Pakistán

 

Musharraf profundiza el golpe de Estado y Pakistán se convierte en un nuevo "frente de conflicto" para Washington

A Bush se le complica el tablero "antiterrorista"

IAR Noticias, 08/11/07

En un escenario mundial dominado por la crisis y la "incertidumbre" de los mercados capitalistas, con el dólar en picada y el petróleo a punto de traspasar la barrera de los US$100, con un polvorín militar a punto de estallar en la frontera turco-iraquí  y una nueva escalada protagonizada por Irán en Medio Oriente, Pakistán ya se ha convertido en otro frente de conflicto de difícil resolución para Washington, en una región clave y estratégica y con un posible impacto en el vecino Afganistán donde las fuerzas de EEUU y la OTAN se encuentran empantanadas y acorraladas por las mismas organizaciones islámicas que ya le declararon la guerra al presidente paquistaní Pervez Musharraf, el más firme aliado "antiterrorista" de Bush, que hoy está metido en una aventura de "golpe de Estado" que le complica el tablero regional al Imperio y pone al borde de un ataque de nervios a la Unión Europea, el "socio natural" del sionismo norteamericano.

Pervez Musharraf, el general aliado de Washington, rompió el fin de semana pasado el "pacto de gobernabilidad" (impulsado por Washington) con la oposición y tomó todo el poder declarando el "estado de excepción" con detenciones masivas de políticos, jueces y representantes del bando contrario.

Pese a las advertencias de EEUU y la UE, el general continúa atrincherado en el golpe de Estado con promesas vagas (para ganar tiempo) de "restauración de la democracia" y con un llamado a elecciones que nadie cree que vayan a celebrase.

Este jueves, presionado por Washington y la Unión Europea, Musharraf prometió elecciones para el próximo febrero y dijo que abandonará la comandancia del ejército, pero la oposición no le cree y -por el contrario- dice que el dictador sigue reprimiendo y deteniendo personas escudado en el estado de emergencia.

Mientras tanto, Musharraf aparece acorralado en dos frentes: la oposición encabezada por Bhuto que amenaza con movilizaciones masivas para forzarlo a restaurar la democracia y obligarlo a convocar elecciones, y las organizaciones islámicas que están estudiando como aprovechar la debilidad de Musharraf y los aliados "democráticos" de Washington, con Bhutto a la cabeza, metidos en una guerra interna por el poder.

Como hecho concreto, el general Pervez Musharraf le acaba de asestar un golpe mortal a la cada vez más complicada geopolítica imperial de Washington en Asia rompiendo el "pacto de gobernabilidad" que había comenzado a regir en Pakistán, una potencia nuclear aliada situada en frontera con Afganistán, sumida en un proceso de "violencia islámica" que ya superó los 500 muertos y ha convertido al país en un nuevo frente de "guerra contra el terrorismo".

El golpe de Musharraf, en la visión de algunos analistas estadounidenses, desestabiliza el poder de EEUU en Asia y abre una peligrosa compuerta para la "afaganización" total de Pakistán, convirtiendo a esa nación con poder nuclear, esencial para el equilibrio del poder regional estadounidense, en pasto de un nuevo proceso de "terrorismo islámico" descontrolado, como en Irak y Afganistán.

Durante la semana, el general golpista Pervez Musharraf, fue sometido a todo tipo de presiones por parte de EEUU y la Unión Europea para que restaurase el estado constitucional en el país, pero el presidente pakistaní hizo caso omiso de las advertencias y continuó con la represión y las detenciones masivas de opositores.

El miércoles la policía paquistaní reprimió con palos y lanzando gases lacrimógenos contra los cientos de seguidores de la ex primera ministra Benazir Bhutto que se manifestaban cerca de la sede del Parlamento, en Islamabad, mientras el Poder Legislativo aprobaba el decreto que emitió el pasado sábado el presidente por el que se declaraba el "estado de emergencia".

Reporteros de la agencia AP informaron que cientos de manifestantes levantaron barricadas de metal frente a las fuerzas de seguridad para bloquearles el camino, y como respuesta, la Policía reprimió con fuerza a los activistas del partido de Benazir Bhutto.

Los manifestantes -según los corresponsales-  corrían para huir de los gases lacrimógenos que lanzaban las fuerzas de seguridad mientras gritaban y coreaban "¡Benazir! ¡Benazir!" y "¡Abajo con el estado de emergencia!".

