Feb - 9 - 2013

Argentina

Una versión anterior de este texto fue presentada para la discusión del VI Congreso Nacional del Nuevo MAS, que tendrá lugar el 1, 2 y 3 de marzo de 2013. Si bien el texto final debe atravesar el proceso de discusión, enmiendas, agregados y votación formal en el Congreso, consideramos pertinente publicarlo en tanto aporte a la comprensión de la situación y tareas políticas en la Argentina en 2013. Esta versión presenta una revisión formal de estilo y redacción, así como algunos cambios menores respecto del editado como texto para el Congreso (Consejo de Redacción).

 

1. El deterioro del kirchnerismo

 

La situación política del país está cruzada por el deterioro del gobierno kirchnerista; éste es uno de los principales elementos a seguir en el año que inicia. El término “deterioro” es útil para marcar el desgaste, pero también para diferenciarlo de calificativos catastrofistas como “hundimiento”, que no es lo que está planteado en el horizonte próximo. No se trata, por ahora, del fin del kirchnerismo, sino del comienzo de un proceso que podría acabar con él.

A poco más de un año de la reelección, quedó lejos el 54 por ciento y también que las “alas anchas” que supo desplegar están bastante recortadas. Moyano, el principal dirigente de la burocracia sindical, pasó a la oposición, sectores de la patronal dan muestras (aunque cautamente) de que están dispuestos a terminar con el arbitraje K en cuanto crean poder apostar a un recambio seguro, y la Corte Suprema de Justicia gana cada vez más autonomía.

La base material de esta situación es que el país vive una avería de la situación económica que tiene como centro la escalada inflacionaria. En el 2012 el índice alcanzó más del 25%; lo que se espera para el 2013 en ningún caso es menor. Esto se siente a cada paso en las condiciones de vida de los trabajadores con sólo ir al supermercado, a la despensa, pagar el transporte que aumenta, las cuentas de los servicios, los útiles para el inicio de clase, etc. Si bien hay todavía contrapesos para una posible “espiralización inflacionaria”, voces como la del empresario De Mendiguren cuando habla de la posibilidad de un “Rodrigazo” expresan un cierto temor a que las cosas se salgan de cauce.

Este deterioro económico, que tiene varias causas que se tratan en texto aparte (además de la inflación, la crisis del transporte, energética, de la infraestructura en general), es lo que está por detrás de la bronca que crece desde abajo. Aquí el dato más importante es que el creciente malestar con el gobierno se está expresando en las fábricas y lugares de trabajo, como se demostró contundentemente con el paro general del 20 de noviembre pasado. Se suma que el salario no alcanza, el rechazo a los descuentos por Impuesto a las Ganancias y la bronca por los ritmos enloquecedores que impone la patronal para compensar la pérdida de competitividad por el atraso cambiario, entre muchos otros factores.

Los elementos de deterioro económico y la creciente bronca por abajo hacen que el gobierno no las tenga todas consigo, y hacen a la dinámica de la situación política en 2013, que puede ser eventualmente un año de transición luego de una década de kirchnerismo.

 

2. Treinta años de “democracia”

 

Junto a estos elementos dinámicos, operan factores estabilizadores de orden económico y de orden político general. Un factor de peso remite a los avances en la “institucionalización” de la vida política del país, lo que pone un cierto marco a las cosas. Si en 2001 lo que caracterizaba los desarrollos era el desborde de las formas institucionales consagradas de la democracia burguesa, hoy (¡y ése el gran legado del kirchnerismo!) lo que ocurre es lo contrario: es casi imposible “saltear” las formas de mediación. El debate político de conjunto se procesa sobre todo electoralmente. Si se observa la vida sindical de la clase obrera, está mediada por el Ministerio de Trabajo, las paritarias, las elecciones sindicales y el hecho que las representaciones de conjunto las siguen teniendo las direcciones tradicionales. Si se busca la reinstalación de un trabajador injustamente despedido en su puesto de trabajo, la mediación inevitable es la justicia laboral. Si se quiere imponer el derecho al aborto, no hay cómo hacerlo sin la ley respectiva.

Esta “institucionalización relativa” de la vida política nacional no le quita nada al dinamismo de la lucha de clases en la Argentina, ni al hecho de que están por delante en el 2013 apasionantes desarrollos en todos los planos. Además, esta tendencia convive con la continuidad de “reflejos” que vienen de la crisis de 2001 y el Argentinazo (como los piquetes de vanguardia en el paro general o los saqueos de fin de año, por poner dos ejemplos). Se cumplen treinta años del retorno de la “democracia” pero todavía cuesta “comer, vivir y educarse” con ella, como quería Raúl Alfonsín. En cualquier caso, ése es el verdadero marco de la actuación de los Kirchner, justificado en el “fracaso del comunismo”. El alfonsinismo y el kirchnerismo comparten ese concepto de la “democracia” como valor universal, a modo de taparrabos de la administración de todas las lacras de la Argentina capitalista semicolonial.

La continuidad de esta democracia coloca un horizonte en la vida política más generales que de alguna manera habrá que quebrar o superar, de forma tal que una eventual crisis del kirchnerismo no se canalice de manera conservadora por la vía electoral de un recambio burgués, sino por la apertura de una vía revolucionaria que coloque nuevamente el desborde de las instituciones en el orden del día, esta vez con la clase obrera en el centro de los desarrollos. Ésta es la apuesta estratégica que guía la acción de nuestro partido.

 

3. Una coyuntura internacional de impasse dinámico

 

Las coordenadas generales en que se mueve el gobierno no son muy distintas a las que marcan la situación mundial y la regional. A un lustro del comienzo de la crisis capitalista, parece haber una suerte de “acostumbramiento”, de “normalización” de una precaria estabilidad que, con deterioros evidentes en regiones como Europa (sobre todo España, donde el desempleo ha llegado a la dramática cifra del 26% de su población activa y es hoy el país más inestable de la UE), todavía sigue a raya tanto de eventuales desarrollos catastróficos como de reabsorciones graduales y calmas. Incluso en las regiones en que las rebeliones devinieron en guerras civiles, como en algunos países árabes, la balanza no se termina de inclinar para el lado de una desestabilización que cuestione las bases sociales del sistema, y la democracia burguesa es un horizonte que no se traspasa o que se presenta como la gran alternativa.

Como señalamos en el editorial de este número, 2012 fue un año de cierto statu quo, y lo que se vive es una suerte de “impasse dinámico” en la situación de la crisis económica y las rebeliones cuya evolución habrá que seguir: si se trata de un curso hacia una improbable mayor estabilización, o, por el contrario, se producen giros bruscos que reinstalen con fuerza la presencia de la crisis. Quizá lo más probable sea un escenario intermedio de cierta “cronificación” de los desarrollos en las condiciones del ciclo de gran depresión “light” que vive la economía mundial, y de las idas y venidas en la maduración de la experiencia de los explotados y oprimidos.

En la región, el triunfo de Chávez a finales del año pasado fue claro respecto de los alcances y límites del deterioro de los gobiernos de mediación, donde la norma pareció ser el continuismo. Esto refleja algo más general. En algunos de los países más sensibles hubo reelecciones presidenciales, como en EEUU, donde la reelección de Obama consagró la continuidad de su neoliberalismo con pátina progresista (un presidente negro que asume una nueva gestión con un discurso que tiene como centro el matrimonio igualitario). Donde el escenario se estabiliza y las caras se muestran más o menos “simpáticas”, el electorado las ratifica. No es un elemento menor cuando operan mecanismos de mediación a nivel internacional, lo que dado el contexto de la crisis tampoco permite mayormente recambios por derecha, al menos no por ahora.

Así las cosas, en el marco de la estabilización del ciclo abierto por las rebeliones latinoamericanas, no sólo Chávez fue reelecto. El PT ganó ampliamente las elecciones municipales en Brasil; se habla de que Dilma Rousseff se postularía para la reelección. Correa ganaría la suya propia próximamente en Ecuador, y se especula que Evo Morales iría por un nuevo período. Las expectativas de los “escuálidos” venezolanos, regionales y del propio imperialismo yanqui, que se entusiasmaron con la hora de volver a la “normalidad”, se evaporaron frente a las urnas. Ni el desgaste de más de una década de chavismo ni la puesta en pie de un candidato de unidad opositora presentable como Capriles alcanzó para desbordar por derecha el proceso.

Sin embargo, el acelerado agravamiento de la salud de Chávez abre una crisis muy fuerte no sólo para Maduro, sino para los gobiernos progresistas de la región. Si la oposición burguesa lograra imponer nuevas elecciones presidenciales, habilitadas por la Constitución bolivariana, ya que el vicepresidente es puesto a dedo y no elegido por sufragio, todo indica que el chavismo ganaría de todos  modos cómodo bajo la conmoción de la muerte, o el paso al costado, del  líder carismático. Así lo demuestran las recientes elecciones regionales, en las que el oficialismo arrasó y sólo Capriles pudo salvar la ropa.

Pero los problemas comenzarían al otro día de dicho triunfo: sin el Bonaparte parece muy difícil el manejo de un movimiento en el que coexisten los sectores más pobres de la población, la “boliburguesía” y el ejército, en un equilibrio inestable que siga manteniendo a raya a la derecha. El factor político de la muerte del Bonaparte amenazaría con hacer tambalear el ciclo abierto a fines de los 90 en Venezuela, poniéndolo en cuestión en toda la región. Algo que, obviamente, repercutiría de lleno en Argentina, agigantando las especulaciones acerca del futuro de Cristina y el kirchnerismo.

 

4. El primer paro general bajo el kirchnerismo

 

Volviendo a la Argentina, las ondas largas del ciclo regional se visibilizaron desde que el gobierno anunció el comienzo del ajuste tras lanzar la “sintonía fina” apenas reelecta Cristina. Uno de los motores de las rebeliones, una década atrás, fue la crisis social en los países semicoloniales. Junto a los límites de los trabajadores y el pueblo para poner en pie una salida propia, uno de los puntales de la reabsorción fue el crecimiento económico motorizado por la demanda de materias primas de China, la gran factoría mundial. Una década de crecimiento a tasas “chinas” no pudieron tapar, tras un año de ajuste, los límites estructurales de la Argentina semicolonial, que ni siquiera pudo acabar con el hambre, como evidenciaron los saqueos. Rápidamente se deshilacha la confianza de que el “modelo” nos podía llevar a una suerte de bienestar realista, sin pasar por las complicaciones de enfrentarnos en serio con el imperialismo y ni hablar ya de revolución. La ideología K de las bondades del progresismo del siglo XXI, condimentada con la clásica confianza en el “destino exitoso” por intrínsecas ventajas argentinas, chocan con la evidente crisis de infraestructura y energética, con una economía basada en los dólares de la soja y, a nivel industrial, prendida a la suerte brasileña y que no logra verdaderos estándares de competitividad internacional.

Ese rechazo a la política de ajuste se expresó en el primer paro general que sufre el kirchnerismo. Aprovechando la grieta abierta por el pase de Moyano a la oposición, los trabajadores mostraron masivamente que lo conquistado en estos años lo van a defender. Esto, que puede ser visto como “defensivo”, es una tendencia progresiva, subproducto de las relaciones de fuerzas más generales abiertas el 19 y 20 de diciembre del 2001. La tecla conservadora, en realidad, es la que tocan la patronal y el kirchnerismo cuando llaman a “defender el trabajo en crisis en el mundo”, en implícita alusión a entregar salario y condiciones laborales para no perder el empleo. Lo revolucionario es que pese a la reciente, en términos históricos, y traumática experiencia de la desocupación de masas, los trabajadores se nieguen a aceptar pagar la crisis y que desconfíen de un gobierno al que han visto con buenos ojos durante largos años. Tras la rebelión de 2001 cambió la geografía del conflicto social desde afuera del mundo del trabajo (los desocupados) y los márgenes (fábricas recuperadas) al centro de la producción. Y desde allí llega el momento de plantarse en defensa de las conquistas amenazadas, en primer lugar el salario, ante la evidencia que “la profundización del modelo” (entendida como más y mejor empleo, reparto de ganancias, etcétera), se retiró de la escena para no volver.

El paro general del 20 de noviembre se hará sentir este año. Aun por intermedio de la burocracia sindical, puso a la clase trabajadora y sus reclamos en el centro de la escena política. Esto es lo que explica los tironeos del verano alrededor de las paritarias, que ahora Cristina llama a negociar “con buena onda”. Es que el gobierno sabe que si da un paso en falso le puede aparecer, nuevamente, un paro general apenas comience el año (y ya parece en el horizonte a partir del magro y tramposo aumento en el piso de Ganancias). Tiene que maniobrar porque su política es imponer salarios a la baja como un factor moderador de la inflación y para ayudar a recomponer la competitividad empresaria. La propia CGT Balcarce, implícitamente, parece decir que “si no le dan margen” podría plegarse a algún tipo de medida con la otra CGT.

Desde ya, la burocracia en cualquiera de sus expresiones está ligada a sectores patronales; de ahí que el propio Moyano haya salido a reclamar un 25% y no más, un guiño evidente a sus laderos burgueses para mostrarles que no es ningún “loquito”. Sin embargo, los sindicalistas se sienten fuertes para maniobrar porque por abajo crece el descontento y, al mismo tiempo, mantienen de momento el monopolio de la representación obrera.

Así las cosas, y aun a pesar del carácter “electoral” del año que inicia, no puede descartarse que sobre todo en la primera mitad la burocracia pueda llamar a nuevas medidas de conjunto, aunque siempre controladas y administradas por ellos para que las cosas no se salgan de cauce. Hasta Barrionuevo, el ala más de derecha, amenaza con un paro general en marzo.

Más allá de esto, y a diferencia de la otra gran crisis política del kirchnerismo como la de 2008-2009 (hasta ahora más grave que la actual, pero el pronóstico es reservado), es un dato importante la aparición de la clase obrera en medio de la coyuntura, aun cuando sea controlada de punta a punta por la burocracia. Para la izquierda revolucionaria ése es el proceso al que hay que apostar: trabajar por una salida por el lado de la clase obrera a la crisis nacional y apuntar estratégicamente al desborde y a un nuevo movimiento obrero independiente y clasista, sobre la base de la profundización del surgimiento de la nueva generación obrera.

 

5. La multiplicación de manifestaciones de descontento social

 

El 20N, decíamos, es la muestra más importante no sólo de que el ciclo del Argentinazo sigue abierto, sino de la posibilidad real de desbordarlo por izquierda. También los saqueos del 20 y 21 de diciembre traen los recuerdos del Argentinazo, no sólo por el peso propio de este tipo de acciones, sino porque muestran que en caso de retroceder el empleo, la franja de la población que puede caer en la miseria no se va a quedar de brazos cruzados. Esto no es menor para el kirchnerismo, ya que una parte importante de sus esfuerzos consistió en contener a estos sectores mediante distintos mecanismos (algunos de los cuales permitieron la cooptación de gran parte de los movimientos de desocupados) como los planes Argentina Trabaja (que de paso aumentan la presión para degradar el trabajo de los municipales) y la Asignación Universal por Hijo.

Otro de los puntos altos del desborde por izquierda al gobierno fue el masivo repudio a la liberación de los secuestradores de Marita Verón, que pone sobre la mesa que el movimiento de mujeres ha logrado instalar los temas de género como uno de los ejes permanentes de la escena política. La lucha de Susana Trimarco convirtió al caso de su hija como emblema de la pelea contra la barbarie de la trata. Recordemos que ante el desastre social de las familias trabajadoras, fueron las mujeres las más activas en poner en pie en el conurbano los movimientos de desocupados, y las que llenaron de vida los encuentros de mujeres post 2001. Con la “estabilización K”, de la mano de la juventud centralmente universitaria, fue el turno de avanzar por el derecho al aborto, que al mismo tiempo que enfrenta el desastre social de miles de mujeres muertas por aborto clandestino también pone el eje en el derecho a decidir, cuestión más transicional hacia la liberación de la mujer. Ese eje tuvo su día el 1º de noviembre, después del triunfo del hospital Ramos Mejía y que colocó al partido a los ojos de sectores más amplios que la vanguardia, poniendo otra vez el debate por el derecho al aborto en el centro de la escena nacional.

