Medio Oriente

 

Palestina, Israel y Medio Oriente: la necesidad de un debate programático

Por un Estado único, laico y democrático en toda Palestina

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, periódico, 03/06/08

“Cuando estás en un check point, los obligas a esperar [a los palestinos] mucho más de lo necesario, a veces durante horas, y coges a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así tú, que estás con cuatro soldados más, los dominas a ellos que son miles.” (“Confesiones de un soldado israelí”, www.socialismo-o-barbarie.org/medio%20oriente/060730_1a_confesiones.htm)

El genocidio del Estado de Israel en Gaza y ahora en Líbano pone al rojo no sólo el combate contra este monstruo alimentado desde EEUU. También hace más que nunca actual, entre los luchadores involucrados, el debate de un programa de fondo en relación a Israel, Palestina y Medio Oriente. Tanto en la izquierda mundial como en los movimientos de resistencia palestinos, esta cuestión tiene una larga historia. Comenzamos por recordarla.

El abandonado programa fundacional de la OLP

La Organización de Liberación de Palestina (OLP), fundada en Jerusalén en mayo de 1964 y encabezada por el extinto Yasser Arafat, unificó a las principales corrientes políticas y de la resistencia alrededor de un eje programático: la lucha por establecer en todo el territorio de Palestina un único Estado laico, democrático y no racista, con plena igualdad de derechos para todos sus habitantes, árabes o judíos.

Estado laico significa que no estará basado ni sostendrá ninguna religión “oficial”, ni islámica, ni judía, ni cristiana. Un Estado Palestino laico no se basará ni en el “Antiguo Testamento y los profetas de Israel” (como es el caso del actual Estado sionista, de marcado carácter no sólo racista sino teocrático), ni tampoco en la “sharî‘a” (derecho islámico tradicional). Al mismo tiempo, garantizará a cada uno de sus habitantes una total libertad de practicar el culto que deseen, o de no tener ninguna religión si así lo prefieren.

Los Acuerdos de Oslo pusieron a prueba el programa de los dos estados

Pero la OLP finalmente abandonó este programa, en función de los llamados “Acuerdos de Oslo” firmados con Israel bajo el auspicio de EEUU en 1993. Estos Acuerdos tenían como punto nodal el reconocimiento de Israel por parte de la OLP. La consecuencia expresa era reemplazar el anterior programa por el del establecimiento de dos Estados. O sea, junto al Estado de Israel, constituir un Estado Palestino en los Territorios Ocupados por el Estado sionista en la guerra de 1967 (Gaza, Cisjordania y el este de Jerusalén).

Los “Acuerdos de Oslo” fueron un clásico ejemplo de “concesión-trampa”. Israel y el imperialismo daban algo (el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania y Gaza, con Arafat a la cabeza) a cambio de mucho (el reconocimiento de Israel sin siquiera irse de los Territorios Ocupados en 1967)... y con la perspectiva de liquidar así la lucha palestina y recuperar mucho más después...

Esto fue producto de condiciones muy contradictorias a escala mundial y de Palestina. La primera Intifada (estallada en 1987) había puesto en crisis la ocupación israelí en Cisjordania y Gaza. Pero, contradictoriamente, esto se producía en medio de la ofensiva global del imperialismo iniciada en los 80, la avalancha de derrotas cuyo pico fue la restauración capitalista en la ex URSS y el Este, la guerra del Golfo contra Irak, la bancarrota del nacionalismo burgués en Oriente Medio y en todo el Tercer Mundo, la oleada imparable de la globalización neoliberal y la borrachera de la burguesía mundial por el “fracaso del socialismo”.

Pero esta capitulación de Arafat y la OLP no fue inmediatamente visible para las masas palestinas, que festejaron como un triunfo de su lucha el pedazo de tierra obtenido: la constitución de la ANP y la instalación de Arafat en Ramallah. En el campo del nacionalismo “laico”, sólo algunos intelectuales lúcidos, como Edward Said, denunciaron rotundamente la trampa de Oslo. La izquierda de la OLP –posiblemente abrumada bajo los cascotes del Muro de Berlín– apenas si balbuceó objeciones.

¿Quién se plantó contra esa capitulación? Hamas y los “islamistas”, una minoría que estaba por fuera de la OLP y el nacionalismo “laico”. Al mismo tiempo, en los 90, Hezbollah, sus primos hermanos del Líbano, le daban la gran paliza al Ejército de Israel que había invadido y ocupado parte del país en 1982. Fue el Vietnam de los sionistas y su retirada final en el 2000 marcó otro punto de prestigio para esas corrientes.

Pero lo que aquí importa es que a partir de los Acuerdos se Oslo se puso a prueba el programa de los dos estados. El resultado desastroso no puede ser más categórico. En vez de avanzar hacia la constitución de un Estado palestino en los Territorios Ocupados en 1967, lo que se “obtuvo” fue la extensión y profundización allí de la colonización sionista, con la consiguiente expulsión en masa de los palestinos, hasta quedar encerrados en tres o cuatro guetos o “bantustanes” rodeados de un muro de 8 metros de altura. Ahora, las matanzas diarias en Gaza y luego el genocidio en el Líbano han extendido el certificado de defunción de Oslo, que había muerto hace rato.

