Medio Oriente

 

Exitoso avance invasor contra un "centro terrorista" se transforma casi en desastre

¿Será posible que Israel esté perdiendo la guerra en Líbano?

Por Robert Fisk
The Independent / La Jornada, 27/07/06
Traducción de Gabriela Fonseca

Qlaya, Sur de Libano, 26 de julio.– ¿Será posible –será concebible– que Israel esté perdiendo la guerra en Líbano. Desde esta aldea en una colina al sur del país puedo ver las nubes de humo café y negro que se levantan sobre el más reciente desastre en la ciudad libanesa de Bin Jbeil; hasta 13 soldados israelíes murieron y otros están rodeados después de una devastadora emboscada de la guerrilla Hezbollah en lo que se suponía iba a ser un exitoso avance militar israelí contra un "centro terrorista".

A mi izquierda también se ve el humo elevándose sobre la localidad de Jiam, donde los restos del puesto de la Organización de Naciones Unidas (ONU) despedazado permanecen como un único monumento en memoria de cuatro soldados de ese organismo que murieron el pasado martes, casi todos ellos decapitados por un misil fabricado en Estados Unidos, durante un ataque aéreo israelí.

Soldados indios de la ONU apostados en el sur de Líbano, visiblemente conmovidos tras el horror de recoger, en pedazos, a sus compañeros de Canadá, Fidji, China y Austria de un puesto de la organización mundial claramente marcado, depositaron la mañana de este miércoles los restos en un hospital de Marjayoun.

En años anteriores pasé horas en compañía de sus camaradas en esta posición de la ONU, justo frente a la frontera de Líbano con Israel. Las instalaciones estaban pintadas de blanco y azul y tenían a la entrada una bandera azul de Naciones Unidas. El deber de estos soldados era reportar todo lo que vieran: los despiadados lanzamientos de cohetes del grupo Hezbollah disparados desde Jiam y la brutal respuesta israelí contra los civiles libaneses.

¿Será que por esto tenían que morir, después de ser objetivo de los israelíes durante ocho horas pese a que sus superiores suplicaron a la Fuerza Israelí de Defensa que cesaran el fuego? Fue un helicóptero de Israel, también fabricado en Estados Unidos, el que se encargó de ello.

Mientras tanto, en Bint Jbeil tiene lugar otra carnicería. Después de proclamar el "control" sobre esta ciudad del sur de Líbano, los israelíes cayeron en la trampa de Hezbollah. En el momento en que llegaron a un mercado desierto, fueron emboscados desde tres flancos, y los soldados cayeron bajo un fuego sostenido de rifle.

El resto de las tropas israelíes –rodeadas por los "terroristas" a los que debían liquidar– hizo llamados de auxilio desesperados, pero un tanque israelí Merkava y otros vehículos blindados que fueron enviados como refuerzo al lugar fueron también atacados e incendiados.

Hasta 17 soldados israelíes pudieron haber muerto hasta ahora en esta desastrosa operación militar de Tel Aviv. Durante la ocupación de Líbano, en 1983, más de 50 soldados de Israel fallecieron en un solo atentado suicida.

Hezbollah ha esperado y entrenado por esta guerra durante años y no va a renunciar al territorio que liberó del territorio israelí tras 18 años de una guerra de guerrillas. El asalto de este miércoles de la milicia chiíta contra el ejército israelí en Bint Jbeil lo ha comprobado.

El problema es que Estados Unidos cree que la matanza es una "oportunidad" para humillar a los simpatizantes de Hezbollah en Teherán, y para ayudar a rediseñar el "nuevo Medio Oriente", del que tan alegremente ha estado hablando la secretaria de Estado, Condoleezza Rice.

Es a Israel al que se le está acabando el tiempo en el sur libanés. Los más recientes ataques en contra de esta nación han colocado a los israelíes, por quinta vez en 30 años, en el banquillo de los acusados de crímenes de guerra. El saldo de civiles muertos en Líbano ya alcanza los 400.

Pese a todo, Estados Unidos no está dispuesto a intervenir para prevenir la carnicería; ni siquiera llamará a un cese del fuego de 24 horas para permitir que huyan 3 mil civiles que aún están atrapados entre Qlaya y Bint Jbeil, entre los que figuran numerosos extranjeros de doble nacionalidad, al menos dos de ellos canadienses.


