Palestina no
se rinde

 

El terremoto palestino

Por Txente Rekondo
La Haine, 27/01/06

El pragmatismo histórico de Hamas ha llevado en los últimos tiempos a una evolución hacia posturas estratégicas que a corto o medio plazo pueden ser del agrado de Occidente o de Israel, pero en cualquier caso, los dirigentes islamistas remarcan que esos movimientos tácticos tiene sólo esa lectura temporal.

Los resultados de las recientes elecciones en Palestina han sorprendido a todos, tanto a analistas como a los principales actores locales e internacionales. Es muy significativo en esa línea repasar las predicciones que desde las filas de Hamas se hacían, en la mayoría de los casos se esperaba un resultado muy bueno, pero siempre por detrás de Al Fatah. Sin embargo la voluntad del pueblo palestino les ha otorgado la mayoría parlamentaria, hincando un proceso que puede tener importantes repercusiones en Palestina y en el conjunto de la región.

Lo que se presentaba como un pulso entre Al Fatah y Hamas se ha convertido en un claro triunfo de los segundos. El papel de las llamadas terceras alternativas ha quedado también reducido a la nada, para disgusto de los que todavía esperaban un resurgir de las fuerzas de izquierda y laicas. En definitiva, el voto palestino se ha manifestado como una protesta contra la Autoridad palestina (AP) y Al Fatah, pero también como un rechazo sonoro a las ingerencias de Israel, Estados Unidos o la Unión Europea.

Ante estos comicios Al Fatah se presentaba fracturada, a pesar de lograr in extremis una única lista, las diferencias internas entre facciones y familias eran evidentes. La imagen de muchos altos cargos de la AP ligados a la corrupción y el desencanto de la población palestina ante una política que servía para defender los intereses de la clase dirigente se ha manifestado a través del apoyo masivo al partido islamista Hamas.

En contraposición con la imagen de Al Fatah, Hamas se presentaba con una imagen totalmente diferente. Unida y disciplinada, sin competencia electoral en su campo ideológico, con una clara imagen de efectividad entre la población en materias sociales y sobre todo de lucha contra la corrupción. Los dirigentes islamistas han mantenido una campaña centrada en la educación, las asistencias sociales, la ley y el orden. Esta suma de programas sociales, unida a su participación en primera línea de la intifada contra la ocupación y su gran reputación de honestidad han sido claves para entender el triunfo electoral.

Hamas

Los comicios municipales de hace unos meses en Palestina ya anticipaban, aunque no de manera tan abrumadora, las buenas perspectivas de Hamas ante cualquier cita electoral. En aquellas elecciones, el movimiento islamista supo presentar listas con candidatos independientes junto con sindicalistas, profesionales, profesores y militantes de reconocido prestigio nacional, logrando dar la imagen de una alternativa nueva frente al “más de lo mismo” de la vieja y caduca Al Fatah. Un ejemplo evidente fue el trinfo en la ciudad de Qalqilya, un feudo de Al Fatah, y donde Hamas se izo con todos los concejales.

En los días previos a las elecciones parlamentarias, Hamas abogaba por un gobierno de unidad nacional, que represente a todos los palestinos y que sea capaz de resolver de manera conjunta los problemas con los que se enfrenta Palestina. El movimiento islamista no busca, todavía, un papel de liderazgo en el escenario político palestino, más bien sigue forjando y buscando una cierta hegemonía consolidando poco a poco su posición en la sociedad palestina.

Hamas, al igual que algunos movimientos islamistas, ha sabido combinar cuatro estrategias a la hora de llevar a delante su proyecto. Una sería la reformista, a través de la educación y de la religión; la segunda es la comunal, centrada en el zakat y en otros servicios sociales; la tercera es la política, a través de movilizaciones de masas y de la participación política; y finalmente, la armada, el uso de la fuerza militar contra el enemigo.

