Estos tíos están chalados y no hay razón alguna para retroceder ante ellos.”

Bajo la presidencia de Ahmadineyad, los Guardianes de la Revolución han ampliado su base de poder en toda la burocracia iraní: a finales de enero habían ya reemplazado a miles de funcionarios civiles por sus propios miembros. Un ex funcionario de las Naciones Unidas, experto en Irán, ha descrito este cambio de situación como un “golpe de guante blanco”, con ominosas implicaciones para Occidente. “Los profesionales del ministerio de Asuntos Exteriores están en la calle y hay otros que van a estarlo pronto”, dijo. “Quizás sea ya demasiado tarde. Estos tipos consideran que ahora tienen más fuerza que nunca desde la revolución.” Y afirmó que, principalmente teniendo en cuenta la emergencia de China como superpotencia, la actitud de Irán es de decir: “Al diablo con Occidente. Pueden hacer lo que les dé la gana.”

Muchos expertos consideran que el líder religioso supremo de Irán, el ayatolá Khamenei, está en una posición de mayor fuerza que Ahmadineyad. “Ahmadineyad no tiene el control”, me dijo un diplomático europeo. “El poder en Irán es difuso. Los Guardianes de la Revolución están entre los principales defensores del programa nuclear, pero, en última instancia, no creo que esté en sus manos el control del programa. El Líder Supremo tiene la última palabra al respecto, y los Guardianes no harán nada sin su aprobación.”

El asesor del Pentágono especialista en terrorismo me dijo que “permitir que Irán tenga la bomba es para nosotros inadmisible: no podemos aceptar que haya armas nucleares que puedan ir a parar a manos de una red terrorista, es demasiado peligroso.” Y añadió: “El debate interno está en qué camino seguir,” en cuanto a parar el programa iraní. Y añadió que es posible que Irán renuncie unilateralmente a sus planes nucleares y se adelante con ello a la acción estadounidense. “Puede ser que Dios nos sonría, pero no lo creo. A fin de cuentas, se trata de que Irán no puede convertirse en una potencia nuclear. El problema es que los iraníes son conscientes de que sólo convirtiéndose en un Estado nuclear pueden defenderse contra los Estados Unidos. Algo malo va a suceder.”

Si bien casi nadie discute las ambiciones nucleares de Irán, el debate se centra en cuándo van a conseguir la bomba y en qué hacer al respecto. Robert Gallucci, antiguo experto gubernamental en materia de no proliferación de armas nucleares, actualmente decano de la Escuela de Relaciones Exteriores en la Universidad de Georgetown ha dicho: “A juzgar por lo que sé, Irán podría estar a ocho o diez años” de desarrollar armas nucleares efectivas. Y ha añadido: “Si tienen un programa nuclear secreto y podemos probarlo, y somos incapaces de pararlo por medio de negociaciones, diplomacia o amenazas de sanciones, yo sería favorable a terminar con él. Pero si lo hacen –bombardear Irán— sin haber sido capaces de demostrar que hay un programa secreto, entonces van a estar en un buen lío.”

El jefe del Mossad, servicio de espionaje israelí, Meir Dagan, afirmó ante el Parlamento de su país en diciembre que “Irán esta a uno o dos años, como mucho, de disponer de uranio enriquecido. A partir de ese momento, la elaboración de su propia bomba atómica es sólo una cuestión técnica.” En una conversación que tuve con un alto cargo del servicio de espionaje israelí, éste subrayó la duplicidad de Irán: “Hay dos programas nucleares paralelos en Irán: el programa declarado al OIEA y un operativo distinto, gestionado por los militares y los Guardianes de la Revolución”. Funcionarios israelíes han mantenido esta opinión repetidamente, pero Israel no ha presentado ninguna prueba que la respalde. Richard Armitage, subsecretario de Estado en el primer mandato de Bush como presidente, me dijo lo siguiente: “Creo que Irán tiene un programa secreto de armas nucleares; lo creo, pero no lo sé con certeza.”

En estos últimos meses, el gobierno de Pakistán ha permitido a Estados Unidos el acceso a A.Q. Khan, el llamado padre de la bomba atómica pakistaní. Kahn, que se halla bajo arresto domiciliario en Islamabad, ha sido acusado de organizar un mercado negro de material nuclear, y a finales de los ochenta del siglo pasado realizó al menos una visita clandestina a Teherán. En los interrogatorios más recientes, Kahn ha facilitado información sobre el diseño armamentístico de Irán y su calendario de fabricación de la bomba atómica. “El cuadro es sin duda el de un peligro incuestionable”, ha afirmado el ex alto cargo de los servicios secretos. (El asesor del Pentágono ha confirmado también que Kahn ha “cantado como un canario.”) La preocupación, afirmó el ex alto cargo, es que “Kahn tiene un problema de credibilidad: se deja sugestionar y está contando a los neoconservadores lo que éstos desean oír”... o quizás lo que pueda ser de utilidad al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, que está siendo presionado para que ayude a Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo.

