Afganistán

 

Matanzas de tropas de EEUU desatan protestas

Por Abdul Samad Rohani y S. Mudassir Ali Shah
Pajhwok Afghan News (*), 30/04/07

Kabul.– Furiosas protestas se desataron en Afganistán, luego de la muerte de docenas de civiles en ataques de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, supuestamente contra blancos del movimiento islamista Talibán.

Miles de personas tomaron las calles este lunes en las provincias de Herat, en el occidente, y Nangharhar, en el este, donde reinaba hasta ahora una relativa calma, para acusar a las tropas de la coalición de "masacre a sangre fría".

El domingo, manifestantes bloquearon la congestionada carretera entre Jalalabad y Torkham en el distrito de Ghanikhel, en la oriental provincia de Nangarhar, para protestar contra la violenta muerte de cuatro supuestos insurgentes y dos mujeres.

Las tropas estadounidenses atacaron una vivienda en la que, según un informante de las fuerzas de la coalición, se preparaban coches–bomba para perpetrar atentados suicidas contra las fuerzas internacionales en las próximas semanas.

Por otra parte, la coalición insistió este lunes en que las 136 víctimas fatales de la operación realizada por fuerzas afganas y estadounidenses durante tres día sen el Valle de Zerkoh, en Herat, eran insurgentes talibanes, entre los que figuraban dos comandantes.

Mientras, gran cantidad de residentes del lugar salieron a las calles a manifestar su ira. Algunos prendieron fuego a la sede de la autoridad distrital de Shindand, según diversas versiones que no fueron confirmadas por el portavoz local de la policía, coronel Noor Khan Nekzad.

"Muchísimos civiles murieron en el choque y luego en el ataque aéreo", dijo el manifestante Abdul Ghafoor a la agencia de noticias Pajhwok.

Muchas familias huyeron del lugar tras la batalla, que duró varias horas, dijo Ghafoor, residente del lugar que consideró injustificada la acción de la coalición en un área donde "no hay grupos armados".

Según Ghafoor, los soldados estadounidenses y afganos mataron a muchos civiles ajenos a la contienda sin haber afinado la ubicación de sus enemigos.

Otro residente de Shindand, Abdul Manan, recordó que el feroz bombardeo aéreo nocturno continuó hasta las 10 de la mañana.

El coronel Khan Nekzad confirmó la realización de manifestaciones de gran escala contra las fuerzas extranjeras. Mientras, el portavoz de Talibán Qari Yousaf Ahmadi aseguró que combatientes del movimiento islamista habían matado al menos a 28 soldados extranjeros y del ejército afgano y prendieron fuego a dos vehículos militares.

De todos modos, la coalición afirmó que las fuerzas obtuvieron información sobre actividad insurgente en el valle de Zerkoh, por lo que lanzaron un ataque contra posiciones de Talibán con morteros, armas pequeñas y granadas propulsadas a cohete.

Más tarde, las tropas pidieron refuerzos y apoyo aéreo para bombardear las posiciones rebeldes. Uno de los aviones lanzó explosivos sobre varios objetivos enemigos, dijo la coalición.

A través de un comunicado emitido desde la base aérea de Bagram, la coalición indicó que un avión AC–130 artillado acabó con 26 combatientes de Talibán que intentaban huir a ambos lados del río Zerkoh.

"Un total de siete posiciones enemigas fueron destruidas y 87 combatientes talibanes muertos en 14 horas de combate", según el comunicado oficial divulgado tras la batalla, que se registró a 59,5 kilómetros de Sindand el domingo.

Otros 49 guerrilleros, incluidos dos comandantes talibanes locales, habían muerto dos días antes por disparos de armas pequeñas y bombardeos aéreos, cerca del poblado de Parmakan en la misma provincia.

El choque comenzó por un ataque rebelde contra una patrulla conjunta de la policía afgana y las fuerzas especiales estadounidenses en el área, según la coalición. El comunicado indica que un soldado estadounidense murió en combate.

"Los combatientes talibanes no pueden con el ejército afgano y las fuerzas de la coalición", dijo el portavoz de las tropas internacionales, mayor Chris Belcher.

