Atentados en
el Magreb

 

¿Al Qaeda en el Magreb? (*)

Algo más que un cambio de nombre

Por Txente Rekondo
Gara, 13/04/07

La supuesta presencia de Al Qaeda en el Magreb no es nueva, pero más que una estructura ajena a esa realidad, nos encontramos con individuos que forman nuevas organizaciones o grupos locales existentes que deciden actuar bajo el paraguas ideológico que ofrecería Al Qaeda

El autor afirma que los enfrentamientos y atentados de Casablanca y Argel no guardan una relación directa, pero sí permiten apreciar con mayor nitidez la nueva fotografía que se está mostrando desde esa región de África.

L o que nadie pone en duda es la existencia de lo que algunos analistas han definido como "un nuevo paradigma en el Magreb", que sería el resultado de la conversión de dos acontecimientos. El primero, la mayor coordinación entre los grupos locales de la zona, y el segundo, la decisión del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), cuyo nuevo nombre es "Al Qaeda del Magreb Islámico", de unirse a Al Qaeda. Este proyecto se mostraría como un reagrupamiento de grupos armados con bases sólidas locales, y en ocasiones con sus propias agendas que, a su vez, colaborarán en una amplia red transnacional. Y una de las claves para entender esta evolución la encontraríamos en lo que algunos expertos han definido como "el círculo completo", una especie de viaje de ida y vuelta. Así, los viajes entre el Magreb e Irak de los militantes jihadistas vienen a completar un ciclo de entrenamiento, interrelación y colaboración entre ellos y con otras organizaciones de la órbita de Al Qaeda.

El primer paso lo darían en los campamentos móviles que el GSPC dispone en el Sahara, para, posteriormente, pasar a realizar acciones armadas junto a ese grupo en Argelia. Tras esas experiencias, los jihadistas iniciarían el viaje hacia Irak, donde logran todavía una mayor veteranía con su participación en los enfrentamientos contra las fuerzas ocupantes, lo que les dotará además de una mayor destreza en el manejo de las armas y en operaciones militares. Finalmente, algunos de ellos volverán a sus países, bien para integrarse en los grupos existen– tes, bien para formar alguna organización nueva, tras lo cual seguirán las agendas de éstas o bien esperarán "órdenes de Al Qaeda" para actuar.

Si bien el protagonismo directo de las organizaciones locales es uno de los pilares de esta nueva situación, el papel que en todos estos acontecimientos desempeña Al Qaeda también es reseñable.

El surgimiento de Al Qaeda supuso una ruptura con la orientación nacionalista de la mayoría de los grupos islamistas que existían, confiriendo una nueva, de carácter global. El primer paso lo dio en el año 1998 la Jihad Islámica de Egipto, liderada por Ayman al–Zawahiri, mientras que los más recientes impulsos en esa dirección han provenido de la Gama´a al–Islamiyya egipcia y el GSPC, quienes el año pasado siguieron los pasos del grupo de Al–Zawahiri.

A ellos habría que sumar cerca de otras cuarenta organizaciones que han anunciado "su formación y su lealtad a Al Qaeda y a sus objetivos estratégicos", lo que anuncia que el potencial de la ideología que defiende aquella organización cobra una peligrosa capacidad operativa. En estos momentos, y a pesar de que el año pasado Al Qaeda no cometiera atentados de gran envergadura, la llamada guerra asimétrica que mantiene se basa en tres puntos. En primer lugar está el liderazgo de Bin Laden y Al–Zawahiri, quienes a pesar del cerco al que les someten Estados Unidos y sus aliados han demostrado en los últimos meses una importante capacidad para difundir sus comunicados y probablemente para coordinarse entre ellos. El segundo lo conforman esos grupos que se presentan como "una red de redes", y en tercer lugar nos encontramos con el soporte ideológico que teje todo ese entramado.

En el caso del norte de Africa ya hemos visto el salto cualitativo y cuantitativo que se ha producido, lo que puede representar a partir de ahora un serio motivo de preocupación para Estados Unidos, Europa y sobre todo para los regímenes que gobiernan en esos estados norteafricanos.

Desde Washington se ha reaccionado con la creación del llamado "Grupo Antiterrorista Trans–Sahara", que lo forman EEUU y los gobiernos de Argelia, Marruecos, Malí, Túnez, Mauritania, Chad, Níger, Nigeria y Senegal. Al tiempo que algunos de estos gobiernos buscan la formación de milicias paramilitares (en ocasiones armando a las tribus nómadas del desierto) para enfrentarse a los militantes islamistas que operan en esa zona del Sahara.

Estos movimientos islamistas también tienen sus implicaciones de cara a Europa, más todavía si tenemos en cuenta que Al Qaeda no disimula su intención de buscar influenciar el devenir de esos países, aprovechándose en ocasiones de citas electorales. Además, ahí están los comunicados recientes, llamando a "liberar el Islam, desde Jerusalén hasta el Andalus", o señalando a Francia y Estados Unidos "por robar el petróleo y el gas natural de la ummah". Y los recientes ataques contra empleados de la empresa de construcción norteamericana Halliburton o trabajadores rusos en Argelia.

