Afganistán

 

Entrevista a Ahmed Rashid [1]

“La situación en Afganistán es bastante grave”

Por David Barsamian [2]
ZNet/South Asia; 06/04/06
[3]
Traducida por Felisa Sastre y revisada por Fernando Soler

Ahmed Rashid vive en Lahore y es uno de los periodistas punteros de Pakistán. Sus artículos se publican en importantes periódicos y revistas de todo el mundo. Es el autor de los grandes éxitos internacionales “Taliban” y “Jihad”.

D.B. : En un reciente artículo publicado en The Globe and Mail, usted afirma que en 2005, “...la insurgencia de los talibán de Al–Qaeda se ha responsabilizado de la muerte de 1.500 afganos y de unos 100 soldados estadounidenses, y por vez primera una oleada de kamikazes, que emulan a sus hermanos terroristas en Iraq, ha atacado los centros urbanos de Kabul y Kandahar”. ¿Cuál es la situación actual en Afganistán?

A.R.: Es bastante grave. Por ejemplo, hace sólo dos días, el coche del ex presidente, Sebgatullah Mojadeddi, y su escolta, sufrieron un atentado de un kamikaze que hizo explotar un coche bomba a su paso. Afortunadamente, Mojadeddi, que es un líder espiritual muy respetado, no resultó muerto.

Están sucediendo dos cosas. Por una parte, existe un rebrote de la ofensiva talibán. Normalmente durante el invierno descansan, pero en éste no lo han hecho y la muerte y la destrucción han continuado, en especial en el sudeste de Afganistán, de donde en la actualidad se retiran las tropas estadounidenses y están siendo sustituidas por soldados de la OTAN provenientes de Canadá, Gran Bretaña, Holanda y otros países. Y es evidente que los talibán ahora pretenden llevar a cabo una ofensiva importante en el sur, de forma que pueden intentar obligar a esas tropas a retirarse o a abandonar.

Al mismo tiempo, han adoptado nuevas tácticas de terrorismo que ya han sido utilizadas en otras zonas. Como en Iraq, han aprendido la forma de llevar a cabo atentados suicidas y es obvio que disponen de gente para ello. Nunca antes había sucedido. Están utilizando explosivos IED (Improvised Explosive Devices) , ese tipo de bombas, colocadas en los márgenes de las carreteras, que han causado tantas víctimas estadounidenses en Iraq. Se utilizan en las emboscadas a los convoyes estadounidenses y de la OTAN y, por otra parte, ha aumentado el uso de minas y de emboscadas mejor preparadas. De forma que, al menos en el sur, la situación es bastante grave.

Desde la invasión de Afganistán en octubre de 2001, Estados Unidos ha concedido unos 4.000 o 5.000 millones de dólares en ayuda al país, ¿Es así?

Sí. Si tiene en cuenta la reconstrucción del ejército afgano.

Pero eso es menos de lo que Estados Unidos se gasta al mes en Iraq.

Estados Unidos está gastando mensualmente unos 6.000 millones de dólares en Iraq y 1.000 millones mensuales en Afganistán para gastos militares. Tiene unos 15.000– 16.000 soldados en Afganistán que cuestan cerca de 1.000 millones al mes. Y en total, es probable que la cantidad que Estados Unidos ha estado dando, como media, sea de menos de mil millones anuales para la reconstrucción.

Cuando EE.UU. da tan poco dinero resulta difícil convencer a otros donantes importantes –los europeos, los árabes, los japoneses– para que contribuyan más. En consecuencia, lo que percibimos es que la reconstrucción real está siendo terriblemente lenta. Se han reconstruido un par de carreteras; no se ha puesto en marcha ni una sola central eléctrica; ni tan siquiera en Kabul existe el suministro adecuado de electricidad, y sólo un tercio de la población dispone de ella. Y sin electricidad, por supuesto, no se puede tener industria, ni se puede bombear agua, ni otro tipo de actividades.

Así que lo que ha faltado es un verdadero esfuerzo de reconstrucción, algo que el presidente Bush, el primer ministro Blair y todos los principales dirigentes del mundo habían prometido en 2001.

Si sólo un tercio de Kabul dispone de electricidad ¿Cuál es la situación en el resto del país cuando en su capital sucede esto?

En la mayoría del país es mucho peor. Algunas ciudades han conseguido importar electricidad, como Herat en el occidente de Afganistán que lo hace desde Irán. Kunduz, una ciudad del nordeste, importa electricidad de Tajiskistán. Pero el problema es que nadie está dispuesto a poner el dinero que se necesita para montar centrales eléctricas.

