Medio Oriente

 

Análisis

El marco global de esta guerra

Por Roberto Rámirez
Socialismo o Barbarie, periódico, 20/07/06

Lo que comenzó como una crisis “local” –el brutal ataque de Israel en Gaza– se transformó en pocas semanas en un enfrentamiento armado con la única fuerza árabe que logró en su momento derrotar al Ejército sionista y hacerlo retirar de su país: la guerrilla libanesa de Hezbollah. Israel ha replicado con un ataque tan genocida como cobarde contra la inerme población del Líbano. Pero esta extensión de la crisis puede derivar en una guerra en todo Medio Oriente, con la participación de Siria e Irán, y de consecuencias incalculables. Como advierte The Economist (18–07–06), “la campaña de Israel en el Líbano es supuestamente para derrotar a Hezbollah, pero amenaza desestabilizar al Líbano y a toda la región en su conjunto”. Para comprender estos acontecimientos, es necesario examinar en qué contexto mundial se están desarrollando.

En nuestro número anterior decíamos que para entender lo que sucede en Medio Oriente era necesario ubicarlo en el marco de la “crisis de hegemonía” por la que está pasando Estados Unidos, cuyo punto nodal es el fracaso del proyecto “super–imperialista” intentado por la administración Bush. El sueño de hacer del siglo XXI el “nuevo siglo norteamericano” –así fue bautizado ese delirio por sus autores– se ha transformado en pocos años en una pesadilla.

Aquí debemos hacer algunas precisiones. Como lo han advertido muchos analistas, EEUU, en el “largo plazo” lleva un curso lento y gradual de decadencia. El imperialismo yanqui alcanzó el cenit de su poderío económico y geopolítico al triunfar en la Segunda Guerra Mundial (1939–45) y no en 1989–91, con el derrumbe de la ex Unión Soviética. Aunque la restauración capitalista en la ex URSS, el Este europeo y China fue un triunfo de enorme importancia para el capitalismo en general, esta victoria no devolvió a EEUU en particular la casi absoluta hegemonía mundial que tuvo en ese momento estelar de posguerra. Hegemonía que era acompañada de una “legitimidad” no menos considerable (había sido el vencedor “democrático” del nazi–fascismo).

A mediados de los 90, un calificado equipo “neoconservador” de intelectuales, políticos y administradores –que venía advirtiendo este “deterioro” hegemónico– se organizó en el “Proyecto para el nuevo siglo norteamericano” [1] y formuló un programa, un plan global para hacer de EEUU lo que podríamos llamar un “super–imperialismo”, que dominaría al mundo sin rivales durante todo el nuevo siglo, como mínimo. Éste es el equipo y el plan político que llega al poder con Bush. Y ese plan de acción “hegemonista” o “superimperialista” –de rasgos delirantes [2]  ha fracasado estrepitosamente. Éste es el hecho que tiñe la presente situación mundial.

Aquí, entonces, hay que distinguir cuidadosamente entre este fracaso rotundo de la administración Bush y el poderío “estructural”, económico y militar, que aún conserva indudablemente el imperialismo yanqui. El desastre de Bush ha abierto una situación política mundial de “crisis de dominación” de EEUU, pero no todavía una debacle “estructural” de este imperialismo.

Esta “crisis de hegemonía” de EEUU que marca la coyuntura mundial va también acompañada de una “crisis de legitimidad”, tanto del imperialismo yanqui como de sus acompañantes, entre ellos el Estado de Israel. La impopularidad mundial de Bush y de EEUU ahora es también acompañada por la de Israel. En Europa, por ejemplo, a pesar de las incansables falsificaciones de los medios, del servilismo de los gobiernos hacia los sionistas y de las campañas islamofóbicas, las encuestas de opinión dan en casi todos los países una mayoría contraria a Israel.

