Medio Oriente

 

La historia de cómo Tel Aviv y Washington decidieron atacar al Líbano

“Una guerra barata con muchos beneficios”

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, periódico, 17/08/06

Como bien dice el refrán, la derrota no tiene padres. Cuando se produce algún fracaso de estas dimensiones, muchos comienzan a “pasar facturas”... y a lavarse las manos y pasarle la pelota al de al lado. Una consecuencia es que se corre el telón sobre la fabricación del desastre y sus responsables. De la misma manera que hace unas décadas las derrotas de EEUU en Vietnam hicieron estallar las revelaciones más escandalosas, comienza a suceder lo mismo con la criminal aventura en Líbano. Así, Seymour Hersh –uno de los más famosos periodistas de investigación de EEUU, ganador del premio Pulitzer– reveló en la revista The New Yorker (12-8-06) cómo fue preparada esta guerra en Washington y Tel Aviv. Estas son citas de Hersh con algunos comentarios.[1]

“El gobierno de EEUU estuvo estrechamente involucrado en la planificación de las operaciones militares de Israel en Líbano antes del 12 julio, cuando Hezbollah secuestró a dos soldados israelíes... La administración Bush fue informada por anticipado y dio «luz verde» al ataque, con planes trazados varios meses antes...

“EEUU consideraba a las acciones de Israel como un prerrequisito para un posible ataque a Irán. A principios del verano, funcionarios israelíes visitaron Washington para informar al gobierno de sus planes para atacar a Hezbollah, aprovechando cualquier provocación... Estos funcionarios comenzaron sus gestiones con el vicepresidente Cheney, sabiendo que si lograban su apoyo sería luego fácil obtener el del presidente Bush y el de Condolezza Rice...”

Un consultor de Washington con estrechas relaciones con los israelíes describió a Seymour Hersh cómo fue el diálogo: “Los israelíes nos dijeron que sería una guerra barata con muchos beneficios. ¿Por qué oponernos a ella? Seríamos capaces de bombardear y destruir desde el aire misiles, túneles y bunkers. Iba a ser un «demo» para Irán”.

Asimismo, otro experto de Washington sobre Medio Oriente reveló a Seymour Hersh que también “el Departamento de Estado apoyó este plan porque creía que ayudaría al gobierno del Líbano a tomar el control del sur del país”.

Estas revelaciones nos permiten rectificar algunos aspectos del análisis que hicimos al inicio de la contienda. En el artículo “El marco global de esta guerra” (Socialismo o Barbarie 83, 20-7-06) dábamos como más probable que Israel hubiese iniciado esta guerra por su cuenta, a sabiendas de que Washington siempre termina apoyando incondicionalmente lo que hace, más aún cuando se trata de una guerra.

Esta hipótesis –que muchos compartían– era la más “racional”, ya que los bombardeos de Israel al Líbano estaban destruyendo el casi único éxito político de Bush en Medio Oriente: el gobierno “democrático”, neoliberal y proyanqui de Fuad Siniora –ex ejecutivo del Citibank– que asumió en julio del año pasado, al tiempo que las tropas de Siria eran obligadas a retirarse del país.

Pero, evidentemente, la racionalidad no es lo que guía las decisiones políticas en Washington. Por eso, los comentaristas serios, de izquierda o de derecha, han quedado algo asombrados ante la imbecilidad política de la actual conducción del imperialismo yanqui. El plan era tan simple como políticamente absurdo: “bombardeamos, y si los libaneses se ponen nerviosos, cargamos la responsabilidad por las destrucciones sobre Hezbollah, a fin de hacerlos odiosos e impopulares en su propio país... Hasta un «juego de guerra» en una computadora del Pentágono habría arrojado mejores sugerencias. El plan se ha vuelto de manera sensacional contra quienes lo idearon”.[2]

Efectivamente, si ahora hay un hecho en el que todos coinciden (además de la derrota de Israel), es en la popularidad arrasadora conquistada por Hezbollah y su líder, el sheik Hassan Nasrallah, tanto en el Líbano como en todo el mundo árabe e islámico. “Desde Marruecos hasta Indonesia, tanto para los shiítas como para los sunnitas, Hassan Nasrallah se ha convertido en el símbolo de la resistencia contra Israel y EEUU... «Al-lah, Al-lah, dale la victoria a Nasrallah» es una de las consignas repetidas una y mil veces durante las manifestaciones a favor de Hezbollah que se celebraron en Marruecos, Kuwait, Jordania y otros países...”[3] Efectivamente, se lo ve como el “Che Guevara de Medio Oriente”, el “nuevo Nasser” o el “nuevo Saladino”, según los gustos de cada uno.[4]

Hasta siervos incondicionales de EEUU, como el presidente Mubarak de Egipto, que junto con las monarquías de Jordania y Arabia Saudita había criticado a Hezbollah al inicio de la guerra, ahora se incorporan al “club de admiradores” de Nasrallah.[5] Es que sienten que el suelo se calienta bajo sus pies.

Tales son algunas de las consecuencias de la “guerra barata con muchos beneficios”, prometida por Israel en Washington. Evidentemente, Bush y su pandilla de criminales de guerra no conocen el refrán de las amas de casa rioplatenses: “lo barato sale caro”.


Notas:

1. Las citas son de su investigación y de una entrevista posterior en la CNN, tomadas de AFP (US involved en planning Israel’s operations in Lebanon, 13-8-06) y The Independent (Bush viewed war in Lebanon as a curtain-raiser for attak on Iran, 14-8-06).

2. Tariq Alí, “El absurdo plan de Occidente”, www.socialismo-o-barbarie.org, edición del 13-8-06.

3.“Nasrallah, nuevo guía para árabes y musulmanes”, WebIslam, 14-8-06.

4. Gamal Abdel Nasser (1919-1970), presidente de Egipto que expulsó a los colonialistas ingleses,  nacionalizó el Canal de Suez y se enfrentó a Israel y EEUU. Saladino (Salah al-Din, 1138–1193), guerrero musulmán que derrotó a los sanguinarios “cruzados” provenientes de Europa, reconquistando Jerusalén en 1187.

5. “Con sus errores de cálculo, los israelíes creían que podrían aniquilar la resistencia de Hezbollah, pero estaba claro que no lograrían sus objetivos y que no podrían vencer a Hezbollah por ser una corriente popular” (Declaraciones de Mubarak a la agencia IRNA, 14-8-06). Mubarak trata así de ocultar que tuvo el mismo “error de cálculo” que su amo de Washington.