Palestina

 

El derecho de Israel de ser racista

Por Joseph Massad (*)
Al–Ahram semanal, El Cairo, 16/03/07
Comité Democrático Palestino – Chile, 21/03/07
Traducción del Departamento de Prensa del CDP – Chile

La lucha de Israel por la paz es sincera. De hecho, Israel desea vivir en paz no sólo con sus vecinos, pero también y especialmente con su propia población palestina, y con los palestinos cuyas tierras fueron militarmente ocupadas por la fuerza. El deseo de Israel por la paz no es sólo retórico sino también sustancial y profundamente psicológico. Con pocas excepciones, prominentes líderes sionistas que estuvieron en el inicio del sionismo colonial han deseado establecer la paz con los palestinos y otros árabes cuyos tierras fueron despojadas para la colonización y construcción de asentamientos. La única cosa que Israel ha pedido, y continúa pidiendo para terminar el estado de guerra con los palestinos y sus vecinos árabes, es que todas reconozcan el derecho de ser un estado racista que discrimina por ley a los palestinos y otros árabes y concede derechos legales y privilegios diferenciados a sus propios ciudadanos judíos y a el resto de los judíos en todas partes del mundo. La resistencia que han lanzado los palestinos y los otros árabes contra el derecho de Israel de ser un estado racista sigue estancando a Israel y la paz para lo cual han luchado y la cuál han estado confiados por décadas. De hecho, esta resistencia no es nada menos que el “Nuevo antisemitismo”.

Israel está dispuesto a hacer cualquier cosa para convencer a los palestinos y a los otros árabes de porqué necesita y merece tener el derecho de ser racista. Incluso en el nivel de la teoría, y antes de que se comenzara a materializarse, el proyecto colonial sionista buscó diferentes medios por los cuales podría convencer a la gente cuyas tierras deseó robar y contra quien quiso discriminar para aceptar como comprensible su necesidad de ser racista. Todo lo que se requería era que los palestinos “reconozcan su derecho de existir” como estado racista. Los métodos militares en ningún caso han sido los únicos métodos persuasivos disponibles; había otros, incluyendo incentivos económicos y culturales. El sionismo desde sus inicios, ofreció a algunos palestinos ventajas financieras si accederían a su demanda que debe conservar el derecho de ser racista. De hecho, el estado de Israel aún lo hace. Han ofrecido y le han aceptado muchos funcionarios palestinos en la Autoridad Palestina y en la Organización de la Liberación de Palestina numerosos incentivos financieros para reconocer esta crucial necesidad israelí. Aquellos palestinos que lamentablemente siguen oponiéndose, están siendo castigados por su intransigencia mediante el estrangulamiento económico y el hambre, complementados por regulares bombardeos e incursiones, así como el asilamiento internacional. Mediante estos métodos persuasivos, Israel espera, finalmente convencer a la población “obstinada” que reconozca la necesidad calamitosa de Israel de ser un estado racista. Después de todo, el racismo israelí se manifiesta solamente en su bandera, su himno nacional, y un manojo de leyes que son necesarios para salvaguardar el privilegio judío, incluyendo el Derecho al Retorno (1950), el Derecho de apropiarse de las propiedades de los ausentes (1950), el Derecho de la Propiedad del Estado (1951), el Derecho de Ciudadanía (1952), La ley de Estado denominada Status Law (1952), La Ley de la Administración de las Tierras de Israel (1960), La Ley de Edificación y Construcción (1965), y la ley temporal del año 2002 que prohíbe el matrimonio entre israelíes (NT: palestinos que viven en Israel de 1948) y palestinos de los territorios ocupados.

Comencemos con el porqué Israel y el sionismo necesitan asegurarse de que Israel siga siendo un estado racista por ley y porqué merece tener aquel derecho. El análisis razonado es sobre principalmente y se basa en las siguientes demandas:

Los judíos siempre están en peligro en el resto del mundo; solamente, un estado que privilegia racialmente y religiosamente puede tenerlos a salvo de la opresión gentil y les permite prosperar. Si Israel quitara sus leyes y símbolos racistas y se hiciera un estado no racista y democrático, los judíos dejarían de ser una mayoría y aparecerían como judíos de Diáspora, una minoría en un estado no judío. Estas preocupaciones claramente son expresadas por líderes israelíes individualmente y en forma conjunta. Shimon Peres, por ejemplo, considerado moderado (Paloma) en Israel, ha estado preocupado durante algún tiempo sobre "el peligro" demográfico palestino, como la Línea Verde, que separa a Israel de Cisjordania, comienza " a desaparecer... que puede conducir a la unión del futuro de Palestinos de Cisjordania con árabes israelíes ". Él esperó que la llegada de 100,000 judíos a Israel pospusiera este "peligro" demográfico durante más 10 años, como última instancia, él acentuó, " la demografía derrotará la geografía”.

