Medio Oriente

 

La guerra permanente

Iniciativa 100% israelí

Por Michel Warschawski, AIC(Alternative Information Center)
france–palestine.org / Viento Sur, 20/07/06
Traducción de Alberto Nadal

Los bombardeos cotidianos israelíes de Gaza son la causa de la guerra. Es una guerra global de recolonización.

Como consecuencia de una operación militar llevada a cabo por la organización libanesa de resistencia nacional Hezbollah, y la captura de dos prisioneros de guerra, el ejército israelí ha bombardeado la capital libanesa y muchos otros sitios en el sur del Líbano.

En el momento de escribir estas líneas, el gobierno israelí está discutiendo sobre la oportunidad de invadir el territorio libanés con una operación de larga duración.

Ciertamente, los recuerdos del fracaso sangrante que había significado la invasión del Líbano en 1982–85 están aún vivos en la memoria de los generales israelíes que, en aquel momento, no eran aún sino oficiales subalternos, pero la humillación sentida como consecuencia de la operación de Hezbollah es tan fuerte y la voluntad de venganza está tan anclada en sus obtusas cabezas, que la eventualidad de tal invasión no se puede excluir.

Como indicaba el Jeque Nasrallah, dirigente de Hezbollah, la fecha del ataque de la patrulla israelí no había sido programada por adelantado, y ha sido un concurso de circunstancias favorables pero imprevistas lo que lo ha provocado.

Sin embargo, no había duda de que Hezbollah no podía permanecer mucho tiempo con los brazos cruzados, cuando desde hace meses, el ejército israelí masacra a la población de Gaza.

El centro de gravedad del conflicto israelo–árabe va a moverse muy probablemente en las próximas semanas, de Gaza hacia el Líbano.

Pero no nos engañemos: se trata de una única y misma campaña, cuya iniciativa es al 100% israelí, en el marco de lo que ellos mismos llaman, igual que su dueño y señor de la Casa Blanca, “una guerra permanente y preventiva contra el terrorismo”.

Es por tanto importante poner las cosas en su sitio, y los acontecimientos en su orden cronológico: no es la operación militar realizada hace tres semanas por un comando palestino y el secuestro del cabo Gilad Shalit los que han empujado al gobierno israelí a lanzar su sanguinaria ofensiva contra los habitantes de la Banda de Gaza; son los bombardeos cotidianos de la artillería israelí y las decenas de muertos palestinos, de ellos una mayoría civiles y numerosos niños, los que han empujado a esos militantes palestinos a romper la tregua declarada por las principales organizaciones palestinas y escrupulosamente respetada por estos últimos desde hace más de un año.

La liberación del soldado Gilad Shalit es la última de las preocupaciones de esas mismas autoridades israelíes, e incluso el más estúpido de los ministros sabe perfectamente que los ataques militares ponen su vida en peligro y pueden sin duda provocar su asesinato por sus secuestradores.

La única cosa que importa a los generales israelíes y a las marionetas que les representan en el gobierno, es “enseñarles” lo que cuesta atacar a Israel.

“Enseñarles” es el concepto más utilizado en las declaraciones oficiales de los dirigentes civiles y militares, en el más corriente de los lenguajes coloniales. Para hacerlo, todos los medios son buenos, y ningún límite, convención internacional o leyes de la guerra son aceptadas.

Suiza acaba de recordarlo: la operación en curso en Gaza está llena de crímenes de guerra y de violaciones sistemáticas y generalizadas de todas las reglas del derecho internacional.

En primer lugar porque se trata de un castigo colectivo: es toda la población de Gaza la que debe “aprender” a portarse bien, incluso si ésta no tiene evidentemente nada que ver con la captura de un preso de guerra israelí.

Luego, porque se trata de una verdadera masacre, sin proporción entre el número de víctimas civiles “colaterales” y el número de víctimas señaladas como “objetivos”.

Al lado de la toma de posición helvética, el silencio de la Unión Europea es elocuente, y sirve de contrapunto al apoyo declarado de la administración americana a la agresión israelí.