Una de las claves de cara al futuro papel que Hamas pueda desempeñar en palestina está directamente ligada al posicionamiento con Israel. El estado judío durante la campaña ha mantenido una política agresiva y represiva. Los arrestos de candidatos, la muerte de algunos milicianos y la prohibición de participar en Jerusalén este, han tenido un efecto contrario al deseado por los sionistas, y ha logrado que la credibilidad de Hamas aumente entre la población palestina.

Las relaciones entre Israel y Hamas probablemente asistan a un evolución en los próximos meses. La propaganda occidental haciendo lecturas reducionistas e interesadas de la realidad que representa el movimiento islamista, nos presenta como bandera ideológica de Hamas “la desaparición del estado de Israel”. Sin embargo la realidad es diferente. El pragmatismo histórico de Hamas ha llevado en los últimos tiempos a una evolución hacia posturas estratégicas que a corto o medio plazo pueden ser del agrado de Occidente o de Israel, pero en cualquier caso, los dirigentes islamistas remarcan que esos movimientos tácticos tiene sólo esa lectura temporal.

En ese sentido, las declaraciones recientes de los dirigentes islamistas señalando que “la prioridad está centrada en la situación interna de Palestina más que en la confrontación con Israel” irían en esa línea. También esas fuentes han señalado ante un hipotético ciclo de conversaciones que “podemos negociar con Israel, si las negociaciones fallan llamaríamos a la comunidad internacional para que intervenga, y si éstos también fallan volveremos a la Resistencia”.

Hace tiempo que Hamas se mostró dispuesta a aceptar “soluciones interinas” basadas en un cese mutuo de hostilidades y la salida de Israel de los territorios ocupados en 1967. este acuerdo estaría condicionado a la salida de los prisioneros políticos, a la vuelta de los refugiados, a la salida de Israel de Cisjordania y Jerusalén este y el reconocimiento de un estado pleno y soberano para Palestina. Esto supondría un aceptación de facto de un largo periodo de coexistencia para ambos estados.

Efectos colaterales

El terremoto político que ha supuesto este triunfo tiene también sus consecuencias colaterales. Y la primera parada pueden ser las elecciones de marzo en Israel. La evolución de los próximos meses puede tener un alto grado de condicionamiento en el resultado final en este país, acrecentando la inseguridad de cara a un resultado concreto. No podemos olvidar que el factor Sharon también tendrá su peso en esa cita, y que sobre todo el resultado también vendrá matizado por la histórica política de alianzas que los partidos judíos se ven obligados a desarrollar ante la atomizada realidad política de Israel.

También tendrá sus consecuencias sobre el hasta ahora poderoso movimiento Al Fatah. Algunos ya señalaban, incluso creyéndoles ganadores, que su futuro ere muy incierto. Hay queine se atreve a adelantar la defunción del mismo, o cuando menos una refundación en torno al líder encarcelado, Marwan Barghouti, quien señalaba “que estas elecciones son una nueva intifada democrática que debe llevar al rejuvenecimiento del sistema político palestino. Y producirán además un nuevo acuerdo y nuevas instituciones que representen a todos los centros de poder de nuestro pueblo”. Las luchas dentro del movimiento no se harán esperar, y si la dirección de Barghouti se acaba imponiendo también puede ser un buen momento para que las organizaciones laicas de izquierda recuperen el peso y el papel que históricamente han tenido en Palestina.

Finalmente quedan otras dos cuestiones. La reacción de EEUU y sus aliados, que de seguir con sus declaraciones contra la voluntad del pueblo palestino no harán sino engendrar más dolor en la compleja situación. Además, éstos “valedores” del label democrático se encuentran en la tesitura de rechazar unas elecciones que se consideran democráticas bajo sus parámetros, porque el vencedor no es de su agrado. Flaco favor para los intereses que públicamente dicen defender.

La otra cuestión que habrá que seguir con detenimiento es el auge electoral de los movimientos islamistas. En Arabia Saudí, Iraq, Jordania, Egipto, Yemen, Líbano o Palestina la alternativa actual a los regímenes corruptos y colaboracionistas se está materializando en torno a organizaciones políticas islamistas, y eso no puede ser una buena señal para políticas progresistas y laicas.