Palestina no
se rinde

 

Muerte, engaño y democracia

Por Robert Fisk
The Independent, 14/11/04

Traducción de Gabriela Fonseca, La Jornada, México

Así que la muerte de Yasser Arafat es una enorme y nueva oportunidad para los palestinos, ¿verdad? El hombre que personificó la lucha palestina -el "señor Palestina"- ha muerto. Por tanto, las cosas sólo pueden mejorar para los palestinos; la muerte significa democracia. La muerte significa estabilidad. El deceso del corrupto y viejo líder guerrillero debe ser una señal de optimismo que demuestra lo catastrófico que se ha vuelto el conflicto en Medio Oriente.

Es un poco como en Fallujah: entre más destruyamos, entre más crueles seamos, más brillantes serán las oportunidades para la democracia iraquí. Entre más éxito tengamos, peores serán las cosas.

Esto fue lo que el presidente George W. Bush dijo el pasado viernes: que la violencia en Irak aumentará a medida de que se aproxime la fecha de las elecciones iraquíes, lo cual es un razonamiento torcido debido a que entre más violento se torne Irak, menos posibilidades existen de que se celebre elección alguna.

Nótese como el mandatario estadounidense ni siquiera fue capaz de mencionar el nombre de Arafat. Es la misma agenda de siempre. Los palestinos deben tener democracia. Merecen poder contar con un "socio negociador". Cualquier nuevo líder, como el gris Ahmed Qureia o el igualmente gris -y antidemocrático- Abu Mazen, deberá "controlar a su propio pueblo". Eso fue lo que el fallecido presidente palestino no logró hacer, aunque su trabajo era re-presentar a su propio pueblo, porque se supone que de eso se trata la democracia.

Vale la pena notar, también, cómo se redacta toda esta narrativa. Los israelíes, con su continua ocupación, su reiterada construcción ilegal de colonias para judíos, y sólo para judíos, en tierra árabe, sus bombardeos aéreos, sus ejecuciones mediante helicópteros, sus disparos de balas reales contra niños que arrojan piedras, no tienen cabida en la ecuación. Se limitan a esperar inocentemente que haya un "socio negociador", ahora que Yasser Arafat está en su tumba.

Ariel Sharon, quien fue hecho personalmente responsable de la matanza en Sabra y Chatila, en 1982, en el reporte de la comisión Kahan, sigue siendo, según las palabras de Bush, "un hombre de paz". Nadie pregunta si puede él controlar a su propio ejército. O si puede controlar a sus propios colonos. Quiere cerrar los asentamientos en Gaza, pese a que su propio vocero nos dijo que esto era para guardar al Estado palestino en "formol".

Echemos una mirada retrospectiva a aquellos años trágicos de los acuerdos de Oslo. En 1993 se suponía que debíamos creer que se ofreció a los palestinos un Estado y una capital en Jerusalén a cambio de que aceptaran el derecho a la existencia de Israel. Oslo no decía nada de esto. Lo que sí planteaba era un complejo sistema de repliegues israelíes de las tierras palestinas ocupadas y un cronograma que Israel supuestamente debía cumplir.

Todos sabíamos que un fracaso en este aspecto sólo humillaría a Arafat, y lo volvería menos capaz de "controlar" a su propio pueblo.

¿Y qué fue lo que pasó? Es importante, en este momento de "optimismo", reflexionar en los hechos previos del "proceso de paz" en que Europa y Estados Unidos invirtieron tanto tiempo energía y -en el caso estadounidense- dinero. Según los acuerdos de Oslo, la Cisjordania ocupada se dividiría en tres zonas. La zona A estaría bajo control exclusivo palestino. La zona B estaría bajo ocupación militar de Israel con la participación de la Autoridad Nacional Palestina, y la zona C estaría bajo total ocupación de Israel.

En Cisjordania, la zona A equivalía a sólo 1.1 de la superficie total, mientras que en Gaza -sobrepoblada, rebelde e insurrecta- casi todo el territorio estaría bajo control de Arafat. El, después de todo, debía ser el policía de Gaza. La zona C de Cisjordania equivalía a 60 por ciento del territorio, lo cual permitía a Israel continuar con la rápida expansión de asentamientos en tierra árabe.

