Palestina

 

La "opción militar" y el regreso de las masacres de Sharon

El martirio de Gaza

IAR-Noticias, 07/07/06

Las fuerzas judías asesinaron a 20 palestinos, este jueves, y profundizaron las masacres aéreas en Gaza que ya han causado decenas de muertes de civiles. Lo que está pasando en Gaza en estos momentos –coinciden los expertos– no se trata de un "conflicto" o de una "crisis" (como sostiene la prensa internacional). Se trata lisa y llanamente de una masacre militar a cara descubierta cuya impunidad está garantizada por la complicidad de las potencias.

A ocho días de su primera operación militar terrestre a gran escala en Gaza, el ejército invasor de Israel lanzó una nueva escalada de ataques y asesinatos en lo que sus jefes denominan "operación de rescate" del soldado secuestrado por los grupos palestinos en el sur de la Franja de Gaza.

En la jornada del jueves los ataques aéreos y combates callejeros ya mataron a veinte palestinos, causaron la muerte de un soldado israelí y varios heridos, y el recrudecimiento de las acciones hace temer una represión sin límites como en el 2004 cuando los tanques de Sharon arrasaron Rafah.

Sitios árabes en la web hablan de un ocultamiento de la verdadera cifra de muertos por parte del mando militar judío que justifican los bombardeos y los ataques a poblaciones civiles con el argumento de la liberación del soldado israelí secuestrado la semana pasada.

La ONU y las potencias occidentales con EEUU continúan manteniendo su silencio cómplice de costumbre con el nuevo genocidio causado no solamente por los misiles y los tanques sino también por la crisis alimentaria y sanitaria en que se encuentran todas las zonas empobrecidas sometidas al cerco de las tropas sionistas.

Los combates, según observadores en terreno citados por algunas cadenas, adquirieron el carácter de "guerra de guerrillas" (muy parecida a la de Faluya, en Irak) donde los combatientes palestinos se enfrentaron a fuerzas muy superiores, en número y en armamento, utilizando tácticas de emboscada y de ataques sorpresa que sorprendieron a los israelíes.

De esta manera se confirma lo que venían anunciando los observadores y las organizaciones humanitarias sobre una profundización de la masacre que se iría desarrollando si los combatientes palestinos no entregaban al soldado israelí secuestrado.

Hamás y las otras organizaciones ya habían advertido en varias oportunidades que el declamado "rescate del soldado" con que Israel justifica la masacre y la invasión era solo una "cortina de humo" detrás de la cual se esconde las verdaderas intenciones del ejército y del Estado de derrocar al gobierno palestino y exterminar y/o encarcelar a los militantes que combaten a las fuerzas ocupantes.

Algunos analistas y observadores señalaban, al principio de la invasión, el peligro de que el declamdo "rescate del soldado" se convirtiera en una nueva escalada militar de "asesinatos selectivos" (ejecutados sin contemplaciones por helicópteros y misiles de última generación), como la que precedió, en el año 2004, a la llamada "Operación Arco Iris" con demoliciones sistemáticas de viviendas en Rafah, y masacres humanas sostenidas y diarias que estremecieron al mundo.

A ese objetivo parecieron apuntar en los últimos días las declaraciones de Olmert y de los halcones sionistas que sustituyen a Sharon en los controles del Estado y del ejército israelí.

En mayo de 2004, y en el marco de la Operación Arco Iris, que los militares israelíes denominaron de "limpieza", el ejército sionista de Sharon asesinó a 70 palestinos en tres días de incursión aérea y terrestre en la región de Rafah, al sur de la franja de Gaza, según estimaciones palestinas.

Esta estrategia de la "opción militar" sin careta, aplicada en el Medio Oriente, comenzó tras el asesinato de Yassin, el líder espiritual de Hamas, después que Bush le diera en Washington luz verde a Sharon para iniciar la "operación limpieza" proyectada desde Gaza a todo el territorio palestino, y cuya ejecución debería servir de ejemplo y escarmiento para los que se atrevieran a enfrentarse a la bota invasora del primer ministro de Israel.

A partir de ahí comenzó una escalada de asesinatos militares desembozados, sin precedentes en el conflicto Israel–Palestina, marcados sólo por la fría lógica militar del exterminio y sin ninguna contemplación del "que dirán" en el plano internacional.