"Intensificaremos nuestras operaciones para desembarazar Afganistán de todos los combatientes de Talibán y los extranjeros que dañan a civiles afganos inocentes y amenazan al gobierno", advirtió.

Los tiroteos casi diarios entre Talibán y las tropas de la coalición en Afganistán se han cobrado al menos 4.000 vidas civiles desde 2006.

Informes desde la meridional provincia de Helmand confirmarn la muerte de seis niños y mujeres en bombardeos aéreos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en el área de Kharko, en el distrito de Garmser.

La policía negó que hubiera bajas civiles.

El residente de Kharko Ghulam Shah dijo a Pajhwok que todos los muertos eran civiles sin vínculos con ningún grupo combatiente. El área fue bombardeada después de un ataque de Talibán contra tropas extranjeras.

Manifestantes en Nangarhar aseguraron que los soldados mataron a sangre fría a seis personas, entre ellos dos mujeres. Los ataúdes de estos muertos quedaron a la vera de la carretera durante la protesta, dijo una autoridad tribal a Pajhwok.

Las fuerzas de la coalición aseguraron que esas seis víctimas cayeron en fuego disparado en represalia.


(*) Publicado por IPS en convenio con la agencia de noticias afgana Pajhwok Afghan News.


Una ofensiva de EEUU desata la ira en la zona española de Afganistán – Los militares dicen haber matado a 130 talibanes, pero fuentes locales les acusan de atacar a civiles

Las protestas contra las fuerzas extranjeras dan paso a los peores disturbios de los últimos años

Por Marc Marginedas
Enviado especial a Afganistán
El Periódico, 01/05/07

"Esto no debía haber sucedido nunca". Con voz visiblemente contrariada, Khudadad Erfani, jefe del distrito de Shindand, colgó anoche el auricular, poniendo fin a una corta conversación telefónica de apenas dos minutos de duración con este diario. Una ofensiva lanzada por las tropas de EEUU contra los talibanes, en la que murieron más de 130 personas, provocó una revuelta popular contra la presencia militar extranjera en este distrito del oeste de Afganistán, enclavado en la zona de responsabilidad española. Shindand, donde en febrero murió en un atentado la soldado Idoya Rodríguez Buján, a solo 120 kilómetros de Herat –sede de la principal base del contingente español en Afganistán– hervía ayer de indignación contra la presencia militar extranjera.

"Ahora todos se han unido para enfrentarse a los extranjeros", bramó el jefe del distrito de Shindand. "Aquí no hay talibanes, es la gente del pueblo la que lucha contra los americanos porque nos atacan", clamó Abdul Ghafor, un residente local. Los combates de los últimos días son los más intensos vividos en esta región occidental afgana tras el despliegue de las tropas españolas.

Las versiones de lo sucedido durante los últimos días no tienen nada que ver según procedan de fuentes militares estadounidenses o de fuentes locales. Eso sí, portavoces del Ministerio de Defensa español insistieron una y otra vez en que los soldados españoles no habían participado en las acciones militares, y ni siquiera confirmaron el anuncio, en Madrid, de un portavoz socialista de que se había prestado asistencia sanitaria en Herat a dos militares afganos que participaron en la ofensiva y que resultaron heridos.

Dos batallas

El comunicado emitido desde la base estadounidense de Bagram informó de dos batallas que se desarrollaron durante la pasada semana en el valle de Zerkoh, al sur de Shindand y en las que llegó a participar la aviación. En la primera murieron "49 combatientes talibanes", en la segunda perecieron "87 talibanes" como consecuencia de los enfrentamientos que se prolongaron durante "14 horas". El Ejército de EEUU –prosiguieron los portavoces militares estadounidenses– adoptó "todas las precauciones posibles para evitar herir a inocentes".

Lo anunciado por el servicio de prensa de la base estadounidense de Bagram difiere enormemente de las informaciones recogidas a través del teléfono de fuentes civiles y dirigentes locales en Shindand. "Han matado a mucha gente, las cifras no están claras", explicó Abdul Ghafor, un residente local que había participado en la manifestación de protesta de ayer en Shindand que degeneró en una batalla campal. Durante la marcha, fueron asaltadas e incendiadas parcialmente la sede del gobernador y un cuartel policial.