El "doble discurso" de Musharraf (por un lado promete "apertura", y por otro fortifica el "golpe de Estado") exaspera a la Casa Blanca, cuyos funcionarios, con Bush a la cabeza, le suplican que vuelva al redil (y a los acuerdos con la oposición) como si fuera la oveja descarriada de la familia.

Según informó Associated Press, el presidente norteamericano, George W. Bush, telefoneó el miércoles al presidente paquistaní y líder militar, Pervez Musharraf, para instarle a celebrar cuanto antes elecciones parlamentarias y colgar su uniforme militar, mientras las fuerzas de seguridad del país se preparan para aplacar nuevas protestas contra el estado de emergencia.

Bush, que con este paso irrumpió por primera vez en la crisis política paquistaní, dijo que en la conversación de 20 minutos que mantuvo con Musharraf le transmitió la imposibilidad de ser presidente y jefe militar al mismo tiempo.

"Mi mensaje fue muy sencillo, muy fácil de entender, y éste es que Estados Unidos quiere que celebres unas elecciones, como estaba previsto, y que te quites el uniforme", contó Bush durante una conferencia de prensa junto al presidente francés Nicolas Sarkozy en Virginia.

El estado de excepción declarado por Musharraf dejó sin efecto el acuerdo alcanzado entre la principal dirigente de la oposición y Musharraf a principios de octubre, en virtud del cual, el presidente aceptó anular los casos de corrupción abiertos contra Bhutto en el país, lo que permitió a ésta regresar a Pakistán el pasado día 18 tras casi nueve años de exilio.

"Llamo a los paquistaníes a manifestarse, estamos siendo atacados", clamó la ex primera ministra. "¿A cuántas personas quiere poner entre rejas? Seremos tan numerosos que no habrá suficientes cárceles en el país para encerrarnos a todos", aseguró Bhutto en referencia a los numerosos detenidos en manifestaciones de la oposición.

El golpe de Estado perpetrado en Pakistán este fin de semana por el general Pervez Musharraf desarmó el tablero de la "democracia contraterrorista" que Washington venía construyendo con miras a legitimarlo en elecciones que consagrarían a la ex primer ministra  Bhutto como el "poder complementario", con la bendición de EEUU y la Unión Europea.

El plan iba a comenzar a funcionar con el  "regreso triunfal" de la corrupta ex ministra Benazir Bhutto, una pieza sumisa de Washington, que fue exportada de su exilio como parte de una operación que buscaba "lavarle la cara" a la desprestigiada dictadura militar pakistaní de Musharraf e instaurar una estrategia de combate al "terrorismo islámico" legitimada por la ONU y la Unión Europea.

La operación, prolijamente trazada por el Imperio,  buscaba "lavarle la cara" a la desprestigiada dictadura militar pakistaní e instaurar una estrategia de combate al "terrorismo islámico" legitimada por la ONU y la Unión Europea, socia de EEUU en el nuevo armado de "democracia contraterrorista".

El pacto entre Musharraf y Bhutto posibilitaría al primero ser nombrado nuevamente presidente sin las críticas de las potencias europeas aliadas de EEUU, mientras que a la segunda le permitiría disfrutar del cargo de primera ministra por tercera vez, con las acusaciones de corrupción que pesan sobre ella y su familia archivadas y disimuladas en el nuevo "proceso democrático" que la cuenta como principal protagonista.

El tercer actor en este arreglo para "lavarle la cara" al gobierno represivo y militarista de Musharraf (y de paso ponerle un control con la primera ministra) era la Unión Europea que impulsó el retorno de Bhutto al poder ante su socio sionista en Washington, confiriéndole status "democrático" pese a su pasado vinculado a la corrupción y al lavado de dinero que la catapultó al exilio.

El golpe de Estado de Musharraf rompió el pacto, y muy difícilmente el general retroceda en la concesión de un poder que ya tomó con las armas, y que, si finalmente convoca a elecciones, seguirá conservando como reaseguro contra los "democráticos", también aliados de Washington.

En suma, y al contrario de lo que dice la presa del sistema, en Pakistán no hay una lucha entre la "democracia" y la "dictadura", sino una guerra entre dos bandos por hegemonizar el poder y la alianza con EEUU. Por ahora, el round lo está ganando Musharraf.