Teoría

 

Cinco críticas a las tesis del capitalismo cognitivo

¿Está muerta la teoría del valor?

Por Michel Husson
Viento Sur, Madrid, 19/03/05
Traducción de Alberto Nadal

1. La tesis del capitalismo cognitivo decreta que la teoría del valor está muerta y enterrada. Ciertamente, Vercellone parece defenderse de ello. Negri ha escrito, por ejemplo, que la ley del valor "ha envejecido y se ha hecho inútil", que ha perdido "todo sentido frente a la desmesura de la acumulación social" y (con el concurso de Lazzarato), que "el capital se convierte en un aparato vacío, de coacción, un fantasma, un fetiche". En 1998, en Exilio, escribe también que "el trabajador, hoy, no tiene ya necesidad de instrumentos de trabajo (es decir de capital fijo) que sean puestos a su disposición por el capital. El capital fijo más importante, el que determina los diferenciales de productividad, se encuentra ya en el cerebro de la gente que trabaja: es la máquina herramienta que cada uno de nosotros lleva en sí. Es esto la novedad absolutamente esencial de la vida productiva hoy".

La cuestión de saber si tales "delirios teóricos" (por retomar la apreciación de Gorz) datan de 1979, 1997 o 1998, me parece relativamente accesoria. El problema lo constituye precisamente la afirmación recurrente de un paso del valor trabajo al "valor saber". Mi posición sobre este punto puede ser resumida así: 1) el valor saber no existe en el campo de las relaciones sociales capitalistas; 2) el capitalismo integra el saber de los trabajadores a su potencia productiva, como lo ha hecho siempre; 3) la ley del valor continúa funcionando, con una brutalidad y una extensión renovada "gracias" a la mercantilización mundializada; 4) es el fundamento de una crisis sistémica sin precedentes, no la apertura de una nueva fase.

2. Justamente, Moulier-Boutang habla del capitalismo cognitivo como de una "tercera especie" del capitalismo tras el mercantil y el industrial. Este nuevo estadio estaría normalmente caracterizado, según Vercellone, por "una nueva figura hegemónica del trabajo, marcada por su carácter cada vez más intelectual e inmaterial". Mi posición consiste en decir: 1) que esta hegemonía no está realizada y que los "cognitivistas" intentan constantemente esquivar esta cuestión; 2) que el capitalismo contemporáneo es indisociablemente neotayloriano y cognitivo; 3) que a escala mundial, es la figura del explotado clásico la "hegemónica", 4) que la movilización del saber de los asalariados se ve acompañada de una vuelta de las formas más clásicas de explotación, como por ejemplo la prolongación de la duración del trabajo; 5) que la subida de las rentas financieras se explica por un aumento de la explotación y no por el descubrimiento de una nueva forma de valorizar el capital, lo que no se puede confundir si no se abandona la teoría del valor.

3. Sobre la renta garantizada, mantengo que sus partidarios no muestran en qué derivaría lógicamente de su análisis. Si el capitalismo cognitivo, es, como dice Gorz, "la contradicción del capitalismo", entonces la resolución de esta contradicción es la expropiación del capital y la reducción masiva del tiempo de trabajo. Pero los teóricos del capitalismo cognitivo no hablan casi nunca, ni de una ni de otra, o en el caso de la RTT (reducción del tiempo de trabajo), para oponerle la inaccesibilidad definitiva del pleno empleo. De los Grundrisse, no retienen más que lo que les conviene pero olvidan todos los desarrollos de Marx sobre el tiempo libre como verdadero indicador de riqueza y de emancipación. La expropiación no está sin duda al orden del día, pero es retrasar su perspectiva hacer de la renta garantizada el alfa y omega de la liberación social, olvidando las luchas sobre las condiciones de trabajo.

4. Hay en fin un momento en el que hay que explicar de donde viene esa famosa renta garantizada. Vercellone es uno de los pocos que lo intentan pero es para retomar por su cuenta las propuestas de Passet que consisten en remonetarizar una buena parte de la Seguridad Social.

La renta universal sería entonces a fin de cuentas "financiada" por el reciclaje de las prestaciones sociales y principalmente de las jubilaciones. Todos los parados y todos los jubilados al umbral de la pobreza: ¿es una reivindicación unificadora (como se dice en la Liga)?. ¿Se equivocan las mujeres a tiempo parcial cuando aspiran a un tiempo pleno o deberían más bien movilizarse por una renta de existencia?.

¿Pero ésta no se parecería demasiado a un "salario maternal"?. Moulier-Boutang afirma claramente el carácter "líquido (...) y por tanto no asignado" de la renta garantizada, pero ¿no sería mejor extender el campo de los servicios públicos y de la gratuidad para asegurar la realidad de los derechos sociales?. El derecho al alojamiento, por ejemplo, ¿estaría mejor garantizado por la distribución de asignaciones o por la socialización de la oferta de vivienda?. Y, ¿quien produciría, y a qué tarifa, los bienes y servicios contra los que se cambiaría esa renta universal? ¿Habría dos clases de población: los que tienen solo la renta universal y los que tienen un empleo? ¿Es ser "laborista" considerar estas minúsculas peguntas como legítimas y estar un poco harto de que no se responda nunca a ellas?.

5. Hay efectivamente implicaciones políticas en estos debates, y este es un ejemplo: estoy convencido de que la focalización de los "cognitivistas" sobre la renta ha impedido al movimiento de los parados jugar plenamente el papel que habría podido ser el suyo en el movimiento del paso a las 35 horas. Si hubiera profundizado la lógica de las contrataciones proporcionales (lo que AC! Llamaba las "requisiciones de empleos") habría podido franquear un paso hacia una unión con el movimiento sindical alrededor de la idea de obligación de crear empleos como único medio de impedir la intensificación del trabajo. El rechazo del objetivo del pleno empleo y la subestimación de las condiciones de trabajo como eje de la lucha me parecen ser, a la vez, inherentes a las tesis cognitivistas y nefastas para el movimiento social. Es en mi opinión una razón suplementaria para criticarlas.

5 de diciembre de 2004

Volver