Medio Oriente

 

Reacción al ataque de ayer

Ahora en Beirut todos se alinean con Hezbollah

Por Silvia Pisani
Enviada especial al Líbano
La Nación, 31/07/06

Beirut.– Rabia, frustración, una inmensa pena, un deseo urgente de ser escuchados y una unidad inquebrantable. Con la matanza de Qana, en el más sangriento ataque emprendido por Israel en estos 20 días, el Líbano pareció decir basta y, en una reacción masiva y espontánea, se encolumnó detrás de Hezbollah para la resistencia.

Hasta los cristianos corearon el nombre del jefe musulmán, Hassan Nasrallah. “No porque sean de otra religión van a morir solos. Hoy estamos todos juntos por el Líbano”, gritaban decenas de jóvenes bajo las banderas anaranjadas del Frente Patriótico Libanés, integrado por cristianos.

Empujado por la indignación popular, también el premier Fouad Siniora cambió de discurso y, por primera vez en tres semanas de ataque, se atrevió a reclamar un cese del fuego "sin condiciones" para su pueblo y la investigación de los "crímenes de guerra" israelíes. Hasta ahora, había venido hablando de una "reacción militar desproporcionada" por parte de Israel. Pero ni siquiera ese giro le valió para consolidar su frágil posición: su nombre no fue coreado ni una sola vez en la plaza, donde el destinatario de la esperanza popular fue el jeque y ningún otro.

En una muestra de unidad, el presidente del Parlamento, Nabih Berri, líder del movimiento chiita Amal, cercano a Hezbollah, afirmó en una conferencia de prensa conjunta con Siniora: "En estos momentos estamos unidos detrás del gobierno y el liderazgo del premier". También el líder druso libanés Walid Jumblatt, que hasta ayer acusaba a Hezbollah de actuar para el "eje sirio–iraní" y de haber provocado la guerra, puso a un lado las diferencias con el movimiento chiita. "Frente a la terrible masacre, no es momento de discutir los motivos de esta guerra", declaró.

La plaza de la unidad

El incidente en Qana fue una mecha, y la reacción no se hizo esperar. Primero fueron nada más que 20 personas. Llegaron a la Plaza de los Mártires, el corazón de la ciudad, al rato de haberse enterado de que cerca de 30 chicos de aldeas pobres habían muerto en Qana por un ataque israelí en plena noche y de que, en total, el número de víctimas superaba los 60.

Al rato, eran miles los manifestantes en todo el país en un mismo grito, que rechazaba la repetición de la pesadilla colectiva. La reiteración del procedimiento, del escenario y de las víctimas encendió la mecha.

El primer blanco de la ira fue la suntuosa sede de Naciones Unidas, contra el que cargaron varios jóvenes indignados. "Somos un pueblo pobre; este edificio costó 40 millones de dólares y es tan inútil que ni siquiera es capaz de salvar a nuestros niños ni de que se condenen los crímenes de Israel", se escuchó.

El primer piso fue poco menos que arrasado. Hasta que fue un diputado de Hezbollah, Alí Ammar, el primero que se atrevió a intervenir para impedir más destrozos.

De todos modos, Fassi Uffaz, un estudiante de administración hospitalaria de 20 años, al que acababan de sacar del cuello de la sede, se dio por satisfecho: "Es lo único que podemos hacer: decir que estamos hartos de que nuestra muerte no importe."

Antes del estallido, los libaneses se habían hartado de las aterradoras imágenes que veían en la televisión. Niños desechos; el cuerpo de alguna madre como última y vana protección de su hijo; gente desesperada que apartaba piedras con los brazos para rescatar a los que habían quedado sepultados vivos.

Por sí solo, nadie podía hacer más: los últimos bombardeos arrasaron las estaciones de servicio; el país está casi paralizado: no hay nafta y, aunque la hubiera, el destrozo en las rutas impide llegar. Fue la desesperación más absoluta la que se volcó a la calle.

"Estoy aquí porque no hay otro sitio", dijo una mujer vestida de Carolina Herrera que sostenía en alto una pequeña foto de Nasrallah. De su mano pendían también las llaves de un Mercedes. A su lado, mujeres chiitas, con velo negro, gritaban lo mismo. Era la plaza de la unidad.

El país volvió a la resistencia del pasado. "¡Beirut, hurra, hurra [´libre ]!" "¡Todos somos resistencia! ¡Todos somos el Sur!", "¡Qana, masacre apoyada por [Condoleezza] Rice!", eran algunos de los gritos.

"Cuando ocurrió la primera vez, tenía 11 años; padecí pesadillas durante un mes y tuve una reacción nerviosa en la piel", cuenta Maysa Aloun, que dijo no poder soportar las imágenes de los niños que fueron víctimas. "Ahora, todo se repite, hasta los hipócritas pedidos de perdón", añade.

Llegaba luego el relato desesperado de los sobrevivientes de la aldea. "Quisimos escapar de los bombardeos, pero no teníamos cómo. Era una casa en medio del campo; terminamos por confiar en que nada nos pasaría", decía llorando un hombre ante una de las pocas cámaras que pudieron llegar.


¿Qué ha ganado el ejército israelí?

Por Rob Watson
BBC, analista en defensa
La Nación, 31/07/06
  

El movimiento islamista Hezbollah está probando ser un hueso duro de roer para el ejército de Israel. Sus combatientes han demostrado estar bien entrenados y altamente motivados.

Los mismos soldados israelíes confiesan haberse sorprendido por la ferocidad de la resistencia que encuentran y las armas sofisticadas que usan, en particular sus misiles antitanques.

Ciertamente, en un aspecto la ofensiva no ha tenido éxito hasta el momento: los misiles del Hezbollah continúan cayendo en ciudades israelíes y no hay señales de que se detendrán.

Pero Israel insiste en que lentamente sus fuerzas están empujando al Hezbollah hacia el interior de Líbano, alejándolo de la frontera.

De todos modos, en privado, algunos de sus funcionarios reconocen cuán poco probable es una victoria militar sobre el Hezbollah. Lo máximo que se puede esperar –dicen– es ganar algunos puntos.

Convencional v. guerrilla El conflicto ha puesto en evidencia las limitaciones del poder aéreo contra una guerrilla mezclada con la población civil.

Para tener alguna posibilidad de infligir un real daño al Hezbollah, Israel tendría que iniciar una ofensiva a gran escala por tierra, estrategia que hasta el momento tanto sus mandos militares como líderes políticos se resisten a poner en marcha.

No sorprende entonces, que los reveses y bajas que el ejército israelí sufrió hasta ahora en el Líbano hayan generado espacios de reflexión y de debate.

Algunos analistas contrastan el conflicto actual con las breves y contundentes guerras que Israel ganó en las décadas de los 60 y 70 contra fuertes ejércitos árabes.

Se preguntan al mismo tiempo si la superioridad de fuerzas militares convencionales de Israel será realmente suficiente para acabar con el desafío que impone la guerrilla del Hezbollah.