Este apoyo participa de la estrategia del Choque de Civilizaciones predicada por una parte del entorno de Georges W. Bush: no es el soldado rehén el que debe ser salvado, no es tampoco el comando responsable de su secuestro el que debe ser castigado; no es ni siquiera el partido Hamas o el gobierno que dirige quienes deben ser sancionados, sino el propio pueblo palestino, pueblo bandido que pertenece a una civilización una de cuyas características es el terrorismo.

Esta mañana, un antiguo miembro de los servicios de información israelíes explicaba con detalles en la radio que el problema israelo–palestino es ante todo un problema cultural: mientras que “para ellos” la vida humana no tenía valor intrínseco, para nosotros, cada individuo cuenta.

Consiguientemente, ningún terreno de entente podrá jamás encontrarse entre miembros de dos civilizaciones con valores antagónicos, y la guerra es por tanto permanente.

Escuchando a este personaje, que refleja una opinión ampliamente compartida por la clase politico–militar israelí, no se comprende para qué sirve querer “enseñarles” lo que sea: culturalmente, los árabes, y más en general la civilización musulmana, están herméticamente cerrados al respeto por la vida humana, y las innumerables víctimas de los bombardeos en Gaza o en el Líbano no cambiarán su orientación.

Mientras los padrinos americanos de Israel continúen con la estrategia del choque de civilizaciones y de la guerra global y permanente, no hay que esperar un giro de la política israelí, y la “guerra” –que más valdría llamar pacificación permanente– contra los palestinos, y más en general contra los árabes– va a proseguir su curso. Con su lote creciente de víctimas, incluso israelíes.

Esto tiene que ser tomado en consideración por el movimiento social internacional y más en particular por el movimiento de solidaridad: nos vemos todos confrontados no a un acontecimiento, por trágico y sangriento que sea, sino a una guerra de larga duración.

Esta realidad exige estrategias a largo plazo y aliento. Exige también actuar en una perspectiva global. Frente a la guerra global de recolonización del mundo, la reconstrucción de un fuerte movimiento antiguerra que englobe a Palestina como uno de sus objetivos más emblemáticos no es ya un lujo que se pueda retrasar para más tarde, sino una urgencia para todos los habitantes de nuestro planeta.

¿Hacia un nuevo consenso palestino?

En la medida en que se pueden delimitar objetivos políticos en el desencadenamiento de violencia puesto en marcha en la banda de Gaza, el hacer fracasar el acuerdo Hamas–Fatah es uno de ellos.

Durante numerosos meses, el primer ministro palestino Ismail Haniyeh, de Hamas, y Mahmud Abbas, Presidente de la Autoridad Palestina y dirigente del Fatah han trabajado en la redacción de un documento programático común, basado en lo que se llama “el documento de los presos”.

Este documento, redactado por los dirigentes de las dos grandes formaciones políticas palestinas detenidos en las prisiones israelíes, define el marco de un nuevo consenso político palestino basado en la lucha por un estado palestino, libre e independiente, en los territorios ocupados en junio de 1967, lo que implícitamente significa el reconocimiento del estado de Israel en sus fronteras del 4 de junio de 1967.

Para las autoridades de Tel Aviv, un documento así no debía en ningún caso ver la luz, pues hacía desaparecer el pretexto del no reconocimiento del gobierno palestino y de la guerra permanente contra quienes han osado elegir a una mayoría de Hamas al parlamento palestino.

El espectacular ataque contra Gaza ha puesto fin a las negociaciones entre Abas y Haniyeh, cuando los periódicos anunciaban un acuerdo... para el día siguiente. Ese mismo ataque podría sin embargo permitir otro consenso interpalestino: el de una resistencia unida contra la guerra israelí, sin ilusión sobre una eventual voluntad de negociar por parte de Tel Aviv, que querría nuevos compromisos palestinos.

Es en cualquier caso hacia un tal nuevo consenso interpalestino que trabajan las organizaciones de la izquierda palestina que, desde hace ya algún tiempo, sirven de intermediario entre el gobierno y la presidencia, y sobre todo entre los partidos de los que han salido.

