Medio Oriente

 

¿Por qué perdió el ejército israelí?

Por William S. Lind [1]
CounterPunch / La Haine, 23/08/06
Traducido por Germán Leyens

Con el actual cese al fuego en Líbano, la segunda guerra Hezbollah-Israel entró en remisión temporaria. Hasta ahora, el régimen israelí ha sido derrotado. La magnitud de la derrota es considerable. Israel parece haber perdido en todos los ámbitos: estratégico, operativo y táctico.

Nada de lo que probó dio resultados. El poder aéreo fracasó, como siempre lo hace contra un enemigo que no tiene que maniobrar operacionalmente, o incluso moverse tácticamente en la mayor parte de los casos. Fracasaron los intentos de bloqueo de Líbano y de cortar así los suministros de Hezbollah; sus alijos de armas resultaron ser abundantes. Peor todavía, el ataque terrestre dentro de Líbano fracasó. Israel capturó poco terreno y pagó caro cuando lo logró. Además, no puede conservar lo que capturó; si la diplomacia no lo obliga a retirarse, Hezbollah lo expulsará, como lo hizo anteriormente. La alternativa es una úlcera sangrante que nunca se cerrará.

Sin embargo, esos fracasos sólo representan el comienzo de la magnitud de la derrota de Israel. Mientras el líder de Hezbollah, el jeque Hassan Nasralá, es ahora un héroe islámico, Olmert se ha convertido en una pechuga hervida en la charca en ebullición que es la política israelí. El cese al fuego en Líbano permitirá que los equipos de camarógrafos transmitan al mundo la extensión de la destrucción, con aún más daño para la imagen de Israel. La estrategia del “muro” de Israel para encarar a los palestinos ha sido deshecha; los cohetes de Hamas pueden volar por sobre un muro con la misma facilidad con la que los cohetes de Hezbollah han volado sobre la frontera septentrional de Israel.

Más importante aún es que un ente de la Cuarta Generación Islámica, Hezbollah, mostrará ahora el camino a todo el mundo árabe y al amplio mundo islámico hacia un futuro en el que Israel puede ser derrotado. Eso tendrá vastas ramificaciones, y no sólo para Israel. Cientos de millones de musulmanes creerán que la misma guerra de Cuarta Generación que derrotó al odiado Israel puede derrotar al igualmente odiado EE.UU., sus “coaliciones” y sus regímenes aliados árabes y musulmanes. Parece más probable que los eventos futuros confirmarán esa convicción en lugar de debilitarla.

El cese al fuego en Líbano durará sólo poco, su vida probablemente será medida en días si no en horas. Ni Israel ni Hezbollah lo han aceptado genuinamente. La noción de que el Ejército Libanés y una fuerza improvisada de la ONU logren desarmar a Hezbollah es absurda incluso si es medida con los estándares usualmente bajos de las ficciones diplomáticas. El bombardeo y el lanzamiento de cohetes podrán detenerse brevemente, pero Israel ya ha anunciado una campaña de asesinatos contra dirigentes de Hezbollah, mientras cada soldado israelí en Líbano seguirá siendo un objetivo para Hezbollah.

Por desgracia para los Estados en general, Israel parece no tener buenas alternativas cuando recomiencen las hostilidades. Puede continuar arrastrándose adelante en tierra en el sur de Líbano, pagando caro por cada metro de terreno, y tal vez llegue a denegar a Hezbollah algunos de sus sitios de lanzamiento de cohetes. Pero no puede conservar lo que captura. Podrá presionar para una fuerza más robusta de la ONU, ¿pero qué país desea combatir a Hezbollah? Cualquier ocupante del sur de Líbano que no esté allí con el permiso de Hezbollah enfrentará la misma guerra de guerrillas ya librada y perdida por Israel. Lo más probable es que Israel escale y lleve la guerra a Siria o Irán, y será una estrategia motivada por la desesperación. También fracasará, después de sumergir a toda la región en una guerra cuyo resultado será catastrófico para EE.UU. así como para Israel.

Antes de ese desenlace catastrófico, mi bola de cristal de la Cuarta Generación sugiere que son probables los siguientes acontecimientos:

De nuevo, un reinicio a corto plazo de las hostilidades entre Israel y Hezbollah, en las que Israel no tendrá más éxito que hasta ahora. En el pasado, el ejército israelí ha sido brillante en la extracción de conejos de sombreros de copa, pero esta vez parece que otros ocupan todas las madrigueras de los conejos.

Un desmembramiento de Líbano, con un colapso del débil Estado libanés y muy posiblemente un retorno a la guerra civil en ese país (que siempre fue el resultado probable de la partida de Siria).

En general, un aumento de la influencia siria e iraní, acompañado por una caída de la influencia estadounidense. Si Israel y EE.UU. fueran avispados, un retorno de Siria ofrecería una oportunidad diplomática para un acuerdo en el que Siria cambiara de lado a cambio de un tratado de paz con Israel, que incluiría el retorno de todas las tierras. La bola de cristal me dice que esa oportunidad será desdeñada.

Un vasto fortalecimiento de los elementos de la Cuarta Generación islámico por doquier.

Por último, y lo que es probablemente lo más desalentador, una incapacidad continua de los militares estatales en todas partes, incluyendo los de Israel y de EE.UU., de adaptarse a la guerra de Cuarta Generación. Incapacidad es probablemente una palabra demasiado cortés; tal vez negativa sea más adecuada.

¿Existen perspectivas más promisorias? No a menos que Israel cambie su política fundamental. Incluso en el caso improbable de que el cese al fuego en Líbano dure y que el ejército libanés y las fuerzas de la ONU se encaminen hacia el sur de Líbano, lo único que se ganaría sería un poco de tiempo. Israel sólo tiene un futuro a largo plazo si puede llegar a una avenencia mutuamente aceptable con sus vecinos. Mientras esos vecinos sean Estados, una política de impulso de una tal avenencia podría tener alguna posibilidad de éxito. Pero a medida que el progreso de elementos de la Cuarta Generación como Hezbollah y Hamas debilite, y con el tiempo reemplace, a esos Estados, la posibilidad desaparecerá. Por desgracia, la política israelí parece alejarse de ese camino, en lugar de acercársele.

Para EE.UU., la pregunta es si Washington seguirá insistiendo en que nos hundamos con el barco israelí.


[1].- William S. Lind, que expresa su opinión personal, es director del Centro de Conservadurismo Cultural de la Free Congress Foundation.