“Creo que Khan nos está llevando lejos,” afirmó el ex alto cargo. “No conozco a nadie que esté diciendo: “ahí tienen la pistola humeante”. Sin embargo, las luces están comenzando a parpadear. Nos está pasando información sobre el calendario, y la información sobre los objetivos nos está llegando de nuestras propias fuentes: sensores y equipos clandestinos. La CIA, que se quemó con el asunto de las armas de destrucción masiva en Irak, está dirigiéndose al Pentágono y a la oficina del vicepresidente diciendo: “Todo esto es nuevo”. Y los del gobierno asienten: “Ya tenemos suficiente.””

Los motivos que invoca el Gobierno Bush contra Irán se enfrentan a una atmósfera de incredulidad, fruto de la manipulación de informaciones falsas sobre las armas de destrucción masiva de Irak. En un reciente artículo colgado en el sitio de Internet de la revista Foreign Policy, titulado “Fool Me Twice” (“Embárquenme otra vez”), Joseph Cirincione, director de no proliferación del Carnegie Endowment for International Peace, escribía: “La estrategia que el gobierno está desplegando ante nuestros ojos parece un intento de repetir su exitosa campaña en favor de la guerra contra Irak.” Y señalaba varios paralelismos:

El vicepresidente de Estados Unidos pronuncia un importante discurso centrado en la amenaza que supone un país rico en petróleo del Oriente Próximo. El secretario de Estado le dice al Congreso que ese mismo país es nuestra mayor amenaza global. El secretario de Defensa afirma que ese país es también el mayor defensor del terrorismo internacional.

Cirincione calificó varias de las afirmaciones del gobierno de “cuestionables” o faltas de pruebas. Cuando lo entrevisté planteó las siguientes preguntas: “¿Qué sabemos? ¿Cuál es la amenaza? ¿Qué urgencia hay en todo esto?” La respuesta, en su opinión, “está en manos de los servicios de inteligencia y del OIEA.” (En agosto, The Washington Post informó de que el más reciente National Intelligence Estimate predecía que Irán estaba todavía a un decenio de convertirse en una potencia nuclear.)

El año pasado, el Gobierno Bush informó a funcionarios del OIEA de lo que calificó como nueva y alarmante información sobre el programa armamentista iraní, que había sido conseguida de un ordenador portátil iraní. Los nuevos datos incluían más de mil páginas de esquemas técnicos de sistemas de armas. The Washington Post informó de que había también esquemas de una pequeña instalación que podría utilizarse para el proceso de enriquecimiento de uranio. Las filtraciones relativas al citado ordenador portátil se convirtieron en el núcleo de numerosas informaciones publicadas en The New York Times y otros medios. Todos los artículos hacían hincapié en que podría tratarse de material falsificado, aunque también citaban a funcionarios estadounidenses de alto nivel que afirmaban que parecía legítimo. El titular del Times decía así: “CONFIANDO EN UN ORDENADOR, EE UU PRETENDE PROBAR INTENCIONES NUCLEARES DE IRAN”.

En entrevistas que celebré con oficiales de los servicios secretos estadounidenses y europeos, sin embargo, me informaron de que la historia del ordenador portátil era más sospechosa y menos reveladora de lo que nos habían hecho creer. El iraní propietario del ordenador había sido reclutado inicialmente por agentes secretos estadounidenses y alemanes, en una operación conjunta. Los primeros dejaron de interesarse en el iraní poco después; los alemanes, por su parte, mantuvieron el contacto, pero el iraní fue apresado por los servicios de contraespionaje de su país, y en estos momentos se desconoce su paradero. Algunos miembros de su familia consiguieron salir de Irán con su ordenador portátil y lo entregaron en una embajada de Estados Unidos, aparentemente en Europa, en una clásica operación de “entrega a domicilio.”