Primero las fuerzas de Tel Aviv les ordenan salir de sus vivendas y luego les lanzan misiles

De nuevo sacan israelíes a civiles libaneses de sus casas y los matan

Por Robert Fisk
The Independent / La Jornada
Traducción de Jorge Anaya

Están en escuelas, en hospitales vacíos, en corredores y mezquitas, y en las calles. Refugiados musulmanes chiítas del sur de Líbano, obligados a salir de sus casas por los israelíes, llegan a Sidón por millares, son atendidos por musulmanes sunitas y luego enviados al norte para unirse a los 600 mil desplazados libaneses en Beirut. Más de 34 mil han pasado por aquí en estos cuatro días, una oleada de miseria y furia. Llevará años restañar sus heridas, y se necesitarán millones de dólares para reparar los daños a sus propiedades.

¿Y a quién pueden culpar de su éxodo? Este domingo, por segunda vez en ocho días, los israelíes cometieron un crimen de guerra. Ordenaron a los aldeanos de Taire, cerca de la frontera, salir de sus casas y luego -cuando el convoy de autos y minibuses avanzaba obedientemente hacia el norte- la fuerza aérea israelí lanzó un misil hacia el minibús que iba a la zaga; perecieron tres refugiados y 13 sufrieron heridas graves. Se cree que el cohete que les dio muerte era un Hellfire, fabricado por Lockheed Martin en Florida.

Hace nueve días, el ejército israelí ordenó salir de sus casas a los habitantes de un pueblo vecino, Marwaheen, y luego disparó cohetes hacia uno de los camiones que los transportaban; perecieron las mujeres y los niños que iban dentro. Y ésta es la misma fuerza aérea israelí que fue elogiada la semana pasada por uno de los más ardientes defensores de Israel, el profesor de Harvard, Alan Dershowitz, porque "se necesitan medidas extraordinarias para minimizar las bajas civiles".

Tampoco a Sidón la han perdonado los atacantes. En lo que queda de la mezquita Fátima Zahra, institución de Hezbollah en el centro de la ciudad, se ve una pila de escombros y muros aplastados; el alminar y el domo yacen en el suelo, todavía con una bandera negra ondeando en la punta. Cuando los aviones israelíes llegaron allí esta mañana, el velador, un anciano de 75 años, no tuvo tiempo de salir corriendo; horas después murió de las lesiones. Su silla de plástico blanco, volteada de lado, aún se ve junto a la puerta. Es improbable que esa mezquita tuviera uso militar: a un lado hay una escuela perteneciente a los Hariris, la poderosa familia sunita; jamás habrían permitido armas en el edificio.

No es que Hezbollah -que mató a dos civiles israelíes más este domingo con sus cohetes en Haifa- haya respetado a Sidón, cuya población es 95 por ciento sunita. La semana pasada trató de lanzar misiles de fabricación iraní hacia Israel desde el malecón y desde el rastro de la ciudad. En ambas ocasiones los pobladores lo impidieron por la fuerza.

La multimillonaria Fundación Hariri -creada por el ex primer ministro Rafiq Hariri, asesinado el año pasado- ha ayudado a 24 mil refugiados chiítas a salir del sur y trasladarse a Beirut, pero no siempre su generosidad ha sido recibida con agrado. Unos refugiados en una escuela técnica de Meheniyeh insultaron y dieron de puñetazos a trabajadores de la fundación. En otras partes las familias que huyen han maldecido a los empleados.

"Nos dicen que trabajamos para los estadunidenses y que por eso los sacamos de su tierra", señala Ghena Hariri, sobrina de Rafiq y egresada de Georgetown. "Es algo que seca nuestra energía. Trabajamos 24 horas y al final del día nos maldicen. Pero me dan mucha pena; ahora los israelíes les dicen que salgan de sus pueblos a pie y tienen que caminar docenas de kilómetros con este calor."

No es difícil ver cómo dañará esta guerra el delicado tejido sectario que existe en Líbano. Un grupo de familias chiítas -albergadas en una escuela de las montañas drusas del Chouf- trató de poner banderas amarillas de Hezbollah en el techo y miembros del Partido Popular Socialista Druzo de Salid Jumblatt tuvieron que rasgarlas en jirones. Ese acto tal vez salvó la vida de los refugiados.

