Nov - 23 - 2017

Los primeros meses del poder soviético

LOS QUE TEMEN EL DERRUMBE DE LO VIEJO Y LOS QUE LUCHAN POR LO NUEVO

“Hace dos meses que los bolcheviques están en el poder, pero su en lugar de un paraíso socialista, sólo conocemos el infierno del caos, de la guerra civil, de un desorden mayor.” Así escriben, dicen y piensan los capitalistas y sus partidarios concientes y semiconcientes.

Hace sólo dos meses que los bolcheviques están en el poder —respondemos nosotros—, y ya se ha dado un paso enorme hacia el socialismo. No lo ve quien no quiere verlo, o quien es incapaz de apreciar la vinculación de los acontecimientos históricos. No quieren ver que en pocas semanas han sido casi totalmente destruidas las instituciones no democráticas en el ejército, las aldeas y las fábricas. No hay otro camino —no puede haber otro caminó— hacia el socialismo, que 110 sea a través de esa destrucción.

No quieren ver que en pocas semanas, en lugar de la mentirosa política exterior imperialista, que prolongaba la guerra y encubría el saqueo y las conquistas con tratados secretos, hay una política verdaderamente revolucionaria y democrática, que se esfuerza por lograr una paz realmente democrática, una política que ya ha alcanzado un gran éxito práctico como es el armisticio y ha aumentado cien veces el poder propagandístico de nuestra revolución. No quieren ver que el control obrero y la nacionalización de los bancos han empezado a ponerse en práctica y que son los primeros pasos hacia el socialismo.

No pueden comprender la perspectiva histórica aquellos que se hallan aplastados por la rutina del capitalismo, sacudidos por el estruendoso derrumbe de lo viejo, por el crujido, por el ruido, por el “caos” (el aparente caos) de las estructuras seculares del zarismo y de la burguesía que se destrozan y se hunden; atemorizados por la extrema agudización de la lucha de clases y su trasformación en guerra civil, la única guerra legítima, la única justa, la única sagrada —no en el sentido clerical, sino humano— la guerra sagrada de los oprimidos para derrocar a los opresores y liberar a los trabajadores de toda opresión. En esencia, todos estos aplastados, sacudidos y atemorizados burgueses, pequeños, burgueses y “servidores de la burguesía” frecuentemente están guiados, sin advertirlo, por aquella vieja, absurda, sentimental y vulgar idea intelectualista de “implantar el socialismo”, que han adquirido “de oídas”, con pedazos de la teoría socialista, repitiendo las tergiversaciones de esta teoría hechas por ignorantes y semieruditos, y atribuyéndonos a nosotros, los marxistas, la idea, hasta el plan de «implantar” el socialismo.

A nosotros, marxistas, estas ideas, para no hablar de los planes, nos son ajenas. Siempre hemos sabido, dicho y destacado que no es posible “implantar” el socialismo, que éste crece en el medio de la más intensa, la más aguda lucha de clases —que alcanza cimas de frenesí y desesperación— y de la guerra civil; que entre el capitalismo y el socialismo hay un largo proceso de “dolores de parto”; que la violencia siempre es la partera de la vieja sociedad; que al período de transición de la sociedad burguesa a la sociedad socialista corresponde un Estado especial (esto es, un sistema especial de coerción organizada contra una clase determinada), es decir, la dictadura del proletariado. Y la dictadura presupone y significa un estado de guerra latente, un estado de medidas militares de lucha contra los enemigos del poder proletario. La Comuna fue una dictadura del proletariado, y Marx y Engels le reprocharon lo que ellos consideraban como una de las causas de su derrota, es decir, que la Comuna no había utilizado con suficiente energía su fuerza armada para aplastar la resistencia de los explotadores. En esencia, todos estos alaridos de los intelectuales acerca de la represión de la resistencia de los capitalistas, no son más que un resabio de la vieja “conciliación”, para decirlo de modo “cortés”.

Pero si lo decimos con llaneza proletaria, tendríamos que decir: continuar el servilismo ante el dinero es la esencia de los alaridos contra la coerción obrera, que ahora se aplica (lamentablemente, con poca fuerza y energía) contra la burguesía, los saboteadores, los contrarrevolucionarios. «La resistencia de los capitalistas está vencida”, declaró el buen Peshejónov, uno de los ministros de los conciliadores, en junio de 1917. Este buen hombre ni sospechaba que la resistencia debe ser vencida efectivamente, que será vencida, y que el nombre científico de esta operación es dictadura del proletariado, que todo un período histórico se caracteriza por la represión de la resistencia de los capitalistas y, en •consecuencia, por una sistemática aplicación de la coerción contra toda una clase (la burguesía) y contra sus cómplices.

