Palestina

 

Guerra y corrupción en Israel

Por Hernán Zin
Viaje a la Guerra (blog), 16/01/07

En un artículo titulado “¿Queda alguien que no sea corrupto?”, el analista político Sami Peretz repasaba hace uno días en el periódico Ha’aretz los numerosos escándalos de comisiones, tráfico de influencia y casos de acoso sexual que están sacudiendo a la clase política israelí desde la guerra contra Hezbolá. Al final del texto llegaba a una durísima conclusión: “Somos un país corrupto, podrido hasta la médula”.

El episodio que más titulares ha conseguido fue el del presidente de Israel, Moshe Katsav, en el cargo desde el año 2000. En julio, cinco mujeres denunciaron que había abusado de ellas.

Esto sucedía días después de que el Ministro de Justicia, Haim Ramon, fuera acusado de acosar sexualmente a una empleada. Horas antes había dicho a los medios de comunicación que “todo el mundo en el sur de Líbano es terrorista, de una u otra forma está conectado con Hezbolá”. El 18 de agosto, este hombre, que fue ministro también con Yitzhak Rabín y Shimon Peres, tuvo que renunciar.

El Comandante en jefe del Ejército, Dan Halutz, vendió sus acciones en bolsa después de que Hezbolá secuestrara a dos soldados, sabiendo ya que la guerra iba a comenzar. Se le exigieron explicaciones por haber utilizado información privilegiada para ganar dinero.

Hasta el mismo Ehud Olmert ha sido señalado por diversos casos de sobornos y tráficos de influencia. El primero de todos: la compra de un piso millonario en Jerusalén a un precio inferior al del mercado. La lista continúa, como el que publica hoy 20 Minutos.

La clase política que precedió a la actual administración, tampoco tuvo las manos limpias. El anterior presidente de Israel, Ezer Weizman, dimitió en el año 2000 tras ser investigado por recibir un soborno de unmillón de dólares. Benjamín Netanyahu también sufrió el escrutinio de la justicia, por numerosos casos, entre los que destaca el de Bar-On

Pero el gobernante que se lleva la palma, más allá de haber sido hallado responsable por las matanzas de Sabra y Chatila, es Ariel Sharón, que a través del Comité Central del Likud creó un poder autónomo dentro del Estado, gracias a la ayuda de sus dos hijos.

Hace unos meses, Meir Margelit decía en este blog que la política belicista y de ocupación que sigue Israel está carcomiendo los cimientos morales de su sociedad. Hablaba de los valores del judaísmo tradicional, de la diáspora, que habían sido abandonados. Una idea similar a la que expuso Gideon Levy.

Ahora que en Israel se debate con tanta pasión sobre la necesidad de atacar a Irán, cabe preguntarse si no habrá por parte del Ejecutivo de Olmert un deseo de silenciar las críticas a través una nueva aventura militar. La guerra acalla las voces disidentes, el patriotismo manda, hay que apoyar a los combatientes, no se puede debatir ni discrepar.

La amenaza del enemigo externo, real o inventada, sirve siempre a los dirigentes para distraer la atención, para justificar sus acciones. Por otra parte, sería, como siempre, un espaldarazo a la industria armamentística, gran generadora de riqueza y empleo en este país.

Quizás sean estos argumentos que Olmert maneje, ya que su popularidad se encuentra por los suelos. Una acción desesperada para encausar a un gobierno que poco ha tenido de bueno a lo largo de su año de mandato.

De lo que no queda duda, como reflexionamos en tantas ocasiones en este blog, es que la guerra corrompe a todos los niveles. E Israel lleva ya demasiados años recurriendo a la violencia para tratar de solucionar sus problemas.

Tal vez haya llegado la hora de un cambio, de sentarse a dialogar. Terminar de una vez por todas con la dialéctica del victimismo, de la amenaza, de la guerra preventiva, y comenzar a buscar puntos de encuentro para avanzar hacia la paz en Oriente Próximo.


(*) Hernán Zin, periodista, escritor y documentalista nacido en Buenos Aires en 1971, se hizo conocido en España y Europa por el documental y el libro "Helado y patatas fritas" (ed. Plaza Janés, 2003), donde se exponen los abusos sexuales de los niños en el Tercer Mundo cometidos por los turistas de los países ricos. En el 2006, manifestó: "me he puesto el casco y las botas para sumergirme en las entrañas de la guerra... En este momento estoy en Palestina".