Usted puede haber señalado una de las razones por las que el dinero para el desarrollo ha afluido tan lentamente hacia Afganistán. En un artículo de finales de enero publicado en el Daily Telegraph, decía “Los donantes se han sentido frustrados con el crecimiento de la corrupción, el nepotismo, y el cultivo de drogas en los niveles altos del gobierno en Kabul, con la incapacidad de muchos ministerios y con el fracaso en el tema de la violación de los derechos humanos”.

Sí, eso es verdad pero se trata de un círculo vicioso. Lo que hemos visto en los últimos cinco años en Afganistán es que como no se ha llevado a cabo la reconstrucción, ni se han creado puestos de trabajo, ni se ha invertido en agricultura, de la que vive el 17% de la gente, la gente ha vuelto al cultivo de lo que sencillamente es más lucrativo, la amapola . Con ella ha vuelto, desde luego, la corrupción. El mercado de la droga está al margen de la economía oficial. Forma parte de la economía sumergida y gran parte de sus beneficios se van fuera de Afganistán. Pero lo que queda da lugar a un enorme banco, por así decir, de corrupción y de prácticas corruptas.

Otra cosa que, ciertamente, ha sucedido es que, como no se ha llevado a cabo la reconstrucción, se ha originado una enorme especulación inmobiliaria, con las drogas y en todos aquellos sectores no productivos de la economía.

En tercer lugar, se ha producido mucha desilusión en el seno del Gobierno. Como acostumbro a decir, es la típica situación de qué va antes el huevo o la gallina. Los afganos quieren la reconstrucción y quieren el desarrollo económico pero eso no se va a producir sin ayuda y sin dinero exterior. Y con el dinero exterior, desde luego, debería llegar el control, mejores técnicas de gestión y gente que garantice que no haya corrupción alguna. Creo que aquí se ha perdido realmente una ocasión tras el 11–S y después de ganar la guerra. Y ahora, por supuesto, uno se enfrenta a una enorme corrupción, a un terrible problema de drogas, a una situación que no se puede remediar fácilmente.

Al presidente Bush no se le oyó referirse a estas cuestiones en su breve visita a Afganistán a primeros de marzo.

No. Desgraciadamente, la postura oficial estadounidense es todavía la de que todo va bien: que se ha establecido la democracia en Afganistán. Es más, este año los estadounidenses dicen que van a retirar 3.000 soldados de Afganistán que serán reemplazados por tropas de la OTAN. El gobierno afgano ha reaccionado ante esto con mucho nerviosismo porque está preocupado ante la idea de que algunos países de la OTAN no estén dispuestos a luchar contra los talibán y prefieran llevar a cabo misiones de paz en lugar de combatir. De manera que oficialmente ésa es la situación. Pero, por supuesto, de forma no oficial, cuando se oyen las comparecencias ante el Senado de la CIA, de la Agencia de Inteligencia de la Defensa y de otras agencias semejantes, se llega a la evidente conclusión de que la ofensiva de los talibán se ha intensificado en los dos últimos años y ello supone una amenaza.

Los detractores de Hamid Karzai, el líder de Afganistán, le denominan el alcalde de Kabul y afirman que su poder no se extiende más allá de la capital. ¿Qué hay de cierto en ello?

Eso fue cierto durante más o menos el año siguiente al final del conflicto, durante el cual los señores de la guerra mandaban sobre todo el país y Karzai no era capaz de controlarlos. Esa situación ha cambiado. Ha habido progresos. Por ejemplo, la ONU ha llevado a cabo una gran campaña de desarme y desmovilización con dinero japonés. Se han invertido en ella unos 300 millones de dólares Y alrededor de 200.000 milicianos han sido desarmados. Es decir, los principales señores de la guerra y sus milicias –algunos de ellos tenían ejércitos de entre 15.000 y 20.000 hombres– han sido desarmados realmente, lo que supone un gran avance. Y con ello, por supuesto, se ha extendido la autoridad de Karzai. Si quiere cambiar gobernadores o jefes de policía en las provincias ahora puede hacerlo y todo el mundo le obedece. De manera que las circunstancias han mejorado.

Pero, por supuesto, para el pueblo afgano en general creo que la ventana se está cerrando lentamente en el sentido de que existe una enorme frustración, producida por cinco años de ir cuesta abajo. A pesar de todas las promesas de la comunidad internacional, sus vidas no han cambiado mucho.

Usted se ha reunido con Karzai. ¿En qué medida es independiente de Estados Unidos?¿Actúa por sí mismo?