Si bien el dato más importante para nosotros es que hubo manifestaciones de descontento por izquierda a los K, con el paro general en el centro, en la escena política hubo también desborde de sectores acomodados, por derecha. El más emblemático fue el multitudinario cacerolazo del 8N, con epicentro en el Obelisco pero con importantes manifestaciones también en varias capitales provinciales. Si bien el malhumor tiene bases económicas como el “cepo al dólar”, que impide defender el ahorro frente a la inflación, o el límite a las importaciones, que dificulta el trabajo de muchos comerciantes e importadores, o el freno de la construcción producto de la “pesificación” que atañe a inmobiliarias y a otros rubros ligados, el motivo que sintetizó y politizó fue el “no a la reelección”, el rechazo a darle rango constitucional a los gobiernos populistas. Si el 2008 la “rebelión de las 4×4” fue de lo social (retenciones) a lo político, los cacerolazos de 2012, sin llegar a poner contra las cuerdas al gobierno como cuatro años antes, arrancaron del plano político.

El clima cacerolero contagió también a sectores de las fuerzas represivas. Sobre la base de la constante agitación contra la “inseguridad” de los medios masivos –que en su momento tuvo un pico con las movilizaciones encabezadas por Blumberg–, gendarmes y prefectos aprovecharon para plantarse en el centro de la escena política con un planteo que, detrás de un reclamo salarial, levantaba la reivindicación de las fuerzas represivas. La propia Cristina había aportado a lavarles la cara cuando ensalzó a los gendarmes muertos en la ruta camino a Chubut para reprimir a los “Dragones” (activistas sindicales), en un claro ataque antiobrero. Finalmente, el gobierno se plantó y los represores retrocedieron.

A su turno, el gobierno mostró que tiene su base de sustentación en el festival-acto del 9 de diciembre, en el que si bien no pudo festejar la plena aplicación de su emblemática Ley de Medios, mostró una vanguardia de masas organizada, con mucho peso en la juventud. La Cámpora y las distintas agrupaciones K obviamente no son la “juventud maravillosa” que vocifera el oficialismo, pero es reduccionista calificarla de simples arribistas, como hace alguna izquierda: reflejan el intento de reabsorción del Argentinazo, una juventud en los marcos de la democracia burguesa pero “anormal”, “izquierdista”, con aires a la Junta Coordinadora Nacional de la UCR alfonsinista de los 80, pero hija de un partido más populista como el peronismo.

El desfile por la escena política argentina de sectores explotados y oprimidos, explotadores y del propio gobierno desenrolló la alfombra para abrir el 2013.

 

6. Los límites de un ajuste administrado

 

La política de ajuste, con el deterioro económico que generó, abrió innumerables grietas por donde se coló el descontento, aunque fueran contadas las grandes luchas más o menos independientes. El choque de expectativas político y sindical entre la apuesta de los trabajadores con la reelección de Cristina y la “sintonía fina” se dio no bien arrancó 2012: la ultra K CTERA se encontró haciendo un paro nacional docente por la paritaria, el primero bajo el kirchnerismo, ante la sorpresiva propuesta del gobierno que no les dejó margen para levantar, aunque la fecha se había puesto con suficiente tiempo para maniobrar si los K tiraban un hueso. Pero lejos de otros años en que el gobierno tiraba unas migajas para dar cierto margen a la burocracia y evitar empezar el año con paro, esta vez Cristina se mostró durísima y batió el viejo parche reaccionario de atacar a los docentes “que trabajan cuatro horas y tienen tres meses de vacaciones”, desatando un escándalo.

A su turno, el propio Caló, en pleno lanzamiento de su candidatura a secretario general de la CGT oficialista, consumada la división, también debió llamar a un paro en la paritaria metalúrgica, y hasta se negó a mostrarse con Cristina mientras no cerraban las negociaciones con la patronal.

Sucede que la creciente inflación, en alza desde 2008, es el motor de la bronca con el gobierno entre los trabajadores, fenómeno que no se había visto con esa intensidad hasta el momento bajo el kirchnerismo. Volveremos sobre esto.

De la mano de una paritaria a la baja, el gobierno también entregó a las patronales la ley de ART, votada en común con la derecha macrista, que alivia los costos para las empresas en su redoblada presión sobre los ritmos y condiciones de trabajo, por donde buscan mantener las ganancias que se achican ante el atraso cambiario. La lucha por la reincorporación de Maxi a Firestone toca esta tecla sensible, más en fábricas como las del neumático, donde las hernias de disco son epidemia por el desgaste físico que conlleva el trabajo.

El gobierno descarta una macrodevaluación al estilo de la que piden algunos sectores patronales, como Paolo Rocca, jefe de la multilatina Techint, y a fin de año el presidente de la FIAT, Ratazzi, que se quejaron por la “pérdida de competitividad”. Semejante medida redoblaría las presiones inflacionarias, la bronca social y las razones de conflicto, configurando, en ese caso sí, una suerte de “Rodrigazo” como el de 1975. Así y todo, el secretario de Comercio Guillermo Moreno anunció un dólar oficial a 6 pesos para fin de año, lo que alimenta la caldera de la sistemática remarcación de los precios.

Otra línea nítida de ajuste fue la política fiscal de “achique de gasto”, aunque hábilmente el gobierno intentó hacer pagar el costo político a los gobernadores, que a su turno reclamando por la coparticipación de ingresos fiscales (el caso de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe).

Sin embargo, a Cristina no le resultó tan fácil convencer a la gente de que no tenía nada que ver en el anuncio del gobernador bonaerense Scioli de pago del medio aguinaldo a mitad de año en cuatro cuotas. Si un sector muy grande no lo relacionó directamente con el ajuste y lo limitó unilateralmente al castigo a Scioli por lanzarse como candidato a presidente para el 2015, entre muchos trabajadores sí se vio como el comienzo del ajuste, y no faltaron los vaticinios de la vuelta de las cuasimonedas de 2002-2003, como los Lecop o los patacones.

En realidad, el ajuste de Cristina y Scioli había comenzado a principios de 2012 cuando un decreto del gobernador congeló el ingreso a trabajar en el estado de la provincia de Buenos Aires, medida que se reafirmó para este año. Y luego del triunfo de la lucha contra el pago del aguinaldo volvieron al ataque vía una rebaja del salario, al desconocer plata en negro integrada al salario hace años en el Ministerio de Educación, conflicto también ganado por los trabajadores tras una toma de 11 días. La decisión de poner como ministra del área a una economista neoliberal como Nora de Lucía, y de mantenerla pese a la derrota política que significó el freno al recorte, marca que en la provincia el ajuste llegó para quedarse.

También se vio como parte del ajuste el recorte a las jubilaciones hecho por De la Sota, culpando al gobierno nacional, en el marco del abierto enfrentamiento del cordobés con los K. Allí también la respuesta fue masiva, aunque finalmente la burocracia ayudó a que se impusiera el recorte.

Ya a fines de 2011 había empezado el crudo ajuste en Santa Cruz, la provincia de la presidenta, que hace años vive inestabilidad política ante las duras luchas de los petroleros, los docentes y los estatales en general, que le costó la cabeza a varios gobernadores y ahora el distanciamiento de Peralta con la propia Cristina. Además de no pagar en término el aguinaldo, quisieron imponer una ley abiertamente de ajuste. A fin de 2012 nuevamente tuvo problemas para pagar en término el aguinaldo. Lo mismo pasó con el malogrado gobernador de Río Negro, Soria: una ley de esas características reaccionarias fue de las primeras medidas en tomar apenas asumió. El ajuste rionegrino no puede ser disfrazado con ningún enfrentamiento con el gobierno nacional porque Soria estaba con los K. Ni hablar del ultra K Urribarri, gobernador de Entre Ríos, que en marzo pasado  se retrasó  directamente en el pago de sueldos.

En la larga novela del traspaso del subte a Macri se combina la tercerización del ajuste con el problema del deterioro de la infraestructura, uno de los dinamizadores del malhumor social. Más allá de la discusión de quién paga los subsidios al subte entre nación y ciudad, el deterioro es tal que hasta el macrismo contempló la posibilidad de estatizar el subte, que desechó sólo por problemas ideológicos.

La política de tarifazos con la que el gobierno arrancó 2012, que tuvo como emblema las interminables colas de la gente para hacerse de la tarjeta de transporte SUBE, sufrió un golpe de magnitud con el accidente del ferrocarril Sarmiento en Once que costó la vida de más de 50 usuarios. Aunque el gobierno logró frenar la grave crisis política abierta al evitar que se politice la queja de los familiares y se formara un movimiento del tipo Cromañón, que le costó la renuncia a Ibarra, produjo un cierto “impasse” y mediación en la aplicación de un ajuste que se pretendía más “ofensivo”, afirmándose la tercerización y la decisión de administrarlo. Sin duda, Cristina es más fuerte de lo que era el intendente Ibarra, pero la lucha por justicia, en la que podrían haber cumplido un rol importante los trabajadores del Sarmiento encabezados por el Pollo Sobrero, hubiese sido un serio problema para los K.

El gobierno reaccionó rápido con la estatización parcial de YPF, que si bien en parte es defensiva para frenar la sangría de importación de combustible y garantizar inversión para los próximos años, le permitió una ofensiva política, recuperando el ángulo “izquierdista” que agita desde la derrota de la 125 con el campo.

Junto a la reestatización de YPF, la otra bandera “progre” que levantó en el 2012 de ajuste fue la del voto a los 16 años, en una nueva iniciativa de “ampliación de derechos”, en este caso hacia la juventud, que kirchnerismo disputa con uñas y dientes a la izquierda.

Volviendo al cuello de botella del deterioro de infraestructura, YPF no fue la única reestatización. La autopista Buenos Aires-La Plata volvió a manos de la provincia luego de que el concesionario no pudiera aumentar los peajes por una decisión judicial, que previamente le exigía que cumpliera con la construcción del tercer carril estipulado en el contrato y que permitiera descongestionar el tránsito saturado. Lo mismo había ocurrido tiempo atrás con la empresa de energía Edelap, por poner sólo dos ejemplos. Los concesionarios, acostumbrados a ganar durante años plata fácil, saltan del bote cuando llega el momento de invertir sin tener asegurada una recuperación inmediata del capital.

Tanto Macri con el aumento del subte, Cristina con el de la nafta de YPF y ni hablar los gobiernos provinciales y concesionarios privados, todos a fines de 2012 mostraron que su camino para frenar la sangría de inundaciones y cortes de luz cuando llueve o hace mucho calor fue el aumento de la tarifa, y que la crisis energética la paguen los trabajadores y el pueblo.

Otros sectores sociales también pusieron el grito en el cielo por la parte que les tocó en el reparto de la “sintonía fina”. El promocionado “cepo al dólar” puso los pelos de punta de la clase media. Si bien la mayoría fue ganada para posiciones cipayas y muchos sectores medios altos reivindican su “libertad” de vivir dolarizados a costa de la economía nacional, también aquí se expresa la bronca por el deterioro del ahorro, ya que los plazos fijos u otros tipo de resguardo bancario corren muy por detrás a la inflación.

El freno a determinados sectores de la economía que generó el cepo al dólar y la restricción en las importaciones aceleró el malhumor de sectores ligados a la construcción, que aún no logran establecer precio para vender y comprar. También los importadores y comerciantes que venden productos de afuera están histéricos. En lo que refiere a los trabajadores, se perdieron casi 100.000 puestos de trabajo en la construcción, sector de trabajo muy inestable, y probablemente con una franja que, por los meses sin trabajo o changas, se volcó a saquear a fin de año.

Cuando hablamos de los límites de un ajuste administrado queremos significar dos cosas. Por un lado, el cuadro citado muestra las idas y venidas de la aplicación de una política de ajuste que ha llegado para quedarse, como se acaba de ver con la trampa del reciente anuncio del aumento del 20% del piso no imponible. Por el otro, este ajuste “en cuotas” o administrado (ya lo de “sintonía fina” no se lo traga nadie) parece no alcanzar para resolver ningún problema; de ahí la tendencia a la espiralización inflacionaria.

Se trata de un problema no sólo económico, sino eminentemente político: el gobierno no tiene la fuerza necesaria para hacer una demostración de autoridad y aplicar de una vez un ajuste en regla al estilo clásico. Asesores muy cercanos a Cristina le están diciendo que debería definir “una política antiinflacionaria integral”, pero el gobierno tiene profundo temor al costo político de una orientación de ese tipo.

A diferencia de 2011, donde el gobierno desplegaba alas anchas, ahora el descontento, a un año de la puesta en marcha del ajuste, le llega desde los más variados sectores, con el dato destacado que incluye a la clase trabajadora en general, y la obrera en particular, clave, como ya hemos dicho para la posibilidad de un desborde por izquierda. Habrá que ver cómo administrará el gobierno esta amarga receta y qué márgenes tendrá para “dosificarla” en un año de elecciones, en las que el kirchnerismo se juega en gran medida su continuidad y en un marco de deterioro económico.

 

7. Ante el peligro de una espiralización inflacionaria

 

El gobierno apuesta en 2013 a revertir esa situación de deterioro. En primer lugar, confía en que se concrete la “pequeña recuperación económica” que la mayoría de los analistas de distinto signo venía previendo. Recordemos que el año pasado a esta altura empezaba a tener problemas económicos Brasil, lo que generó que la industria automotriz, ligada centralmente al país vecino, retrocediera de sus ritmos récord de producción, que habían alcanzado más de 800.000 unidades en 2011. Si se pasa de un crecimiento prácticamente nulo en 2012 a uno de un 3,5% este año, lograría evitar que se sigan perdiendo empleos, sangría por ahora limitada pero que de profundizarse podría convertirse en una hemorragia difícil de parar.

Otro de los elementos en que se apoya el optimismo K es que los vencimientos de deuda son la mitad que el año pasado, dato no menor teniendo en cuenta la necesidad de divisas. A esto se suma que esperan una cosecha un 20 por ciento mayor de soja por razones climáticas, al tiempo que se mantienen los precios altos. Claro que este escenario requiere que termine toda la historia con los “hold out” (los fondos buitres que no entraron en el canje) y que los sojeros concreten sus exportaciones y liquiden divisas: se habla de un aumento sustancial en la compra de silos bolsa porque los productores pretenden retener su producción hasta último momento, dadas las tendencias inflacionarias y la imposibilidad de prever el valor del dólar para el año.

Sobre esos signos de una economía que espera un poco más descomprimida, el gobierno intentará recuperarse e ir ganando iniciativa, que durante gran parte del 2012 no tuvo, para estabilizarse de cara a un año electoral. Está claro que si la economía vuelve a crecer, ese factor le pondría un “colchón” a muchos de los problemas que se han venido acumulando en el último período, sobre todo los que tienen que ver con los factores del ciclo económico, porque los otros, los estructurales, dan cuenta de los límites más orgánicos del país, y frente a ellos las respuestas son mucho más limitadas.

Sin embargo, comenzando el año las cosas parecen menos claras. Si por un lado es aventurado pensar que el país vaya a pasar de buenas a primeras del deterioro económico en curso a desarrollos catastróficos, la espiralización inflacionaria no solamente es el factor más dinámico de la realidad, sino una grave señal de alerta para el gobierno.

