Medio Oriente

 

¿Qué puede lograr Israel?

Por Immanuel Wallerstein
La Jornada, 26/08/06
Traducción de Ramón Vera Herrera

El Estado de Israel se estableció en 1948. Desde entonces ha existido violencia continua entre los judíos y los árabes en Israel, y entre Israel y sus vecinos. En ocasiones, la violencia fue de baja intensidad y hasta latente. Y, de vez en cuando, la violencia escalaba a la guerra abierta, como sucede ahora. Siempre que estallaba la violencia a gran escala había un inmediato debate en torno a qué la disparó, como si eso importara. Nos hallamos ahora en medio de una guerra entre Israel y Palestina en Gaza, y entre Israel y Líbano. Y el mundo se empeña en su acostumbrado y fútil debate de cómo reducir el estado de guerra abierta a una violencia de baja intensidad.

Todos los gobiernos israelíes han querido crear una situación donde el mundo y los vecinos de Israel reconozcan su existencia como Estado y cese la violencia entre los grupos y entre los estados. Israel nunca ha podido lograrlo. Cuando el nivel de la violencia es relativamente bajo, el pueblo israelí se divide en cuanto a la estrategia a seguir. Pero cuando escala en guerra, los judíos israelíes y los judíos a escala mundial tienden a promover la posición del gobierno.

En realidad, desde 1948 la estrategia básica de Israel ha sido la de confiar en dos aspectos para conseguir sus objetivos: contar con militares fuertes y con un fuerte respaldo exterior de Occidente. Hasta ahora esta estrategia ha funcionado en un sentido: Israel sigue sobreviviendo. La pregunta es por cuánto tiempo más, de hecho, seguirá funcionando dicha estrategia.

Esa fuente de respaldo exterior ha cambiado con el tiempo. Se nos olvida por completo que en 1948 el crucial respaldo militar de Israel provenía de la Unión Soviética y de sus satélites de Europa del este. Cuando se retiró la Unión Soviética, fue Francia la que vino a cumplir ese papel. Francia estaba envuelta en una revolución en Argelia, y vio a Israel como elemento crucial para derrotar al movimiento de liberación nacional argelino. Pero cuando Argelia se independizó en 1962, Francia abandonó a Israel porque buscó mantener vínculos con la ahora independiente Argelia.

Fue sólo después de este momento que Estados Unidos se movió hacia su actual respaldo total a Israel. Un elemento importante en este viraje fue la victoria militar israelí en la Guerra de los Seis Días, en 1967. En esta guerra, Israel conquistó todos los territorios del antiguo Mandato Británico de Palestina, y otros más. Probó su capacidad de ser una fuerte presencia militar en la región. Transformó la actitud de los judíos del mundo, de una en la que sólo 50 por ciento realmente aprobaba la creación de Israel, a una donde obtuvo el respaldo de la gran mayoría de judíos en el mundo, para los cuales Israel se convirtió en fuente de orgullo. Fue este momento en que el Holocausto se volvió una importante justificación ideológica para Israel y sus políticas.

Después de 1967, los gobiernos israelíes nunca sintieron que tenían que negociar nada con los palestinos o con el mundo árabe. Ofrecían arreglos unilaterales, pero siempre en términos israelíes. Tel Aviv no negociaría con Nasser. Luego, no negociaría con Arafat. Y ahora no negociará con los llamados terroristas. En cambio, confía en los sucesivos despliegues de su fuerza militar.

Desde su propio punto de vista, Israel cayó en el mismo catastrófico craso error que George W. Bush al invadir Irak. Pensó que una demostración de fuerza militar establecería la presencia estadounidense de manera incuestionable en Irak e intimidaría al resto del mundo. Bush ha descubierto que la resistencia iraquí era mucho más formidable militarmente de lo que se había anticipado, que los aliados políticos de Estados Unidos en Irak eran mucho menos confiables de lo que se suponía y que el respaldo del público estadounidense a la guerra era mucho más frágil de lo esperado. Estados Unidos se dirige hacia una humillante retirada de Irak.

La presente campaña militar de Israel guarda un paralelo directo con la invasión de Irak emprendida por Bush. Los generales israelíes ya comienzan a notar que la fuerza militar de Hezbollah es mucho más formidable de lo que anticiparan, que los aliados de Washington en la región comienzan a tomar gran distancia de Estados Unidos e Israel (hay que resaltar el respaldo del gobierno iraquí a Líbano y ahora el del gobierno saudita), y pronto descubrirán que el respaldo del pueblo israelí es más frágil de lo que esperaban. Tel Aviv es ya renuente a enviar tropas terrestres a Líbano, en gran parte por lo que supone será la reacción de su propio pueblo, al interior de Israel. Israel se dirige hacia un humillante pacto de tregua.

Lo que los gobiernos israelíes no acaban de entender es que ni Hamas ni Hezbollah necesitan de Israel. Es Israel quien los necesita, y los necesita desesperadamente. Si Israel no quiere convertirse en un Estado cruzado que a fin de cuentas termine siendo extinguido, únicamente Hamas y Hezbollah pueden garantizar la supervivencia de Israel. Es sólo cuando Tel Aviv llegue a acuerdos con ellos –como los voceros de los palestinos y del nacionalismo árabe, con profundas raíces–, que Israel podrá vivir en paz.

Lograr un acuerdo de paz estable será extremadamente difícil. Pero los pilares de la actual estrategia de Israel –su propia fuerza militar y el apoyo incondicional estadounidense– constituyen un junco muy delgado. Su ventaja militar está disminuyendo y disminuirá constantemente en los años venideros. Y en los años posteriores a Irak, Estados Unidos puede abandonar a Israel del mismo modo que Francia hizo en los años 60. La única garantía real para Israel será la que le brinden los palestinos. Y para lograr esta garantía, tendrá que repensar fundamentalmente su estrategia de supervivencia.