Senador
oficialista rompe filas con Bush sobre Irán
Por Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 05/11/07
Washington.-
El senador Chuck Hagel, del gobernante Partido Republicano, reclamó
al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, un diálogo
"directo, exhaustivo y sin condiciones" con Irán.
Hagel
destacó que las presiones económicas para persuadir a Irán para que
abandone su programa nuclear estaban llegando "a un punto
muerto", en medio de "crecientes diferencias con nuestros
aliados" que probablemente se profundizarán.
Mientras
trascendía la carta del senador oficialista a Bush y otros
funcionarios del gobierno, aumentan las discrepancias entre los
precandidatos presidenciales del opositor Partido Demócrata sobre la
política a seguir con Irán.
"A
menos que haya un giro estratégico, creo que nos veremos en una
posición peligrosa y de progresivo aislamiento", escribió Hagel
en su carta, también enviada al secretario (ministro) de Defensa,
Robert Gates, y la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice.
"Este
es el momento para que Estados Unidos considere cuándo y cómo
ofrecer conversaciones directas, exhaustivas y sin condiciones a Irán",
afirmó.
Esos
esfuerzos deberían combinarse con renovadas gestiones --en conjunto
con los aliados de Washington-- para presionar a Teherán con
sanciones económicas, incluida una nueva resolución del Consejo de
Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"Este
enfoque fortalecerá nuestra capacidad para tratar con Irán", señaló
Hagel. "Nuestros amigos y aliados tendrán más confianza para
acompañar nuestra posición si buscamos incrementar la presión,
incluyendo sanciones más severas."
"Esto
puede crear una nueva dinámica histórica en la relación bilateral,
forzando a los iraníes a reaccionar ante la posibilidad de mejores
relaciones con Occidente", agregó.
La
carta, que fue hecha pública por el director del programa de
estrategia nacional de la Fundación Nueva América, Steven Clemons,
en su influyente blog http://thewashingtonnote.com, fue enviada
mientras crecen las especulaciones sobre un ataque militar de Estados
Unidos contra Irán en algún momento del próximo año.
Estas
versiones se multiplicaron rápidamente desde que Bush planteó en una
conferencia de prensa hace dos semanas la posibilidad de "una
Tercera Guerra Mundial" en caso de que Teherán obtenga aunque
sea el conocimiento necesario para fabricar un arma atómica..
Los
objetivos serían la Guardia Revolucionaria, un cuerpo armado de elite
al que Washington acusa de dirigir los ataques de milicias chiitas
patrocinadas por Irán contra las tropas estadounidenses en Iraq, las
instalaciones nucleares, o ambos.
Varios
días después, en un discurso que pronunció en el Instituto de Políticas
para el Cercano Oriente de Washington --un centro de estudios
proisraelí de línea dura-- el vicepresidente de Estados Unidos, Dick
Cheney, advirtió a Irán sobre "serias consecuencias" si no
abandonaba su programa nuclear.
En
esa ocasión, también lo acusó de estar "directamente
involucrado en el asesinato de estadounidenses".
"No
vamos a permitir que Irán tenga un arma nuclear", aseguró
Cheney, en lo que analistas informados consideraron una clara escalada
retórica respecto de comentarios anteriores de funcionarios de su
gobierno, quienes habían dicho que consideraban
"inaceptable" el desarrollo de un arsenal atómico por parte
de Teherán desarrollara un arsenal atómico.
Además
de esta escalada, analistas en el Congreso legislativo notaron la
inclusión de un pedido de 88 millones de dólares --incluido en el
presupuesto adicional de defensa de 200.000 millones de dólares--
para modificar los bombarderos B-2 "Stealth".
Los
cambios les permitirán cargar bombas diseñadas para destruir
instalaciones subterráneas en respuesta a "urgentes necesidades
operacionales de los comandantes en el terreno".
En
el actual contexto geoestratégico, el único blanco lógico para ese
tipo de arma serían las instalaciones nucleares iraníes, según la
mayoría de los expertos en materia de defensa.
Esto
se suma a nuevas regulaciones aprobadas por el gobierno, que le
otorgan autoridad para imponer severas sanciones financieras contra
compañías extranjeras y bancos que hagan negocios con la Guardia
Republicana, que controla un imperio económico en Irán.
Las
relaciones con Teherán fueron así catapultadas al primer plano de la
campaña para las elecciones presidenciales estadounidenses de
noviembre de 2008.