Medio Oriente, el “tiro por la culata” del imperialismo

Este plan tenía como centro geopolítico una “remodelación” neocolonial de Medio Oriente y aún más allá (Afganistán, Asia central etc.). La gran apuesta de esta aventura fue Iraq. No necesitamos recordar en qué derivó.

Con Iraq como modelo y columna vertebral, el gobierno Bush –con planes como la “Iniciativa para un Amplio Oriente Medio” – imaginaba una región con regímenes de “democracia” colonial, amigos de su enclave Israel que formarían con los sionistas y EEUU una gran “zona de libre comercio”. Esto aseguraría también petróleo barato por muchos años.

Pero todo fue saliendo al revés. Se fue produciendo una especie de “reducción al absurdo” (o, más popularmente, de “tiros por la culata”) de los planes hegemonistas estadounidenses en la región.

El primer y decisivo “tiro por la culata” es obviamente el desastre de Iraq, que no necesita de mayores explicaciones. Pero subrayemos que aquí se combinan derrotas en varios planos, tanto políticos como militares.

Un segundo contraste es geopolítico, el de las relaciones de fuerza y de poderes en la región. Supuestamente, la invasión y ocupación de Iraq y su conversión en un país “democrático” amigo de Israel y EEUU iban a significar también el principio del fin del régimen de Irán (clasificado como otro “eje del mal”).

El resultado no pudo haber sido más opuesto: hoy Irán emerge como la gran potencia regional enfrentada a Israel, y que también se permite desafiar a EEUU aspirando a convertirse en potencia nuclear. La misma ocupación yanqui en Iraq pende del hilo de los compromisos con sectores afines al clero iraní. Qué va a pasar con ellos si se desata una guerra regional, es materia de especulación.

Otro tiro por la culata han sido los intentos de “democratización” al uso colonial, que era parte fundamental para imponer lo que ellos llamaban la “Pax Americana en Medio Oriente”. El gobierno de Bush creía que el régimen de “democracia colonial” sería fácilmente trasplantable al Oriente Medio. En abstracto, su idea no parecía mala. Mediante el voto, la administración imperialista pensaba que se legitimarían los gobiernos árabes que están a su servicio (como Egipto, Jordania, etc.) y que son generalmente tiranías bestiales. Dando el derecho a depositar un papelito en la urna, confiaba en descomprimir las tensiones sociales y políticas, y sobre todo dar legitimidad a sus gobiernos vasallos.

Pero los resultados de los “experimentos democráticos” fueron un remedio peor que la enfermedad. Dejando de lado la farsa de las “elecciones” con la pistola en nuca en Iraq, las dos más importantes experiencias “democráticas” resultaron fallidas, y una con resultados catastróficos para EEUU y su perro rabioso, Israel.

En Egipto, la sanguinaria dictadura proyanqui de Mubarak permitió elecciones parlamentarias con candidatos opositores. Ya en la primera votación (se votaba durante varios días), era evidente que arrasaban los candidatos islamistas opositores. Mubarak salió del aprieto enviando la policía a apalear a los votantes y cerrar los centros de votación. Pero así también quedó hecha trizas la legitimidad de su gobierno y de las elecciones.

Sin embargo, el desastre mayor fue Palestina. Las elecciones del 25 de enero de este año –las más democráticas que se hayan realizado en Medio Oriente– dieron un triunfo aplastante a Hamas, los adversarios islamistas de los lacayos de EEUU e Israel que venían manejando la “Autoridad Nacional Palestina”.

Esta es otra importante “reducción al absurdo” de los planes yanquis. El resultado final de la política de Bush es que si hubiese elecciones realmente “libres” y “democráticas”, en casi todos los países ganarían las corrientes islamistas, porque son vistas por las masas como enemigas del imperialismo yanqui y los sanguinarios sionistas.