Pero una investigación detallada de-muestra que ninguna de las promesas de repliegue fue cumplida por los israelíes. Mientras tanto, el número de colonos que vivía ilegalmente en tierras palestinas se elevó, después de Oslo, de 80 mil a 150 mil, pese a que Israel, al igual que los palestinos, tenía prohibido -bajo los términos de los acuerdos- tomar "medidas unilaterales". Los palestinos vieron esto, no sin razón, como prueba de mala fe.

Dado que los hechos muchas veces son confusos en Medio Oriente, recordemos lo que ocurrió después de Oslo. El acuerdo Oslo II (o acuerdo de Taba), concluido por Yitzhak Rabin en septiembre de 1995, un mes antes de que fuera asesinado, prometía tres repliegues israelíes: de la zona A (bajo control palestino), de la zona B (bajo control militar israelí con colaboración palestina) y de la zona C (exclusivamente bajo ocupación de Israel). Estos repliegues debían completarse en octubre de 1997.

Para entonces, debían estar ya en marcha acuerdos sobre los estatutos finales referentes a Jerusalén, refugiados, mantos acuíferos, para quedar listos en octubre de 1999, para cuando ya no existiera la ocupación.

Sin embargo, en enero de 1997 se otorgó a un puñado de colonos judíos 20 por ciento de Hebrón, pese a la obligación, según los acuerdos de Oslo, de abandonar todas las ciudades cisjordanas. Para octubre de 1998, Israel no había cumplido los acuerdos de Taba.

El primer ministro israelí, Benjamim Netanyahu, negoció un nuevo acuerdo en Wye River, dividiendo el segundo repliegue prometido en Taba en dos fases, pero sólo se cumplió la primera de ellas. Netanyahu prometió reducir el porcentaje de la tierra cisjordana bajo ocupación exclusiva de Israel de 72 a 59 por ciento, y transferir 41 por ciento de Cisjordania a las zonas A y B. Pero en Charm el Cheij, en 1999, Ehud Barak renegó del acuerdo que Netanyahu firmó en Wye River, fragmentando las dos fases del repliegue en tres, de las cuales la primera transferiría 7 por ciento de la zona C a la zona B. Toda implementación de los acuerdos terminó ahí.

Se dice que cuando Arafat finalmente fue a Campo David a reunirse con Barak, se le ofreció 95 por ciento de Cisjordania y Gaza, pero lo rechazó y se fue a lanzar la guerra con la segunda intifada. Un estudio de los mapas, sin embargo, demuestra que una vez excluyendo Jerusalén y sus fronteras aumentadas, con la exclusión de los mayores asentamientos judíos y con la inclusión de el cordón sanitario israelí, a Arafat se le ofreció únicamente 64 por ciento de 22 por ciento del mandato sobre la Palestina que le quedaba.

Luego, una nueva explosión de atentados suicidas con bomba de palestinos contra civiles israelíes acabó con la paciencia de Israel para con Arafat. Ariel Sharon, quien provocó la segunda intifada al pa-searse por el Monte del Templo acompañado de mil policías, decidió que Arafat era un "terrorista" al estilo Osama Bin Laden, y todo contacto terminó.

Esto no disculpa a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) ni a Arafat. Su arrogancia, su corrupción y su pequeña dictadura, alentada inicialmente por israelíes y estadounidenses que le prestaron a Arafat a sus muchachos de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) para "entrenar" a los servicios de seguridad palestinos, aseguró que ninguna democracia pu-diera subsistir en Palestina.

Sospecho que aunque él personalmente desaprobaba los atentados suicidas, Arafat cínicamente conocía su utilidad porque de-mostraban que Sharon no podía darle a Israel la seguridad que prometió al ser elegido primer ministro, al menos no hasta que construyó su nueva pared, robándose más tierra palestina.

Bush y Tony Blair -primer ministro de Gran Bretaña- volvieron a su viejo juego de ver sólo un lado. Los palestinos, víctimas de 39 años de ocupación, deben probar que son dignos de hacer la paz con sus ocupadores. La muerte de su líder, por tan-to, es proclamada como un acontecimiento glorioso que nos llena de esperanza. Todo esto es parte del autoengaño de Bush y Blair. La realidad es que las perspectivas para Medio Oriente son más desoladoras que nunca.

¡Ah, sí¡, aprovechando que estamos haciendo preguntas, y porque preguntaríamos lo mismo si Sharon fuera a reencontrarse con su creador de manera igual de misteriosa... ¿de qué murió Arafat?.

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