Con todo, muchos de los chiítas de este bello puerto de la época de las cruzadas han descubierto lo gentiles que pueden ser sus vecinos sunitas. "Aquí estamos, ¿adónde más podríamos ir?", pregunta Nazek Kadnah, sentada en un rincón de una mezquita que Rafiq Hariri construyó en honor a su padre, Haj Baha'udin Hariri. "Pero nos cuidaron aquí como si fuéramos sus hermanos y hermanas y ahora estamos seguros."

Estos sentimientos provocan algunas preguntas sombrías. ¿Por qué, por ejemplo, estas infortunadas personas no pueden recibir de Tony Blair la misma compasión que supuestamente sintió por los musulmanes de Kosovo cuando los serbios los expulsaron de sus hogares? Estos miles de libaneses están tan aterrorizados y privados de un hogar como los albaneses de Kosovo, por quienes Blair decía estar librando una guerra moral. Pero para los musulmanes chiítas que se refugian en Sidón no hay tal postura moral ni sugerencia alguna de cese del fuego por parte de Blair, quien se ha alineado con los israelíes y los estadunidenses.

¿Y cuál es exactamente el propósito de sacar a más de medio millón de personas de sus hogares? Muchos de estos infelices están sentados apretando en la mano las llaves de su casa, como hacían los palestinos de Galilea cuando llegaron a Líbano hace 58 años para pasar como refugiados el resto de su vida. Sí, es probable que los musulmanes chiítas de Líbano vuelvan a su casa. Pero, ¿qué encontrarán? ¿Una guerra entre Hezbollah y alguna fuerza occidental de intervención? ¿O más bombardeos israelíes?

Inocentes siguen muriendo

Los refugiados de Sidón disponen ahora de 36 escuelas para albergarse... pero ellos son los afortunados. En todo el sur de Líbano continúan muriendo inocentes. Uno fue un niño de ocho años que pereció en un ataque aéreo israelí en una aldea cercana a Tiro. En esta última ciudad, otros ocho civiles resultaron heridos cuando un misil israelí impactó un vehículo afuera del hospital Najem. Y por la mañana de este domingo, una periodista libanesa, Layal Nejib, reportera gráfica de la revista Al-Jaras, cuyas imágenes eran difundidas también por la Agencia France Press, murió en un taxi durante un ataque aéreo israelí cerca de Qana, el mismo poblado donde 106 civiles fueron masacrados en una base de la ONU por proyectiles de artillería israelíes en 1996. Tenía apenas 23 años.

En su casa de muros de mármol, en la parte alta de Sidón, Bahia Hariri -parlamentaria local, madre de Ghena y hermana del primer ministro asesinado- se sienta con rostro severo; apenas si puede controlar la rabia. "Estamos en esta situación terrible, pero no tenemos ninguna salida -comenta-. Rafiq Hariri ya no está con nosotros. La comunidad internacional no está con nosotros. ¿Quién está con nosotros? Dios. Y los libaneses viejos. Y el mundo árabe; esperamos que nos ayude. La única resistencia que podemos mostrar es ser un país unido. Pero tenemos escaso margen para soñar."

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La batalla del Líbano esta lejos de un final

Caminando solo entre las bombas

Por Robert Fisk
The Independent / Página/12, 26/07/06
Traducción de Celita Doyhambéhère

Desde Qlaya, sur del Líbano.- La batalla en el sur del Líbano es a escala épica, pero desde las alturas de Khiam, los israelíes parecen estar en problemas. Sus F-16 vuelan bajo el brillante sol –como pequeños peces plateados cuyos suspiros suben en volumen cuando se zambullen– y sus bombas explotan sobre la antigua prisión donde el Hezbolá se está resistiendo; pero más allá de la frontera puedo ver los incendios a través de las laderas israelíes y las nubes de humo del asentamiento judío de Metullah.

No debió ser así, 13 días después de los ataques israelíes al Líbano. Los katyushas todavía salen disparados de a dos desde Khiam, estelas blancas que golpean contra las laderas de Israel y las ciudades fronterizas. De manera que ¿es por frustración o por venganza que las bombas israelíes siguen cayendo sobre inocentes? En las primeras horas de ayer, una tremenda explosión me despertó, golpeando las ventanas y sacudiendo los árboles y un único destello tiñó el cielo sobre Nabatea. Las vidas de los siete miembros de una familia acababan de extinguirse.