En diciembre de 2000, el Instituto de Política y Estrategia del Centro Interdisciplinario Herzliya en Israel sostuvo su primera de una serie de conferencias anuales, que se ocupan de fortaleza y la seguridad de Israel, sobre todo respecto al mantenimiento de la mayoría demográfica judía. El presidente de Israel y primer ministro actual y antiguos y ministros de varios gabinetes estaban entre los asistentes. Uno de los "Puntos Principales " identificados en el informe de la conferencia de 52 páginas trataba la preocupación por la cantidad de población necesaria para la supremacía judía demográfica y política de Israel: " El alto índice de natalidad [de los árabes israelíes] trae en la pregunta el futuro de Israel como un estado judío... Las tendencias presentes demográficas, continúan, desafiando el futuro de Israel como un estado judío. Israel tiene dos estrategias alternativas: adaptación o contención. El último requiere una política demográfica sionista enérgica a largo plazo cuyos efectos políticos, económicos, y educativos garantizarían el carácter judío de Israel. "

El informe añade afirmativamente que, " los que apoyan la preservación del carácter de Israel como ... un estado judío para la nación judía ... constituyen una mayoría entre la población judía en Israel. " Desde luego, esto significa el mantenimiento de todas las leyes racistas que garantizan el carácter del estado judío. Reuniones anuales sobre esta materia han confirmado este compromiso.

Los judíos son portadores de la civilización occidental y constituyen una civilización occidental que defiende desde esta posición asiática los intereses económicos y políticos contra el terrorismo y barbarismo orientales. Si Israel se transformara en un estado no–racista, su población árabe minaría el compromiso con la civilización occidental y su defensa a los intereses económicos y políticos de occidente, y quizás podría transformar a los propios judíos en una población barbárica del Medio Oriente. Aquí está como Ben Gurion lo expuso una vez: “No quisiéramos que los israelíes se hagan árabes. Estamos en el deber de luchar contra el espíritu del Levante, que corrompe a individuos y a sociedades, y preservamos los valores judíos auténticos como se cristalizaron en el Diáspora [europeo]”. De verdad Ben Gurion tenía claro el papel sionista de defender estos principios: “No somos árabes, y otros nos miden por un diferente estándar… que nuestros instrumentos de la guerra son diferentes de los de los árabes, y solamente nuestros instrumentos pueden garantizar nuestra victoria.” Más recientemente, el embajador de Israel en Australia, Naftali Tamir, acentuó lo siguiente: “Estamos en Asia sin las características de los asiáticos. No tenemos piel amarilla y ojos inclinados. Asia es básicamente la raza amarilla. Australia e Israel no los son –– somos básicamente raza blanca.”

Dios ha dado esta tierra a los judíos y les ha dicho que se salvaguarden contra los gentiles que los odian. Para hacer Israel un estado no judío entonces correría el riesgo de provocar al mismo Dios. Esta posición no sólo es mantenida por fundamentalistas judíos y cristianos, sino hasta por antiguos sionistas seculares (judíos y cristianos igualmente). El mismo Ben Gurion entendió, al igual que Bill Clinton y Jorge W Bush, que: " Dios nos lo prometió. "

Es importante acentuar que este racionamiento sionista es correcto sobre todo si uno acepta la proposición del excepcionalismo judío. Recuerde que el Sionismo y Israel son muy cuidadosos para no generalizar los principios que justifican la necesidad de Israel de ser racista, pero son bastante vehementes en el mantenimiento de ello como un principio excepcional. No es que ninguna otra gente haya sido oprimida históricamente, es que los judíos han sido más oprimidos. No es que ninguna otra existencia cultural y física de la gente haya sido amenazada; la existencia cultural y física de los judíos es más amenazada. Esta ecuación cuantitativa es clave porque el mundo, y sobre todo los palestinos, deberían reconocer que Israel necesita y merece tener el derecho de ser un estado racista. Si los palestinos, o alguien más, rechaza esto, estaría promoviendo la aniquilación física y cultural de los judíos, mas aún estarían en contra del Dios de los cristianos y judíos.

