Medio Oriente

 

Inútiles amenazas

Análisis de Praful Bidwai
Inter Press Service (IPS), mayo 2006

Teherán.– Con Rusia y China marcando oposición, la exhortación propuesta por Alemania, Francia y Gran Bretaña para que Irán detenga su programa de enriquecimiento de uranio tiene pocas posibilidades de ser aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.

El proyecto de resolución supone que Irán debería interrumpir sus actividades de investigación y desarrollo nuclear y la construcción de un reactor de agua pesada o atenerse a las medidas contempladas en el capítulo VII de la Carta de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).

Las iniciativas aprobadas en el marco de este capítulo son de carácter obligatorio, y su incumplimiento puede conducir a sanciones, incluyendo la acción militar.

La propuesta, respaldada por Estados Unidos, eleva la ya intensa presión de Occidente sobre Irán para que el régimen islámico de ese país abandone sus actividades nucleares, sospechosos de encubrir propósitos militares.

El proyecto fue elevado al Consejo tras el desafío de Irán a una resolución no obligatoria aprobada por el Consejo de Seguridad el 29 de marzo, que pedía a Teherán detener sus actividades nucleares, y también tras dos votaciones en contra del régimen islámico en la junta de Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), con sede en Viena.

Sin embargo, es improbable que la presión o amenaza de ataques militares convenza a Teherán de abandonar su programa, que, según asegura el régimen, es totalmente pacífico y compatible con las obligaciones y derechos que establece el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), del que es parte.

Irán, incluso, endureció su posición y anunció que aumentó de 3,6 por ciento a 4,8 por ciento el enriquecimiento de uranio en su planta de la central localidad de Natanz.

Expertos independientes en seguridad sugirieron que conversaciones directas entre Irán y Estados Unidos conducentes a concesiones recíprocas serían un modo mucho más realista de salir de la actual crisis que la presión diplomática o política.

Uno de los puntos de acuerdo posible permitiría a Irán enriquecer uranio a escala experimental en su propio territorio y enviar el mineral a Rusia para que lo enriquezca a escala industrial, lo que le permitiría utilizarlo en sus reactores civiles.

A cambio, Washington asumiría un compromiso de seguridad y no agresión ante Teherán, que sometería sus reactores y laboratorios nucleares a la inspección de la AIEA para asegurarse de que el material allí procesado no sea desviado para uso militar.

Semejante compromiso sólo sería posible si Estados Unidos abandonara su obsesión por el "cambio de régimen" en Irán y revisara su evaluación del régimen islámico como irremediablemente fundamentalista y patrocinador de extremismo y "terrorismo internacional".

Los socios europeos de Washington no comparten esta evaluación.

La semana pasada, el alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, dijo que el bloque no considera una acción militar contra Irán ni se unirá a una "coalición de los dispuestos" a atacar a Irán, similar a la que invadió Iraq.

El miércoles, la canciller (jefa de Estado) alemana Angela Merkel se reunió con el presidente estadounidense George W. Bush en Washington para discutir, entre otras cosas, la crisis nuclear con Irán.

Merkel coincidió con Bush en que Teherán no debería poseer armas nucleares, pero también abogó por un enfoque gradualista y pacífico dentro de un marco diplomático, incorporando "tantos socios como sea posible".

En contraste, Estados Unidos está menos interesado en un "cambio de comportamiento" que en un "cambio de régimen". En ese sentido, elaboró planes para ataques militares contra hasta 400 objetivos en Irán para eliminar sus plantas nucleares.

Influyentes miembros de la elite de la política exterior en Washington, como el ex consejero de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski y la ex secretaria de Estado (canciller) Madeleine Albright, advirtieron que un curso de acción tan osado tendría un impacto devastador sobre la influencia e imagen de Estados Unidos en Medio Oriente.

Muchos expertos iraníes, que exigieron a IPS reserva de su identidad por temor a las represalias del régimen islámico, consideraron improbable que las amenazas militares tengan un efecto intimidatorio que conduzca al abandono de las actividades nucleares.

"Por el contrario", dijo uno, "las amenazas fortalecerán las manos del sector 'duro' del gobierno, y el pueblo cerraría filas en su respaldo. Los iraníes, especialmente los jóvenes, que constituyen la mayoría de la población, quieren una mayor libertad y democracia. Pero ellos probablemente valoran aun más la soberanía y la independencia."

Otro experto apuntó que "la mayoría de los iraníes tienen una fuerte memoria histórica de intromisiones occidentales en los asuntos internos a lo largo del último siglo, incluido el derrocamiento del gobierno democráticamente elegido del nacionalista Mohammed Mossadegh (1951–1953), el apoyo al sangriento régimen del sha Rezah Pahlevi y la hostilidad visceral hacia todos los líderes islámicos".

"Es improbable que los iraníes se dejen impresionar por la hipocresía nuclear de las grandes potencias, que niegan al país el derecho a desarrollar siquiera un programa nuclear pacífico pero no tienen intención alguna de deshacerse de sus miles de armas nucleares, como establece el TNP", agregó..

El prejuicio del Islam como intolerante, doctrinario e inflexible también guía la hostilidad de Occidente hacia Irán, cuyo régimen es percibido como una versión similar al de Arabia Saudita o al del movimiento fundamentalista Talibán en Afganistán (1996–2001).

En ese sentido, la sociedad iraní es vista como retrasada, antimoderna y marcada por actitudes medievales. Dentro del estereotipo, la mayoría del público de ese país se somete a fanáticos mulás (clérigos musulmanes) que regulan su vida cotidiana.

Estas suposiciones no se respaldan en la realidad. Sociólogos y eruditos consideran que en Irán el Islam es más ritual que ideológico o doctrinario. En las calles de Teherán abundan retratos de profetas y de renombrados imanes chiitas.

Los iraníes de clase media están más interesados en los gurúes espirituales hindúes y en figuras de culto como Rajneesh, Sai Baba, el Maharishi Mahesh Yogi, Satya Sai Baba y Sri Sri Ravi Shankar que en los clérigos islámicos. Muchos son entusiastas del yoga y el vegetarianismo.

Los clérigos no disponen en Irán de respeto universal. Algunos taxistas a menudo se niegan a trasladarlos. Son considerados autoritarios y entrometidos en la privacidad de las personas.

El uso del "hijab", el tradicional velo islámico femenino, sólo puede ser impuesto mediante cierto grado de coerción. Muchas mujeres lo desafían sutil o abiertamente. Habitualmente utilizan lápiz de labios, exhiben sus tobillos y cubren sus cabezas solo parcialmente.

Los iraníes jóvenes odian ser reglamentados y son rigurosamente modernos en su actitud. En los campus universitarios o en cafés no se los distingue con facilidad de los estudiantes indios, tailandeses o sudafricanos que allí asisten.

Irán tiene una alta conectividad a Internet y se ubica en el tercer puesto mundial entre los países de origen de blogs, sitios web periódicamente actualizados que a menudo funcionan como diarios personales de consulta pública. El farsi (persa) es el quinto idioma más utilizado por los autores de blogs de todo el del planeta.

A diferencia de muchas partes de Medio Oriente, Irán tiene una sociedad civil activa, así como una vibrante vida intelectual y artística.