¿Y cómo es que los israelíes bombardearon dos ambulancias en Qana, matando a dos de los heridos e hiriendo a un tercer civil por segunda vez en un día? Todos los del equipo recibieron heridas, uno con un pedazo de esquirla en su cuello, pero lo que preocupaba a la Cruz Roja libanesa era que los misiles israelíes agujerearon claramente el centro de la cruz roja pintada en el techo de cada vehículo. ¿Los pilotos usaron la cruz como su punto de mira? El bombardeo de Khiam inició sus propios incendios en las laderas debajo de Qlaya, cuyos habitantes cristianos maronitas están ahora parados en una carretera en lo alto como los espectadores de una batalla en el siglo XIX. Khiam es, o era, un lindísimo pueblo de muros de piedra cortada y ventanas góticas, pero el blanco de Israel es la famosa prisión en la cual –antes de su retirada del Líbano en 2000– cientos de miembros de Hezbolá y en algunos casos sus familias, estaban presos y fueron torturados con electricidad por la milicia de Israel, el ejército del sur del Líbano (ESL).

Este era el mismo complejo carcelario –convertido en Museo de la Tortura por Hezbolá después de la retirada israelí– que fue visitado por Edward Said poco antes de su muerte. Más importante aún, es que muchos de los hombres de Hezbolá estuvieron presos aquí en celdas subterráneas debajo del antiguo fuerte francés. Estos mismos hombres están ahora luchando contra los israelíes, seguramente refugiándose de su fuego en las mismas celdas subterráneas en las que una vez languidecieron, quizás hasta guardando algunos misiles ahí.

En Marjayoun cerca de Qlaya –donde hace tiempo estuvieron los cuarteles de ESL– las tropas libanesas tratan desesperadamente de mostrar que la guerrilla Hezbolá usa las calles de la ciudad grecocatólica para disparar más misiles sobre Israel. Patrullas del ejército de siete hombres se mueven por la noche a través de las callejuelas oscuras en ambas ciudades, en caso de que Hezbolá atraiga más bombas sobre nuestras cabezas. En la guerra, todos los sentidos se agudizan. La madrugada, los pájaros, la música, las flores adquieren un nuevo significado. Una familia todavía vive en una pequeña villa frente a mi casa y miro a la mujer al atardecer recoger verdura de su jardín para la cena, ignorando el ruido de los aviones israelíes en el cielo sobre ella y los cambios siniestros en la presión del aire causados por sus bombas.

En Beirut, se observa la locura de las naciones occidentales con gracia y con horror, en estos pueblos serranos, escuchando cómo planea la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, reestructurar al Líbano, lo cual es claramente una lección de autoengaño humano. De acuerdo con los corresponsales estadounidenses que acompañan a Rice en su visita a Medio Oriente, ella está proponiendo la intervención de una fuerza liderada por la OTAN a lo largo de la frontera libanesa-israelí entre 60 y 90 días para asegurarse un cese del fuego. Después de esto una fuerza más grande liderada por la OTAN en todo el Líbano para asegurarse el desarme de Hezbolá y luego el reentrenamiento del ejército libanés para luego desplazarlo a la frontera.

Este plan –que como todas las propuestas estadounidenses sobre el Líbano es exactamente lo que exige Israel– contiene la misma presunción errónea que la del cónsul general israelí en Nueva York, cuando dijo la semana pasada que “la mayoría de los libaneses aprecian lo que estamos haciendo”. ¿Rice cree que Hezbolá quiere que lo desarmen, aun bajo los términos de la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU? ¿Por la OTAN? ¿No había una fuerza de la OTAN en Beirut que huyó del Líbano después que un grupo cercano a Hezbolá bombardeara la base de marines en el aeropuerto de Beirut en 1983, matando a 241 tropas de Estados Unidos y a docenas de tropas francesas unos pocos segundos después? ¿Alguien cree que las fuerzas chiítas musulmanas no harán lo mismo nuevamente ante cualquier “intervención” de las fuerzas de la OTAN? Hezbolá ha estado esperando y entrenando y soñando con esta guerra durante años, a pesar de lo crueles que podemos considerar sus acciones. No van a devolver el territorio que liberaron del ejército israelí durante una guerra de guerrillas de 18 años, y menos aún a la OTAN por pedido de Israel.

El problema, seguramente, es que Estados Unidos ve este baño de sangre como una “oportunidad” más que como una tragedia, una oportunidad para humillar a los partidarios de Hezbolá en Teherán y ayudar a formar el “Nuevo Medio Oriente” del que Rice habló tan insípidamente ayer. En realidad, probablemente resultará en un intento de Siria de humillar a Israel y a Estados Unidos en el Líbano.