Un funcionario de un servicio de inteligencia europeo afirmó: “Por nuestra parte, hubo dudas” sobre lo que ese material podía probar, “y seguimos sin estar convencidos.” Los dibujos no eran meticulosos, como afirmaban algunos diarios, “sino que tenían carácter de esbozos” afirmó el citado funcionario europeo. “No era una “pistola humeante” fuera de toda duda.”

La amenaza de un ataque militar de Estados Unidos ha provocado decepción en la sede del OIEA, en Viena. Los funcionarios de dicha organización opinan que Irán desea ser capaz de fabricar armas nucleares, pero que “nadie ha presentado ni remotamente pruebas de que Irán tenga un programa paralelo de fabricación de armas nucleares”, me informó el diplomático de alto nivel. Las estimaciones más fiables del OIEA son que los iraníes están a cinco años de la construcción de una bomba nuclear. “Ahora bien, si Estados Unidos realiza cualquier tipo de acción militar, los iraníes van a hacer de la bomba una cuestión de orgullo nacional”, afirmó el diplomático. “Todo se resume a una evaluación de riesgos por parte de Estados Unidos sobre las futuras intenciones de Irán, y no confían en su gobierno. Irán es una amenaza para la política estadounidense.”

En Viena, me hablaron de una entrevista, particularmente áspera, entre Mohamed El Baradei, director general del OIEA y ganador del Premio Nobel de la Paz del año pasado, y Robert Joseph, subsecretario de Estado de control de armamentos. El mensaje de Joseph fue muy directo, recuerda un diplomático: “No podemos aceptar ni siquiera una centrifugadora iraní en funcionamiento. Irán es una amenaza directa para la seguridad nacional de Estados Unidos y nuestros aliados, y no lo toleraremos. Queremos que ustedes nos hagan llegar su acuerdo de que no van a decir nada en público que pueda socavar nuestra posición.”

La dureza de Joseph era innecesaria, afirma el diplomático, puesto que el OIEA ya tenía la intención de adoptar una posición firme contra Irán. “Todos los inspectores están furiosos por la confusión inducida por los iraníes, y algunos de ellos consideran que los líderes iraníes están mal de la cabeza, o incluso que están locos de atar sin ningún género de duda”, afirmó el diplomático. Asimismo, me dijo que la principal preocupación de El Baradei consiste en que los líderes iraníes “buscan la confrontación, del mismo modo que la buscan los neocons del otro lado, en Washington. A fin de cuentas, la cosa sólo funcionará si Estados Unidos está dispuesto a conversar con los iraníes.”

La cuestión central –si Irán va a ser capaz de continuar con sus planes para enriquecer uranio—se halla ahora ante las Naciones Unidas, donde Rusia y China son reticentes a imponer sanciones a Teherán. Un decepcionado ex funcionario del OIEA me dijo a finales de marzo que, en este momento, “no hay nada que puedan hacer los iraníes para provocar una salida positiva. La diplomacia de Estados Unidos no lo permite. Aun cuando los iraníes anunciaran el alto al proceso de enriquecimiento de uranio, nadie los creería. Están en un callejón sin salida.”

Otro diplomático de Viena me hizo esta pregunta: “¿Por qué debería Occidente arriesgarse a una guerra contra un país como ése sin dar la oportunidad al OIEA de verificar? Nuestras actividades son de bajo coste y podemos crear un programa que obligue a Irán a poner sus cartas sobre la mesa.” Un embajador occidental en Viena expresó la misma decepción por el descarte del OIEA por parte de la Casa Blanca. Me dijo: "Si somos incapaces de creer que el OIEA puede establecer un sistema de inspección... si somos incapaces de confiar en el Organismo... entonces la única opción es bombardear.”

El OIEA suscita pocas simpatías entre el Gobierno Bush o sus aliados europeos. “Estamos bastante frustrados por su director general”, me dijo el diplomático europeo. “Su enfoque básico ha consistido en describir la situación como una disputa entre dos partes de igual peso. Y no es así. ¡Nosotros somos los buenos de la película!” El Baradei ha venido vendiendo la idea de permitir a Irán que disponga de un pequeño programa de enriquecimiento de uranio, lo que es ridículo. No está ahí para proponer cosas que planteen riesgos graves de proliferación.”

Los europeos, por su parte, están inquietos; cada vez más, entienden que tanto el presidente Bush como el vicepresidente Cheney creen en la necesidad de una campaña de bombardeos, y en el cambio de régimen como objetivo real. “Todos estamos en la misma onda en lo que se refiere a la bomba iraní, pero Estados Unidos quiere un cambio de régimen”, me confesó un asesor diplomático europeo. Y añadió: “Los europeos tienen un papel en esto, siempre y cuando no tengan que escoger entre alinearse con rusos y chinos o alinearse con Washington en un asunto que no desean. Su política es mantener a los estadounidenses implicados en algo que los europeos puedan asumir. Puede resultar insostenible.”