Los
principales aspirantes republicanos a la Presidencia --el ex alcalde
de Nueva York Rudolph Giuliani, el ex gobernador Mitt Rommey y el
senador John McCain-- mostraron posiciones tan duras como las
adoptadas por el gobierno de Bush.
De
hecho, el equipo de expertos en política exterior de Giuliani,
dominado por neoconservadores, propiciado abiertamente un ataque
contra Irán si no suspende su programa nuclear.
Los
demócratas aparecen más divididos. La senadora Hillary Rodham
Clinton --favorita para ganar la candidatura de su partido-- ha sido
la que asumió hasta el momento las posiciones más duras.
De
los cuatro senadores que se presentaron como precandidatos, ella fue
la única en apoyar favorablemente una resolución que pedía a Bush
declarar a la Guardia Republicana como una "organización
terrorista".
Ese
texto fue aprobado por 76 votos contra 22 y aproximadamente la mitad
de los senadores demócratas se opusieron.
Los
otros aspirantes criticaron la decisión de Rodham Clinton,
argumentando que podría ser utilizada por el gobierno para justificar
un ataque a bases de la Guardia Republicana que podría precipitar un
conflicto prolongado.
Desde
entonces, Rodham Clinton ha asegurado en repetidas ocasiones que su
voto no debe ser interpretado como un aval para una guerra con Irán.
Incluso
presentó un proyecto de ley, junto a otros senadores, que requiere a
Bush solicitar la aprobación del Congreso legislativo antes de
iniciar cualquier operación militar de envergadura contra Teherán.
Al
mismo tiempo, la mayoría de los precandidatos demócratas --Rodham
Clinton entre ellos-- han enfatizado en varias oportunidades su apoyo
a un diálogo diplomático con Irán, de alcance mucho más amplio que
el emprendido en el pasado verano (boreal) entre los embajadores de
Estados Unidos e Irán en Bagdad, que estuvieron limitadas al tema de
la estabilización de Iraq y nunca fueron formalmente concluidas.
Hagel
ha sido muy crítico de la política de Bush hacia Iraq y de la retórica
belicosa del gobierno respecto de Irán. Es el primer senador
republicano de peso a nivel nacional que pide un diálogo sin
condiciones con Teherán con una amplia agenda, que incluya el
programa nuclear.
El
gobierno de Bush siempre rechazó este punto si Irán no abandonaba
previamente su programa de enriquecimiento de uranio.
Hagel
peleó en la guerra de Vietnam (1964-1975) y fue condecorado. Hasta
hace pocos meses estaba considerado como un precandidato presidencial
con posibilidades.
Ha
sido el favorito de los expertos en política exterior que creen que
la invasión de Iraq fue un colosal error estratégico y se oponen a
los neoconservadores que, dentro del gobierno, están liderados por el
vicepresidente Cheney.
Aunque
Hagel ha sido mucho más franco y abierto que sus colegas
republicanos, se cree que sus opiniones reflejan las de otros
importantes legisladores del partido, incluidos los dos senadores
oficialistas de mayor peso en las comisiones de Relaciones Exteriores,
Richard Lugar, y Defensa, John Warner.
Lugar
y Warner fueron los únicos republicanos que votaron contra la
resolución que pedía que Bush declarara "organización
terrorista" a la Guardia Republicana Iraní.
También
se cree que los puntos de vista de Hagel reflejan el pensamiento de
Gates y los más altos jefes militares, incluido el nuevo jefe del
Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen.
Según
Clemons, el almirante William Fallon, el militar de mayor jerarquía
en la región de Medio Oriente y el Golfo Pérsico (o Arábigo), envió
a Hagel una nota de felicitación al conocer el contenido de la carta
del senador a Bush.
Aunque
Hagel anunció que se retirará de la política al término de su
periodo legislativo, la semana que viene dará un discurso --que
probablemente será una ampliación de su carta-- en uno de los
centros de estudios sobre seguridad nacional más influyentes de
Washington, el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.
En
su carta, el senador le expresó a Bush que Estados Unidos no está en
condiciones de conservar el apoyo internacional para su política
hacia el Golfo porque, en buena medida, los aliados de Washington
piensan "que el objetivo real es producir en Irán un cambio de
gobierno, no un cambio de conducta".
"Si
esto continua, nuestra capacidad para mantener un frente internacional
unido se verá debilitada, a medida que aumenten en los otros países
las dudas sobre nuestros motivos y no estén dispuestos a arriesgarse
a una confrontación abierta con Irán. Esto nos dejará cada vez con
menos opciones políticas", afirmó.
|