Por supuesto, Hezbolá ha traído la desgracia a sus correligionarios.

Todo el trayecto del valle de Beka al sur del Líbano, la larga, peligrosa carretera destruida por las bombas que tuve que andar para llegar a Qlaya estaba desierta, salvo por automóviles conducidos por hombres en estado de pánico, atiborrados con familias, mostrando sábanas blancas por las ventanillas en la vana esperanza –después de los ataques aéreos israelíes sobre civiles– de que esto les dé protección. El único civil que caminaba por esos terribles caminos era un cuidador de chivos, que arriaba a sus animales alrededor de un gran cráter. Hablando con él, surgió que era sordo como una tapia y no escuchaba las bombas. En esto, tenía mucho en común con Condoleezza Rice.


Llueven mentiras y bombas sobre El Líbano

Por Robert Fisk, desde El Líbano
The Independent / La Jornada, 23/07/06
Traducción de Jorge Anaya

Ahora caen sobre Líbano tantas mentiras como bombas. Las explosiones son fáciles de contar: tres en los suburbios del sur de Beirut la mañana de este viernes y muchas en la carretera principal a Siria, que destruyeron más el gran viaducto de Mdeirej junto con tres autobuses que regresaban a Líbano después de llevar extranjeros a Damasco. Las mentiras fueron obvias, pero igual de poderosas.

La primera fue de Ehud Olmert. Horas después de que el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, había llamado a un cese del fuego y solicitado que se abrieran "corredores" para permitir el traslado de ayuda humanitaria para la población civil atrapada, el primer ministro israelí dijo a la prensa que autorizaría dicho "corredor humanitario"... entre Chipre y Líbano.

La promesa, por supuesto, llegó a los titulares matutinos. Pero ya existe un pasaje marino libre entre Chipre y Beirut: lo que el secretario general demandaba eran "corredores" entre Beirut y los poblados del sur de Líbano, sujetos a un intenso bombardeo... y unas horas después, el ejército israelí exigió el retiro de todos los civiles dentro de 36 kilómetros de la frontera israelí, acto que los libaneses consideran "limpieza étnica" pero que, por supuesto, Ehud Olmert no mencionó.

Luego se informó que los israelíes planeaban enviar una gran fuerza terrestre por el río Litani, en el sur de Líbano, ofensiva que de ser cierta les costaría fuertes bajas y de todos modos no evitaría que Hezbollah lanzara nuevos ataques de misiles de largo alcance hacia territorio israelí. Los generales del comando norte israelí eran capitanes y mayores durante la desastrosa invasión y ocupación de Líbano, en 1982, y saben la insensatez de tal idea.

Y luego John Bolton, embajador estadunidense ante la ONU, dijo otra mentira. Para evitar un cese del fuego y una votación en el Consejo de Seguridad, preguntó cómo un "Estado electo democráticamente" podía tener un cese del fuego con una "banda de terroristas". Era imposible, dijo, pese a que su postura causará sin remedio la matanza de más civiles.

La mayoría de los ministros del gabinete libanés -y por lo menos un reportero occidental que se me viene a la mente- creen que Bolton está un poco loco. O eso, o es totalmente ignorante de la historia de Medio Oriente.

En 1980, después que katyiushas palestinos fueron lanzadas al otro lado de la frontera, Israel -presumiblemente el "Estado democráticamente electo" de Bolton- entró en un cese del fuego con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat, a la cual Tel Aviv sin duda consideraba una "banda de terroristas".

La tregua fue negociada por el teniente general Bill Callaghan, comandante irlandés de la fuerza de la ONU en el sur de Líbano, y garantizada por la organización mundial. El cese del fuego fue roto dos años más tarde por Israel, cuando bombardeó la OLP alegando que Arafat había ordenado un ataque al embajador israelí en Londres, Shlomo Argot.

Los israelíes se equivocaban: fue Saddam Hussein, fiero crítico del líder palestino, quien dio la orden, con la esperanza de que Tel Aviv acusaría en falso a Arafat del crimen e invadiría Líbano. Los israelíes lo complacieron.

Sin embargo, las mentiras continuaron hoy. Los reporteros se afanaban en decir que Israel se disponía a levantar su "bloqueo naval" a Líbano para permitir el ingreso de suministros "humanitarios".

