Dic - 8 - 2017

Los desafíos del PSOL en su 6º Congreso

Presentar una alternativa socialista para las luchas y las elecciones

Por Antonio Soler

El pre-Congreso del PSOL ocurre en medio del intento del gobierno y de la clase dominante en establecer una situación política reaccionaria, pues importantes medidas regresivas están siendo impuestas contra los trabajadores y las fuerzas reaccionarias están en la ofensiva a pesar de la resistencia de los de abajo. No se trata de un Congreso o Conferencia partidaria más, los desafíos puestos en ese momento tienen dimensiones históricas para el partido, para la izquierda y para la clase obrera y los oprimidos como un todo. Desafíos que van de la necesidad de armar el partido con una política radicalmente socialista para enfrentar la ofensiva reaccionaria y construir una alternativa para la lucha directa y para las elecciones, todo ello sin perder de vista la estrategia de disputar la hegemonía de la dirección de la clase trabajadora y de la juventud con el lulismo. Pensamos que el debate interno en ese pre-Congreso del PSOL está marcado por perspectivas unilaterales en relación con la correlación de fuerzas entre las clases, visiones que desconsideran mediaciones centrales de la lucha de clases en el Brasil actual. Una determinada estrechez que afecta los debates en torno a la coyuntura política y de la táctica electoral, pasando evidentemente por los debates programáticos y estratégicos.[1] Por esta razón, antes de entrar en el tema de la táctica electoral, pensamos que es importante pasar por un análisis inicial de la situación en que vivimos, pues es a partir de ese análisis, del terreno concreto de la lucha de clases y de nuestras estrategias que derivan nuestras políticas. 

De junio de 2013 a la ofensiva reaccionaria

Partimos de un breve retroceso a junio de 2013, pues entendemos que esa coyuntura inauguró un ciclo más general de la lucha de clases que aún no se ha cerrado. Sin embargo, entendiendo que el proceso de polarización social abierto en ese período, si se mantiene, la actual ofensiva reaccionaria puede estar en los últimos límites de su validez.

A partir de junio de 2013 entra en un ciclo más amplio de la lucha de clases que ya lleva un poco más de 4 años y que fue pasando con diversas situaciones y coyunturas[2]. De este momento hasta la derrota de la huelga de los Metroviarios de São Paulo, en junio de 2014, se abrió una situación de ofensiva de las luchas de la juventud y de los trabajadores. Pero a partir de la derrota de los Metroviarios, de la unificación de la burguesía y del gobierno Dilma en torno a una megaoperación represiva contra las luchas salariales, para reprimir los movimientos contra la Copa del Mundo, una nueva situación fue abierta.

Esta nueva situación se caracterizó por la polarización entre la derecha reaccionaria y el gobierno de conciliación de clases. Situación que fue sedimentada por la profundización de la crisis económica en América Latina y Brasil, por el giro neoliberal del gobierno Dilma y por la acción masiva de la nueva derecha que pasa a organizarse en el MBL y congéneres.

Ante esta polarización entre gobierno y derecha, la clase obrera como tal no participó activamente en el proceso, pues quedó presionada entre dos polos que no representaban sus intereses y sin poder contar con una tercera vía, una alternativa a la conciliación de clases, ya la ofensiva reaccionaria iniciada en ese momento. Los actos contra el impeachment fueron básicamente realizados por la militancia petista, pues la dirección lulista no llamó a la ruptura con la línea neoliberal de Dilma, no presentó una propuesta de gobierno alternativa y, mucho menos, acciones más contundentes contra la ofensiva reaccionaria.

La dinámica una vez más demuestra la incapacidad histórico-estructural del reformismo en defender los intereses de los trabajadores y de la juventud, principalmente cuando las condiciones políticas plantean una verdadera polarización entre las clases, permitiendo así que las fuerzas reaccionarias que estuvieron al frente del proceso del impeachment asumieran el gobierno. De esta forma, Dilma y el PT acabaron aceptando sin resistencia real las maniobras palaciegas (parlamentarias y judiciales) que los desalojaron del gobierno e impusieron otro arreglo gubernamental en que predominan representantes directos del capital financiero y de la vieja oligarquía partidista.

Ofensiva reaccionaria y contrarreforma

A diferencia de la anterior polarización entre las fuerzas reaccionarias y el gobierno de conciliación de clases, el péndulo político gira aún más a la derecha. Asume el mando del Estado una composición gubernamental abiertamente reaccionaria que pasa a imponer medidas regresivas que afectan al conjunto de los trabajadores, abriendo una situación directamente conservadora.

Temer, a pesar de su impopularidad histórica -la mayor obtenida desde que se realizan investigaciones en ese sentido-, de ser denunciado dos veces por la Procuraduría General de la República (PGR) y de tener contra su permanencia en el gobierno sectores de la burguesía, tiene apoyo total de la clase dominante, del Poder Judicial y de la amplia mayoría del Congreso para aplicar su pauta de medidas históricamente regresivas.

A pesar de no haber automatismo entre un gobierno reaccionario y una situación política desfavorable, pues existen otras mediaciones que actúan en la realidad, como las luchas de resistencia, la (in)popularidad del gobierno, la postura de las direcciones burocráticas y el consentimiento de las clases subalternas, la imposición de Temer a partir de una maniobra reaccionaria tiene su peso en la realidad. Esta nueva situación permitió que al inicio de su gobierno Temer aprobara la PEC 55[3] en diciembre de 2016. Sin embargo, una coyuntura más favorable en el interior de esa situación conservadora ocurre a partir del debate crítico en torno a la propuesta de reforma previsional a partir de febrero de 2017.