La codiciosa, maligna, frenética, repugnante avidez de los adinerados, el cobarde servilismo de sus parásitos: tal es la verdadera base social de los actuales aullidos de los intelectuales pusilánimes —desde los de Riech hasta los de Nóvaia Zhizn— contra la violencia por parte del proletariado y del campesinado revolucionario.

Este es el significado objetivo de sus aullidos, de sus lamentos, de sus gritos de farsantes acerca de la “libertad” (libertad de los capitalistas para oprimir al pueblo), etc., etc. Ellos estarían «dispuestos” a reconocer el socialismo, si la humanidad lo alcanzara de repente, de un salto espectacular, sin rozamientos, sin luchas, sin el rechinar de dientes de los explotadores, sin los variados intentos de éstos por conservar lo antiguo o traerlo de nuevo de contrabando, sin que el proletariado revolucionario “responda” a cada intento con la violencia. Estos seudointelectuales parásitos de la burguesía están “dispuestos” a meterse en el agua siempre que no se mojen.

Cuando la burguesía y los funcionarios acostumbrados a servirla, empleados, médicos, ingenieros, etc., recurren a los medios más extraños de resistencia, esos seudointelectuales se aterrorizan.

Se estremecen de miedo y sus alaridos sobre la necesidad de volver a la “conciliación” son más estridentes que nunca. En cambio, a nosotros, como a todos los amigos sinceros de la clase oprimida, las medidas extremas de resistencia de los explotadores, sólo pueden alegramos, pues no esperamos que el proletariado madure para el poder en una atmósfera de persuasión y halagos, en una escuela de sermones melosos o declamaciones instructivas, sino en la escuela de la vida, en la escuela de la lucha. Para convertirse en clase dominante y vencer definitivamente a la burguesía, el proletariado debe aprender, porque el conocimiento que eso implica no lo recibe de pronto y preparado. Y es en la lucha donde aprende. Y sólo enseña una lucha seria, tenaz, desesperada. Cuanto más extrema sea la resistencia de los explotadores, más enérgica, firme, despiadada y eficazmente serán aplastados por los explotados. Cuanto más variados sean los intentos y los esfuerzos de los explotadores por defender lo viejo, con mayor rapidez aprenderá el proletariado a arrojar a sus ¡enemigos de clase de sus últimos escondrijos, a arrancar las raíces de su dominación, a eliminar el terreno donde podía (y tenía que) crecer la esclavitud asalariada, la miseria de las masas, el lucro y el descaro de los adinerados.

Con el aumento de la resistencia de la burguesía y sus parásitos, crece la fuerza del proletariado y del campesinado aliado a él. A medida que sus enemigos, los explotadores, intensifican su resistencia, los explotados se fortalecen y maduran, crecen y aprenden, se despojan de la esclavitud asalariada “vieja como Adán”. La victoria estará de parte de los explotados, pues de su parte está la vida, la fuerza numérica, la fuerza de la masa, la fuerza de las inagotables fuentes de todo lo que es abnegado, progresista y honesto, de todo lo que empuja hacia adelante, de todo lo que despierta para la construcción de lo nuevo, de todas las grandes reservas de energía y de talento de la así llamada “gente común”, los obreros y campesinos. La victoria será de ellos.

Escrito entre el 24 y el 27 de diciembre de 1917 (6 al 9 de enero de 1918).


A LA POBLACIÓN

¡Camaradas, obreros, soldados y campesinos, trabajadores todos!

La revolución obrera y campesina ha triunfado definitivamente en Petrogrado, dispersando y deteniendo a los últimos restos del pequeño número de cosacos engañados por Kérenski. La revolución ha triunfado también en Moscú. Antes de que llegara una cantidad de trenes con tropas despachados desde Petrogrado, los cadetes militares y otros kornilovistas firmaron en Moscú las condiciones de paz, el desarme de los cadetes y la disolución del Comité de salvación*.

Del frente y de las aldeas llegan día a día, hora tras hora, noticias de que la mayoría aplastante de los soldados de las trincheras y de los campesinos de los distritos apoyan al nuevo gobierno y sus decretos sobre la paz y la entrega inmediata de la tierra a los campesinos. La victoria de la revolución de los obreros y campesinos está asegurada porque la mayoría del pueblo está ya en favor de ella.