Tonterías. Los navíos que desalojan extranjeros de Líbano han pedido cobardemente permiso a Tel Aviv para hacerlo -nadie ha olvidado el ataque aéreo "accidental" de Israel al barco estadunidense Liberty, en 1967-, pero de hecho los israelíes retiraron todos sus buques de guerra de aguas libanesas después de que Hezbollah impactó una nave cañonera con un misil de fabricación iraní, hace una semana.

Si bien los israelíes no revelaron ese hecho -y los periodistas dejaron perder la nota-, ahora se ha sabido que esa nave casi se hundió en el Mediterráneo después de que el misil incendió el cuarto de máquinas y dio muerte a cuatro marinos israelíes. La conflagración ardió más de 15 horas mientras la tripulación trataba con desesperación de salvar el barco.

Otra mentira, esta vez pequeña, se ha infiltrado en los relatos sobre la forma en que empezó esta última guerra sucia en Líbano. El 12 de julio, miembros de Hezbollah cruzaron hacia Israel, mataron a tres soldados y capturaron a otros dos. Horas después, un tanque israelí cruzó la frontera hacia Líbano y una mina lo hizo volar en pedazos; murieron sus cuatro tripulantes.

Pero ahora los informes que salen de Tel Aviv, recogidos por gobiernos extranjeros, hablan rutinariamente de que Hezbollah "mató nueve soldados" en su ataque. Al fundir dos incidentes separados, el asalto original del movimiento de resistencia libanés -ya de por sí ilegal, despiadado y letal- se duplica en salvajismo.

Una vez más, Olmert nos dice que no habrá intercambio de prisioneros por los dos soldados israelíes capturados. Pero de ser cierto, ¿por qué los israelíes contactaron a los servicios de seguridad alemanes que han negociado todos los intercambios de prisioneros entre Hezbollah e Israel durante los 20 años pasados?

Fueron los alemanes, por ejemplo, los que negociaron el canje del resto de los 123 miembros de Hezbollah y 45 prisioneros de la tristemente célebre prisión de Jaiam, en el sur de Líbano, a cambio de los cuerpos de dos soldados israelíes, Rachamim Alsheikh y Jossi Fink, en julio de 1996.

Es extraño que, si bien hoy se conocen los nombres de los dos israelíes cautivos en Líbano, nadie ha mostrado interés por los nombres de los tres principales prisioneros libaneses cuya libertad ha sido demandada por Sayed Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah. La mentira de Hezbollah es que son rehenes a quienes se mantiene en cautiverio sólo por simpatizar con la guerrilla.

Falso. El prisionero más importante -para Nasrallah, claro- es Samir Kantar, de la aldea de Abey, en el sur de Líbano. Los israelíes lo juzgaron por atacar la ciudad israelí de Nahariya, en 1979, y dar muerte a tres israelíes, y le impusieron una sumamente creativa condena a 542 años de prisión. Pero en 1979 Hezbollah no existía.

Yahyia Skaff fue capturado por los soldados israelíes en marzo de 1978, después de un ataque a la costa israelí por guerrilleros palestinos que costó 35 vidas israelíes y provocó la invasión de Tel Aviv de 1978 a Líbano, otro desastre militar que tenía el objetivo de "erradicar el terrorismo" en el país árabe.

Los informes dicen que Skaff murió en el incidente, pero prisioneros liberados de cárceles israelíes insisten en que lo encontraron en cautiverio. Una vez más, Hezbollah no existía en 1978.

Nasim Nisr, israelí nacido en Líbano, fue detenido por tener contacto con Hezbollah, si bien Nasrallah no ha divulgado el hecho de que demanda la libertad de un ciudadano israelí.

De la misma forma, Hezbollah ha estado inventando cifras de bajas israelíes: afirma que siete soldados perecieron en la frontera cuando el número real es cuatro, y que ha destruido cuatro tanques, cuando sólo ha sido uno.

La tasa de cambio de vidas libanesas por israelíes se encuentra ahora apenas arriba de 10 libaneses por cada israelí. Por lo menos 327 libaneses han perecido a manos de Israel, entre ellos un puñado de hombres de Hezbollah, dos este viernes. Hezbollah ha dado muerte a 34 israelíes, entre ellos 19 soldados y marinos.

Entonces, ¿qué probabilidad hay de un cese del fuego? En 1996, durante el bombardeo israelí a Líbano, un vocero de Tel Aviv se refirió a Hezbollah como "un cáncer que crece" en Líbano. Una semana después se inició un cese del fuego. El embajador de Israel ante Naciones Unidas, Dan Gillerman, calificó el jueves pasado al grupo de resistencia islámico como "un cáncer que crece" en Líbano. ¿Qué otra cosa ha cambiado?