Aquí se revela un doble fracaso: uno estructural y otro de política económica propiamente dicha. El estructural lo acabamos de señalar y hace a los límites de clase de la burguesía argentina para resolver los problemas nacionales. Entre ellos la competitividad, horadada desde varios lugares, como la catástrofe en materia de infraestructura. Por ejemplo, el transporte de carga a largas distancias por camión es muchísimo más caro e irracional que por tren.

Pero también se está revelando un creciente problema de política: como hemos señalado, frenar la inflación supondría un tipo de ajuste económico menos “administrado” aplicado al viejo estilo. Y eso es algo que el gobierno no puede hacer atendiendo a los límites de la estabilización del país.

Esta presión es la que se expresa en las negociaciones paritarias y en un verdadero círculo vicioso que se va haciendo peligroso: devaluación del dólar, remarcación de precios, emisión de moneda, pago de deuda, fuga de divisas, reclamo de los trabajadores por el atraso del salario y así de seguido, en una dinámica sin fin; de ahí que hablemos del peligro de espiralización.

En los años 90, la economía bajo Menem funcionó hasta que la suma de inercias de ese esquema abiertamente desindustrializador explotó en la desocupación de masas, la devaluación de la moneda y la rebelión popular. Hoy, cuando la gestión kirchnerista cumple diez años, la administración de una economía inflacionaria está llegando a un límite dónde la explosión podría llegar como subproducto de una escalada de los precios y el dólar. El famoso “modelo” podría estar cerca de su fin.

Ya los problemas de infraestructura son más difíciles todavía de resolver, porque remiten a los límites orgánicos de un capitalismo semicolonial como el argentino y un tipo de “esquema de negocios” que en determinados sectores se sigue haciendo a expensas del capital acumulado: electricidad, ferrocarriles, hasta cierto punto hidrocarburos, etcétera.

Esto está produciendo crecientes efectos políticos, como la dramática crisis abierta con la tragedia del ferrocarril Sarmiento, factor por donde vendrán nuevas crisis más allá de respuestas espasmódicas o improvisadas (el recambio de Macri de los vagones de la línea A del subterráneo, o los anuncios de soterramiento del Sarmiento encarado por el gobierno nacional).

Si se lograra el ansiado margen económico, el gobierno intentaría dar una vuelta a la página de las malas noticias para no desgastarse tanto en tiempos electorales. Recordemos que cerró el año pasado con el tarifazo anunciado horas después del acto en Plaza de Mayo convocado por Moyano y Micheli el 19 de diciembre. Con ese anuncio el gobierno intentó adelantar medidas antipáticas, al mismo tiempo que darle a la burocracia opositora y a los trabajadores una señal de fortaleza, de dominio del centro de la escena política. Sin embargo, anunciar el magro aumento del 20% en el piso del Impuesto a las Ganancias, ya en pleno comienzo (adelantado por cierto) de las paritarias 2013, muestra que no le va a ser tan fácil.

A finales del año pasado Cristina expresaba su deseo (una vez más) de poner en pie algún tipo de “pacto social”. Si, por un lado, al haber pasado la mitad de la burocracia a la oposición una iniciativa de este tipo es impracticable, por el otro lo que ofrece no es gran cosa que digamos: subir unos puntos el mínimo del impuesto a las ganancias a cambio de paritarias a la baja. El resultado fue que hasta dos de los “gordos” de la CGT oficial salieron inmediatamente a poner distancia. El dinosaurio Lescano dijo que “como Moyano, vamos a tomar la inflación del supermercado para discutir salarios”, y Pignanelli, de SMATA, planteó la necesidad de abrir paritarias dos veces al año, resaltando el sostenido aumento de los precios que deteriora el poder adquisitivo. Esta dificultad se confirma hoy cuando la más granado del mundo sindical critica por insuficiente el aumento anunciado en Ganancias.

Obviamente, media burocracia trabaja para el gobierno, pero sus alertas son significativos de cómo miden el descontento de los trabajadores en las fábricas. No nos cansamos de marcar lo importante que es la aparición de los trabajadores en la escena política con sus propios reclamos en medio del deterioro K. Recordemos que cuando el gobierno estuvo en crisis en 2008 tras el lock out patronal agrario, la clase trabajadora estaba borrada de la escena. En realidad, la burocracia unificada dirigida por Moyano salió a bancar al gobierno. Y la vanguardia de la recomposición no fue capaz de intervenir, aunque fuera propagandísticamente, defendiendo un espacio para la independencia de clase. Sólo desde FATE, por iniciativa nuestra, se hizo una pequeña marcha al Congreso.

También recordemos que en ocasión de la derrota de Kirchner con De Narváez en 2009, en fábrica los obreros siguieron acompañando al gobierno.

Es precisamente ese núcleo central del electorado kirchnerista el que ahora es directamente afectado por la política económica del gobierno. Una de las anclas más importantes frente a las presiones inflacionarias y el deterioro en la competitividad es, precisamente, el salario. El gobierno no solamente anunció un aumento del mínimo por debajo de la inflación, sino que además, expresamente, pretende planchar el techo de los aumentos. La política oficial se ha sintetizado como “20 y 20” (por el porcentaje de aumento salarial y de piso de Ganancias), pero ninguna de las dos cifras responden a las expectativas. Hasta la CGT oficial está hablando ya de un piso del 25% en el aumento de los salarios; con respecto al tema ganancias se especulaba un aumento del piso mucho mayor –rondando el 50%– que el anunciado.

En definitiva, se vive una crisis en puerta: la negociación no cierra y hay rumores de medidas de fuerza. Una dinámica que tiende a poner contra la pared lo que queda del famoso “modelo” y al gobierno mismo.

 

8. El hartazgo patronal con el arbitraje K

 

Tampoco parece fácil al oficialismo recuperar la iniciativa para endulzar los oídos caceroleros. En lo económico, todo indica que no habrá mayor marcha atrás con el cepo cambiario, que tanta irritación produce. Y en lo político tampoco la tiene fácil, porque lo que condensó la bronca por derecha con el gobierno fue el intento de reelección. Está claro que hoy el gobierno no puede ni plantear este tema, pero al mismo tiempo es un problema para un gobierno que da pelea, que no es pusilánime, que tiene organizado un movimiento detrás suyo y que no tiene una sucesión clara para Cristina, factor que cada día le irá haciendo más crisis.

Si un régimen con rasgos bonapartistas como el kirchnerista pudo sobrevivir la muerte de Néstor fue no sólo por la continuidad del ciclo regional de rebeliones populares mediadas por gobiernos progresistas, sino también porque Néstor y Cristina constituyeron un “matrimonio político”. Ahora bien, es casi imposible que pueda haber kirchnerismo sin Cristina. La principal figura política después de la presidenta es Scioli, que por primera vez se plantó con un perfil propio de “continuidad con cambios”, es decir, con otra cosa bajo el brazo. La apuesta K por la nueva generación no parece tan fácil a juzgar por la suerte que tuvo con Boudou, al que no pueden despegar de la corrupción por más que se llevaran puestos a varios, entre ellos el ex ministro camporista Esteban Righi.

La cristalización en una reforma constitucional de una suerte de “régimen k” es algo que los sectores medios, de tradición gorila mayormente radical, no pueden admitir. Por un lado, porque acompañan a los sectores patronales en considerar a los K como una excepción a tolerar mientras fuera necesario después del 2001, pero de ninguna manera les cae simpático el populismo. A lo sumo lo votan tapándose la nariz, como hicieron en gran parte de las elecciones desde el 2003 para acá, cuando la economía anda bien y les toca algo del derrame.

El “republicanismo” argentino tiene base en una sociedad semicolonial con cierto desarrollo en que coexisten no sólo distintas clases sino fracciones de clases, entre ellos distintos sectores medios, tanto urbanos como agrarios, que se sienten “asfixiados” con los modos bonapartistas y sus reflejos “estatistas” y “proteccionistas”: su divisa es el imperio irrestricto de la propiedad privada y el libre comercio. Característica que contrasta con sociedades más polarizadas socialmente como la venezolana, la ecuatoriana y la boliviana, en las que el “caudillo” populista, Chávez en primer lugar, pero también Evo y Correa, es prácticamente la principal institución del régimen político.

Recordemos que todavía en épocas de auge económico K Néstor no fue a la reelección, luego de que cuando se empezaba a debatir el tema en Misiones perdió el gobernador Rovira contra un frente fogoneado por la Iglesia. Casi inmediatamente Solá se bajó de la posibilidad de un nuevo mandato en la provincia de Buenos Aires y en ese contexto es que dio el paso al frente el otro cuadro del matrimonio.

Para el gobierno, no romper con los sectores caceroleros es algo muy importante. Recordemos que después del golpe del 8N desechó hacer una suerte de contramarcha para evitar polarizar y dejar la puerta abierta a una reconciliación. Con los trabajadores, Cristina siempre fue mucho más dura; es uno de sus rasgos más gorilas.

Con dudas en la patronal sobre si seguir tolerando el arbitraje K sobre los conflictos sociales (la burguesía preferiría un nivel de conflictividad mucho menor que el actual), al gobierno también lo desvela el vuelo propio que toma cada vez más la Corte Suprema de Justicia, uno de los poderes cuestionados en el Argentinazo con el “que se vayan todos”, relegitimado con los K con la incorporación de figuras “refrescantes” y “garantistas” como Zaffaroni. Ahora desarrolló una suerte de creciente “arbitraje” cuando los enfrentamientos de Cristina con uno y otro sector de la patronal atraviesan ciertos límites; un elemento novedoso y que le muestra al gobierno que no tiene la “suma del poder público” y debe respetar ciertos límites salvo que decidiera saltear el marco judicial movilizando sectores de masas (cosa que obviamente no está dispuesto a hacer), y que el cuestionamiento a su arbitraje es más general.

La Corte amplía así su juego propio, a veces poniéndose a la izquierda del gobierno, como cuando habilitó la posibilidad de la “libertad sindical”, o el año pasado con la exigencia de que “se aplique el aborto no punible”. Pero en otras por derecha, como al negarse a acompañar al gobierno con el 7D para que empezara a aplicarse la Ley de Medios a Clarín. En este caso, la Corte no da lugar tan sencillamente a una ley que se mete con la propiedad privada y le plantea a grupos económicos “desinvertir”. Más allá de que la causa esté abierta y que eventualmente, se habilite la constituticionalidad de la Ley de Medios con todos sus artículos, la Justicia en general y la Corte en particular, le puso un freno al gobierno. Un nuevo ejemplo reciente es el freno en la Justicia a la quita a La Rural del predio de Palermo.

Volver a poner en caja a la Justicia no es tarea fácil, pero de no hacerlo el gobierno corre el riesgo de nuevos papelones como el del 7D. Para un Poder Ejecutivo acostumbrado a ocupar el centro de la escena, no fue gratis aparecer sin capacidad de aplicar medidas, más en un tema como la Ley de Medios, que había convertido en su caballito de batalla durante un buen tiempo.

Incluso la base K, lentamente, empezó a entender que la Ley de Medios tiene mucho de artificio. El famoso 33 por ciento para organizaciones de la sociedad civil no llega a organismos con un mínimo de independencia, y el propio gobierno se niega a hacer desinvertir a Telefónica de España o le permite un plan de adecuación al grupo del ex ministro menemista Manzano y Vila, que proponen transferir empresas a sus hijos y familiares varios.

El deterioro K le permitió ganar aire a quienes se ponen, a su manera, a la cabeza del descontento. Si el burócrata Moyano hoy aparece prestigiado y en el centro de la escena como “representante” de la agenda de trabajadores, Lorenzetti, el presidente de la Corte, es visto como una “figura del republicanismo”. E incluso el ególatra periodista Lanata se constituyó en un fenómeno que trasciende lo mediático, como alguna vez pasó con Neustadt, para instalarse en la arena política.

El creciente cuestionamiento patronal al arbitraje kirchnerista demuestra que pretende una administración más “normal”, basada en un rigurosa división de poderes “republicana”, donde se ponga más coto a la conflictividad social, se respete la “seguridad jurídica” y se acabe el tipo de “bonapartismo” que se viene ejerciendo desde el 2003, cuando las condiciones de conmoción nacional lo justificaban. Lo que significa revertir en gran medida las relaciones de fuerzas heredadas del 2001, y que se exprese en un recambio gubernamental. Para calzarse ese traje es que se ponen en línea Binner y Macri, en una cuestión cuyo contenido va algo más allá de lo meramente electoral.

En cualquier caso, una pequeña recuperación económica sería una tendencia contrarrestante para un gobierno deteriorado, pero no está claro que le será fácil encaminar todo rápidamente para el lado de las elecciones (todo indica lo contrario) sin que estallen conflictos motivados por los sectores descontentos.

 

9. El paso de Moyano a la oposición

 

La ruptura de Moyano con el gobierno, y la propia ruptura de la CGT, abrieron una enorme grieta en la escena política por donde se metieron de lleno en la agenda nacional reclamos de los trabajadores, como en primer lugar el de Ganancias.

Moyano arranca 2013 fortalecido, cuando a comienzos del año pasado estaba más bien a la defensiva. Recordemos que Cristina, con el 54%, decidió poner límites a Moyano, que en la cancha de River había reivindicado la defensa del modelo K pero también sus aspiraciones a ser presidente, a que haya un “presidente obrero”. La presidenta lo marginó de las listas del PJ en 2011 y apostó a desbancarlo de la CGT. En el “bonapartismo con faldas”, como lo denominamos, no hay lugar para dos figuras fuertes.

Tras unos meses de cabildeo, Moyano se plantó ante Cristina, pero no le fue fácil. Primero sufrió la ruptura del burócrata de los taxistas Viviani, que sumado a la anterior ruptura de la UTA dejó a Moyano sin sus dos aliados del transporte, con los que había construido el MTA y el perfil luchador en los 90. A esto se sumó la crisis con Recalde, abogado histórico de la burocracia y a quien Moyano llegó a postular como vicepresidente de Cristina. Recalde también le daba, junto a Piumato el discurso político más armado al moyanismo. De hecho, el primer roce político con los K fue la propuesta de ley de Recalde de “reparto de ganancias”.

En el terreno propio de la “rosca” burocrática, Moyano encontró en “Momo” Venegas, aliado de los sojeros, uno de los principales sostenes para no quedar aislado, al tiempo que estrechó lazos fronteras afueras con la CGT Barrionuevo y con la CTA Micheli.

La imagen de una flaca representación de gremios importantes en la asunción de Moyano en Ferro al frente de su CGT (aunque venía de la exitosa jornada del 28 de junio en Plaza de Mayo) rápidamente dejó lugar a un fortalecimiento de Moyano a partir de la definición de ponerse firme en la oposición y de levantar banderas, como Ganancias, sentidas por los trabajadores, en el marco ya de un gobierno que aplica un ajuste que motoriza el descontento.

En contraste, a la CGT oficialista, que cuenta con los gremios industriales más importantes como el SMATA y la UOM, y otros de peso como la UOCRA, le resulta muy difícil asumir iniciativa alguna. Por empezar, fue un verdadero minué elegir a Caló pese a que durante meses fue el principal (y único) candidato. En más de un momento el burócrata metalúrgico dio señales de dudas en cuanto a asumir el cargo. Es que a nadie en esta situación política le da para motorizar desde la CGT actos del tipo de los que hacía Moyano de “apoyo al modelo”. Al mismo tiempo, Cristina no le tiró ni un hueso para dejarlo bien parado ante la base.

Moyano usa ese aire para terminar de pararse en el centro del ring y desde ahí hacer su juego dejándole la puerta abierta a algunos gremios para que salten a su barco: después del exitoso paro no descartó retomar la “unidad de la CGT”, pretensión desmedida detrás de la que se esconde el claro mensaje, para quienes noten que no tienen margen por la base para apoyar el ajuste K, de que en Azopardo están abiertas las puertas.

