Pakistán

 

Pakistán: hundirse juntos

Por Tariq Alí
The Guardian, 30/08/07
Sin Permiso, 09/09/07
Traducción de Daniel Raventós

“El Presidente Musharraf está aislado y es impopular, pero la idea de que Bhutto puede llegar a acuerdos con los talibanes de forma más efectiva es hilarante.”

Para un apolítica cuyos aduladores colegas alardean de que está más cerca del pulso de la gente que cualquier otro de sus rivales, la decisión de Benazir Bhutto de llegar a un acuerdo con el presidente uniformado del Pakistán indica exactamente lo contrario. Ella está tristemente fuera de onda. El general Musharraf es ahora profundamente impopular aquí. No es frecuente que uno pueda actualmente observar cómo va chorreándole el poder a un líder político. Y la línea de salvación que se le lanza en la forma de una rimbombante Benazir puede hundirla junto a él.

Que ella no era del todo inconsciente de ello se hizo evidente hace pocos días cuando declaró que su decisión estaba “aprobada” por la “comunidad internacional” (siempre una palabra clave para referirse a Washington) y por el ejército paquistaní (bien, sí). En breve, la opinión pública paquistaní era irrelevante.

El humor de la calle —estoy actualmente en Lahore— está resumido en una cruel pulla: "People's Party de ballay, ballay / ade kanjar, ade dallay" (La maravilla del Partido del Pueblo / mitad puta, mitad chulo). Esto es un poco injusto y podría aplicarse a todas las ligas musulmanas también. El hecho es que la gente está asqueada con la política y ve a los políticos como a unos sinvergüenzas que sólo quieren acumular dinero y alimentar la codicia de las redes que patrocinan y que también sirven como útiles fondos de votos.

Pero debería admitirse que la aproximación de Benazir Bhutto no es el resultado de una iluminación repentina. Hay aquí una retorcida continuidad. Cuando el general tomó el poder en 1999 y derrocó a los hermanos Sharif (los rivales detestados de Benazir), ella dio la bienvenida al golpe y alimentó esperanzas de un puesto ministerial. Cuando las esperanzas se esfumaron, solía acudir a un despacho subalterno en la sección de Asia del Sur del Departamento de Estado, implorando un empleo. Y, los militares la acusaron a ella y a su marido de chanchulleros y corruptos. La evidencia fue abrumadora. Decidió permanecer en el exilio.

En marzo de hogaño, cuando Musharraf echó a Iftikhar Hussein Chaudhry, el turbulento presidente de la Corte Suprema, le salió el tiro por la culata inesperada y sensacionalmente. Decenas de miles de abogados tomaron las calles, exigiendo su inmediata restitución. Activistas sociales y políticos de casi todas las tendencias políticas se unieron a ellos y un país habitualmente visto en el extranjero como un cubil de extremistas barbudos al borde de tomar el poder fue súbitamente testigo de una asombrosa lucha constitucional que nada tenía que ver con la religión. Incluso los cínicos se vieron obligados a reconocer que los abogados insistían en una nítida separación de poderes.

El uso de la fuerza de los seguidores de Musharraf en Karachi que abrieron fuego y asesinaron a manifestantes pacíficos creó una nueva reacción contra el régimen. La Corte Suprema votó unánimemente a favor de la restitución de su jefe. El general estaba cada vez más aislado. Los políticos que le rodean imploraban por un estado de emergencia o incluso por una nueva declaración de la ley marcial, pero de acuerdo con muchas fuentes paquistaníes la junta de jefes dijo que los militares estaban muy ocupados en la frontera oeste para poder vigilar al resto del país, lo que era una bonita manera de decir “no”. Ya bloqueado este camino, Washington insistió en un acuerdo con la señora Bhutto. Creo que ella, presa de un íntimo afán de subir al poder cueste lo que cueste, y de abrogar los cargos de corrupción, no es cumplidamente dueña de si misma.

La administración Bush, que ha negociado este acuerdo, desconoce esencialmente la política de Pakistán.  Aislar a los hermanos Sharif en vez de incluirlos en el “paquete secular” los conducirá a otra dirección. Nawaz Sharif está haciendo la representación de un hombre de principios, olvidando que él mismo era el responsable de los matones de la Liga Musulmana que asaltaron la Corte Suprema y que hostigaron y encerraron a los periodistas. Aquí la memoria tiene una vida corta y el hecho de que Sharif rechazó negociar con Musharraf lo ha hecho más popular en el país.

La idea de que Bhutto puede tener más éxito que el general en las negociaciones con los talibanes es hilarante, como Kamran Nacer ya apuntó en la revista Comment is Free. Cada vez que inocentes son asesinados en incursiones con bombas en Afganistán y Pakistán, aumenta el apoyo a los talibanes. Los militantes ahora controlan o dominan Tank, partes de Swat, el norte y sur de Waziristan, Dir y Kohat dentro del Paquistán. La solución es política, no militar. Asesinar a más gente no ayudará y ya han aparecido soldados que rechazan disparar contra compañeros musulmanes, y oficiales subalternos que toman tempranamente el retiro después de una gira de servicio en la frontera paquistaní-afgana.

Pakistán es Pakistán, así que muchos observadores están convencidos de que incluso si un acuerdo se llegase a alcanzar, sería de corta duración.


(*) Tariq Ali es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.