Tal como sucedió en Afganistán y en Irak (territorios ocupados militarmente) la zaga imperial Bush–Sharon, tras la muerte de Arafat, llamó a elecciones para "democratizar" al ocupado territorio palestino, siguiendo la tendencia de colocar a gobiernos títeres colaboradores de la ocupación, en este caso el de Mahmud Abas.

Antes de ingresar en estado vegetativo, en septiembre de 2005, Sharon retiró las tropas de Gaza con una cerrada oposición de la ultraderecha y de los colonos israelíes y para dar una falsa imagen de "apertura" en los territorios ocupados.

Imprevistamente, en septiembre de 2005, el demoledor triunfo electoral de Hamás modificó el tablero y las relaciones de fuerza: Hamás, por imperio de su victoria en las urnas, pasó de ser minoría "extremista" a "mayoría democrática" en el territorio palestino conquistado por los tanques israelíes.

En Washington y en Tel Aviv saltaron todos los tapones: la situación quebraba las reglas establecidas y creaba un nuevo escenario donde los "malos" (el "terrorismo" de Hamás) pasaban a ocupar el lugar de los "buenos" (el gobierno de la ANP controlado por Al Fatah, alumno aplicado y maleable de la estrategia judeo–norteamericana.)

Algunos medios y analistas en Europa y en EEUU concluyeron que la elección palestina los metió a Israel, EEUU y Europa en una "trampa": si presionan demasiado y abiertamente contra Hamás corren el riesgo de romper las formas de los "procesos democráticos" que vienen implementando "exitosamente" en los países ocupados, como es el caso de Irak y Afganistán.

Con Hamás en el gobierno palestino, y su decisión de "no negociar" se desmoronó la estrategia de dominación que tenía como actor central a la relación ANP–Al Fatah con el eje Washington–Israel, que se proyectaba como "modelo a imitar" en todo el espectro del Medio Oriente.

Inmediatamente comenzó la presión, sin éxito, por parte de EEUU y de las potencias de la Unión Europea, para obligar a Hamás al abandono de las armas y al reconocimiento del Estado sionista de Israel, a lo que se negó la organización Palestina profundizando su acercamiento a Rusia y a Irán.

Tampoco dieron resultado las operaciones de la CIA y el Mossad para detonar una guerra civil entre Hamás y Al Fatah, dado que ambas organizaciones –al límite del enfrentamiento– trazaron un pacto para detener el conflicto.

También Washington y el Estado judío, y sus socios de la Unión Europea, apelaron al bloqueo económico para derrocar al gobierno de Hamás que sumió a los territorios ocupados en una crisis alimentaria y sanitaria que se ha agravado tras la última invasión que padece Gaza.

Pero la consigna y el método de presión cocinado de apuro por Washington–Tel Aviv–Europa resultó débil y de difícil aplicación en un contexto donde Hamás –por imperio de su triunfo democrático en las urnas– había adquirido la potestad de decidir soberanamente el rumbo político del Estado palestino.

Los sucesivos enfrentamientos entre Hamas y Al Fatah –impulsados bajo cuerda por la inteligencia judeo norteamericana– así como las masacres de civiles palestinos por la aviación israelí en los últimos días, crearon el marco de "violencia" para justificar el nuevo ingreso de las tropas sionistas en Gaza.

Tras el sistemático fracaso del Estado sionista para "domesticar" a Hamás y a las fuerzas combatientes palestinas, los herederos de Sharon decidieron romper las formas "democráticas" pasando a la acción militar directa y descarnada para restablcer el dominio y el control en la zona.

Lo que está pasando en Gaza en estos momentos –coinciden los expertos– no se trata de un "conflicto" o de una "crisis" (como sostiene la prensa internacional cómplice) sino de un genocidio producido por una superpotencia contra un pueblo indefenso y contra militantes que se defienden con armas y recursos precarios.

Se trata lisa y llanamente de una masacre militar, impune y a cara descubierta, protegida por el silencio cómplice de la ONU y las potencias imperialistas que de esa manera garantizan la impunidad de las tropas invasoras judías.