Medio Oriente

 

La guerra preventiva y el sionismo

Por Juan Diego García
Argenpress, 19/07/06

La evidente desproporción de la reacción israelí ante el ataque de grupos guerrilleros de la resistencia en Gaza y Líbano indica que los motivos reales son otros, que los operativos estaban preparados desde hace tiempo y que se trata de algo mucho mayor que vengar el honor burlado de unos soldados supuestamente invencibles.

Es poco riguroso hablar de soldados “secuestrados” cuando en aquella región se desarrolla un conflicto bélico y quienes caen en manos del bando contrario en un combate son prisioneros de guerra y no secuestrados como predican los medios de comunicación en armonía con los intereses de Israel. Ya en otras ocasiones soldados y espías sionistas han sido hechos prisioneros por diferentes grupos de la resistencia palestina y libanesa y se han efectuado intercambios de prisioneros. No se comprende la razón que ahora lo hace imposible.

El lugar en el cual se desarrollan los operativos de la resistencia tampoco parece tener mucha relevancia. Israel ha llevado a cabo acciones militares en Líbano, Siria y en otros países (¿también la UE?) – incluyendo espionaje militar contra los mismísimos Estados Unidos– . ¿Cuántos dirigentes de la resistencia palestina han sido asesinados por los servicios secretos de Israel en Beirut o Damasco? En todos los casos hay una “flagrante violación de la soberanía” de los países afectados y no ha ocurrido nada relevante, fuera de la consabida protesta diplomática.

Los cohetes caseros de los palestinos apenas han causado bajas en Israel; mínimas comparadas con las cientos o miles de víctimas que provocan los bombardeos de respuesta de los sionistas. Si los atentados que provocan la muerte de civiles en Israel los convierten en acciones terroristas, ¿qué decir de la muerte de un número infinitamente mayor de civiles palestinos víctimas de las “bombas inteligentes”, los operativos de tierra arrasada, los asesinatos selectivos y las muchas otras formas de actuación de las tropas sionistas contra el pueblo palestino? ¿No se trata acaso de claro terrorismo de estado?.

Si se descartan entonces unos motivos que son claramente insuficientes para explicar la desproporción del operativo israelí quedan apenas hipótesis de catástrofe.

Al parecer se pretende arrasar Gaza y provocar la derrota definitiva de un posible estado palestino (aunque solo sea en los cada día más pequeños “territorios ocupados”). En el fondo, Israel no renuncia a la idea de propiciar de mil maneras la huida de los palestinos hacia Jordania y Egipto. Negar la misma existencia de los palestinos como pueblo ha sido una estrategia permanente del sionismo y expulsarlos como intrusos es un objetivo nunca desdeñado. Todas y cada una de las medidas tomadas en esta dirección justificarían un juicio contra Israel por limpieza étnica, en el caso hipotético de que existiera realmente una justicia internacional.

Y la manera más práctica de conseguir estos objetivos es destruyendo todo sistemáticamente de manera que los habitantes de Gaza y Cisjordania carezcan de agua, energía eléctrica, puentes, calles, fábricas, trabajo, hospitales, escuelas, cultivos y todo lo que permita a un ser humano sobrevivir. Si sus habitantes no dan el pretexto, se crea. No sería la primera vez que esto ocurre; los ejemplos no faltan.

Mientras tanto, habrá condenas verbales y apoyos reales de eso que llaman “la comunidad internacional” y al final, el sueño del Gran Israel se habrá hecho realidad. No importa que el pueblo judío para entonces se haya degradado tanto que un sobreviviente del holocausto vea con pesar que el cuadro de Gaza, el muro de la infamia, los campos de refugiados, la destrucción de ciudades y la muerte de civiles inocentes le resultan naturales a la mayoría de sus conciudadanos pero a él le traen a la memoria las escenas del getho, de la persecución nazi, del campo de exterminio.

Pero la estrategia del sionismo exige neutralizar además a quienes en el área puedan frustrar sus planes. Empezaron consiguiendo el apoyo efectivo de sus vecinos más incómodos, Jordania y Egipto; dos regímenes corruptos y despóticos que conviven con el drama palestino sin inmutarse; hasta intentarán obtener compensaciones por recibir a sus “hermanos palestinos”. Israel tampoco debe preocuparse demasiado por la actitud de los países árabes que ya ofrecieron reconocerle si acepta a su vez al estado palestino. Esto, en lenguaje diplomático significa que están dispuestos a negociar algún tipo de estado de bolsillo, de zona autónoma, de bantustán, de getho moderno gobernado por alguna fracción corrupta del movimiento palestino, dispuesta a “conseguir algo para no quedarse sin nada”.