Ante los desórdenes, la policía se vió obligada a enviar refuerzos para controlar a los revoltosos y para impedir que causaran más destrozos. Al caer la noche, la población de Shindand había podido recuperar una tensa calma, aunque una veintena de personas habían resultado heridas en los enfrentamientos con la policía.

Todo comenzó el miércoles

Los combates de mayor envergadura en el oeste de Afganistán de los últimos años comenzaron el pasado miércoles, cuando fuerzas estadounidenses irrumpieron y registraron varias casas de familiares de un poderoso señor de la guerra asesinado el pasado año en una lucha de clanes. "Esto indignó a la población y fue la principal razón por la que estallaron los combates", subrayó Khudadad Erfani, máximo dirigente local del distrito de Shindand.

En Afganistán, el registro de un domicilio por fuerzas armadas extranjeras puede considerarse como un grave atentado a la vida privada. Con todo, pese a las afirmaciones de los civiles de que no hay talibanes en Shindand, el jefe del distrito llegó a contradecirlas al reconocer que las milicias insurgentes habían solicitado la cooperación de los civiles, a lo que estos se habían "negado".

Los enfrentamientos armados con las tropas de EEUU y la posterior revuelta civil en el oeste afgano hacen hincapié de nuevo en la escalada violenta que sufre la región, donde patrullan soldados españoles de la Fuerza de Reacción Rápida con base en la ciudad de Herat.


Los Jan no perdonan

Por Sergio Caro y Marc Marginedas
Enviados especiales a Afganistán
El Periódico, 03/05/07

Campos de amapolas en flor a la espera de ser cosechados –la materia prima de la heroína– y milicianos pertrechados con kalashnikovs dan la bienvenida a nuestro Toyota todo terreno, tras vadear, no sin dificultades, el crecido cauce de un río. Acabamos de penetrar en el valle de Zerkoh, al sur de la población de Shindand, el lugar donde, supuestamente, tropas de EEUU abatieron la semana pasada a más de 130 talibanes. Nuestro propósito: comprobar si las versiones oficiales de los combates se corresponden con la realidad, si los caídos eran insurgentes o si, como es habitual en las guerras, eran los civiles los que habían pagado el precio de un error cometido en un despacho militar.

Para un occidental, adentrarse en el valle de Zerkoh es penetrar en terreno vedado, donde los leales a Ayi Nasrulá Jan, hermano y sucesor de Amanulá Jan –un señor de la guerra afgano asesinado en otoño en una típica lucha de clanes–, imponen su ley. Muy probablemente, nuestra visita no hubiera sido posible si en Shindand, en el último tramo del trayecto, no se no hubiera subido a nuestro Toyota Zulmai Kurzai, vendedor de vehículos originario del valle, quien nos hará de valedor y pasaporte en el opaco mundo del clan Jan.

Ayi Nasrulá Jan nos invita a pasar, nos ofrece té y, pese a la destrucción que le rodea, cumple con las obligaciones ceremoniales de todo afgano para con sus huéspedes. Durante su parlamento, no puedo dejar de fijar la mirada en su inmaculado shalwar kamiz (camisón largo) cuya ausencia de manchas no se corresponde con lo habitual en una zona rural y remota de Afganistán. Tampoco puedo dejar de prestar atención a su llamativo reloj dorado, que lo distigue de los restantes miembros de su clan porque estos, simplemente, no llevan, y en una pistola, visible bajo su chaleco.

"Nos han matado a 57 personas; ayer enterramos a 25. Ni siquiera sabemos cuántos niños murieron ahogados en el río al huir", explica entre susurros. Un hilo de voz que solo se rompe cuando se le pregunta sobre los talibanes. "No es verdad que los talibanes nos hayan pedido que nos uniéramos a ellos; aquí, en nuestro territorio, nunca ha habido un atentado contra la ISAF", grita.