Moyano alcanzó sus días de gloria bajo el kirchnerismo, al que le fue completamente funcional durante casi una década sin paro general, pero siempre manteniendo un perfil propio, dejando en claro que su lugar se lo ganó por derecho propio.

El kirchnerismo recurrió a Moyano al principio de su gestión en el marco de su plan de fortalecer a las instituciones recambiando algunas figuritas, lo que incluyó a la burocracia sindical. Sin romper con los “gordos” menemistas de los 90, precisaba una figura que reflejara más al nuevo ciclo. Moyano ganó prestigio en los 90 cuando fundó el MTA, integrado básicamente por gremios del transporte, en un momento en que el gremio de camioneros se vio beneficiado por los cambios en la producción que recurren al “just in time” en vez de atesorar stock, con plazos cortos para la distribución que tienden a favorecer al transporte vía camiones en desmedro de otros más baratos como los trenes, que a la vez requieren mayor inversión en infraestructura y fueron desmantelados bajo Menem con la complicidad del burócrata Pedraza.

En los 90 encabezó, junto a la CTA, la CCC, la Federación Agraria y la FUA radical, las “Marchas Federales”, que fueron una de las referencias de lucha contra el menemismo.

Moyano fue el recambio a Ubaldini, que en los primeros tiempos fue opositor al menemismo e incluso se presentó como candidato a diputado. Los pocos votos que sacó, entre otras cosas, lo llevaron a capitular al menemismo. Moyano proviene de una corriente histórica de la burocracia, la misma del propio Ubaldini, que tuvo un pico en la llamada CGT Brasil, opositora a la dictadura. Ese perfil luchador viene adosado a una defensa férrea del rol de la burocracia y de la ideología peronista, como se ve en las derechistas campañas en memoria de Rucci o Vandor que lleva adelante Moyano.

Con el kirchnerismo, Moyano se integra a la conducción de la CGT oficial, al principio como parte de un triunvirato, y al tiempo quedando al frente, no sin oposición. Cada año, tempranamente, Moyano cerraba la paritaria de su gremio poniendo un techo al resto, aunque al mismo tiempo mantenía sus conflictos de bolsillo por reencuadramiento sindical robándole afiliados a otros gremios como Comercio, o peleas por demandas puntuales contra las empresas.

También fue capaz de poner en pie actos masivos en apoyo al modelo K, incluso en el peor momento del kirchnerismo, cuando el lock out agrario lo puso contra las cuerdas. El gremio de camioneros fue un factor activo en el desarme de un piquete en Entre Ríos para permitir la llegada de carne a la Capital Federal. Ese tipo de acciones lo llevó también a cargos políticos de importancia, como la presidencia del PJ de la provincia de Buenos Aires.

Como construcción orgánica, reflotó la Juventud Sindical (derechista en los 70) con un estilo aggiornado por su hijo Facundo, impulsor de un recambio generacional adaptado a estos tiempos. Desde allí incorporaron un ángulo de izquierda, puente con la juventud estudiantil kirchnerista, como los bloqueos a Clarín por la Ley de Medios y por la libertad sindical en su planta gráfica.

Yendo más allá de moyanismo, todas las alas de la burocracia sindical se vieron beneficiadas estructuralmente con estos años de recuperación económica. Caló justifica su oficialismo así: “Qué quieren, pasamos de 80.000 afiliados y una obra social quebrada a 250.000 y un sistema de salud saneado”. Ése es el elemento material de la recuperación de toda la burocracia, a lo que se le adosa el elemento político vinculado a la inexperiencia de la nueva generación obrera. Una minoría se vincula a la izquierda, pero la enorme mayoría hace sus primeras experiencias, ingenuamente, en los cuerpos orgánicos de la burocracia. Esta es una “ley universal” ya enunciada en su momento por Trotsky, pero de mayor aplicación hoy, cuando todavía pesan los efectos de la “muerte del comunismo”. A esto hay que agregarle un gobierno peronista que aparece creando empleo y recrea, aun de forma muy limitada, viejas tradiciones en las nuevas generaciones.

 

10. Golpear juntos y marchar separados

 

El paso del moyanismo a la oposición significó en un sentido, un barajar y dar de nuevo en la amplia vanguardia de la recomposición obrera y la izquierda. Por un lado, surgieron reflejos sectarios y abstencionistas del tipo “con la burocracia nada”; también cediendo a presiones K en algunos casos, como el FPDS. Por el otro, enamoramientos capituladores a la burocracia moyanista que pierden de vista que lo decisivo y de fondo es la recomposición del movimiento obrero (el peligroso caso del “Pollo” Sobrero, entre los más importantes).

Repasemos los cuatro eventos sindicales más importantes del año. Uno fue el paro camionero por Ganancias que tuvo como pico la amenaza de desalojo al piquete en Laferrere frente a YPF para sacar de la planta el combustible. Allí Pablo Moyano, en plena tensión, había anunciado un acto en Plaza de Mayo en caliente, que hubiese sido multitudinario. Rápido de reflejos burocráticos, su padre lo desautorizó desde los estudios de TN y el acto se hizo una semana después. Esta anécdota es bastante significativa de que no es gratis para Moyano hacer algo para mantenerse en el centro de la escena, ya        que al mismo tiempo no puede dar lugar a un desborde que lo termine enterrando. Ante ese acto, el primer desubicado insólitamente fue Micheli, que primero dijo que iba y después se bajó al no tener lugar como orador. Se apoyó en unos de esos paros rutinarios que hace ATE cada tanto y una actividad en Congreso, completamente raquítica ante el masivo acto moyanista. Junto a Micheli, algunas corrientes autonomistas, como el Frente Popular Darío Santillán, también se mantuvieron al margen, no sin crisis, ya que algunos sectores de todos modos fueron a Plaza de Mayo.

Luego vino el primer cacerolazo masivo del año y el planteo de gendarmes y prefectos. Allí la burocracia buscó dialogar con esos reclamos reaccionarios y puso en pie un nuevo acto, pero ya no con eje en reclamos obreros, sino, de contenido, contra la reelección de Cristina. Esa vez sí se acordó con Micheli y también se subió al palco, Buzzi, de la Federación Agraria. Allí la desubicación vino de parte del PO y de Izquierda Socialista, que por la vía del objetivismo del tipo “si es contra el gobierno es progresivo”, llevan las banderas rojas a actos con un programa patronal, al servicio de una oposición de derecha.

Más tarde fue el turno del parazo del 20N. Moyano apostó a un carácter “dominguero” a la vieja usanza como en los años 80, a la vez que en determinados lugares muy circunscriptos recurrió a medidas del tipo de bloqueos en empresas (también habituales en esa década). Pero el paro fue más allá y fue aprovechado por trabajadores sin cobertura gremial o afiliados a gremios que dirige la otra CGT o la CTA de Yasky, que se excusaron con la patronal diciendo que “no tenían formas de llegar por los piquetes”, entre otros argumentos.

Estos piquetes, con ser de vanguardia, constituyeron un factor de peso en la decisión de no asistir a trabajar de muchos, a la vez que expresaron una combinación entre las medidas de lucha pasivas tradicionales de la burocracia y algunos de los rasgos independientes de la lucha que vienen de 2001, que habrá que seguir impulsando en la medida en que la burocracia convoque a nuevas medidas de fuerza.

Además, hay un importante elemento de desborde respecto de la burocracia del propio lugar de trabajo, cuando contra la voluntad de ésta se llevan a cabo iniciativas de unidad de acción para confluir con medidas generales. Esto se debe combinar, claro está, con el impulso del carácter activo de conjunto de la lucha y la pelea por la realización de asambleas en todos los lugares de trabajo.

En el paro, nuevamente la CTA Micheli demostró su pusilanimidad al no garantizar precisamente los piquetes (tarea que recayó centralmente en la izquierda), pese a que fue quien los lanzó públicamente. También demostró el bajísimo “poder de fuego” de una central (o más bien media central) que más que agrupar sindicatos es una suerte de frente único de tendencias centroizquierdistas: el propio michelismo, la CCC, Libres del Sur, el MST, por no hablar de la FAA de Buzzi.

Nuevamente Izquierda Socialista, en este caso el “Pollo” Sobrero, dio la nota al participar acríticamente del acto de Moyano en la CGT y la conferencia de prensa que la burocracia usó para relegitimarse y leer el paro como un apoyo a la burocracia. Para colmo, Moyano lo destrató, al destacar que en realidad el conjunto de los trenes pararon “por los señaleros”, y destacó al burócrata Epelbaum.

Por último, el minué del 19 y 20 de diciembre. Apenas terminado el paro, marcamos la importancia de la unidad de acción con la burocracia en tanto sea capaz de impulsar paros como el del 20, pero que lo estratégico es la recomposición obrera y su curso independiente. Caracterizando que la burocracia no le iba a dar continuidad a medidas de lucha, llamamos a poner en pie un 20 de diciembre que sirviese para mostrar a la recomposición y la izquierda como un factor independiente de lucha consecuente, y que la necesaria unidad de acción no puede tapar lo de fondo, la estrategia independiente, que tuvo un pico alto con la propia rebelión de 2001.

Acá el turno de la desubicación le cupo al PTS, que dejó de lado completamente la oportunidad de darle ese carácter a la reivindicación del 19 y 20 y tuvo una adhesión instantánea prácticamente acrítica al acto que la burocracia llamó al 19, que cargó siempre con la contradicción de que se engullía el aniversario del Argentinazo. Finalmente, la burocracia terminó dándole un carácter más reivindicativo que político al acto al ver que los caceroleros no iban a ir pese al horario y el perfil que le daban, y lo correcto fue ir el 19, pero el PTS, por la vía de una lectura sindicalista, sólo participó sindicalmente, desarmando en lo estratégico, que es lo independiente.

El propio acto fue una vez más una demostración de las contradicciones. Al hacerse sin paro, sólo Moyano, de los burócratas, logró movilizar; el acto fue chico ya que Barrionuevo no movió demasiado y Micheli fue una lágrima. Esto hizo que la izquierda, aun dividida, se hiciera visible, algo incómodo para Moyano, que al estar al frente de una CGT dividida ya no puede imponer el número, como en los actos de la 9 de Julio, borrando a la izquierda. Sólo lo podría hacer impulsando la lucha, pero allí precisamente es el terreno de la izquierda, que podría avanzar rápidamente apenas Moyano pise el freno.

Las características de la coyuntura, con una burocracia sindical más al frente de los reclamos, exigen una maduración en el sentido de saber que los momentos de unidad de acción y frente único se van a repetir, que la burocracia dirige la masa de los trabajadores y que eso no se puede desconocer de manera ultimatista.

Al mismo tiempo, este aspecto importante pero táctico se debe combinar con que ni por un minuto se bajan las banderas estratégicas, y que incluso en los momentos de golpear juntos se marcha separado. Bajar las banderas de la recomposición obrera sería una capitulación sin nombre, y es lo que criticamos que hizo IS durante el año, o el PTS, por el enfoque sindicalista que le dio a su participación el 19 de diciembre.

 

11. La recomposición obrera: una pelea política y no sólo sindical

 

La nueva ubicación de la burocracia de Moyano y la que ya hace un tiempo tiene la burocracia de Micheli llevaron más lejos la frontera de los conflictos de trabajadores, que durante un buen período se centraron en las experiencias de vanguardia de la recomposición: subterráneos, Garrahan, Fate, Kraft, ferroviarios, etcétera; esto permitió eventos como el paro general del 20N.

Pero, junto con la necesaria unidad de acción, ni por un momento hay que perder de vista que son enemigos declarados de la recomposición y de que este nuevo ciclo del movimiento obrero desborde la conciliación de clases. Más todavía, en cualquier momento pueden pactar y dejar en la estacada los reclamos obreros. Nunca hay que olvidar que las cinco centrales burocráticas siguen a sectores patronales: Moyano simpatiza con Scioli (entre otros), Caló está con Cristina igual que Yasky, Micheli con Binner y Barrionuevo con Duhalde y Macri.

Es decir, las cinco centrales, así como la diversidad de corrientes políticas-sindicales que le hacen el juego a unos u otros, son enemigos declarados o embozados del proceso estratégico más profundo que parió el Argentinazo: la eventualidad de que surja en nuestro país un nuevo movimiento obrero independiente a partir de la nueva generación que ha entrado a trabajar después de 2001.

No fue casual que en el pico del proceso antiburocrático en FATE los trabajadores echaran a Wasiejko de la asamblea al grito de “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Sobre el proceso de recomposición hemos escrito bastante y nuestro partido viene logrando ser parte orgánica de esta experiencia a partir, sobre todo, de la inserción en el neumático, lo que debe ser visibilizado como uno de nuestros logros más estratégicos y problematizado para ver cómo lo profundizamos.

La estabilización del país y el hecho de que la nueva generación naciera sin mayores vínculos con la anterior (y en un mundo post caída del Muro de Berlín) le otorgan al proceso rasgos más antiburocráticos que clasistas. A los rasgos de ingenuidad política de la nueva generación obrera se suma que, como ya señalamos, la burocracia se fortaleció como subproducto de la recuperación del empleo y el hecho que el del kirchnerismo haya sido un ciclo “exitoso”, lo que en cierto modo renovó el vínculo de amplios sectores con el peronismo.

La burocracia sigue ejerciendo el monopolio de la representación de los sectores de masa de la clase obrera, de ahí que controle prácticamente todos los sindicatos y la izquierda no logre controlar aún ni uno solo. Esto es producto, también, de la profunda estatización histórica del movimiento obrero que viene desde el peronismo, y que necesita de una verdadera revolución antiburocrática para ser quebrada.

Sin embargo, esta posición de monopolio se vio históricamente amenazada en los años 70 (siempre a nivel de una amplia vanguardia) y a una escala menor durante los eventos de 2001, donde la burocracia perdió el control de la masa de los trabajadores desocupados, aunque se apoyó en el reflejo conservador de los ocupados ante el terror a la “muerte social” que significaba el desempleo.

Aun así, la rebelión golpeó con fuerza la estantería burocrática, y abriéndose paso con nuevos compañeros comenzó a emerger este proceso de recomposición que ha llevado a que varias internas y representaciones de importantes lugares de trabajo caigan en manos de la izquierda. El tema es comentario habitual, sobre todo cuando hay luchas, en los medios de comunicación, y también tuvo su reflejo en algunos de los puntos de referencia independientes que se pudieron hacer ver el 20N (lamentablemente no fue el caso de Fate ni de Kraft).

¿En qué punto está el proceso? ¿Qué alcances geográficos tiene? Podemos responder a ambas preguntas sólo en términos generales: su alcance es molecularmente extendido a muy amplios sectores, aunque solamente hace pie realmente donde se da una particular combinación con las corrientes de la izquierda, porque su componente es muy inexperto, luchador pero con muy poca conciencia política. Simpatiza difusamente con la izquierda, y eso dificulta (o casi impide) su cristalización cuando la izquierda no está.

El año pasado reflejó una importante inserción de la izquierda en un conjunto de gremios, participando de una cantidad de elecciones sindicales como hace tiempo no se veía: gráficos, neumático, alimentación, judiciales bonaerenses, ferroviarios, docentes en diversos niveles, no docentes, universitarios, aeronáuticos, etcétera. En todo caso, si la burocracia tradicional en todas sus expresiones aparece controlando la generalidad de los gremios y las negociaciones paritarias (otro subproducto de la institucionalización), eso convive con un extendido proceso de amplia vanguardia de la recomposición que, aunque sometida a una fuerte pelea estratégica, llegó para quedarse como un dato estructural de la vida política del país.

