Palestina no
se rinde

 

El dirigente palestino encarcelado en Israel reivindica con su candidatura a las presidenciales que no es un terrorista sino un líder de la resistencia

El aspirante a Mandela

Por Joan Cañete Bayle
El Periódico de Catalunya, 06/12/04

Entre las muchas cosas que se publican en la prensa internacional que irritan a Israel, una de las que más indignación genera es la comparación entre Maruán Barguti --el encarcelado candidato a las elecciones presidenciales de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)-- y Nelson Mandela. A ojos de Israel, Barguti es un terrorista condenado a cinco cadenas perpetuas por la muerte de cinco personas en atentados de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa. A ojos de muchos palestinos, Barguti, como Mandela, es un líder político que purga en la cárcel de los opresores su lucha por la libertad de los oprimidos.

La candidatura de Barguti a las presidenciales de la ANP del 9 de enero y, sobre todo, la posibilidad de que las gane --su popularidad entre los palestinos es mucho mayor que la de su oponente, el moderado Abú Mazen-- han vuelto a poner en el primer plano a este hijo de campesinos de 45 años. Más allá de comparaciones odiosas e imposibles --tal vez sería más acertado equiparar a Barguti con algunos dirigentes de Israel a lo largo de su historia--, su candidatura pone a los palestinos en una encrucijada clave: Intifada (Barguti) o moderación (Abú Mazen).

Nada sorprendente en este licenciado de Historia nacido en Ramala que a los 15 años se afilió a Al Fatá. Encarcelado y deportado a Jordania por su participación en la primera Intifada, esos acuerdos de Oslo, que Barguti siempre trató con reservas, le permitieron regresar a Cisjordania y ser elegido, en 1996, diputado del Consejo Legislativo con un gran apoyo popular. Esa inmensa popularidad que atesora se la ganó Barguti por su sincero apego a la población.

En su despacho, no había retratos de Yasir Arafat --a pesar del gran respeto que sentía por él--, sino una bandera de Al Fatá, y su estrella empezó a brillar con fuerza no por sus críticas a Israel, sino por la campaña que encabezó en contra de los abusos contra los derechos humanos de los servicios de seguridad de la ANP y la corrupción de sus dirigentes.

Estallido de la Intifada

Todo ello --incluso su discurso opuesto a los ataques contra civiles israelís-- cambió con la Intifada. Hasta su detención en abril del 2002, Barguti fue una de las caras del alzamiento: lideró manifestaciones, efectuó incendiarias proclamas en los entierros y empezó, como mínimo, a dejar hacer a las Brigadas, el brazo armado de Al Fatá. A pesar de que siempre negó haber financiado u ordenado atentados, en un comunicado en el 2002 las Brigadas se refirieron a él como su líder. Ante el juzgado de Tel-Aviv que lo condenó, Barguti negó en su perfecto hebreo --aprendido en las cárceles israelís-- todos los cargos, y pretendió convertir el proceso en un juicio contra la ocupación israelí. Entonces nació la comparación con Mandela.

"Que Barguti se presente es positivo para Abú Mazen, porque así su victoria tendrá más legitimidad", dijo hace unos días un diplomático occidental de visita en Ramala. Hay quien duda incluso de que Barguti aguante su candidatura hasta el 9 de enero, ya que las presiones en Al Fatá para que la retire son muy fuertes. Pero pocos dudan de que, si Barguti estuviera libre, Arafat tendría sucesor.

Noticia publicada en la página 11 de la edición de 12/6/2004 de El Periódico - edición impresa.

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