Incursión de EEUU

El escueto comunicado oficial emitido el domingo por EEUU no guarda apenas similitud con el relato de Ayi Jan. Los enfrentamientos, según el cabecilla, estallaron el miércoles, cuando blindados irrumpieron en el valle para arrestar a Ajtar Mohamed, el jefe de las milicias del clan, acusado de mantener contactos con los talibanes. "Arrestaron a dos personas y mataron a dos inocentes", continúa. Todo ello degeneró en un levantamiento popular que acabó con un bombardeo aéreo en el que perecieron decenas de personas.

El clan de los Jan está en guerra, pero sus líderes saben distinguir a sus enemigos. "No tenemos nada contra los españoles ni contra los italianos, nos han llamado para decirnos que no tenían nada que ver". Pero si los soldados estadounidenses regresan a Zerkoh, ni que sea uno solo, advierte Ayi Jan, "les combatiremos hasta con la última gota de nuestra sangre".


Los enviados especiales de El Periódico hablan con el hombre más buscado por EEUU en el oeste del país. El cabecilla cuyo intento de detención desató la matanza de Zerkoh ironiza con las acusaciones de EEUU

"Ante ustedes, el líder de la 'yihad'"

Por Sergio Caro y Marc Marginedas
Enviados especiales a Afganistán
El Periódico, 05/05/07

El hombre más buscado por las tropas estadounidenses en todo el oeste de Afganistán viste un shalwar kamiz (camisón largo) verde, luce una precoz alopecia bajo su turbante, no se deja fotografiar en ninguna circunstancia –ni siquiera de espaldas, por lo que no podemos mostrar imagen alguna de él– y no se separa nunca de su kalashnikov. Duerme cada noche bajo un techo diferente, saca pecho al explicar que tiene abiertas las puertas de los "mil hogares" del valle de Zerkoh para esconderse e intercala sus ceremoniosos parlamentos con sonrisas en apariencia sinceras, pese a tener tras él al Ejército más poderoso del mundo.

Es Ajtar Mohamed, uno de los jefes del clan Jan, cuya fallida detención el miércoles desencadenó una sangrienta represalia militar estadounidense en la que perdieron la vida 57 civiles afganos.

Deseoso de contar al mundo su verdad, y habida cuenta de que somos, junto con un periodista de Al Jazira venido de Kabul, de los pocos reporteros extranjeros que han llegado hasta el valle, Ajtar Mohamed ha aceptado reunirse con nosotros. Pero –clandestinidad obliga– fue un encuentro precedido de una larga espera, entre más sorbos de té hirviendo y amigables conversaciones con los hombres del clan, para los que ya hemos dejado de ser unos forasteros. "Podría llegar a vivir aquí", exclama Sergio en un momento de relajación, cautivado por la benigna primavera centroasiática y la tranquilidad del valle.

Ajtar Mohamed cruza el umbral casi de súbito y nos da la mano. Como única presentación, una sola frase con sarcasmo: "Ante ustedes, el líder de los yihadistas chechenos, árabes y paquistanís." Y no fue una broma gratuita. Porque se trata precisamente de las acusaciones que el Ejército de EEUU ha lanzado contra él para organizar su detención.

En una conversación de dos horas con alguien a quien se acaba de conocer, es casi imposible discernir cuánto hay de verdad y cuánto de medias verdades; cuánto de realidad y cuánto de exageración. Pero en su larga exposición de los hechos, Ajtar Mohamed desgrana con detalle una historia de inicial amistad que fue transformándose poco a poco en desconfianza. Unas relaciones que fueron deteriorándose con el paso del tiempo, dando paso a unas incursiones militares cada vez más frecuentes en el valle de Zerkoh.

Colaboración con Kabul

"En el 2005, cuando el Gobierno central promovió el desarme de las milicias, enviamos a algunos de nuestros hombres a servir en el Ejército afgano. ¿Acaso eso es algo que hacen los talibanes?", protesta.

La semana pasada, la paciencia en el valle de Zerkoh se acabó. Las tropas estadounidenses irrumpieron de madrugada, precisamente cuando los lugareños trabajaban con la planta de la adormidera. La resistencia que presentaron desembocó en la masacre de todos conocida. Anoche, de regreso a un hotel en Herat, la gran ciudad del oeste afgano, nos llegó la primera buena noticia del viaje: el Ejército de EEUU parecía desdecirse de lo dicho y había abierto una investigación.