“Los británicos consideran que es una idea pésima”, me dijo Flynt Leverett, ex miembro del National Security Council y ahora profesor del Saban Center de la Brookings Institution, “pero están realmente preocupados por que llevemos adelante nuestros plantes.” El asesor diplomático europeo reconoció que el ministerio de Exteriores británico estaba al corriente de los planes de guerra de Washington, pero que “de no hallar una pistola humeante, va a ser muy difícil conseguir la colaboración de los europeos sobre Irán.” También afirmó que a los británicos “les pone nerviosos que los estadounidenses se lancen a toda máquina contra Irán, sin compromiso alguno.”

El diplomático europeo afirmó que ve con escepticismo que Irán, con sus antecedentes, haya confesado todas sus actividades, pero “por todo lo que sabemos, la capacidad iraní no ha llegado al punto de poder poner en funcionamiento con éxito sus centrifugadoras” para enriquecer uranio en grandes cantidades. Una razón que recomienda proseguir la vía diplomática es, dijo, el pragmatismo esencial de Irán. “El gobierno iraní persigue sus propios intereses”, dijo. Los líderes iraníes “adoptan un enfoque duro en la cuestión nuclear, y quieren desenmascarar el “farol” de Occidente” porque entienden que “cuanto más duros se muestren, más probable será que Occidente se repliegue.” Pero, dijo, “Por lo que hemos visto de Irán, van a mostrarse superconfiados hasta el momento en que den marcha atrás.”

Y el diplomático continuó: “Nunca hay que recompensar el mal comportamiento, y no es el momento ahora de ofrecer concesiones. Hemos de hallar el modo de imponer unos costes suficientes para hacer entrar en vereda al gobierno iraní. La cosa se va a decidir por los pelos, pero creo que si hay unidad en la oposición y el precio que se les imponga –en sanciones— es suficiente, pueden dar marcha atrás. Es demasiado temprano para abandonar la vía de las Naciones Unidas.” Y afirmó: “Si el proceso diplomático no funciona, no hay una “solución” militar. Puede haber una opción militar, pero las consecuencias serían catastróficas.”

El primer ministro británico, Tony Blair, fue el aliado más fiel de Bush durante el año anterior a la invasión de Irak en 2003. Pero él y su partido están sufriendo una serie de escándalos financieros y su popularidad está en mínimos. Jack Straw, ministro de Exteriores, dijo el año pasado que una acción militar contra Irán era “inconcebible”. Blair ha sido menos comunicativo, y lo único que ha dicho en público es que no debe nunca descartarse ninguna opción.

Otros altos cargos europeos han expresado un escepticismo similar en relación con una campaña de bombardeo en Irán. “La economía iraní está en mal estado, y Ahmadineyad también lo está, políticamente”, me aseguró el funcionario europeo de los servicios secretos. “Se beneficiará políticamente de un bombardeo estadounidense. Se puede hacer, pero los resultados serán peores.” En su opinión, un ataque estadounidense pondría al iraní de a pie en contra nuestra, incluso a los que puedan simpatizar con EE UU. “Irán no vive en la Edad de Piedra; los jóvenes tienen acceso a películas y libros estadounidenses, y les encantan,” afirmó. “Si se produce una ofensiva basada en la simpatía, los ayatolás tendrían problemas a largo plazo.”

Otro funcionario europeo me confirmó que Washington está deseando entrar en acción. “Siempre son los mismos tipos,” me dijo encogiéndose de hombros. “Creen que la diplomacia está condenada al fracaso. Los plazos son cortos.”

Un aliado clave, con voz importante en este debate, es Israel, cuyos líderes han pedido desde hace años que cualquier intento de Irán de comenzar a enriquecer uranio fuese considerado como un punto sin retorno. Algunos funcionarios me dijeron que el interés de la Casa Blanca por impedir un ataque israelí a un país musulmán, que provocaría fuertes reacciones en la región, era un factor en su decisión de iniciar la actual planificación de operaciones. En un discurso pronunciado en Cleveland el 20 de marzo, el presidente Bush describió la hostilidad de Ahmadineyad contra Israel como “una amenaza grave; una amenaza a la paz mundial.” Y añadió: “Lo he dicho ya antes pero lo voy a decir claramente una vez más: utilizaremos nuestra fuerza militar para proteger a nuestro aliado Israel.”