De nuevo se trata de una relación muy compleja. En el ámbito militar, creo que Estados Unidos tiene todo el poder de decisión. No creo que Karzai pueda impedir que Estados Unidos quiera bombardear a alguien o lanzar una ofensiva en algún sitio; en estos momentos pueden consultarle, pero con seguridad seguirían adelante sin su permiso.

A nivel político, Zalmay Khalilzad, actual embajador de EEUU en Iraq y ex embajador en Afganistán, era un diplomático mucho más intervencionista, del que se dice que es quien dirigía el cotarro. Ahora en Kabul hay un embajador de bajo perfil, un hombre del Departamento de Estado, que funciona como un diplomático aplicado y no interviene, o interfiere poco, en el proceso político.

En conclusión, en lo que afecta a los asuntos internos, creo que Karzai tiene la responsabilidad total. Y por eso los donantes internacionales han sido críticos con él en los últimos meses porque con su responsabilidad– ahora, desde luego, existe un parlamento y él ha sido elegido presidente, tiene un parlamento–, con todos esos poderes no ha estado a la altura para hacer cambios que pudieran animar a otros a invertir más dinero.

Usted ha escrito en The Globe and Mail que hasta el 30% del Loya Jirga, es decir, el parlamento, está formado por señores de la guerra o por sus candidatos y por contrabandistas de drogas.

La realidad es que los señores de la guerra no han desaparecido. Han sido desarmados pero la mayoría de ellos se han dedicado a las drogas; muchos de ellos se han dedicado a los negocios oficiales, se han convertido en grandes terratenientes. Todavía ejercen influencia en las provincias y es cierto que un buen número de ellos han sido elegidos para el parlamento. Por ello, creo que se necesitarán una o dos elecciones más y uno o dos parlamentos nuevos antes de que se pueda prescindir de ese tipo de gente.

Sin embargo, creo, por lo que ha ocurrido hasta ahora, que el parlamento es viable. Ciertamente, allí hay un núcleo fuerte de gente independiente que está en contra de los señores de la guerra, y a favor de impulsar los derechos humanos, el desarrollo económico, etc. Y se les está escuchando. Así que el parlamento no está dominado totalmente por los señores de la guerra.

Habida cuenta de la creciente situación de inestabilidad e inseguridad en Afganistán, ¿qué ha ocurrido con los sueños de un oleoducto para llevar el petróleo y el gas natural desde Asia Central a través de Afganistán? ¿Se ha suspendido el proyecto?

En realidad, se ha recuperado. Si recuerda, los estadounidenses intentaron negociar con los talibán el proyecto principal de los años 90 para construir un oleoducto desde Turkmenistán a través de Afganistán y de India. La idea de un oleoducto y un gaseoducto desde Turkmenistán, que podría quizás trasladar petróleo y gas de Asia Central, sigue estando en la agenda.

Pero, de nuevo, nos enfrentamos a este problema. Todos los países están interesados en que se lleve a cabo, los estadounidenses lo están y mucho, las compañías estadounidenses tienen mucho interés. Pero el trazado del oleoducto atraviesa el sudeste de Afganistán donde precisamente ahora existe la insurgencia talibán. Y la segunda parte del trazado entra a continuación en la provincia pakistaní de Beluchistán, donde asimismo está en marcha la insurgencia. De forma que todo el trazado del oleoducto en estos momentos discurre por zonas predispuestas a la insurrección que son muy inseguras.

Hamid Karzai ha realizado una visita de tres días a Islamabad a mediados de febrero, y presentó a Pervez Musharraf una lista de temas bastante comprometedores contra Pakistán.

Los afganos han estado presentando denuncias durante varios años desde que los talibán viven en Pakistán. Los dirigentes están aquí, y la logística, el reclutamiento, todo se está haciendo desde aquí, y lo está realizando el gobierno de Pakistán, aunque lo niegue rotundamente. Lo que Karzai presentó en esta ocasión fueron expedientes con informes de los servicios de inteligencia afganos en los que se daban nombres, direcciones y números de teléfono de gentes situadas a lo largo de la frontera que están implicadas en el resurgimiento talibán. Karzai, a continuación, habló a la prensa y dijo que había entregado esos expedientes, sin dar detalles de lo que contenían.