A partir de ahora, si se cumple la lógica planeada por Al Qaeda y sus aliados locales, la situación de inestabilidad en otra zona del mundo se añade al escenario mundial, y nuevos motivos se suman a una realidad que cada día es más delicada y más insegura para un mayor número de personas, a pesar de los cantos de sirena de Bush y sus aliados.


(*) Se denomina Magreb a la región occidental del norte de África, donde hoy se encuentran Túnez, Marruecos y Argelia. (Nota de SoB)


Veintiséis muertos y mas de 200 heridos en ataques simultáneos
con coches bomba

Megaatentado de Al Qaida en Argel

Por Ignacio Cembrero, corresponsal en Argel
El País, Madrid, 12/04/07

La ola de ataques que sacudió a la capital argelina llega apenas dos días después de que cuatro militantes islamistas se inmolaran en Casablanca y siete meses después de que los salafistas argelinos se proclamaran “vasallos” de Al Qaida. El primer ministro argelino fue testigo privilegiado de una de las explosiones.

Varios atentados simultáneos con coches bomba causaron ayer en Argel la muerte de 26 personas e hirieron a más de 200, según un balance provisional difundido por la agencia APS. El primero y más espectacular dañó, en pleno centro de la capital, la sede de la Jefatura del Gobierno y del Ministerio del Interior, mientras que el segundo voló parte de una comisaría en el barrio de Bab Ezzouar, cerca del aeropuerto. La oleada de explosiones que ha sacudido Argel, después de que anteayer cuatro kamikazes y un policía murieran en un barrio marginal de Casablanca, ponen de relieve el recrudecimiento de la violencia islamista en el Magreb después de que, hace siete meses, los salafistas argelinos se proclamasen “vasallos” de Al Qaida y cambiasen su nombre con la bendición de Osama bin Laden.

La televisión árabe Al Jazeera informó que la rama magrebí de Al Qaida había reivindicado los atentados. La primera explosión retrotrajo a Argel a los peores tiempos de la guerra civil larvada que padeció en la década del ’90, cuyo balance de víctimas mortales oscila entre 150.000 y 200.000. La detonación se oyó en todo el centro de la ciudad y la columna de humo negro y el ulular de las sirenas de los coches de policía y de las ambulancias no dejaron lugar a dudas sobre la magnitud del atentado.

Por primera vez desde hace cuatro meses, los terroristas del Grupo Salafista de Predicación y Combate, ahora denominado Al Qaida del Magreb Islámico, habían conseguido golpear en la capital y además en un lugar estratégico. La protección civil argelina señaló que allí habían muerto nueve personas y al menos otras 36 habían resultado heridas.

No está claro si al volante del coche que estalló en ese estacionamiento tan vigilado había o no un chofer suicida. La policía ha dado a entender que fueron kamikazes lo que estamparon sus coches contra los edificios oficiales. De no ser así, su conductor tuvo que contar con complicidades para introducir su vehículo entre los encargados de la seguridad de ese enorme complejo administrativo.

En Bab Ezzouar, una barriada de edificios altos situada en el camino del aeropuerto, fueron nada menos que tres los coches bomba que estallaron. Uno hizo añicos unas instalaciones de Sonelgaz, una empresa pública eléctrica, y los otros dos destrozaron parte de la comisaría del barrio. En pleno caos, una cercana universidad fue también evacuada.

Protección civil señaló que en Bab Ezzouar los muertos se elevaban a ocho y los heridos a más de 50. En total, la violencia terrorista ha provocado la muerte en Argelia, desde principios de este año, de más de 160 personas, según datos que maneja la prensa argelina. Un tercio de ellas ha muerto en los once primeros días de este mes de abril. El pasado domingo, nueve militares cayeron acribillados en Ain Defla en una emboscada de los salafistas en cuyas filas hubo otros seis muertos.

Testigo privilegiado de la primera explosión, que se produjo ante sus ventanas, el primer ministro argelino, Abdelaziz Beljadem, se apresuró ayer a denunciar esos “crímenes tan cobardes”. Recordó, además, que la inmensa mayoría de los argelinos “aspira a la reconciliación nacional”.

Beljadem aludía así a una política de mano tendida a cambio de la renuncia a la violencia puesta en marcha en 2005 por el presidente Abdelaziz Buteflika, pero que, a juzgar por el escaso número de terroristas que han entregado las armas, no ha dado los frutos esperados.

El grueso de la lucha entre el ejército y los terroristas se desarrolla en las montañas de Cabilia. En la capital no se había producido ningún atentado desde que, el 10 de diciembre, los salafistas ametrallaron un autobús de una filial de la empresa estadounidense Halliburton. Un argelino murió y los empleados anglosajones que viajaban abordo resultaron heridos. Con anterioridad, en octubre, dos coches bomba estallaron ante sendas comisarías de los suburbios de Argel, causando tres muertos.

Uno de los objetivos de las autoridades argelinas, expuesto recientemente por Ali Tounsi, el director de la policía argelina, era blindar Argel con el despliegue de más fuerzas de seguridad. Aparentemente no lo ha conseguido. La medida anunciada por Tounsi formaba parte de un plan de erradicación del terrorismo puesto en marcha tras la aparición de Al Qaida del Magreb Islámico.