A 60 años de la Guerra
de los Seis Días

 

El holocausto árabe

Seis días en una guerra de 60 años

La Estrella Palestina, 07/06/07

El 5 de junio de 1967, pertrechado de un moderno armamento suministrado por Estados Unidos, Israel inició una nueva guerra de agresión y expansión colonialista contra Egipto, Siria y Palestina, que se extendió hasta el día 10 y cercenó gran parte de los territorios de esos países árabes.

En su campaña relámpago, denominada la Guerra de los Seis Días, el ejército sionista ocupó la península egipcia del Sinaí, las alturas del Golán sirias, Cisjordania, Jerusalén oriental y la Franja de Gaza.

Los resultados de esta tercera guerra árabe–israelí, que por primera vez permitió a Israel extenderse más allá de las fronteras de Palestina, fueron especialmente desastrosos para ese pueblo, que sufrió un mayor despojo de su histórica tierra y aumentó a 1,5 millones el número de refugiados palestinos en países vecinos.

De un golpe la superficie de los territorios árabes ocupados por Israel sobrepasó los 60 mil kilómetros cuadrados, o sea cuatro veces más que la superficie que le fue concedida al estado sionista por la Resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas, del 29 de noviembre de 1947, sobre la división de Palestina.

La geofagia del sionismo

El estado de Israel, proclamado el 14 de mayo de 1948, nació destilando terror, desolación y muerte por todos los poros. Su historia contemporánea no es más que la historia de la conquista, usurpación, ocupación y expansión colonialista de los territorios de Palestina y de otros pueblos árabes, mediante guerras de rapiña.

Su bautismo de sangre lo constituyó la masacre de Deir Yassin, el nueve de abril de 1948, perpetrada un mes antes de su constitución como estado.

En tan sangriento día, un comando de la organización terrorista Irgún Zvai Leumi, dirigido por Ménahem Beguin,(años después primer ministro israelí), junto con el ultraderechista grupo Stern, atacó la aldea de Deir Yassin y masacró a casi toda la población árabe, incluyendo mujeres, niños y ancianos, provocando el del éxodo de miles de palestinos obligados a abandonar sus hogares y su tierra natal, forzados por la represión y el terror aplicado por los ocupantes.

“La masacre de Deir Yassin, afirmó Beguin en sus memorias, no sólo era justificada, sino que de no haber triunfado no existiría el Estado de Israel”.

El drama de la diáspora que sufren hoy cerca de 4 millones de refugiados palestinos, diseminados en Jordania, Líbano, Siria, Egipto, y otras naciones árabes, es una de los más cruentos de nuestros días.

El carácter, la ideología neofascista y la práctica política del sionismo hallaron su máxima expresión en el estado de Israel, “creado y orientado hacia la expansión”, como afirmara uno de sus principales fundadores, David Ben Gurion.

Una guerra que consolidó la alianza del chacal y la hiena

Una de las consecuencias más nefastas de La guerra de los Seis Días, fue la consolidación de la añorada alianza entre Estados Unidos e Israel, en la cual se selló el proyecto sionista–norteamericano para el cambio del panorama político en el Oriente Medio y el control hegemónico de la estratégica región.

A partir de entonces, el apoyo incondicional de Washington a su nuevo y fiel aliado, cobró carta de naturaleza, a diferencia de la actitud asumida por razones tácticas en octubre de 1956, durante la agresión tripartita contra Egipto, en que las tropas israelíes asestaron un artero golpe y ocuparon la península del Sinaí, mientras Gran Bretaña y Francia, desembarcaron sus tropas para ocupar el canal de Suez.

Es precisamente en la guerra de 1967, que el imperialismo norteamericano hizo definitivamente público su antes esbozado contubernio con Israel, convirtiéndolo en su punto de apoyo básico para aniquilar el movimiento de liberación nación árabe, iniciado por el gobierno progresista del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, que tanto inspiró la lucha emancipadora de los pueblos del Tercer Mundo.

Desde entonces fluyeron anualmente hacía Tel Aviv, miles de millones de dólares en soporte económico y suministros de armas y equipos de guerra.

Cuarenta años después de la Guerra de los Seis Días, preparada con la activa participación de los servicios de espionaje de Estados Unidos y algunos países de la OTAN, el maridaje entre Washington y Tel Aviv continúa representando una de las mayores amenazas para la estabilidad política y la paz en el Oriente Medio.

Israel, con el apoyo norteamericano, prosigue el sistemático exterminio de la población civil palestina, el asesinato selectivo de sus dirigentes en Cisjordania y Gaza, y el asentamiento de colonos judíos en los territorios ocupados, a la par que lleva a cabo agresiones militares contra el Líbano.

Mientras, el gobierno norteamericano mantiene sus tropas de ocupación en Iraq, que han masacrado a cientos de miles de ciudadanos, y amenaza con acciones de guerra a Siria y a Irán.

Si un hecho manifiesta el irrestricto apoyo de Estados Unidos a Israel, es su constante veto a la aplicación de la mayoría de las más de 800 Resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en apoyo a Palestina y de condena a las acciones israelíes en ese territorio.

Dentro de esas resoluciones destacan la 242, del 22 de noviembre de 1967 y la 338 de 1073, que revisten extraordinaria importancia para el inicio de un proceso de paz que conduzca a la solución definitiva del cruento conflicto.

Ellas no sólo demandan la retirada incondicional de Israel de todos los territorios árabes ocupados, sino que establecen el derecho al retorno de los refugiados palestinos, recogido también en la Resolución 194 de la Asamblea General de la ONU, en 1948.

Cincuenta y nueve años después de la usurpación de Israel de los territorios palestinos, su sufrida población se hacina prácticamente en los campos de concentración en que Israel ha convertido su tierra de origen, y subsiste en condiciones de criminal represión, barbarie y extrema pobreza, que sólo les deja como única salida la Intifada, su justa y heroica rebelión popular en contra del ocupante sionista.

La guerra desatada por Israel hace 40 años no duro sólo seis días, ha continuado durante los cerca de 60 años de existencia de estado sionista. Y en ella, hombro con hombro, ha marchado su mayor aliado, el Gobierno de Estados Unidos.