Justo después –y precisamente antes de la visita de Bush a Pakistán, cuando el presidente Bush estaba en India– el presidente Musharraf se enfadó mucho y ofreció una rueda de prensa en la que arremetió contra Karzai y afirmó que habían comprobado todos los informes y que no tenían sentido alguno. Acusó a Karzai de demonizar a Pakistán y de estar de acuerdo con India, el eterno enemigo de Pakistán. Por supuesto, lo que estaba detrás era que el presidente Bush había visitado Kabul y después había ido a la India. Parece que Karzai había maniobrado para intentar convencer a los estadounidenses para que se pusieran del lado afgano frente a Pakistán y eso es lo que había encolerizado a Musharraf.

Entonces llegó Bush a Pakistán, pasó un día, no tomó partido pero preguntó si Musharraf seguía tan comprometido en la lucha contra el terrorismo como lo había estado en el pasado. Desde el punto de vista de Pakistán, la visita fue mal. Y los pakistaníes, por supuesto, responsabilizaron a Karzai de que la visita de Bush fuera tan mal. Pero, con independencia de lo que pudiera haber pasado, la realidad es que existe una enorme tensión entre los dos países, que se intercambian acusaciones mutuamente. Es evidente que los afganos están muy alterados por el hecho de que una gran parte de este resurgimiento talibán, tal como ellos lo ven, proviene de Pakistán.

La mitad de la población Pastún se encuentra en Afganistán y la otra mitad en Pakistán.

Así es. Y justo tras el 11–S , los talibán que sobrevivieron, huyeron en su mayoría a Pakistán y una gran mayoría están aquí. Sabemos que muchos de sus dirigentes están aquí, o cuando menos su familias siguen aquí, aunque los líderes estén en el interior de Afganistán.

Hablemos un poco de la visita del presidente Bush a Pakistán. Algunos editoriales aquí la han calificado de humillante y de desaire a Pakistán en el sentido de que a India, que Bush visitó inmediatamente antes de venir a Islamabad, se le ofreció un acuerdo mucho más favorable permitiéndole eludir el Tratado de No Proliferación y desarrollar su programa nuclear mientras que a Pakistán no se le ofreció ninguna zanahoria parecida.

Totalmente de acuerdo. Eso es lo que sucedió. La visita a Pakistán, como ya he indicado, fue muy mal. Los estadounidenses no tenían nada que ofrecer a Pakistán. Había la esperanza de que se firmara un acuerdo de inversiones conjuntas pero ni siquiera se consiguió eso. Es evidente que el fantástico acuerdo que los estadounidenses cerraron con los indios ha perturbado mucho a los pakistaníes. Pakistán es también una potencia nuclear y quiere un acuerdo similar pero no pudo conseguirse habida cuenta de la extraordinaria proliferación de tecnología nuclear que Pakistán había desarrollado bajo la dirección de su antiguo responsable de la energía nuclear, el Dr. Abdul Qadir Khan.

Una vez más, el trasfondo político es que los estadounidenses le habían planteado a Pakistán, unos meses antes, que no había posibilidad de llegar a un acuerdo semejante, y que si a pesar de ello querían que Bush fuera a Pakistán. Y los pakistaníes dijeron que sí; aún así queremos que Bush visite Pakistán, y esperamos que se pueda conseguir algo, o que nos den algo más o que firmen un acuerdo de inversiones. El problema para Musharraf es que no se consiguió nada. Y la visita fue un desastre, como un globo de plomo que se desploma, y fue muy criticada en Pakistán y en el exterior.

El problema es que Musharraf se enfrenta a una enorme cantidad de problemas internos. Cuando llegó Bush, al contrario de lo ocurrido en India, todo Islamabad estaba en pie de guerra, la gente había tomado las calles, había miles de soldados y de policías. Y precisamente el día anterior, un diplomático estadounidenses había sido asesinado en un atentado suicida en Karachi, lo que, como es natural, aumentó las preocupaciones por la seguridad de Bush. Así que todo lo que podía ir mal en esta visita fue mal.

En el año 2007 se cumple el 60 aniversario de Pakistán. Durante la mayoría de esos años han gobernado los militares: Ayub Khan, Yahya Khan, Zia ul Haq, y ahora Pervez Musharraf, que tomó el poder en 1999 mediante un golpe que derrocó al gobierno civil de Nawaz Sharif. ¿Es el ejército fundamental para entender Pakistán?

Desgraciadamente, parece serlo hasta ahora. Creo que el régimen militar del presidente Musharraf– que ya lleva en el poder cerca de siete años– se encuentra ahora con una oposición creciente por parte de los fundamentalistas y de los partidos laicos.