Diario de una semana en la vida y muerte de Beirut

Por Robert Fisk, desde Beirut
The Independent / Página/12, 23/07/06
Traducción de Virginia Scardamaglia

Siete días en Beirut sobreviviendo al infierno desatado por las bombas. El primer misil, los consejos para no morir, los desplazamientos de tanques y camiones blindados, la destrucción de fábricas de comida, el miedo de los recolectores de basura y las acusaciones de antisemitismo, todo en una semana.

Domingo 16 de julio. Es la primera vez que veo un misil en esta guerra. Pasan demasiado rápido –o uno está demasiado ocupado intentando huir como para verlos–, pero esta mañana Abed y yo vimos uno dejar su humo sobre nosotros. “¡Habibi (mi amigo)!”, exclamó, y yo comienzo a gritar “Da la vuelta, da la vuelta”, y huimos en el auto, saliendo de los suburbios del sur.

Lunes 17 de julio. Los teléfonos todavía funcionan y mi celular emite chirridos. Muchas de las llamadas son de amigos que quieren saber si deben irse de Beirut o de libaneses que están fuera del país y quieren saber si deberían regresar. Puedo escuchar las bombas detonando a lo largo del área de Hezbolá en los suburbios del sur, pero no puedo responder estas preguntas. Si aconsejo a amigos que se queden y mueren, soy responsable. Si les digo que se vayan y mueren en sus autos, soy responsable. Si les digo que vuelvan y mueren, soy responsable. Por eso les explico cuán peligroso se ha vuelto el Líbano y les informo que es su decisión.

Martes 18 de julio. A las 3.45 de la mañana, me despierto con los ruidos de un tanque y un gran motor militar desapareciendo en la oscuridad. Me dirijo a la planta baja para descubrir que el ejército libanés ha posicionado un vehículo blindado en el estacionamiento frente a mi casa. Ha sido ubicado estratégicamente debajo de algunas palmeras, como si esto fuera a evitar que los aviones israelíes lo detecten. No me gusta para nada, y lo mismo piensa mi casero, Mustafá, que vive en la planta baja.

Miércoles 19 de julio. Ahora que los israelíes están destruyendo edificios de departamentos completos en los suburbios chiítas del sur, decenas de miles de musulmanes chiítas han llegado en busca de refugio a la parte intacta de Beirut, en los parques y escuelas y junto al mar. Al igual que Hezbolá, los israelíes están ahora tomando como objetivos fábricas de comida, camiones y micros –sin mencionar 46 puentes– y los recolectores de basura son reacios a recoger la basura cada noche por miedo a que su inocente camión de residuos sea confundido con uno lanzamisiles.

Jueves 20 de julio. Un mal día para mensajes. Recibo llamadas de Estados Unidos diciendo que soy antisemita por criticar a Israel. Aquí vamos otra vez. Calificar a gente decente de antisemita pronto convertirá el antisemitismo en algo respetable, les digo a los que me llaman, y les pido que les digan a las fuerzas aéreas israelíes que dejen de matar civiles.

Viernes 21 de julio. Los israelíes acaban de bombardear la prisión de Khiam. Un objetivo interesante ya que ésta era la cárcel en la que la anterior milicia ad hoc de Israel, el Ejército Libanés del Sur (ELS), solía torturar a los prisioneros aplicando electrodos a sus penes, y a las prisioneras electrocutando sus pechos. Cuando el ejército israelí retrocedió en 2000, Hezbolá convirtió la prisión en un museo. Ahora la evidencia de la crueldad del ELS ha sido borrada.

Sábado 22 de julio. Tomo café en el jardín de mi casero y él se trepa a una higuera con una escalera de madera y me trae un plato de fruta. “Todos los días nos da nuestros higos”, me dice. “Nos sentamos debajo de nuestro árbol por la tarde, con la brisa del mar, que es como aire acondicionado.” Miro su pequeño paraíso de plantas y bebo mi café árabe de una pequeña taza azul. Vemos los barcos de guerra deslizándose hacia el puerto de Beirut. “¿Qué ocurrirá cuando se vayan todos los extranjeros?”, pregunta. Eso es lo que todos preguntamos. Lo descubriremos esta semana.