Si Estados Unidos decide bombardear, me dijo Richard Armitage, antes habría que responder a estas preguntas: “¿Qué va a suceder en otros países islámicos? ¿Qué capacidad tiene Irán para alcanzarnos y golpearnos globalmente: es decir, terrorismo? ¿Aumentará la presión de Siria y Líbano sobre Israel? ¿Qué efectos tendría el ataque sobre nuestra situación internacional, ya tan decaída? ¿Y qué significaría todo ello para Rusia, China y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas?”

Irán, que produce en la actualidad cerca de cuatro millones de barriles de petróleo diarios, ni siquiera tendría que cortar su producción para desbaratar los mercados de petróleo mundiales. Podría bloquear o minar el estrecho de Ormuz, ese paso de poco más de cincuenta kilómetros a través del cual el petróleo de Oriente Próximo sale al océano Índico. Sin embargo, el ex funcionario de defensa recientemente retirado restó importancia a las trágicas consecuencias de estas acciones. Me dijo que la US Navy era capaz de mantener la vía abierta mediante misiones de rescate y el uso de dragaminas. “Es imposible bloquear ese paso”, afirmó. El consultor del gobierno vinculado al Pentágono afirmó también que en su opinión el problema del petróleo es manejable, y señaló que EE UU tiene suficientes reservas estratégicas para mantener el país en funcionamiento durante sesenta días. No obstante, las personas del negocio del petróleo con quienes hablé eran menos optimistas. Un experto del sector estima que el precio del barril subiría inmediatamente hasta 90 ó 100 dólares, o quizás más, dependiendo de la duración y el alcance del conflicto.

Michel Samaha, un veterano político cristiano–libanés y ex ministro en Beirut, me dijo que las represalias iraníes podían ir dirigidas a los campos petrolíferos y de gas de Arabia Saudí, Qatar, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, que están indefensos. “Esas zonas estarían amenazadas,” afirmó, “y ese podría ser el comienzo de la auténtica yihad de Irán contra Occidente. El mundo se convertiría en un lugar muy caótico.”

Irán podría también lanzar una oleada de ataques terroristas en Irak y otros lugares, con ayuda de Hezbolá. El 2 de abril, The Washington Post informó que la planificación dedicada a contrarrestar ataques de ese tipo “está ocupando mucho tiempo” de los organismos estadounidenses de espionaje. “La mayor red terrorista del mundo se ha mantenido neutral en la guerra contra el terrorismo de estos últimos años,” afirmó sobre Hezbolá el asesor del Pentágono especialista en terrorismo. “Un ataque la movilizaría y nos encontraríamos frente al grupo que expulsó a Israel del sur del Líbano. Si atacamos a Irán, Hezbolá no va a quedarse quieto. A menos que los israelíes acaben con ellos, se movilizarán contra nosotros.” (Cuando pregunté al consultor del gobierno sobre esa posibilidad me dijo que si Hezbolá comenzaba a lanzar misiles contra la zona norte de Israel, “Israel y el nuevo gobierno libanés los liquidarían.”)

El asesor prosiguió: “Si atacamos, toda la mitad meridional de Irak se inflamará como una bengala.” Las tropas estadounidenses, británicas y de otros países miembros de la coalición en Irak correrían riesgos aún mayores de ataque por parte de tropas iraníes o de milicias chiitas siguiendo órdenes de Irán. (Este país, predominantemente chiita, mantiene estrechos vínculos con los principales partidos de esta confesión en Irak.) Un general de cuatro estrellas retirado me confesó que, a pesar de los ocho mil soldados británicos desplegados en la región, “los iraníes podrían tomar Basora con diez mullahs y un equipo de sonido montado en un camión.”

“Si ustedes atacan,” me dijo el alto diplomático de Viena, “Ahmadineyad será el nuevo Sadam Hussein del mundo árabe, pero con más credibilidad y poder. Tienen ustedes que morder la bala y sentarse a negociar con los iraníes.” Y prosiguió: “Hay personas en Washington que lamentarían que hallásemos una solución. Su propuesta sigue siendo el aislamiento y el cambio de régimen. Pero eso son quimeras.” Y añadió: “La oportunidad se nos presenta ahora.”

* Seymour M. Hersh es el periodista que destapó los abusos de Abu Graib.

Notas:

[1] http://www.globalsecurity.org/wmd/systems/b61–11.htm

[2] 75 pies.