El triunfo arrasador de Hamas ha sido uno de los detonantes de la presente guerra. Ni las bestias que ocupan el gobierno de Israel, ni Bush, ni sus lacayos de la Unión Europea pudieron tolerar que la democracia –¡esta vez real!– diera ese resultado: que el pueblo palestino cometiera el agravio de no votar a los candidatos de EEUU y los sionistas. ¡Hay “democracia” sólo si votan por mis candidatos!

Es allí donde comienza verdaderamente la guerra: con el desconocimiento de la voluntad democrática del pueblo palestino, expresada en elecciones sin tacha. Desde ese momento, toda la política fue apuntada al derrocamiento del gobierno de Hamas. Primero, con el bloqueo económico, financiero, y de alimentos y medicinas. Cuando esto fracasó, comenzaron las matanzas diarias de civiles palestinos, como la de las familias y niños que estaban de picnic en las playas de Gaza, en junio.

Líbano: el único éxito político de Bush ha sido destruido por Israel

Ahora, el gran derrumbe del plan para el “Amplio Oriente Medio” es lo del Líbano. El único éxito político importante de Bush en la región había sido precisamente Líbano... y este éxito ha sido sepultado bajo las bombas por Israel.

El nunca aclarado asesinato del líder político libanés Hariri, el 15 de febrero del año pasado, detonó un movimiento masivo contra Siria que permitió a EEUU presionar para que las tropas de ese país se retiraran del Líbano. Las elecciones posteriores dieron un (estrecho) triunfo a los sectores políticos prooccidentales, neoliberales y de armonía con Israel. “¡Por fin unas elecciones donde los malditos árabes ‘votan bien’!”, debe haber pensado Bush.

Líbano era el gran ejemplo, el único país “sensato” de la región, que obedecía a EEUU y mantenía buenas relaciones con Israel, sin necesidad de imponerle una dictadura sanguinaria como las de Egipto o Jordania.

Es materia de debate entre los analistas por qué Israel se decidió a bombardear al único gobierno “democrático” y afín a Bush (un gobierno que además no está en condiciones de desarmar a Hezbollah), en vez de apuntar a las dos potencias que respaldan a Hezbollah, Siria e Irán.

Más allá de una razón obvia (el gobierno del Líbano no tiene realmente fuerzas militares, pero una guerra con Siria e Irán es otra cosa), el hecho es que Israel no tuvo en cuenta la situación en que ponía a Bush. Israel está peligrosamente convencido de que puede hacer lo que quiera, le guste o no a Bush; y que el apoyo del gobierno yanqui siempre va a ser incondicional, aunque lo que haga lo contraríe. Y efectivamente ha sido así.

En la reunión del G8 que se realizó en estos días en Rusia, Bush –en otro de sus incidentes ridículos– habló sin darse cuenta por un micrófono abierto. Y lo que dijo pone de relieve esa contradicción: “La ironía es que lo que realmente se debe hacer es convencer a Siria de que Hezbollah pare con esta mierda, y todo habrá terminado", dijo Bush. Sin embargo, Israel no salió a la palestra a “convencer a Siria”. El matón del barrio prefirió pegarle al más débil –el gobierno prooccidental del Líbano– aunque con eso arruinara años de trabajo político de EEUU en ese país.

Esto lleva a una pregunta importante: ¿quién controla a quién? ¿Bush al matón de EEUU en Medio Oriente? ¿O el matón israelí a Bush?

Un gobierno en la cuerda floja

En relación a ambas preguntas, y como parte de la crisis política de EEUU, ha estallado el debate sobre un tema que antes era tabú: el papel del lobby israelí en la determinación de la política exterior estadounidense. Aquí no vamos a exponer este debate, que se da no sólo en la izquierda sino también ahora en sectores burgueses preocupados por el giro de los acontecimientos.[3] Pero señalemos que el gobierno de Bush, por su crisis, exhibe una debilidad que facilita y exacerba las presiones, los forcejeos, que cada cual haga lo que quiera... y que los procesos se vuelvan incontrolables.