Desde luego, el problema de Pakistán, es que ha tenido una larga serie de gobiernos militares que se han mantenido de siete a diez años y que han sido derrocados o bien por el propio ejército o bien por los movimientos populares en la calle que han llevado a un tipo de elecciones y de gobiernos electos. De forma que literalmente se tiene que partir de cero. Esa es la tragedia. Parece que aquí tenemos esta especie de rueda que gira y siempre vuelve al cero, teniendo que empezar todo de nuevo y reinventando la rueda cada diez años más o menos. Ese es el problema.

De ahí las críticas a la ausencia de democracia en el país, hay mucha corrupción, que por supuesto siempre se produce cuando no se progresa en madurez política, en la democracia política, etc. porque cada pocos años el ejército interviene.

El terremoto de octubre de 2005 en Cachemira ha provocado un notable resurgimiento de lo que se denomina sociedad civil, que ha hecho eficazmente el papel que el Gobierno no ha querido o podido hacer. Asimismo, grupos de fundamentalistas se han implicado en parte de este apoyo. He estado en contacto con Pervez Hoodboy, por ejemplo, quien ha estado implicado en los trabajos de una ONG para ayudar a las víctimas del terremoto.

Fue realmente un despertar para el país y para los pakistaníes. Creo que, quizás, es uno de los motivos de que el movimiento de protesta haya arreciado, a rebufo de ese despertar. El problema, por supuesto, es que en Pakistán no existe un líder de oposición o dirigente civil que tenga credibilidad y que pueda aprovechar este movimiento cívico surgido para ayudar a las víctimas del terremoto. Sin embargo, creo que lo que se ha hecho ha servido para abrir los ojos de la gente a la realidad de que los pakistaníes no están muertos ni espiritual ni políticamente, como lo han estado en el pasado. Cuando golpea una catástrofe, la gente se une y se ayuda.

Baluchistán, es la provincia del sudoeste de Pakistán, fronteriza con Irán y Afganistán. Usted ha aludido a la insurgencia allí. ¿Cuáles son sus raíces?

Esa insurgencia tiene una larga tradición histórica. Baluchistán es, sin lugar a dudas, la más olvidada de las regiones de Pakistán. Tiene una pequeña población, un enorme territorio, y nadie ha invertido dinero allí para el desarrollo, las infraestructuras, o la educación. Como consecuencia, en los últimos 50 años se han producido allí cuatro insurrecciones. Sus habitantes exigen más autonomía, mayores ingresos por el gas y el petróleo que suministran al Estado de Pakistán, piden más control sobre sus recursos. Así que las raíces se remontan a mucho tiempo atrás.

Precisamente ahora, esos rebeldes exigen de nuevo autonomía. Y existe un fuerte convencimiento en que si esta insurgencia continúa, se podría dar el caso de que los rebeldes fueran más allá y exigieran la independencia, lo que sin duda conmocionaría enormemente a Pakistán.

¿Qué planes tiene de trabajo y viajes?

Estoy pensando escribir otro libro, un libro sobre lo sucedido en esta región tras el 11–S. Es una empresa difícil debido a lo mucho sucedido en la zona y a lo mucho que se ha escrito sobre la región. Además, seguiré escribiendo artículos para los periódicos, temas de portada, viajaré a Afganistán, a Asia Central, y estaré atento a los acontecimientos.

¿Es bastante fácil ir y venir desde Pakistán a Afganistán? ¿Se desplaza por tierra o vuela?

Si, resulta mucho más fácil. Voy en avión. La gente tiende a volar aunque los viajes por tierra han empezado ya. El problema con los desplazamientos terrestres ahora no es tanto la seguridad sino las malas condiciones de las carreteras. Existen vuelos regulares: la ONU tiene uno diario, y hay vuelos comerciales de las líneas aéreas paquistaníes y afganas, así como vuelos desde Delhi, Islamabad, Dubai y desde otros lugares. Así que en la actualidad es mucho más fácil ir a Afganistán.

¿Todavía resulta divertido el periodismo en esta parte del mundo?

Lo es, aunque todavía es peligroso y arriesgado. Aún hay que tratar con la insurgencia por todas partes. Están los talibán, está el Baluch, están las operaciones militares en Waziristán en el norte de Pakistán. Todavía es una región problemática.


[1].– Ahmed Rashid ha sido corresponsal en Afganistán desde 1979. Es uno de los pocos periodistas internacionales que ha hecho entrevistas a los principales líderes del Talibán. Se hizo mundialmente conocido por sus libros “Taliban – The Story of the Afgan Warlords” y “Jihad”. (Nota de SoB)

[2].- David Barsamian es fundador/director de Alternative Radio. Su último libro con Noam Chomsky es “Imperial Ambitions”.

[3].- Título del original en Znet: “Afghanistan and Pakistan”.