Resistencia

Cuando se comparan los acontecimientos de estas últimas semanas, los ataques salvajes contra Gaza primero y contra Líbano después, con acontecimientos similares de los decenios precedentes –la represión brutal de la primera Intifada (1988–1990) y la invasión del Líbano (1982), se notan inmediatamente tres diferencias mayores:

– la ausencia total de contención por parte de las fuerzas armadas israelíes;

– la ausencia de presiones internacionales, incluso de la eventualidad de tal presión y

– la ausencia de un movimiento de masas en Israel que ponga en cuestión la brutalidad de las operaciones militares.

Estos tres elementos están de hecho ligados los unos con los otros: la “contención” (cierto, completamente relativa) de las fuerzas armadas israelíes resultaba de la existencia de reglas internacionales de las que Israel debía no desmarcarse demasiado, a causa del doble riesgo de presiones internacionales y de oposición interna.

En cuanto al movimiento antiguerra de masas era, entre otras cosas, resultado de una presión internacional o, al menos, del sentimiento de estar en ruptura con las reglas de la guerra y los intereses de la diplomacia internacional.

Con la desaparición de la Unión Soviética y la emergencia de los Estados Unidos como potencia internacional única, hemos entrado en una fase de desregulación del derecho internacional y de los modos de comportamiento de los estados, como los definidos tras la victoria contra el fascismo (Convenciones de Ginebra, Carta de las Naciones Unidas, diversas resoluciones de la ONU).

En su lugar se han impuesto la ley de la jungla y el derecho del más fuerte, el unilateralismo, y, bajo pretexto de guerra permanente y preventiva contra el terrorismo, el terrorismo de estado sin trabas.

Estos nuevos valores han sido muy rápidamente interiorizados por la inmensa mayoría de la sociedad israelí que se siente en las primeras líneas de la guerra de civilización contra el terrorismo, un terrorismo identificado con el mundo musulmán. Es lo que explica porqué el movimiento pacifista de masas ha desaparecido.

“Paz Ahora”, que había sabido movilizar centenares de miles de israelíes, hombres y mujeres, contra la represión en los territorios ocupados y contra la guerra en el Líbano, no existe ya.

Desde el año 2000, ni una sola manifestación de masas, si no es para apoyar a las “iniciativas de paz”... de Ariel Sharon, y hoy, cuando Gaza es masacrada y el Líbano martirizado, ni una voz se eleva en la izquierda sionista, para denunciar estos crímenes y exigir poner fin a ellos inmediatamente.

Sólo las diferentes organizaciones del movimiento anticolonialista protestan, con determinación y coraje, y hacen oír a contra corriente la voz del derecho y del respeto a la vida.

La Coalición de las Mujeres por una Paz Justa, las diversas organizaciones de reservistas y de reclutas que se niegan a servir a la ocupación, los Anarquistas contra el Muro, el movimiento Ta´ayush, el Centro de Información Alternativa, los Rabinos por los Derechos Humanos han redoblado, estas últimas semanas, sus esfuerzos y su movilización: concentraciones, manifestaciones, cierre de calles centrales en Tel–Aviv, campaña de pintadas, etc.

Por honrosa que sea, esta movilización de las fuerzas llamadas radicales no es en absoluto comparable a las de 1982 o de 1988, no por su número (son de hecho mayores que las de los decenios precedentes) sino porque su eficacia provenía precisamente de la capacidad de ser un catalizador para las fuerzas más moderadas y mucho más masivas del movimiento pacifista israelí.

Hoy, desgraciadamente, por utilizar una imagen del periodista militante Uri Avneri, la gran rueda que representaba “Paz Ahora” no existe y nuestra pequeña rueda, que tenía por función hacer que se moviera la más grande, gira en el vacío. Si hay que saludar el coraje y la determinación de los pocos miles de militantes que denuncian hoy la agresión israelí, no se puede dejar de reconocer que, desde el punto de vista del frente interno, el gobierno Olmert–Peretz–Peres tiene las manos libres para proseguir sus crímenes.