Pakistán

 

Occidente debe dejar en claro de qué lado está

Por Benazir Bhutto
Agencias, 08/11/07

Islamabad.- El 3 de noviembre de 2007 será recordado como el día más negro en la historia de Paquistán. Digámoslo claramente: Paquistán es una dictadura militar.

El sábado pasado, el general Pervez Musharraf dejó de simular cualquier presunta transición democrática al dar lo que, en efecto, fue otro golpe de Estado.

Al hacerlo, puso en peligro la viabilidad de Paquistán como Estado independiente. Colocó a las fuerzas democráticas del país ante una difícil decisión: someterse a la brutalidad de la dictadura o ganar las calles y mostrarle al mundo cuál es realmente la posición del pueblo paquistaní.

El general Musharraf también planteó al mundo democrático -y particularmente a los países occidentales- un interrogante. ¿Respaldarían su retórica democrática con acciones concretas o, una vez más, se echarían atrás ante la bravuconada del general?

En mi opinión, el partido gobernante del general Musharraf comprendió que perdería por abrumadora mayoría en elecciones libres y, junto con sus aliados en los servicios de inteligencia, conspiró para suspender la vigencia de la Constitución y aplazar las elecciones indefinidamente.

Muy convenientemente, el atentado del que fui blanco el mes pasado, que provocó la muerte de por lo menos 140 personas, es utilizado como el motivo principal para frenar el proceso democrático a través del cual mi partido habría probablemente arrasado en las elecciones parlamentarias. Tal vez esto explique por qué el gobierno se niega a autorizar la presencia del FBI y de Scotland Yard en una investigación forense del atentado.

Mientras escribo esto, hay marchas de protesta en todo Paquistán. Miembros de los partidos opositores, abogados, jueces, defensores de los derechos humanos y periodistas han sido detenidos por la policía sin acusación previa. La prensa ha sido seriamente censurada. Se cree que el presidente de la Corte Suprema y muchos otros jueces están bajo arresto domiciliario.

Estados Unidos, Gran Bretaña y gran parte de Occidente siempre dijeron lo correcto sobre la democracia en Paquistán y en todo el mundo.

Recuerdo las palabras del presidente George W. Bush en su segundo discurso inaugural. "Que sepan todos los que viven oprimidos por una tiranía y sin esperanzas: Estados Unidos no ignorará su opresión ni justificará a los opresores. Cuando luchen por su libertad, nosotros los acompañaremos."

La ayuda de EE.UU

Tan sólo Estados Unidos le ha dado al gobierno de Musharraf más de 10.000 millones de dólares en asistencia desde 2001. No sabemos exactamente dónde ni cómo se ha gastado ese dinero, pero es evidente que no provocó la derrota de los talibanes ni de Al-Qaeda. No logró capturar a Osama ben Laden ni tampoco eliminó el tráfico de opio. Y ciertamente no logró mejorar la calidad de vida de los niños y las familias de Paquistán.

Estados Unidos puede promover la democracia, que es la única manera de frenar verdaderamente el extremismo y el terrorismo, diciéndole al general Musharraf que no acepta la ley marcial y que espera que en Paquistán haya elecciones libres, justas, imparciales y con la presencia de veedores internacionales en menos de dos meses, bajo la autoridad de una cámara electoral reconstituida. Al general se le debería dar esa opción: democracia o dictadura aislada.

La responsabilidad

Aunque el mundo debe hacer lo suyo para enfrentar la tiranía, la principal responsabilidad está en manos del pueblo de Paquistán. Son los paquistaníes los que deben decirle al general Musharraf que la ley marcial no resistirá.

La abrumadora mayoría de paquistaníes son moderados; tengo esperanzas de que se unan en una coalición de moderación y marginen tanto a los dictadores como a los extremistas, restauren el poder civil en la presidencia y clausuren las madrazas políticas, esas escuelas islámicas que acopian armas y predican la violencia.

Es peligroso enfrentarse con una dictadura militar, pero más peligroso es no hacerlo. Ha llegado el momento de que las democracias occidentales nos muestren en sus acciones, y no sólo en su retórica, de qué lado están.


(*) La autora fue primera ministra de Paquistán entre 1988 y 1990 y entre 1993 y 1996. Lidera el Partido Popular Paquistaní (PPP).