Es cierto que líderes palestinos y árabes no fueron fácilmente persuadidos de estas especiales necesidades que Israel tiene; que esto tomara décadas de arduos esfuerzos de parte de Israel para convencerlos, sobre todo por el medio "militar". En las tres décadas pasadas ellos han visto señales de lo que viene. Aunque Anwar Sadat inauguró aquel movimiento en 1977, le tomaría a Yasser Arafat un largo tiempo reconocer las necesidades de Israel. Pero Israel permaneció paciente y se hizo más innovador en sus instrumentos persuasivos, sobre todo sus militares. Cuando el Arafat se acercó y firmó los Acuerdos de Oslo en 1993, él finalmente reconoció el derecho de Israel de ser racista y legalmente discriminatoria contra sus propios ciudadanos palestinos. Para este reconocimiento tardío, Israel magnánimo, todavía impaciente por la paz, decidió negociar con él. Él, sin embargo, siguió resistiéndose sobre algunas cuestiones. Ya que Arafat había esperado que su reconocimiento de la necesidad de Israel de ser racista dentro de Israel era a cambio de que Israel termina su sistema racista de Apartheid en los territorios ocupados. Era claramente un malentendido de su parte. Líderes israelíes le explicaron y a su mayor negociador de paz Mahmoud Abbas en las discusiones maratónicas que duraron siete años, que las necesidades de Israel no se limitaban con el imponer sus leyes racistas dentro de Israel, sino deben también extenderse a los territorios ocupados. Sorprendentemente, Arafat no estaba de acuerdo con los Bantustanes que ofrecieron los israelíes para repartir a los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza todos rodeados por los asentamientos judíos coloniales que Dios les había concedido. Estados Unidos fue invitado a persuadir al manejable líder que la solución de Bantustanes no era mala. De verdad, colaboradores igualmente honorables como Arafat habían disfrutado de sus ventajas, como Mangosutho Gatcha Buthelezi en el Apartheid de Sudáfrica. No era ninguna vergüenza aceptar esto, el presidente Clinton insistió a Arafat en Camp David en el verano del año 2000. Mientras Abbas fue convencido, Arafat permaneció inseguro.

Es verdad que en el año 2002 Arafat acrecentó aún más y reafirmó su reconocimiento de la necesidad de Israel de leyes racista dentro del país cuando él “negoció” el Derecho del Retorno de seis millones de palestinos desterrados, en virtud de la ley racista de Israel del Regreso, tienen prohibido volver a la patria de la cual Israel la había negado mientras que los ciudadanos judíos de cualquier otro país obtienen ciudadanía automática en un Israel en la que gran parte de ellos nunca antes habían visto. En un parrafo de la Columna del Editor del New York Times, Arafat declaró: “Entendemos las preocupaciones demográficas de Israel y entendemos que el al retorno de los refugiados palestinos, un derecho garantizado bajo la ley internacional y la resolución Nº 194 de Naciones Unidas, se debe llevar a cabo de una manera que considere tales preocupaciones.” Él procedió a indicar que él miraba para negociar con Israel en “soluciones creativas al problema de los refugiados mientras que respetaba las preocupaciones demográficas de Israel”. Esto sin embargo, no era suficiente, pues permanecía Arafat impersuasible ante la necesidad de Israel de instalar su apartheid racista en los territorios ocupados. Israel no tenía ninguna opción sino aislarlo, bajo arresto domiciliario y posiblemente al final envenenarlo.

El presidente Abbas, sin embargo, aprendió bien de los errores de su precursor y ha mostrado más comprensión a los argumentos israelíes sobre su necesidad fundamental para tener un sistema de apartheid y racista establecido en Cisjordania y en Gaza y que la legitimidad de este apartheid debe también ser reconocida por los palestinos como una condición previa para la paz. Abbas no era el único líder palestino para ser seducido. Varios otros líderes palestinos fueron así convencidos que ellos ofrecían así ayudar a construir la infraestructura del apartheid israelí suministrando a Israel de la mayor parte del cemento necesario para construir sus colonias (asentamientos) únicamente judías y el muro de apartheid.