Si el proceso de la recomposición es más sindical que político, eso en nada menoscaba nuestra definición acerca de la necesidad de un “nuevo clasismo”, que obedece a una razón profunda: aquellas experiencias que no se elevan a una comprensión políticamente independiente terminan cayendo en la cooptación de una u otra burocracia sindical (que a su vez trabajan todas para uno u otro sector patronal).

Éste es el balance de la capitulación ignominiosa de Beto Pianelli, que este año llegó al punto de carnerear escandalosamente el primer paro general en la Argentina desde 2001. También es el balance de la experiencia de FATE y el neumático, donde la Lista Negra ha sido prácticamente cooptada por el michelismo y llevada a un comportamiento cada vez más conservador: resulta que nunca se puede hacer nada.

El caso de los judiciales bonaerenses es exactamente igual: dentro de la Celeste hay sectores con vínculos con el kirchnerismo y ex PC que trabajan en contra de la independencia de esa riquísima experiencia y que, de no ser derrotados, pueden llevar a su debilitamiento o destrucción como alternativa independiente para el gremio.

Esta ubicación es una pelea a brazo partido no solamente contra agentes convictos y confesos de algún ala de la burocracia (como el MST, que considera que el surgimiento de una nueva dirección para el movimiento obrero argentino provendrá de los frentepopulistas del michelismo), sino incluso al interior de la izquierda clasista, donde si el oportunismo de IS lleva a que todo el prestigio del “Pollo” sólo sirva para hacer acuerdos por arriba, el electoralismo sin matices del PO le quita toda dimensión estratégica al proceso, al tiempo que el enfoque estrechamente sindicalista del PTS lo lleva a capitular a los elementos de despolitización o inmadurez de la vanguardia.

 

12. La poco honorable historia de la CTA

 

Seguramente muchos jóvenes compañeros y compañeras no sepan que la CTA nació a principios de los años 90 entregando luchas históricas de los docentes y estatales. Andando un poco en el camino, fueron defensores abiertos de la “estabilidad democrática” cuando la rebelión crecía y amenazaba con voltear al gobierno de De la Rúa a finales de esa década. Por entonces, en el pico luchador de la unificada CTA, de la mano de D’Elía, llamaron a la asamblea piquetera de Matanza, en la que por un lado contrapusieron al “que se vayan todos” y a la acción directa un plebiscito del FRENAPO (Frente Nacional contra la Pobreza) y el recambio electoral vía el cura Farinello o la Carrió, entonces figurita progre. Allí llevaron a Moyano para lavarle la cara y también para contener. La vanguardia de desocupados echó, literalmente, a Moyano de esa asamblea, lo que tuvo un aspecto contradictorio respecto del gran problema estratégico que se planteaba aquellos días, la unidad de clase entre ocupados y desocupados, defendida desde nuestro partido y que no vieron ni el PO y ni el PTS. Pasa que Moyano, como parte de la burocracia sindical, dejó librados a su suerte a millones que quedaban sin trabajo.

El 19 y 20 de diciembre de 2001, la CTA consideraba que era un “ataque contra la democracia”, y su líder histórico De Gennaro en persona llamaba el 20 a “desconcentrarse”, sembrando expectativas en que el Congreso iba a levantar el Estado de sitio. Por su parte, Moyano llamó días antes del 20 a un paro, pero no para impulsar la rebelión, sino más bien pasivo y formal, y el 20, recién cuando era inevitable la caída de De la Rúa, llama con De Gennaro a un paro que duró… minutos.

No casualmente el PCR es la corriente que más se entusiasma con Moyano y trata de pasar un balance de que el Argentinazo fue hecho con las marchas federales y el acuerdo burocrático por arriba “patriótico, nacional y popular” entre Moyano, la CTA, la Federación Agraria y la FUA radical. Ese bloque, si bien estuvo en la oposición a Menem y organizó algunas luchas, cumplió un rol conservador ante el surgimiento desde debajo de la rebelión popular como acción histórica independiente. Una acción histórica como no se veía desde el Cordobazo y que dio lugar a movimientos de vanguardia de masas como los de trabajadores desocupados combativos (en el cual dimos una correctísima pelea desde el FTC), las fábricas recuperadas, las asambleas populares de los sectores medios urbanos e incluso luchas de los estatales. Su concepción stalinista, enemiga de la acción independiente, hizo que el 19 y 20 el PCR se quedara en su casa, después de años de agitar el Argentinazo, ante el “sectarismo” de las masas que se olvidaron de esperar a Moyano, la CTA y los campestres para salir a imponer el “que se vayan todos”.

No casualmente, el 2001 volvió a ser el punto de referencia el año pasado, cuando llegó el turno de las medidas de ajuste más clásicas como el anunciado pago en cuatro cuotas del aguinaldo. Los estatales y docentes, que en los últimos años prácticamente no dieron peleas de importancia, salieron a las calles como hacía años que no se veía. Reparticiones enteras de trabajadores, de pronto, vieron el fantasma de la crisis social y activaron el reflejo de organizarse, empezando por poner en pie nuevas banderas de su sector, como se manifestó en la marcha de más de 10.000 que organizó ATE en La Plata. Lo mismo ocurrió entre los docentes. La lucha logró triunfar pese a que el gremio mayoritario entre los estatales, UPCN, no movió un dedo, y a que las dos CTA dividieron la lucha. El caso del yaskismo es de una pusilanimidad increíble, ya que ni siquiera organizó marcha alguna a la Gobernación. Se supone que están contra Scioli, aunque apoyan a Cristina. Pero en definitiva ni siquiera fueron consecuentes con su línea de empujar al gobierno por izquierda y se limitaron a ir a la Casa de la Provincia en Capital.

La CTA Micheli, que podría haber pasado a la ofensiva contra la otra CTA, jamás la embretó para hacer acciones en común que no les dejaran margen para no unificar, o que les hicieran pagar un costo importante. Es que en el fondo entre bueyes no hay cornadas y con diferenciarse claramente les alcanza: su intención no es jugarse a barrerlos sino coexistir con todas las fracciones de la burocracia.

Acorde con esa ubicación es que, por ejemplo, impulsan una criminal CTERA paralela, es decir, se niegan a pelear para barrer a Yasky de la dirección de los docentes y, para fortalecer su aparato, dividen a los docentes. Esta iniciativa fue rechazada por sectores que tienden a ir detrás del michelismo como Rompiendo Cadenas y el Frente Popular, ya que sectores influenciados por ellos, como la dirección de Adosac o la flamante conducción de ATEN Neuquén, no tienen margen para romper la CTERA.

El mismo reflejo que hubo en Buenos Aires se vio en Córdoba en la lucha contra el recorte de jubilaciones, con una masiva marcha que incluyó el condimento característico del enfrentamiento con la policía, con Luz y Fuerza a la vanguardia. Lo mismo ocurrió en Santa Cruz y otras provincias donde el ajuste se lanzó con todo.

En algunos conflictos, como el del Ministerio de Educación de Buenos Aires, quedó claro que la experiencia del 2001 está internalizada entre los trabajadores. La toma del Ministerio de 11 días salió de una asamblea que desbordó no sólo al moyanista SOEME, minoritario, sino también a ATE, junta interna dirigida por el PO y Quebracho. UPCN, gremio mayoritario, apretó fuerte para evitar la lucha y sufrió una derrota importante, con más de mil trabajadores que se anotaron para desafiliarse.

La toma no fue simbólica. El sector más proletario, Mantenimiento, que arregla escuelas, organizó la seguridad y estaba preparado contra una eventual represión. Ante el primer despliegue de policía, al segundo o tercer día de conflicto cuando caía la noche, los trabajadores y la izquierda masivamente defendimos la toma.

El Ministerio de Educación fue uno de los sectores que estuvo a la cabeza en las luchas de 2001, cuando las asambleas desbordan a los sindicatos que debían marchar atrás de las banderas de la asamblea del Ministerio, incluso en el enfrenamiento que hubo en La Plata el 19 de diciembre, junto al Astillero, donde fueron reprimidos en la Legislatura y durante varias horas hubo enfrentamientos con la policía. A esa tradición se le suma la fuerza de los muchos jóvenes que entraron a trabajar en los últimos años.

En este conflicto, había asambleas generales diarias, encabezadas por ATE y SOEME, a las que los distintos sectores llegaban previamente con asambleas de sector. En más de una asamblea, la base reorientó propuestas de la dirección.

Esta tendencia al estallido de luchas ante el ajuste entre los estatales contrasta con la cristalización de la cooptación de la dirección del subte, principal experiencia de la recomposición. El sindicalismo del ex trotskista Pianelli, secundado por Segovia, derivó en una adaptación escandalosa al gobierno K, al punto de militar activamente para tener de patrón a un reaccionario como Macri. Esto significó que casi enseguida debiera denunciar el ataque al derecho de huelga y a las 6 horas, recuperadas en un paro de 4 días en la Semana Santa de 2004, apoyado no por los K sino por la izquierda y los movimientos de desocupados.

Pianelli le hizo el trabajo al gobierno para que tercerice en Macri el ajuste en el subte, el mismo año en que se abría la posibilidad de discutir concretamente la estatización al estado nacional ante la tragedia de Once. No sólo desperdició esta oportunidad, sino que tuvo un comportamiento sin principios al no mostrar su solidaridad activa con los trabajadores del Sarmiento y los usuarios.

 

13. “Abran las puertas que vamos a volver”

 

En el neumático, otro de los puntos fuertes de la recomposición, las elecciones a delegados mostraron que la adaptación de la dirección de FATE, en este caso al michelismo, encuentra sus límites ante el deterioro del salario en general; la bronca por las condiciones de trabajo le jugó una mala pasada a la Violeta en Firestone.

El intento de barrernos del gremio en las elecciones generales (en el que trabajó activamente el MST en nombre del michelismo) a comienzos del año prendió en Maxi Bronzuoli y Cía. El miedo de la base a que ganara Wasiejko polarizó la elección en San Fernando y nos fue mal. Pero nuestra ubicación con la Naranja en Firestone, que estuvo cerca de ganar la seccional, fue un contrapeso, sumado a la capitulación de los socios de la Negra en Pirelli, que se vendieron a la patronal al arreglar la indemnización tras las elecciones. Incluso en Fate nos recuperamos parcialmente en la elección de delegados.

Nuestra pelea por la reincorporación de Maxi, muy sentida aunque todavía expresándose pasivamente en la base de Firestone, obligó a quienes nos querían barrer del gremio a venir a dos actos dirigidos por nosotros en Firestone. La propia base, a la altura de las elecciones de delegados, repudió el divisionismo de la Negra, jugada a barrernos, y dejó a la izquierda como primera minoría en la fábrica.

Si la recomposición brotó tras la recuperación del empleo post 2001, la cooptación empezó a ganar terreno con la estabilización económica (en general y en el neumático), pero la nueva situación de ajuste, las paritarias a la baja y el aumento de la productividad marcan una contratendencia que no sólo nos puede ayudar a resistir, sino eventualmente volver a pasar a la ofensiva en el gremio. De ahí que, evidentemente, haya que redoblar la campaña por la reincorporación definitiva de Maxi.

 

14. Elecciones sindicales e izquierda “porotera”

 

Otra elección sindical trascendente para la recomposición era la ferroviaria, que trascendía por mucho al gremio. La detención de Pedraza por el asesinato de Mariano Ferreyra y el juicio permitían avanzar mucho terreno en un sector en el que la izquierda dirige una línea como el Sarmiento, tiene una figura reconocida como el “Pollo” Sobrero y había ganado terreno entre los tercerizados, lo que derivó tras el asesinato de Mariano, no sin lucha, en el pase a planta de prácticamente todos los tercerizados del ferrocarril.

Estaba la posibilidad de ir a fondo contra los estatutos de la burocracia, que impiden presentar listas nacionales. Una campaña unificada hubiese permitido avanzar sobre el mecanismo proscriptivo no sólo de Pedraza y los gordos, sino también del moyanismo. El FIT tenía la posibilidad de instalar entre los trabajadores que “nos quieren dejar afuera”.

Pero hicieron todo lo contrario: el “Pollo” Sobrero, lejos de ponerse a la cabeza de la izquierda, se lanza solo al ruedo superestructural con Moyano, o en el terreno político paseándose con Pino Solanas y el binnerismo, sin dar ningún paso para construir una corriente independiente de conjunto. El PO, en vez de utilizar su ubicación alrededor de Mariano para unificar la lucha en el ferrocarril con una perspectiva política de izquierda, insólitamente corre al “Pollo” por derecha con el MST, a la vez que rompe con el PTS en el Roca. El PTS se mira su propio ombligo y sin hacer campaña alguna para que el “Pollo” encabezara una campaña contra la burocracia asesina que permita unificar, llora por no poder usar el color Bordó del “Pollo” en el Roca. Discusión de colores, por otra parte, que el PTS e Izquierda Socialista, dirimieron en la junta electoral de Pedraza…. ¡Una vergüenza y capitulación sin nombre, que para colmo puede operar como “limitante de daños” si hay condena a Pedraza!

Así, una gran oportunidad para la recomposición y para la izquierda terminó en un triunfo completo del pedracismo, que hasta se envalentonó y con otros gremios ferroviarios salió ahora a hacer una campaña de “izquierda” por la vuelta de Ferrocarriles Argentinos.

Todo terminó en un desastre porque la pugna entre los componentes del FIT se transformó en una pelea sin principios. Al no tener en cuenta proporciones ni parámetro alguno, dividió escandalosamente a la vanguardia ante la burocracia más siniestra del país. Un año atrás ya habían hipotecado la influencia de la izquierda entre los tercerizados, que fueron ganados mayormente por el kirchnerismo.

Este comportamiento sin principios del PO y el PTS ya se había dado en otras oportunidades. Post 2001, desde desocupados el PO y desde Zanón el PTS fueron una máquina de dividir en encuentros separados a la vanguardia; en 2004 le dieron olímpicamente la espalda al subte en la campaña por las 6 horas, que permitía agrupar en el programa de reparto de las horas de trabajo a los distintos sectores de clase; después se negaron a secundar a FATE en la pelea contra la burocracia de la CTA en el momento en que se partía, lo que hubiese servido también para evitar que el subterráneo se fuera con Yasky. Ahora, la unidad vía el FIT no sirvió de plataforma para evitar otro desastre, mostrando una vez más los estrechos límites del electoralismo.

Judiciales fue el otro gremio en el que el PTS y el PO mostraron que no los ordena la lucha, el avance en la organización y conciencia de la clase, sino sólo contar sus propios “porotos”. Tuvo una ubicación ultimatista frente a la Celeste, que nuclea a las seccionales opositoras judiciales donde se organiza el activismo.

Desde las seccionales celestes surgió la lucha que por dos años consecutivos se desarrolló por la Ley Porcentual, una conquista arrebatada en los 90, que ataba el sueldo de los trabajadores al de los jueces. La lucha no triunfó y posteriormente las expectativas de la vanguardia se centraron en las elecciones sindicales. La división de la burocracia entre michelistas (oficialismo) y yaskistas (oposición) hizo que la Celeste pudiera pelear. Nuestra ubicación en la lucha y nuestro trabajo político, que derivó en la integración de los dirigentes celestes a la Lista 5 en su momento, más el incipiente trabajo de Judiciales Clasistas nos dio una importante ubicación en la lista provincial. El PO a última hora pidió entrar a la lista, y el PTS, enfurecido por nuestra ubicación, ni siquiera llamó a votar críticamente a la lista del activismo.

Con la ilusión de ganar, y tras la derrota del conflicto, la Celeste hizo una campaña lavada, mutualista, que con un 27 por ciento la dejó lejos de ganar, y sin perspectiva. La confusión política común a la vanguardia de la recomposición la tiene paralizada, lo que hace más importante nuestra construcción como judiciales clasistas.