El fin de Oslo y la vuelta a la dura realidad

El fin de las ilusiones de Oslo y la trágica demostración de la utopía reaccionaria del programa de los dos estados exigen un rearme programático, así como la comprensión de las raíces de este fracaso.

Los hechos han demostrado que aquí no se trataba de una mera “disputa territorial entre dos pueblos” ni tampoco entre estados más o menos “equivalentes”. Como sería, para dar un ejemplo cercano, las disputas territoriales entre Perú y Ecuador, que llevaron incluso a guerras fraticidas.

Israel no es un estado “normal” (y no sólo por los principios racistas, similares al extinto apartheid de Sudáfrica y Rhodesia, que presiden y ordenan su régimen político). Lo decisivo es que Israel constituye un enclave colonial que existe en “simbiosis” con el imperialismo yanqui.

Entonces, la relación con el resto de los pueblos y estados de Medio Oriente, es la relación colonizador / colonizado. O dicho en forma menos “teórica” y abstracta: es la relación que describe Yehuda Shaul, el ex soldado israelí que un día dijo basta. “Cuando estás en un check point, los obligas esperar [a los palestinos] mucho más de lo necesario, a veces durante horas, y coges a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así, tú que estás con cuatro soldados más, los dominas a ellos que son miles.” [1] Pues bien: ésa es la relación colonial del Estado de Israel no sólo con el pueblo palestino, sino con el resto del Medio Oriente.

Los programas de Hamas y las corrientes islamistas tampoco son salida

Las corrientes islamistas tampoco son una salida programática progresiva. Aunque, por supuesto, no cometemos el “error” intencionado de la propaganda occidental, que mete a todos los islamistas en la misma bolsa (rotulada “talibán” o “Bin Laden” o “terroristas”) su proyecto global de sociedad es reaccionario (en el sentido de un forzado retorno a condiciones sociales hoy desaparecidas donde, además, la clase obrera no tiene arte ni parte) y encuadrado por completo en los marcos del capitalismo.

Y en lo concreto, en cuanto al Estado de Israel, sectores de Hamas y otras corrientes han vuelto a jugar con la tesis de los “dos estados” (aunque en forma más cuidadosa y condicional que la OLP).

Reformular el programa del Estado único, laico, democrático (y socialista), en las condiciones del siglo XXI

Nos parece, entonces que está planteada objetivamente la necesidad de los militantes palestinos (y también de la minoría de activistas judíos que allí se oponen a las barbaridades del Estado de Israel) de debatir un rearme programático.

Hay algunos síntomas, aún muy pequeños, de que esto se está planteando. Así, una corriente que reúne a activistas e intelectuales árabes y judíos, que se expresan en la revista Dialogue, retorna a la propuesta de un solo estado: “La única solución para alcanzar la paz en toda la región es el final inmediato de la ocupación israelí, el derecho de los refugiados a retornar a sus ciudades y aldeas de origen, y el final de la partición racista de la Palestina histórica, con la formación de un solo estado, garantizando el reconocimiento de iguales derechos para sus componentes árabes y judíos”. [2]

Por nuestra parte, y con las limitaciones que lógicamente tenemos para desarrollar esto en forma más detallada y concreta, pensamos que, tal como están las cosas, un nuevo programa no podrá ser sólo ni aisladamente “palestino”. En toda la región se está librando una lucha sangrienta contra la aventura neocolonial de Bush de forjar un “Nuevo Medio Oriente”. La fuerte resistencia a este delirio colonialista ha puesto en crisis al gobierno estadounidense.

Sin embargo, no sólo no está aún categóricamente derrotado, sino que las alternativas a ese proyecto que están en danza, no son progresivas. Ni las corrientes islamistas, ni el intrincado juego diplomático de las “potencias regionales” (como Irán) pueden ser una alternativa beneficiosa para las masas trabajadoras y populares. El mejor ejemplo de eso es el régimen de Irán, que vocifera contra EEUU e Israel mientras calladamente sostiene al gobierno títere de Iraq. Asimismo, la experiencia de los estados capitalistas (como el de Egipto), que comenzaron enfrentando al imperialismo para terminar negociando en mejores condiciones, es una lección para tener en cuenta en relación a Irán, Siria y otros gobiernos que expresan el actual retorno de un cierto “nacionalismo” burgués.

Entonces, sería un gran un paso adelante si aparecieran corrientes, aunque sea minoritarias, que formularan un programa independiente de todos los gobiernos y corrientes burguesas o pequeño burguesas (sean “islamistas” o “laicas”). Dicho de otra manera: la renovación del combate por un único estado democrático y laico en Palestina se inscribe en la lucha revolucionaria del conjunto de la región. Ésta sólo podrá ser consecuente si se ubica en una perspectiva revolucionaria independiente y socialista: es decir, de recuperación del rol central de las clases obreras de la región, que supieron tener mucho peso en países como Egipto, Irak o Irán, encarnando la perspectiva de una Federación Socialista. O sea, en la perspectiva de la lucha por el poder para las masas trabajadoras y populares en todo Oriente Medio.


[1].- Ver en la edición del 30/07/06 www.socialismo-o-barbarie.org/medio%20oriente/060730_1a_confesiones.htm

[2].- “Dialogue – Review for Discussion Between Arab and Jewish Activist of Palestine”, Nº 10, agosto 2005.