La debilidad política de Bush llega al punto de que el “impeachment” –juicio político para destituir al presidente– ha comenzado a ser un tema de debate, aunque todavía minoritario (The Economist, 13–7–06). Pero si en las próximas elecciones de noviembre, los candidatos de Bush sufren una derrota y pierde el control de la Cámaras, el impeachment podría convertirse en una amenaza real.

Como señala un observador en Washington, “la escalada bélica en una de las zonas más sensibles de Medio Oriente se desató en un período de creciente aislamiento de la administración Bush. Cuenta con un bajísimo apoyo entre los estadounidenses y afronta continuos desafíos en la arena internacional... La debilidad de Bush resulta hoy evidente, a un año y medio de iniciar su segundo mandato...” [4]

Otro analista resume la situación señalando que hoy en el mundo “emergen diversos centros posibles de poder que contrarían el predominio estadounidense”: además de los desafíos de Irán o de países petroleros como Venezuela, hay otros procesos más “silenciosos” y sin choques directos, pero no menos “centrífugos” en relación con la “obediencia” a EEUU, tales como Rusia, China e India. [5][5]

Es este contexto el que hace tan inestable la situación mundial y en particular la del Oriente Medio. Allí Bush quiso poner los cimientos del “nuevo siglo norteamericano”. Su fracaso puede derivar en coyunturas explosivas y muy peligrosas, sobre todo si el gobierno de Bush o alguno de sus socios criminales, como Israel, opta por salir del paso “huyendo hacia adelante”, desatando nuevas guerras y genocidios.

Es que EEUU (y el enclave imperialista llamado “Israel”) pueden tratar de enfrentar esta coyuntura de crisis motivada por el fracaso de la aventura colonial en Irak, llevando las cosas al terreno militar (que es el terreno donde se sienten y son más fuertes). Ganar una guerra en Líbano, para “compensar” el desastre de Irak.

Como dijimos al principio, la crisis de dominio y de legitimidad de EEUU, que marca la presente situación mundial, no significa entonces que, mecánicamente, que el imperialismo yanqui ya se esté viniendo abajo. Sin embargo, esto abre nuevas perspectivas y mejores condiciones para las luchas de las masas trabajadoras y populares, no sólo en la “periferia” (Medio Oriente, América Latina, etc.) sino también al interior de los países imperialistas, incluyendo a EEUU. El desarrollo, magnitud y orientación política de esas luchas es lo que traerá las decisiones estratégicas.


[1].- El “Proyecto para el nuevo siglo norteamericano” fue una organización fundada por la pandilla neoconservadora que luego iba a conformar el grueso del equipo de la administración Bush (el vicepresidente Cheney, Rumsfeld, que dictó la desastrosa política militar, etc.). Significativamente, hoy el “Proyecto” ha decidido disolverse. Esto ha motivado el chiste de que el “nuevo siglo norteamericano” duró sólo doce años... igual que el “Imperio de Mil Años” de Adolf Hitler.

[2].- Sus ideólogos decían que EEUU era el “nuevo Imperio Romano”, pero que mandaría sobre todo el planeta y no sólo en el Mediterráneo.

[3].- Probablemente la verdad esté en el medio de dos exageraciones opuestas: la que piensa que el lobby israelí tiene el poder de imponer a EEUU políticas totalmente contrarias a sus intereses, y la que subestima su rol con el argumento de que al fin de cuentas los intereses de Israel y EEUU coinciden en lo esencial de la política imperialista. Sobre esta polémica que ahora adquiere fuerza renovada, pueden consultarse las ediciones del 2 de julio, del 4 de junio y del 28 de mayo de este año en www.socialismo–o–barbarie.org .

[4].- Hugo Alconada Mon, corresponsal en Washington, La Nación, 14–7–06.

[5].- Carlos Nadal, “Reajustes en el equilibrio mundial”, La Vanguardia, Barcelona, 14–5–06.