Sin embargo, no hay que dar por muerta la experiencia si el ajuste vuelve a poner a los estatales en la calle. Pero, además, cabe ratificar aquí la orientación de dar la pelea en el contexto de las experiencias y agrupamientos reales que se da la vanguardia, y el rechazo al criterio de secta como el del PTS y el PO en judiciales. En ese contexto, debemos combatir las presiones sindicalistas y reafirmar que la construcción estratégica del partido y sus agrupamientos no puede quedar de lado.

En las elecciones sindicales no hubo sorpresas pero se visibilizó el creciente trabajo de la izquierda, que participó en gráficos, aeronáuticos, alimentación y jaboneros, entre otras. En la carne fue donde se quedó más cerca de un triunfo de importancia, en un gremio débil y muy particular por las alzas y las bajas que tiene el sector y la situación objetiva de los trabajadores. La política derechista de Soria, ex viejo MAS que dirige Paty influenciado por alguna microsecta, impidió un triunfo, que de todas maneras iba a haber que hacerlo valer no sólo en la Justicia sino en la lucha política y física contra una burocracia con elementos de descomposición.

Más allá de las particularidades del gremio, el frente que se conformó en la carne es bastante emblemático de algunas características de la recomposición: es un frente único de internas hijas de la recomposición, la mayoría de ellas sindicalistas, en la que también en el último tiempo metió la cola la CTA Micheli.

La recomposición y el papel de la izquierda en ella se debate entre la tendencia a la integración por la vía del sindicalismo, que presionó fuerte estos años, y un nuevo auge de luchas empujado por el deterioro económico, que abre la posibilidad de un nuevo avance de la izquierda y de redoblar la pelea por el clasismo.

 

15. La lucha por los derechos de las mujeres y el papel central de Las Rojas

 

Al igual que en la recomposición obrera, otros sectores populares están en movimiento al calor del deterioro del gobierno. Ya mencionamos que la cuestión de género trasciende lo sindical para instalarse en el centro político. Se trata de un fenómeno no sólo nacional sino internacional: al calor del ciclo de rebeliones populares, la sensibilidad con todos los aspectos que hacen a la opresión de la mujer ha pasado a ser parte de la agenda política.

La política del kirchnerismo para reabsorber el proceso del Argentinazo ha tenido grandes éxitos en desarmar el cuestionamiento generalizado a las instituciones fundamentales  del  régimen capitalista (institución presidencial, parlamento, peronismo, Corte Suprema), ha sacado de escena el peso de los movimientos de trabajadores desocupados piqueteros, ha “domesticado” la enorme experiencia de lucha de los trabajadores del subte, ha integrado a la casi totalidad de los organismos históricos de derechos humanos, ha restablecido el sistema bancario y en gran medida “normalizado” la situación política en el país; todo eso remite a los 30 años de democracia que señalamos arriba.

Pero para lograrlo, fue imprescindible que los K, como representantes de la burguesía en su conjunto, otorgaran concesiones a los sectores populares a fin de ir cooptando y desarticulando una amplia vanguardia que se tradujo en organización en los movimientos de desocupados, asambleas populares, experiencias de fábricas recuperadas, organismos de derechos humanos como HIJOS y, aunque indirectamente, organización estudiantil (cambiando la fisonomía de centros de estudiantes y la FUBA) y también de mujeres (dando lugar a los ENM de miles y a la Campaña Nacional por el derecho al aborto).

Las concesiones que arrancó el Argentinazo a la burguesía, otorgadas por el temor de las patronales a perderlo todo, no han significado cambios estructurales en el modo de acumulación de la Argentina, y no han llegado, a decir verdad, ni siquiera a la categoría de verdaderas reformas. De allí la precariedad de su alcance, sobre todo en lo que más le importa a los capitalistas: la propiedad, la plusvalía, las ganancias. Así vamos viendo la lenta transformación/desaparición de los subsidios, la decadencia de los transportes públicos, de la educación, de los salarios y, lo “precarizada” en general de la situación laboral de los nuevos trabajadores ocupados.

En lo que hace a los derechos de las mujeres, el gobierno K ha realizado una gran cantidad de “gestos” para desarmar esta fuente de reclamos y de luchas pero no ha otorgado un derecho fundamental, que casualmente venía siendo el leitmotiv de las organizaciones feministas: el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos: el derecho al aborto.

El propio debilitamiento del gobierno ha vuelto a colocar en el centro de la escena el debate por el derecho al aborto. A un año de que el gobierno hubiera montado la provocación en el Congreso, este último 1° de noviembre se realizó una importante movilización por iniciativa nuestra, del partido y Las Rojas, que montada en la votación obtenida en el último Encuentro, y en el impacto del caso del hospital Ramos Mejía, llevó a que Las Rojas estuvieran en algunos de los principales medios nacionales y quedara planteada para 2013 nuevamente la pelea por este derecho.

La alianza del gobierno de Cristina con la Iglesia, que mantiene el aborto en la clandestinidad, choca con una realidad: en Argentina hay prácticamente tantos abortos como partos en el año, y las mujeres en situación más vulnerable lo practican en condiciones de riesgo que llevan a cifras alarmantes de secuelas y muertes.

Para contrarrestar esta negativa, el gobierno ha intentado desviar el movimiento con una serie de leyes que han servido para cooptar a las miembros de la academia que las redactaron, a las que formaron ONGs para aplicarlas… pero que no han logrado cambiar las cosas porque chocaron una vez más con los cambios no realizados en la estructura económico-social más profunda del país.

Así es como las redes de trata siguen operando basadas en el desamparo de las mujeres pobres y en el podrido entramado de punteros funcionarios y fuerzas de seguridad que se integran en un negocio, el de la explotación sexual, que mueve millones. Así como la violencia doméstica no hace más que revelar el desamparo casi total de las mujeres que, privadas de trabajo digno y vivienda, sufren en carne propia un castigo porque la obediencia y el servilismo ya no son aceptados por ellas sumisamente como antes.

Entonces, entre las campañas de difusión, el progresismo y el “los y las argentinas” y la realidad testaruda, la distancia se hace más irritante. Miremos si no el reciente caso de impunidad de Marita Verón: pocos días después de que Cristina le otorgara a Susana Trimarco (ante una audiencia televisiva de millones) un premio por su lucha…la causa de Marita culmina con la impunidad de toda la red de proxenetas. Pocos días después del fallo de la Corte Suprema sobre abortos no punibles…impiden violentamente el aborto no punible ¡de una víctima de trata! El colmo es que mujer es asesinada por su pareja policía ¡en la Comisaría de la Mujer cuando va a hacer la denuncia!

El gran caballito de batalla para las mujeres ha sido la AUH (Asignación Universal por Hijo), que refuerza la idea de la maternidad como destino y sólo llega a las mujeres que rozan la indigencia. Entonces, aunque probablemente sea la “concesión” más real, no es vista como logro por el movimiento, ya que mientras la vanguardia pelea contra la “maternidad obligatoria”, el subsidio sólo llega a las que tienen hijos pero no trabajan (¡ni ellas ni sus parejas!).

Esta combinación de un “consenso ideológico” menos retrógrado, que parte del Argentinazo, pero que se recrea también en los ecos de la nueva sensibilidad mundial y la falta de concesiones en las reivindicaciones centrales de las mujeres, le ha alcanzado al gobierno K para cooptar a la gran mayoría del anterior feminismo (devenido en corte de funcionarias, asesoras y legisladoras), pero también es motivo de una cantera  permanente de nuevas compañeras y compañeros que, indignados por esta contradicción, se suman a la lucha por los derechos de las mujeres y, ante los nuevos casos, presionan a partir del deterioro del gobierno.

Esta falta de auténticas concesiones al movimiento de mujeres contrasta con la aprobación del matrimonio igualitario, e incluso, aunque de menor impacto, la ley de identidad, que fueron verdaderas concesiones que, aunque no resuelven el problema de la discriminación fundada en la familia como unidad económica al servicio de la reproducción, si atendieron a una reivindicación fundamental de las personas no heterosexuales, dejando a Argentina entre la vanguardia de los derechos para LGGTBI, y logrando la consiguiente desmovilización de las “minorías”.

La Campaña Nacional por el derecho al aborto se constituyó después del Argentinazo, en el marco del Encuentro Nacional de Mujeres de Rosario, y desde entonces ha sido la mediación más importante en el movimiento. Sólo el trotskismo estaba afuera. Se basaba en el consenso por arriba entre las feministas de la academia, la burocracia sindical de la CTA y el PCR (“organizador” de los ENM, que aportaba el número de sus enormes delegaciones de desocupadas). Controlaban y reglamentaban los encuentros, pero también la agenda del movimiento. Su objetivo  fue la elaboración de un proyecto de ley, y la estrategia central para que se vote fue y es la “seducción de parlamentarios”. Fueron una burocracia de género, impidiendo las discusiones y resoluciones y, fundamentalmente, toda acción independiente del movimiento, llamando a confiar en las promesas de tal o cual diputado, viviendo de los rumores palaciegos y de los cantos de sirena del kirchnerismo, que abandonó sus promesas al sigiloso compás de los acuerdos  con la Iglesia.

La negativa del gobierno a otorgar el derecho al aborto se combinó con una importante actividad de la izquierda en el movimiento de mujeres  dando lugar a un hecho político que iba a ser de gran importancia para el movimiento: la crisis de la campaña nacional por el derecho al aborto, y, fundamentalmente, la resistencia de un pequeño sector de la campaña que decide, no sin vacilaciones, mantener la lucha a pesar de la oposición del gobierno.

La sistemática pelea de la política del partido y Las Rojas dentro del movimiento de mujeres tuvo una incidencia grande en estos desenlaces con respecto a las organizaciones del movimiento de mujeres. La clave fue una intervención muy firme, de batalla, frente a los espejitos de colores del gobierno: una denuncia implacable aun en los momentos de menos favorables (denunciando el carácter antiemancipatorio de la AUH en su pleno auge), enfrentando a las “campestres” que vivaban a la Sociedad Rural pero también impulsando a fondo la movilización aun cuando no éramos bienvenidas (y la campaña intentaba que ni nos enteráramos para que no fuéramos) en todas las acciones por los derechos de las mujeres, así como sostener con firmeza que el centro de la pelea es el derecho al aborto.

También nos prestigiamos al sostener la pelea en otros aspectos de la opresión de la mujer, como los muy difíciles casos de femicidio, donde hicimos una importante experiencia al calor de la pelea contra la impunidad en el caso del cuádruple crimen de La Plata, entre otros.

Nuestra posición política independiente, pero también nuestra presencia y exigencia de salir a las calles, la pelea por un movimiento de mujeres de lucha y en unidad con los trabajadores, nos permitieron ir ganándonos un lugar en la vanguardia y poder incidir en la crisis de la campaña, haciendo frente único con el pequeño sector no cooptado por el gobierno.

Este frente único permitió la movilización más importante realizada en Argentina por el derecho al aborto el pasado 1° de noviembre, pero también se expresó en la intervención ante el caso del hospital Ramos Mejía y frente al escándalo de impunidad del juicio por Marita Verón. La ubicación que conquistamos con tanto esfuerzo se hizo visible en la hermosa columna de Las Rojas/Nuevo MAS de ese día, pero también en nuestra participación en el caso del hospital Ramos Mejía y en el repudio en distintos puntos del país por el caso Marita Verón.

Ya más recientemente, la ruptura “hacia la izquierda” de un núcleo importante del PCR que tomaba el movimiento de mujeres puede marcar, ahora con mayor impacto en los ENM, una nueva posibilidad de extender la construcción de una vanguardia independiente en un marco ya más nacional: el próximo Encuentro Nacional de Mujeres en San Juan. Todo en un contexto político donde, a consecuencia del deterioro gubernamental, la lucha por el derecho al aborto podría tener en 2013 un espacio mucho mayor que en el período anterior.

En suma, en el movimiento de mujeres el Nuevo MAS y Las Rojas se han hecho un lugar a partir de una durísima lucha política, que nos ha dejado entre las corrientes más fuertes y visibles de la izquierda en el sector, lo que está redundando en un fortalecimiento del partido en su conjunto.

 

16. Lucha democrática y movimiento estudiantil

 

Una de las peleas que más erosionó el perfil izquierdista del gobierno es la lucha contra la megaminería contaminante. Este ángulo deja en evidencia que, pese a toda la prédica de soberanía nacional de los K, las mutinacionales encuentran terreno fértil aquí para hacer grandes negocios y girar las remesas a sus países de origen, a costa de la depredación del medio ambiente. La megaminería dejó de ser una actividad marginal en el país: según un estudio del investigador del Conicet Juan Santarcángelo, las empresas mineras representan el 8 por ciento en la cúpula empresaria argentina, triplicando su ubicación de principios de la década.

Este creciente lugar en la economía nacional es lo que explica que la ofensiva de la megaminería trascienda la propaganda en los propios pueblos a explotar mediante subsidios a instituciones de base como escuelas e incluya a las universidades nacionales, a las que también aportan plata.

Por esa ubicación de la megaminería en su economía (creciente pero aún secundaria), los K tuvieron que salir a defender abiertamente su política minera, lejos de lavarse las manos y hacer responsables a los gobernadores como hacen en otros terrenos, empezando por el propio ajuste fiscal.

Su principal argumento es la “generación de puestos de trabajo”, ángulo sensible y significativo en el sentido de que el “pleno empleo K”, así como por un lado conlleva superexplotación, viene de la mano de la destrucción ecológica. Poco ambicioso para un relato “transformador”.

Las luchas en este terreno generaron más de una crisis política. Ya en 2007 habían intentado avanzar sobre el Cerro Famatina y la lucha de los vecinos generó un cimbronazo al gobernador Maza, de La Rioja. De hecho, Beder Herrera subió con un discurso anti megaminería.

Nuestra posición es de apoyo a esta lucha justa, aunque es necesario propagandizar que, como socialistas revolucionarios, estamos a favor del desarrollo de las fuerzas productivas. Impulsamos la lucha en tanto el imperialismo, respaldado por los K, no busca un desarrollo que genere la transformación de la naturaleza al servicio de los trabajadores y el pueblo, sino que lisa y llanamente la depredan. Pero el alerta contra el perfil ecologista-romántico y antimoderno es una necesidad.

Por sus alcances (lucha contra multinacionales, ecología, apoyo a sectores populares), pero también por sus límites (lucha estrechamente antiminera), es vista con simpatía por la juventud hija del Argentinazo, pero formada en los años de estabilidad K. Corrientes como el Frente Popular Darío Santillán o La Mella, que no hacen centro en la clase obrera, se mueven como pez en el agua en este tipo de conflictos.

En el terreno más político, es el ángulo propio de personajes como Pino Solanas, que centró en este perfil su producción política y cinematográfica en los últimos años. También hace base en esos temas otro político proveniente del peronismo de izquierda, Miguel Bonasso, tras su ruptura con el kirchnerismo.

Otro terreno en que se amplió la brecha para intervenir es el de los derechos humanos, uno de los principales caballitos de batalla del kirchnerismo. El asado de fin de año en la ESMA y las repercusiones que generó demuestran que también en este sector el kirchnerismo sufre un deterioro. Es un escándalo hacer un asado en un lugar donde los represores anunciaban “asados” cuando cremaban a los compañeros asesinados. Sin embargo, el propio kirchnerismo señaló que ya había hecho otros y no había repercutido. La novedad es que los pocos sectores independientes, entre ellos un grupo de ex detenidos como Cachito, el Sueco o Nilda Eloy, encuentran un terreno más fértil para salir a enfrentar la utilización K de los derechos humanos.

Durante el acto realizado frente al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos llamó la atención la dureza contra el gobierno por parte de las Madres de “izquierda”, aunque en los discursos el ángulo defensivo también apareció en la reiterada necesidad de despegarse de Clarín y la derecha.