Pero Irán, Irak, Siria y Líbano han resultado platos de difícil digestión y han sido por tanto objetivo constante de la intervención sionista. Israel siempre ha estado en Líbano promoviendo el enfrentamiento entre cristianos y musulmanes y hasta llegaron a tener su ejército títere en el sur (los “cristianos” derechistas que, bajo la batuta del entonces general Ariel Sharon masacraron miles de palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatilla). Resulta todo un sarcasmo que los israelíes acusen a Siria e Irán de intervenir en Líbano cuando ellos no lo han dejado de hacer jamás.

Ahora vuelven a la agresión directa contra el país de los cedros, en una medida nunca vista y con un balance de destrucción y muerte que indigna a la opinión mundial. Y por supuesto “preocupa mucho” a la “comunidad internacional”. El sr. Blair, con su proverbial hipocresía, propone que ocho mil soldados “internacionales” acudan allí –después que Israel haya destruido medio país– y se coloquen en el sur para impedir la presencia de Hezbolá y sus cohetes. Es decir, esperar a que el sionismo alcance el objetivo de reducir Líbano a la nada y luego, colocar tropas de intermediación para proteger a Israel de los ataques de la resistencia.

Y allí no paran las intenciones de Telaviv. Todo parece indicar que el objetivo no es otro que la guerra contra Siria e Irán cuando éstos reaccionen ante la ofensiva sobre Líbano. Entonces Israel llamará a la “comunidad internacional” en su ayuda y no sería extraño que la OTAN misma intervenga para matar muchos pájaros de un tiro: balcanizar Líbano, arrastrar a la guerra a Siria e Irán y convertirlos en otros estados de papel como Irak, carentes de unidad nacional, de bases materiales de existencia y sometidos a luchas de clanes y etnias que los conviertan en proyectos nacionales inviables.

Tampoco debe extrañar que Bush apoye a Israel en esta nueva aventura bélica. De hecho, lo que promueve Olmert no es nada diferente del proyecto estadounidense de “extensión de la democracia” que tan destacables resultados arroja en Afganistán e Irak. Se trata de debilitar –y si es posible, destruir– toda manifestación de nacionalismo, toda muestra de resistencia a la política hegemónica de los Estados Unidos en al área (Y Europa claudica, asumiendo su papel de potencia de segundo orden y apuntándose al carro del ganador…del supuesto ganador).

En realidad, poco interesa la ocupación territorial, siempre tan engorrosa. Se trata más bien de “quemarlo todo, arrasarlo todo, destruirlo todo”, que es el espíritu mismo de la guerra preventiva. En Washington los estrategas de la nueva derecha y del lobby sionista se estarán frotando las manos de alegría. Los unos, porque nada les complace más que ver funcionando a todo gas sus negocios de guerra y de reconstrucción; los otros, porque sueñan despiertos con ver a todos sus enemigos tradicionales convertidos en algo similar al actual Irak. Ya corregirán errores; ya mejorarán métodos; ya se agotará la energía de quienes resisten con un heroísmo indescriptible. Es la misma filosofía militarista que inspiraba a los nazis. También el Wehrmacht parecía imbatible y para los pueblos agredidos el horizonte parecía oscuro y la desesperanza llenaba los corazones. Había igualmente justificaciones de naturaleza racista y mitos nacionalistas y en lugar de un dios bíblico que legitima la usurpación de lo ajeno se hablaba del “espacio vital” alegado como el derecho natural del pueblo escogido. Tampoco entonces faltaron expresiones de “enorme preocupación” de las potencias “democráticas” y la bestia parda hizo gala de la misma arrogancia de quienes hoy se creen invencibles.

Pero antes de lo pensado se desarrolló la resistencia a la ocupación y al crimen y el “reino de los mil años” duró poco.¡Con qué entusiasmo los sionistas de hoy hacen méritos para correr la misma suerte!.