Es perfectamente comprensible que los terratenientes y los capitalistas, los altos empleados y funcionarios públicos, estrechamente vinculados con la burguesía, en una palabra, todos los ricos y quienes los amparan, reaccionen frente a la nueva resolución con hostilidad, se opongan a su victoria, amenacen con cerrar los bancos, desorganicen o paralicen el trabajo en los distintos establecimientos, y entorpezcan la revolución por todos los medios, en forma abierta o encubierta. Todos los obreros políticamente concientes sabían muy bien que tal resistencia era inevitable; toda la prensa de los bolcheviques lo señaló muchas veces. Las clases trabajadoras no se asustarán ni un solo instante, por esa resistencia, y de ningún modo vacilarán ante las amenazas y las huelgas de los partidarios de la burguesía.

La mayoría del pueblo está con nosotros. La mayoría de los trabajadores y oprimidos del mundo entero está con nosotros. La nuestra es la causa de la justicia. Nuestra victoria está asegurada.

La resistencia de los capitalistas y los altos empleados será aplastada. Nadie será privado de sus bienes sin una ley especial del Estado proclamando la nacionalización de los bancos y los consorcios. Esta ley se está preparando. Ningún trabajador perderá un kopek; por el contrario, será ayudado. Fuera del más riguroso registro y control, fuera de percibir los impuestos ya establecidos, el gobierno no tiene la menor intención de adoptar otras medidas.

En apoyo de estas justas reivindicaciones, la inmensa mayoría del pueblo se ha agrupado en torno del gobierno provisional obrero y campesino.

¡Camaradas, trabajadores! Recuerden que ahora son ustedes mismos quienes gobiernan el Estado. Nadie los ayudará, si ustedes mismos no se unen y no toman en sus manos todos los asuntos del Estado. Sus soviets son desde ahora los órganos plenipotenciarios del poder del Estado, órganos que deciden.

Agrúpense en tomo de los Soviets de ustedes; fortalézcanlos.

Manos a la obra; empiecen desde abajo, sin esperar a nadie. Implanten el más riguroso orden revolucionario, repriman implacablemente las acciones anárquicas de borrachos, rufianes, cadetes militares, contrarrevolucionarios, komilovistas y demás gentuza.

Apliquen el más riguroso control sobre la producción y el registro de los productos. Detengan y entreguen a les tribunales revolucionarios del pueblo a todos los que se atrevan a perjudicar la causa del pueblo, tanto si ese perjuicio se manifiesta en sabotaje (daño, demora y ruina) de la producción, como en ocultamiento de reservas de cereales y otros productos, la detención de embarques de trigo, la desorganización de los ferrocarriles y los servicios de correo, telégrafo, teléfono o cualquier otra resistencia a la gran causa de la paz, a la causa de la entrega de la tierra a los campesinos, el control obrero sobre la producción y la distribución de los productos.

¡Camaradas, obreros, soldados y campesinos, trabajadores todos! Depositen todo el poder en manos de sus soviets. Sean vigilantes y protejan como la niña de sus ojos, su tierra, el trigo, las fábricas, los instrumentos de producción, los productos, el trasporte, todo lo que de ahora en adelante será íntegramente propiedad de ustedes, propiedad del pueblo. Gradualmente, con el acuerdo y la aprobación de la mayoría de los campesinos, de conformidad con la experiencia práctica de éstos y la de los obreros, marcharemos con paso firme y seguro hacia la victoria del socialismo, victoria que será confirmada por los obreros de vanguardia de los países más civilizados y que dará a los pueblos una paz duradera y los liberará de toda opresión y de toda explotación.

5 de noviembre de 1917 (Lenin)

* El Comité de salvación, o Comité de seguridad socUd: fue cread el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 adjunto a la Duma de la ciudad de Moscú, con el fin de organizar la lucha armada contra los Soviets en Moscú; dirigió la insurrección contrarrevolucionaria de los cadetes militares que comenzó el 28 de octubre (10 de noviembre). El 2 (15) de noviembre el levantamiento fue sofocado y el Comité de seguridad social se rindió al Comité Militar Revolucionario de Moscú. (Ed.)


LA ALIANZA ENTRE LOS OBREROS Y LOS CAMPESINOS TRABAJADORES Y EXPLOTADOS

Carta a la Redacción de “Pravda»

Hoy, sábado 18 de noviembre, durante mi intervención en el Congreso campesino, se me hizo públicamente una pregunta a la que contesté en el acto. Es necesario que esa pregunta y mi respuesta sean conocidas en seguida por todos los lectores, pues aunque formalmente hablaba sólo en mi nombre, en realidad hablaba en nombre de todo el partido de los bolcheviques.