No casualmente, en el año de puesta en marcha de la “sintonía fina” hubo un endurecimiento del gobierno, representado por los desembarcos en helicóptero del segundo de Seguridad (en los hechos el jefe), Sergio Berni. Se trata de un militar que se encargó de las relaciones con los movimientos de desocupados en la primera etapa del kirchnerismo.

El desalojo de la Panamericana, primero ante un corte de movimientos de desocupados y luego ante un piquete de los choferes de la Línea 60, buscó ejemplificar la vuelta de tuerca K en la represión de conflictos. Tiene un carácter preventivo y busca aleccionar a los trabajadores que juntan bronca por las condiciones salariales y de trabajo que en el mejor de los casos protesten sólo por los caminos legales del Ministerio de Trabajo y la justicia, y no mediante la acción directa. Al mismo tiempo, es un llamado de atención para la vanguardia en el sentido de que en cuanto se presente a la lucha aislada, la van a reprimir. Por ejemplo, no hubo margen para “Super Berni” en los piquetes del 20N porque, si bien fueron de vanguardia, se hicieron en el marco de un fuerte paro general con mucho consenso.

De la mano de Berni vienen provocaciones políticas, por lo general a través de Aníbal Fernández, como en su momento ocurrió contra el “Pollo” Sobrero, que por la lucha finalmente fue sobreseído.

Otra pelea abierta de importancia es el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra. Si bien el juicio en lo legal viene bien, habrá que ver cuánto daño hizo el desastre de los integrantes del FIT, que le permitió tomar aire a la burocracia.

Está claro que por todo un período, dada la “institucionalización” de los procesos, la lucha democrática e incluso el papel del derecho van a seguir cobrando importancia, aunque siempre subordinado a la lucha de clases. En ese sentido, estamos haciendo un importante aprendizaje en la pelea por la reincorporación de Maxi en Firestone y en el rol que están cumpliendo nuestros compañeros del ALI (Abogados Laboralistas de Izquierda), que año tras año se hacen de un creciente prestigio en materia de derecho laboral.

El propio 24 de marzo va a servir para medir fuerzas con el gobierno en la amplia vanguardia, donde se tendría que expresar la bronca creciente y el deterioro de los K también en este terreno.

El comienzo del ajuste todavía no generó grandes luchas en el movimiento estudiantil, cuya última pelea, la del “estudiantazo”, empezó con los secundarios, por problemas presupuestarios en general ligados a déficit de infraestructura. A ellos se sumaron sectores de las facultades de vanguardia, como Sociales y Filosofía de la UBA. Sin embargo, no hay que descartar que se dinamice la situación en este año.

Sin tanta lucha, en la amplia vanguardia del movimiento estudiantil sigue habiendo espacio para la pelea política. Los K, en todos estos años, no pudieron ganar ninguna federación de importancia, aunque en La Plata quedaron cerca. De todos modos, construyeron una juventud militante con posiciones políticas. El pasado año empezaron a “entrarle las balas” al calor del giro derechista del gobierno. La pelea por el aborto es un ejemplo; ya hablamos de la megaminería. Pero no menor es el problema de la pusilanimidad en banderas como la Ley de Medios, viendo que el gobierno no fue capaz de movilizar a su base para imponerla, o que la ley no se va a aplicar a grupos amigos tan impresentables como la española Teléfonica, el menemista Manzano-Vila o Hadad. Ni hablar de los empresarios K como Spolsky o Cristóbal López.

Para aprovechar una eventual profundización de crisis entre sectores de la vanguardia de la juventud K es importante tener posiciones políticas firmes pero coherentes ante las “medidas progresivas” de los K, como fue el año pasado la reestatización parcial de YPF. La ubicación del FIT (el PO deliraba que se trataba de una “reprivatización”), pese a las dudas iniciales del PTS, cierra el diálogo con cualquier activista K, al margen de que es una posición equivocada. Una táctica de buscar aprovechar la medida para llevarla más lejos, pero sin apoyo político, nos ubicó como una corriente sólida, pequeña pero a la que se le presta atención.

La crisis del PO en la FUBA y el fortalecimiento general de la Compa en el movimiento estudiantil requieren de un balance crítico por escrito de nuestra parte, ya que hemos sido la corriente más consecuente en marcar los problemas de la gestión “porotera” del PO.

 

17. Un año marcado por la agenda electoral.

Kirchnerismo, centroizquierda y centroderecha

 

Este año hay elecciones, y tanto por derecha como por izquierda los actores se preparan para capitalizar el deterioro del gobierno. Para la izquierda lo central es jugarse al desarrollo de las luchas que inevitablemente se vienen, y desde allí pelear por la independencia de clase.

En cambio, el PO ya arrancó la campaña con caminatas por los centros de veraneo de los candidatos, e instaló a Altamira en Capital y a Pitrola en provincia (lo que muestra que sus análisis catastrofistas van por un lado y su política oportunista por otro), aun sin que el FIT se hubiera reunido y mientras el PTS reclama primero “cerrar un acuerdo programático”, algo que lo más probable es que sea sólo parte de un posicionamiento mejor para discutir cargos (al final, son tan poroteros uno como el otro).

Para el gobierno es central hacer una buena elección que le permita desempolvar la posibilidad de una reelección de Cristina, única vía coherente de continuidad del kirchnerismo. Un objetivo que hoy se ve muy lejano; de no ser así, inmediatamente se abriría el debate sobre la sucesión de Cristina, dentro y fuera del PJ.

Que el debate sobre lo que vendría después del kirchnerismo se circunscriba a la salida electoral es una muestra de las diferencias con el 2001 y el avance del proceso de institucionalización. Sin embargo, no está escrito en ninguna parte que esto tenga que ser mecánicamente así; dependerá del curso más general de la lucha de clases. Volveremos sobre esto.

En cualquier caso, para poder hacer una buena elección Cristina precisa poner límites a Scioli. Si bien éste ya tiene tradición de capitulaciones, no la tiene fácil. Hace dos años el gobierno le impuso las listas a legisladores e incluso al vice Mariotto, que oficia de contrapoder K en el gobierno provincial. Nada parece indicar que el kirchnerismo pueda volver a imponerse de esa forma y que Scioli, que tiene sus aspiraciones, la acepte. Además, Scioli tiene la presión de que Massa, otro de los perfilados por el peronismo, corra por afuera del Frente para la Victoria y se instale como la referencia de esa franja para 2015.

En caso límite, las PASO (primarias obligatorias) de la reaccionaria ley electoral pueden servir para que diriman en una interna la ubicación en las listas. A esta altura todo está poco claro; Cristina no pierde oportunidad para castigar a Scioli, pero la definición no será sencilla.

Tampoco es tan fácil que surja un candidato de centroderecha que polarice con los K como ocurrió en 2009 con De Narváez. A diferencia de hace unos años, cuando el conflicto del campo instaló la situación política corrida a derecha, hoy el paro general del 20N muestra espacio también por izquierda. Si en la segunda mitad del año pasado hubo señales mixtas, el escenario electoral oscila entre un centroizquierda y un centroderecha, sin que se terminen de definir las tendencias de conjunto.

Para ese escenario se prepara como recambio centroizquierdista el FAP. El escándalo de la “narcopolicía” muestra que Binner y Cía. hace rato gestionan municipios burgueses y desde hace tiempo una gobernación, la de Santa Fe, siguiendo las generales de la ley. Pero de todos modos mantienen un perfil con un ángulo “centroizquierdista republicano”, aportado sobre todo por el michelismo y grupos como Libres del Sur y su figura Victoria Donda, cada vez más alejados del guevarismo “tirapiedras”.

Triste papel es el de De Gennaro, que después de años de amagar con hacer un PT, tras haber planteado la construcción de un movimiento político, luego diluido en una “constituyente social”, termina detrás de Binner. Por su parte, Pino Solanas se bajó de sus aspiraciones nacionales y se refugia en la Capital, donde se lanzó como candidato a senador. Todo indica que podría cerrar un acuerdo más general con el FAP que dejaría muy incómodos al MST y al propio PCR, que ya sufrió una ruptura de su juventud de Capital por su giro derechista.

Otra incógnita importante es qué va a terminar haciendo Moyano. Si apenas rompió con los K amagó con un PT, rápidamente buscó recostarse en Scioli jugando a su ruptura con el gobierno. Está claro que su ámbito más natural es el peronismo de derecha. Sin embargo, las consignas de trabajadores con las que ocupa el lugar de jerarquía que tiene hoy en la escena política no le hacen fácil comprometerse tan abiertamente con un espacio de ese tipo. Tampoco es tan sencillo lanzarse solo a buscar su bloque parlamentario desde su flamante Partido Producción y Trabajo (PPT). El acto proselitista que imaginó para el 19N con la base cacerolera le fracasó.

Hacia la derecha del kirchnerismo, Macri sigue firme en Capital, y con algún principio de extensión nacional con Del Sel en Santa Fe, línea que busca profundizar en Córdoba con el ex árbitro de fútbol Baldassi y en general reclutando figuras mediáticas y del deporte. Sabe que la madre de todas las batallas es la provincia de Buenos Aires, y está trabajando con impresentables como Cariglino, intendente de Malvinas Argentinas. Hasta dejó la puerta abierta a lanzarse él en la provincia de Buenos Aires, algo difícil. De hecho, su ex vice Michetti no se anima a salir a jugar en la provincia.

El tema electoral está generando crisis en la izquierda amplia. Ya vimos que al PCR no le salió gratis, después de años de llamar a no votar, pasar a hacerlo y no sólo con Proyecto Sur, sino también con el FAP. En su momento, su dirección tuvo que recurrir a Lenin, a Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, para convencer a su juventud de que había que participar de las elecciones. Recordemos que en pleno auge K el PCR inventaba triunfos del voto bronca, sumando los que no fueron a votar, en blanco e impugnados, que nada tienen que ver con el voto bronca y a la izquierda del 2001. Ahora sufrió una importante ruptura.

Inclusive en Libres del Sur la juventud no se traga mucho el cambio de los K a Binner, y ahora se ampliará a hacer acuerdos con la UCR. Por eso, en el MST no es sencillo el nuevo paso a la derecha al que los puede arrastrar Pino. Ya dieron unos cuantos: el apoyo al campo, el integrarse a la burocracia michelista y a Proyecto Sur. Pero para algún sector no tan de derecha, si aún existe, ir con Binner (una candidatura abiertamente burguesa) podría ser fuente de crisis.

De todas maneras, el fenómeno más interesante se está dando en la “izquierda independiente”, que en todos estos años logró ganar mucho terreno con la estabilidad K. En estos años se constituyó en una potencia en la vanguardia juvenil. A nivel superestructural, en la última FUA acaban de conseguir un cargo ejecutivo.

Sin embargo, desde hace años, su abstencionismo electoral ya no empalma con la vieja bronca al circo electoral de los días del 2001. Sumado a que son corrientes ultra poroteras, entran en crisis con no poder tener diputados y concejales que totalicen sus ubicaciones en los consejos directivos de las facultades, sus roscas con las dos burocracias de las dos CTA, etcétera.

La Compa, “red de redes” armada alrededor del Frente Popular Darío Santillán, está en crisis por varios motivos. Por un lado, La Mella lanzó su instrumento electoral en Capital, “Marea Popular”, lo que le marcaba la cancha a un FPDS que no terminaba de dar el paso, dividido ahora por esa razón. Pero al mismo tiempo, su orientación es en clave “K crítica”, lo que le permite resguardarse si el kirchnerismo se derrumbara como una alternativa en la juventud o ser parte de algún frente anti Macri, obviamente encabezado por los K, si se estabiliza el gobierno. Lo suyo no es la independencia de clase y, además, es rabiosamente chavista, en un momento en que el futuro del chavismo está sometido a dramáticos temblores.

En el FPDS hay una división entre el sector de Cieza, que viene del Peronismo de Base, con centro en La Plata y peso central en la juventud, que quiere ir al ruedo electoral con un perfil más “solanista” o eventualmente “zamorista”, y el ala piquetera, que por su ligazón al Estado está en contra, por las presiones K. La ruptura se acaba de producir, y el ala “piquetera”, aunque es minoría, pelea a brazo partido por el nombre, ya que son los fundadores del Frente Popular Darío Santillán en tiempos del MTD Verón.

Es significativo que en momentos en que puede comenzar un desborde por izquierda que dé más lugar a la acción independiente y directa, los autonomistas estén en crisis porque quieren hacer centro en lo electoral. La política economicista “desde abajo” (no así la lucha) como suma de intervenciones sindicales es el reino de la rosca y la diletancia por excelencia.

 

18. Un retroceso electoral casi inevitable del kirchnerismo

 

Es difícil hacer ahora un pronóstico electoral. Casi seguramente el gobierno retrocederá en la suma de votos dado su deterioro, la espiral inflacionaria e, incluso, el carácter parlamentario de la elección.

Sin embargo, una cosa es retroceder y otra muy distinta es perder la elección. Eso es lo que aún no está claro, porque significaría una inversión completa de las tendencias políticas anteriores. Hay que recordar que el gobierno ganó la última elección con el 54% y el segundo fue Binner con un miserable 17%. Pero a pesar de esto, no se puede descartar una derrota electoral oficialista; dependerá en todo caso del curso más general de la lucha de clases los próximos meses.

Si el gobierno pierde las elecciones, se unirían dos procesos: el deterioro de la situación más general y su retroceso electoral con puerta de salida el 2015. Esto abriría, eventualmente, una crisis política mayor, con una competencia por quién la capitaliza. La izquierda revolucionaria tendrá la exigencia de una orientación general que lleve a un alza en la lucha de clases; es decir: que reabra la experiencia hoy cerrada del 2001, lo que plantee que se ponga en cuestión la estabilidad lograda bajo los K.

Por otra parte, tampoco está muy claro hacia qué sector, centralmente, perderá sus votos el oficialismo. Seguramente se repartirán por derecha e izquierda, pero es aventurado pronosticar hoy qué sector saldrá mejor librado. En cualquier caso, parece bastante probable que haya algunos votos hacia la izquierda, aunque aquí tampoco se pueda saber cómo se van a repartir. La proporción mayor de voto útil se lo va a llevar seguramente el binnerismo; queda por ver qué elección podrían hacer Solanas y el FIT.

 

19. La crisis del FIT: entre la independencia de clase y el oportunismo

 

Volviendo al espacio electoral de izquierda clasista, el deterioro del gobierno a derecha e izquierda y el carácter parlamentario de la elección podrían abrir una oportunidad. Esto –y la necesidad de pasar el 1,5% en las primarias, no olvidarlo– es lo único que mantiene atado el paquete del FIT.

Nada queda de la discusión para construir un partido común abierta por el PO, entusiasmado con las elecciones de 2011. Si bien la motivación del PO era electoralista, expresaba a su manera una expectativa real de la amplia vanguardia de izquierda que depositó esperanzas en el FIT. En la vanguardia esto pesa hoy como una hipoteca, porque el año pasado lo del FIT fue un carnaval impresentable.

A poco de andar el debate y las posiciones políticas cotidianas en la lucha de clases, el PO retrocedió rápidamente sobre sus pasos.

La imposibilidad de tallar como FIT en la discusión sobre el 19 y 20 de diciembre es un indicador de la crisis que lo atraviesa, algo no menor para el margen de acción de nuestra intervención.

En ninguno de los grandes hechos tuvieron posiciones comunes: ante los cacerolazos, Izquierda Socialista apoyó fervorosamente; el PO, vergonzantemente, y el PTS estuvo en contra. Lo mismo ante el planteo de gendarmes y prefectos. En cuanto a la agenda obrera, IS va acríticamente con Moyano y Micheli; el PO fue al acto político contra la reelección de la burocracia pero no quería ir el 19 y sí hacer algo el 20, y el PTS, que no fue al acto con Buzzi de Moyano y Micheli, no muestra preocupación alguna por actuar de manera política frente a la burocracia, como evidenció la discusión del 19 y 20, en la que ni se acordó de ubicar a la rebelión popular del 2001 como gestadora de la recomposición obrera.