El problema ahora era Hamas, quién, mientras se encuentra complaciente para reconocer Israel, todavía rechazaba reconocer sus especiales necesidades de ser el racista dentro de la Línea Verde y establecer un sistema de apartheid dentro de los territorios ocupados. Este es donde Arabia Saudí invitó el mes pasado en la ciudad santa de La Meca. ¿Dónde más, los intermediarios sauditas, podrían llevar a cabo acuerdos donde el liderazgo de las víctimas del racismo y la opresión israelí puede ser invitados para prometer solemnemente que ellos reconocen la necesidad especial de su opresor de oprimirlos?. Hamas ha estado resistiendo la fórmula, que Al Fatah hace cinco años ya la aceptó. Hamas dijo que todo lo que podría hacer era “respetar” los antiguos acuerdos que la Autoridad Palestina había firmado con Israel donde reconoció su necesidad de ser racista. La condición para la paz de Israel y los E.E.U.U. se refiere a que Hamas y Al Fatah reconozcan y acepten el derecho de Israel de ser un estado del apartheid dentro de la línea verde así como su imposición del apartheid en Cisjordania y el Gaza. De lo contrario, no habrá acuerdos. La cumbre entre Condolezza Rice, Ehud Olmert y el “optimista” presidente de la Autoridad Palestina Abbas, estuvo centrada entre Olmert y Abbas con el cuestionamiento en cuánto él sigue confiado en la necesidad de Israel de practicar el apartheid en los territorios ocupados. Una cumbre similar de menor proporción fue concluida hace unos días. Abbas había esperado que las dos cumbres podrían seducir a Israel para concluir los arreglos para el resto de los Bantustanes que él desea gobernar, solamente Israel, comprensiblemente, se sintió inseguro y tuvo que asegurar de que el mismo Abbas debe primero asegurar el derecho de Israel al apartheid.

Mientras tanto, las "secretas" conversaciones entre israelíes y sauditas, han llenado a Israel de esperanza y expectativa que la próxima cumbre de la Liga Árabe en Riad podría anular el derecho palestino del Retorno que está garantizada según la ley internacional y afirmar la inviolabilidad del derecho de Israel de ser un estado racista como está garantizado por la diplomacia internacional. Todos los esfuerzos de Israel para conseguir paz podrían dar finalmente el fruto, si los árabes finalmente llegan a lo que la mediación internacional no había logrado.

Debería estar claro entonces que en este contexto internacional, todas las soluciones existentes para lo que es llamado "el conflicto" palestino israelí garantizan la necesidad de Israel de mantener sus leyes racistas y su carácter racista y asegurar su derecho de imponer el apartheid en Cisjordania y Gaza. Lo que Abbas y los palestinos tienen permitido negociar, y lo que el pueblo palestino y otros árabes están siendo invitados, en futuras negociaciones en lo político y económico (pero no el geográfico) el carácter de Bantustanes que Israel reparte para ellos en Cisjordania, y las condiciones de encierro alrededor de la Gran Prisión llamada Gaza y los más pequeños en Cisjordania. No se ilusionen, Israel no negociará sobre algo más, ya que esto sería equivalente a dejar su regla racista.

En cuanto a aquellos entre ellos nosotros que insistimos que ninguna resolución esté posible alguna vez antes que Israel revoca todas sus leyes racistas y suprima todos sus símbolos racistas, así abriendo el camino para un futuro no racista para palestinos y judíos en un estado binacional descolonizado, Israel y sus apologistas tienen una respuesta confeccionada que ha redefinido el sentido de antisemitismo. El antisemitismo ya no es el odio y la discriminación contra judíos como un grupo religioso o étnico; en la edad del sionismo, nos dicen, el antisemitismo ha metamorfoseado en algo que es más insidioso. Hoy, Israel y sus defensores occidentales insisten, que el antisemitismo genocida consiste principalmente en cualquier tentativa de llevarse y rechazar el derecho absoluto de Israel de ser un estado judío racista.


(*) Joseph Massad es profesor asociado de la política árabe moderna y de la historia intelectual en la Universidad de Columbia (EEUU). Su último libro es “La persistencia de la pregunta palestina – Ensayos sobre el sionismo y los palestinos”.