Se trata de lo siguiente:

Al referirme a la alianza entre los obreros bolcheviques con los eseristas de izquierda, en quienes muchos campesinos confían hoy, argumenté, en mi intervención, que dicha alianza puede ser una “coalición honrada”, una alianza honrada, pues no existen divergencias radicales de intereses entre los trabajadores asalariados y los campesinos trabajadores y explotados. El socialismo puede satisfacer plenamente los intereses de ambos, sólo el socialismo puede satisfacer sus intereses. De ahí la posibilidad y la necesidad de una “coalición honrada”, entre los proletarios y los campesinos trabajadores y explotados. En cambio, una “coalición” (alianza) entre las clases trabajadoras y explotadas, por un lado, y la burguesía, por otro, no puede ser una “coalición honrada”, debido a la radical divergencia de intereses de estas clases.

Imaginemos, dije, que haya en el gobierno una mayoría de bolcheviques y una minoría de eseristas de izquierda; incluso supongamos que exista un solo eserista de izquierda, el Comisario de Agricultura. ¿Pueden los bolcheviques realizar en ese caso una coalición honrada?

Sí pueden, dado que, por ser intransigentes en su lucha contra los elementos contrarrevolucionarios (incluidos los eseristas de derecha y los defensistas), los bolcheviques se verían obligados a abstenerse de votar tratándose de cuestiones que atañen a los puntos exclusivamente eseristas del programa agrario aprobado por el Segundo Congreso de toda Rusia de Soviets. Tal es, por ejemplo, el punto relativo al usufructo igualitario de la tierra y al nuevo reparto de la tierra entre los pequeños propietarios.

Al abstenerse de votar con relación a ese punto, los bolcheviques no modificarían su programa en lo más mínimo, pues dada la victoria del socialismo ( control obrero en las fábricas, seguido por la expropiación de éstas, nacionalización de los bancos, creación de un Consejo Económico Superior para la regulación de toda la economía nacional), dadas estas condiciones, los obreros tendrán que aceptar las medidas transitorias propuestas por los pequeños campesinos trabajadores y explotados, siempre que esas medidas no sean perjudiciales a la causa del socialismo. Incluso Kautsky —dije— cuando todavía era marxista (en 1899-1909), reconoció más de una vez que las medidas de transición al socialismo no pueden ser las mismas en los países de una agricultura en gran escala y aquellos de una agricultura en pequeña escala.

Nosotros, los bolcheviques, nos veríamos obligados a abstenernos de votar cuando se tratara ese punto en el consejo de Comisarios del Pueblo o en el CCC, porque si los eseristas de izquierda (así como los campesinos que los apoyan) aceptan el control obrero, la nacionalización de los bancos, etc., el usufructo igualitario de la tierra no sería otra cosa que una de las medidas de transición hacia el socialismo completo. Sería absurdo que el proletariado impusiese tales medidas de transición; en aras de la victoria del socialismo, el proletariado está obligado a hacer concesiones a los pequeños campesinos trabajadores y explotados en la elección de tales medidas transitorias, ya que éstas no pueden perjudicar a la causa del socialismo.

Un eserista de izquierda (el camarada Feofiláktov, si no me equivoco) me hizo entonces la siguiente pregunta:

“¿Y qué harían los bolcheviques si en la Asamblea Constituyente, los campesinos quisieran que se aprobara una ley sobre el usufructo igualitario de la tierra, si la burguesía se pronunciara contra los campesinos y la resolución dependiera de los bolcheviques?”

Yo le contesté: en ese caso, estando asegurada la causa del socialismo por Ja implantación del control obrero, 1a nacionali­zación de los bancos, etc., la alianza de los obreros y de los campesinos trabajadores y explotados obligaría al partido del proletariado a votar con los campesinos, contra la burguesía. A mi juicio, los bolcheviques tendrían derecho entonces, al votar, a hacer una declaración en disidencia, a hacer constar su desacuerdo etc., pero abstenerse de votar en tales circunstancias sería traicionar a sus aliados en la lucha por el socialismo, debido a una divergencia parcial con ellos. Los bolcheviques jamás traicionarán a los campesinos en semejante situación. El usufructo igualitario de la tierra y otras medidas semejantes no pueden perjudicar al socialismo si el poder se halla en manos de un gobierno obrero y campesino, si se ha implantado el control obrero, se han nacionalizado los bancos y se ha creado un organismo económico superior obrero y campesino, que dirija (regule) toda la economía nacional, etc. Esa fue mi respuesta.

  1. Lenin

Publicados en SoB 449, 23/11/17

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