Quizá lo más escandaloso fue la división en ferroviarios, un terreno en el cual a pesar de todos los tironeos y peleas por qué lugar correspondía a cada uno, fue políticamente criminal que se terminaran dividiendo y no cerraran a último momento algún acuerdo. Un verdadero desastre cuyas consecuencias se pueden hacer sentir, incluso, en la lucha por el castigo a Pedraza y por justicia para Mariano.

Hoy las cosas están planteadas con el PO desesperado por lanzar nuevamente al FIT en el terreno electoral, el PTS apoyado en las diferencias políticas para plantear la “discusión programática” (que en realidad apunta a encabezar en provincia o en Capital y no ir detrás de Pitrola y Altamira en los dos centros políticos) e Izquierda Socialista tratando de hacerse valer con Sobrero (clara figura de la izquierda entre los trabajadores), sus votos en Córdoba e incluso su espacio en Neuquén, confirmado con la buena elección de Angélica Lagunas en ATEN Capital, sola contra toda la izquierda. Su ubicación de figuras contrasta con un partido chico y pesado, ya que su retaguardia del viejo MAS es muy difícil de mover y su juventud está estancada. Tampoco tiene margen, al no estar Pino Solanas a la ofensiva, para jugar a dos puntas entre el FIT y Proyecto Sur, que es su real ubicación política.

Las raíces de la crisis del FIT son claras: oportunismo electoralista. Se trata de un frente, de hecho, de independencia de clase, y eso lo hace progresivo, pero que, al mismo tiempo, se constituyó desarrollando una política electoral muy oportunista. Primero, negándose cerradamente a colocar como uno de los centros de la lucha la denuncia de la ley proscriptiva (obstáculo que nuevamente este año habrá que superar); segundo, volviendo a Cristina “invisible” durante toda la campaña y llamando casi abiertamente a que sus votantes corten boleta con ella.

Durante 2012 el frente quedó congelado, y ante cada nuevo hecho de la lucha de clases tuvieron posiciones no sólo distintas, sino hasta opuestas. Es verdad que los frentes electorales no necesitan tener acuerdo en todo. Pero la contradicción del FIT es que al ser un frente permanente, congelarlo sólo electoralmente cuando la lucha de clases continúa su rumbo es fuente de contradicciones crecientes.

En cualquier caso, tampoco vemos que, por ahora, el FIT se rompa, y creemos que atendiendo a su carácter de independencia de clase y al contexto general de crisis del kirchnerismo, lo más correcto es darnos una política hacia él, incluso viendo las condiciones para que nos integremos.

 

20. Los éxitos políticos del Nuevo MAS en 2012

 

Estamos en condiciones muy distintas a hace dos años. El partido salió fortalecido de la crisis que nos generó que nos dejen afuera del FIT. Algunos compañeros no aguantaron la presión, pero la abrumadora mayoría se templó dando la pelea y el 2012 fue muy bueno para el Nuevo MAS, no sin dificultades, como expresó la elección del Neumático, pero con varios éxitos.

El triunfo del partido alrededor de la lucha por el aborto, con la instalación mediática de nuestras compañeras tras la lucha del Ramos Mejía, nos hace por primera vez visibles a nivel de una amplísima vanguardia no sólo de mujeres, sino más en general democrática, lo que no significa que género se limite a esto. No es casual que quienes más tomaron nota de nuestro éxito fueron los K, los jóvenes que se politizaron estos años o los ex asambleístas del 2001, entre muchos otros sectores. Recordemos que hace dos años empezamos a sembrar con un perfil en la Capital, al lanzar la campaña por el aborto como campaña política.

Al mismo tiempo, el partido se calificó en la vanguardia obrera alrededor de la pelea por la reinstalación de Maxi, y el primer fallo a favor que logramos. Si logramos que se reafirme el triunfo en segunda instancia y Maxi vuelva, nos pondría en otro terreno de cara al conjunto de la vanguardia que nos ve firmes –en estos tiempos de estabilidad, “sectarios”– pero serios, en contraste con el FIT.

Con la fortaleza de estos éxitos y de un dinamismo militante es que debemos tallar en la crisis del FIT para evaluar si hay condiciones de entrar en él. Nuestra relación de fuerzas es distinta tras la revolucionaria campaña de afiliaciones, con Córdoba y Neuquén prácticamente finalizadas y ya en marcha Río Negro, camino a la legalidad nacional de cara al 2015.

No va a ser fácil porque el FIT está parado sobre el éxito del 2011. Pero si bien es prácticamente imposible que se rompa, la crisis entre el PO y el PTS puede demorar el lanzamiento del FIT y abrir una brecha por donde colarnos.

Más allá de esto, lo importante es que hay un terreno para pelear, sabiendo que en última instancia el partido está preparado para lanzarse solo. Ya en 2011 mostramos que tenemos un espacio propio en Neuquén, en Capital venimos en ascenso, nuestro perfil obrero en provincia de Buenos Aires nos da un piso, y en Córdoba tenemos todo por ganar, con una incipiente regional.

Esta firmeza, ya constatada por el FIT y la vanguardia, también es una carta y un capital político a hacer valer en una negociación que será durísima y requerirá de parte del partido una ofensiva política pública.

 

21. Salgamos a una ofensiva política para posicionarnos ante el proceso electoral

 

La izquierda revolucionaria tiene una oportunidad para empujar para el lado de la independencia de clase. El FIT no sirve hoy para capitalizarlo y organizarlo, ya que está preso de su oportunismo y electoralismo. El único espacio real de organización que alguna vez ofrecieron fue la “Asamblea de Intelectuales”, en el que los pocos prestigiados o conocidos, por fuera de viejos militantes, se fueron corriendo al espacio michelista.

La discusión de partido único tuvo poco vuelo y desperdiciaron la elección ferroviaria como ámbito de referencia para la vanguardia que diera pie a un reagrupamiento.

El PO, en una deriva electoralista sin freno, se contenta con el FIT como plataforma para tener diputados. Tiene más visibilidad política que las demás fuerzas y cierta trayectoria conocida por sectores más amplios que la vanguardia. Sin embargo, su conservadurismo de atarse a sus “éxitos” en desocupados y la FUA lo hicieron perderse la oportunidad de jugarse con todo a la recomposición obrera. Si bien tienen sus fichas, es más el trabajo histórico o el peso como partido que el resultado de un giro consciente.

En este terreno, el PTS le saca ventaja al PO. Inclusive, pasó a la ofensiva en la construcción con un perfil de “partido trotskista con trabajadores”. Desde esta mayor inserción incluso hacen un balance tramposo de que hoy están más estructurados “por no haber ido a desocupados”. Recordemos una vez más que la recomposición es hija de la rebelión popular, y que como tributo a ella la burguesía tuvo que crear puestos de trabajo. El Nuevo MAS sí participó de la pelea luchando por la unidad de clase, pero siempre dejó en claro que el sector que puede hegemonizar es la clase obrera ocupada.

Ese método autojustificatorio de sus debilidades para rehuir a una pelea que en su momento fue estratégica y, lo de fondo, la incomprensión de que la recomposición es hija del 2001, que se trata de un nuevo proceso histórico (esta incomprensión es nacional e internacional y hace a su carencia de balance más general), hace que el PTS ya aflojara dos veces, con elementos de capitulación a la burocracia.

La primera, cuando tras las derrotas del Casino o Mafissa planteó como línea sacar a sectores de la vanguardia de los trabajadores como Zanón y el subte de la CGT e integrarse como “ala izquierda de la CTA”. Y este año, con su sindicalismo cerril, que lo llevó a tener una posición de diluirse en el llamado moyanista el 19 de diciembre, menospreciando el componente político de la burocracia.

Nuestro planteo de que el FIT tendría que servir para agrupar al activismo que desborda por izquierda al gobierno y desde allí generar una alternativa política no es lo que quieren ni el PO ni el PTS. Ni hablar Izquierda Socialista, que no tiene problema alguno en que sea una simple cooperativa electoral permanente como la que integró en su momento desde el MST con el PC en Izquierda Unida durante una década.

Sin embargo, el PTS les plantea un “acuerdo programático” y “no anteponer el electoralismo a la lucha de clases”. Lo hace sólo para desde ahí tener alguna relación de fuerzas para pelear candidaturas, pero a la vez es un partido al que, como trata de ubicarse más a “izquierda”, le hace daño nuestra crítica antielectoralista y las demás.

Si bien la pelea del PTS es por el primer puesto con el PO, también está muy pendiente de la pelea con nosotros. De hecho, soñó que nuestra marginación significaría nuestra “desaparición”, como dijo más de un dirigente de ellos en peleas con nosotros (por eso les dolió más la derrota que le infligimos en el movimiento de mujeres). A la vez, su lógica sindicalista tiende a diluir la política, al revés del PO, que se centra en la política, aunque a su estilo electoralista.

Sabiendo que lo más probable es que cierren un acuerdo, no sin dificultades, y que no quieran abrir el frente salvo que capitulemos, el planteo de un FIT más ordenado por la lucha de clases, que ofrezca algún canal para organizar a la vanguardia y pelear por la independencia de clase con una política menos oportunista es una necesidad que se desprende de la realidad, y nuestra pelea tiene que ser un factor de presión. Como en cada lucha, no todo depende de nuestra acción subjetiva, pero tenemos que jugarnos con una propuesta coherente para aprovechar por izquierda el desborde al gobierno.

 

22. Las perspectivas más generales

 

De conjunto, parece abrirse la eventualidad de una nueva situación política. Un gobierno que supo ser, en distintos momentos, hegemónico, se deteriora a ojos vista. Las inercias del “modelo” económico parecen estar haciendo síntesis, esbozando una clásica crisis inflacionaria que por ahora el gobierno no parece tener un plan suficientemente contundente para evitar. Distintos sectores burgueses vienen expresando cierto cansancio con el tipo de arbitraje que ejerce el kirchnerismo. Y, por sobre todas las cosas, la clase trabajadora se ha hecho presente por intermedio del primer paro general, lo que, si bien aún depende de la convocatoria de la burocracia sindical, podría repetirse, incluso de manera “administrada”, ante la evidencia de que el gobierno está jugado a imponer salarios a la baja (es decir, a que la crisis y el deterioro económico lo paguen los trabajadores).

Esta tendencia a la crisis se va a procesar en un contexto que no es el de 2001. Por intermedio del kirchnerismo, la burguesía ha avanzado en institucionalizar el proceso del país, haciendo que en casi ningún caso sea posible saltearse las instancias institucionales para obtener o sancionar logros o reivindicaciones.

Esto mismo es lo que coloca en el imaginario (y la realidad) de grandes sectores que el problema del gobierno sólo se puede resolver electoralmente, razón por la cual si se piensa en alguna alternativa a los K (cosa que todavía no es tan fácil, en primer lugar entre los trabajadores) casi invariablemente se piense en términos del calendario electoral (2013 y 2015).

Sin embargo, los avances en esta institucionalización podrían entrar en crisis si se desatara una crisis mayor. Sobre todo si el deterioro económico se agiganta y da lugar a una crisis de mayor magnitud. En cualquier caso, la izquierda revolucionaria tiene el desafío de, a la vez que da la batalla en el terreno en que se plantea (sea cual sea la institución involucrada), no adaptarse a la presión que generan 30 años de democracia burguesa. Es decir, no pensar que la historia está escrita y que sólo puede ser una repetición sin solución de continuidad de un presidente burgués tras otro.

En la nueva situación política que podría estar abriéndose, la tarea estratégica sigue siendo apostar al desarrollo de las luchas obreras y populares, al proceso de recomposición de la amplia vanguardia obrera, a la independencia de clase de los trabajadores y a la construcción de fuertes organizaciones políticas de vanguardia que, cumpliendo estas tareas preparatorias que también incluyen lograr presencia mediática y electoral entre amplios sectores de masas, se pongan en condiciones de cumplir un papel trascendente y lograr una influencia mucho mayor cuando vengan grandes crisis.

 

23. El aprendizaje de una práctica política revolucionaria y la construcción del Nuevo MAS como fuerte partido de vanguardia

 

Para este desafío, nuestro partido debe avanzar en su aprendizaje político. Se trata, hoy por hoy, de una organización caracterizada por una nueva generación militante, mayormente juvenil. El desafío es formarse en las realidades de la lucha de clases, y mientras sigue fortaleciéndose en la juventud estudiantil, no perder nunca de vista que no hay tarea más estratégica que redoblar esfuerzos para ser parte de las vicisitudes y luchas cotidianas de la clase obrera.

La terrenalidad de la política vendrá de ello, y de una gimnasia alrededor de las luchas cada vez mayor. Una organización de vanguardia, y además, juvenil, muchas veces pierde de vista las determinaciones reales de la lucha de clases. No hay manera de hacer política si se soslaya que los grandes contingentes de la clase obrera están dirigidos por la burocracia, o si se cree que se puede pasar de largo en la participación electoral, imprescindible para hacerse ver entre más amplios sectores.

Lo anterior supone llevar a cabo todo tipo de tácticas, unidades de acción y frentes únicos; por ejemplo, en una coyuntura donde la burocracia convoca a medidas de lucha. Y, al mismo tiempo, al hacerlo, no perder de vista los objetivos y perspectivas más estratégicas, como sucede con la izquierda porotera.

También requiere madurez no confundir ese oportunismo con la pelea a brazo partido por toda instancia que le permita avanzar al partido, aunque sea un paso. No hay partido revolucionario que se pueda construir que infantilmente rechace toda conquista que pueda lograr, por mínima que sea, o que no se juegue entero por avanzar en su construcción.

En ese sentido, ha sido extraordinariamente educativo el esfuerzo de la juventud de nuestro partido por lograr la legalidad nacional del Nuevo MAS. Todo un síntoma no sólo de la inmensa fuerza militante de la nueva generación partidaria, sino también de los progresos en su maduración política.

La ciencia y el arte de la política revolucionaria no se van a aprender centralmente haciendo cursos, sino en la práctica cotidiana de la lucha de clases y en lograr de manera creciente pero no ultimatista un partido inserto en las nuevas generaciones obreras, que viva los problemas y vicisitudes de la clase obrera y que sepa responder sin sectarismo a toda manifestación de explotación y opresión que el capitalismo genera entre las masas populares, como quería Lenin.

Es un hecho que nuestro partido viene avanzando en su construcción y calificándose entre crecientes sectores de vanguardia por su política. La mayoría de los compañeros y compañeras se sienten fuertes políticamente y orgullosos de la política del partido.

Pero sólo ampliando el radio de acción del partido en franjas más amplias del estudiantado y los trabajadores es posible garantizar la continuidad de una política correcta; de ahí que debamos señalar que hay que multiplicar los esfuerzos por traducir esa política correcta en construcción partidaria.

Claro que esto no es fácil, porque la izquierda está caracterizada por una durísima lucha de tendencias que tiene sus reglas objetivas. Una lucha de tendencias en la que, sin embargo, venimos avanzando, por ejemplo aguantando la escandalosa maniobra excluyente que nos hizo el FIT dos años atrás.

El partido parece estar al borde de pegar un salto constructivo, y la tarea de su construcción como fuerte organización de vanguardia y nacional hacen parte de un período más general, preparatorio de la lucha de clases, rasgo que tiñe los desarrollos no sólo nacional sino internacionalmente, y que plantean hoy hacer de nuestras organizaciones fuertes partidos de vanguardia, partidos “de lucha de clases” al servicio del resurgimiento de la clase obrera y la revolución socialista en el siglo XXI.

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