La creciente crítica a la reforma de previsional, el desempleo masivo, el recorte salarial y la precarización general de las condiciones de existencia rehacen la lucha contra el gobierno. Se había abierto una coyuntura de algunos meses en que la posibilidad de frenar las contrarreformas y derribar a Temer podría ser considerada efectivamente. Los grandes actos (15 y 30 de marzo) y una importante huelga general (28 de abril) ocurrieron contra la reforma de la previsión, lo que sumado a la denuncia de la PGR contra Temer en la Cámara de Diputados, permitió la contención del avance de la agenda reaccionaria.

Pero esa coyuntura de resistencia efectiva no duró mucho, pues la política de la CUT en posponer la convocatoria de la segunda huelga general y de las demás centrales en negociar el impuesto sindical con el gobierno permitieron que la coalición reaccionaria se recompusiera. De esta forma, fueron aprobadas en ese vacío de movilización la «reforma laboral»[4], la «reforma política»[5] y las denuncias de la PGR no fueron acatadas por la Cámara de Diputados.

Entramos en un momento de definiciones estructurales

Como podemos percibir, esa situación conservadora abierta después del impeachment no fue desprovista de resistencia. En las primeras semanas del gobierno de Temer surgió una circunstancia de resistencia juvenil con la movilización espontánea en São Paulo y más de un mes de ocupaciones en varias sedes locales del Ministerio de Cultura promovidas por artistas y productores culturales.

De la misma forma, varias Universidades Federales tuvieron rectorías ocupadas contra recortes presupuestarios y contra la Reforma de la Enseñanza Media. Ya a principios de 2017 organizamos actos masivos en marzo y una poderosa huelga general en abril. Además, una serie de otras luchas localizadas son importantes, tales como huelgas obreras por salario y empleo, de trabajadores estatales, ocupaciones multitudinarias por vivienda y la lucha de las mujeres en defensa de sus derechos.

Sin embargo, a pesar de que la resistencia no fue sofocada y de la oscilación de coyunturas más y menos favorables a los trabajadores, estamos a rasgos generales desde el impeachment de Dilma en una situación marcada por el avance de las contrarreformas. Una situación en la que la correlación de fuerzas es claramente desfavorable, permitiendo al gobierno imponer medidas históricamente regresivas.

Lo que no significa que hayamos entrado en una situación política o ciclo político de conjunto ya reaccionario, pues ni la juventud, las mujeres o la clase trabajadora sufrieron derrotas históricas. No hemos sufrido una derrota directa en la lucha de clases, como fue la derrota de la huelga nacional de los petroleros en 1995 que permitió al gobierno de FHC avanzar en su política neoliberal y al lulismo más de una década de pacificación de la lucha de clases. Sin embargo, una derrota a largo plazo puede ser impuesta por una suma de derrotas parciales.

Estamos ahora en una nueva coyuntura de fortalecimiento del gobierno. Temer recuperó la iniciativa para aprobar la contrarreforma de la previsión y puede finalizar su mandato con un balance terrible para los trabajadores. Lo que, si se hiciera, colocaría un año electoral bajo una situación política abiertamente reaccionaria, permitiendo a la clase dominante avanzar aún más en las contrarreformas e imponer incluso la elección de un gobierno de extrema derecha, terminando de una vez con la polarización política inaugurada en 2013.

Superar al lulismo en las luchas y en las elecciones

Es en ese escenario en el que ocurre el pre-Congreso del PSOL y los riesgos de esa situación claramente desfavorable no pueden ser desconocidos, ignorados o relativizados.

De esta forma, es necesario priorizar la unidad de acción contra el gobierno y sus medidas regresivas. Pero la unidad de acción es una táctica totalmente insuficiente en la situación en que vivimos: para enfrentar el lulismo[6] es necesaria la más amplia unidad de todos los partidos de la izquierda independiente. En el caso de que se produzca un cambio en la calidad de vida de las personas que viven en el país.

La necesidad de un frente de izquierda es tomada de forma errónea en el interior de algunos sectores. Evidentemente, no se trata sólo de presentar una candidatura o programa para las próximas elecciones, ¡va para más allá! En una situación en que opera una fuerte ofensiva reaccionaria, en la que la clase trabajadora está políticamente enredada por la burocracia y en la que la izquierda socialista es extremadamente minoritaria, ese instrumento del hacer político socialista básico es decisivo si en realidad queremos contribuir a impulsar la resistencia contra Temer y superar la burocracia en la dirección política de las masas.

No dar cuenta de ello es un error terrible y que sólo puede llevar a la esterilidad política, como ya señalamos arriba. El fenómeno de la ofensiva reaccionaria no planteó como contrapartida el debilitamiento inmediato de la burocracia en el interior del movimiento, sino su fortalecimiento relativo. A pesar de la acumulación de denuncias y de haber caído en desgracia debido a la implicación en la corrupción del sistema, es tomada como víctima del proceso por amplios sectores de vanguardia y como único sector capaz de enfrentar los ataques de Temer y de la clase dominante[7].

Como no podía dejar de ser, el tema de la táctica electoral para 2018 impregna el pre-Congreso del PSOL y cualquier discusión política con pie en la realidad. Además del hecho de que éste ya es uno de los debates políticos que toman la escena nacional desde una orientación burguesa o burocrática, presentar una candidatura como expresión de una plataforma política por la izquierda es decisiva para la construcción de una alternativa inmediata, electoral y estratégica.

Así, al contrario de lo que dicen los sindicalistas[8], economicistas y sectarios de turno: la ausencia de una alternativa unificada por la izquierda al lulismo obstaculiza la lucha inmediata. En este momento, la construcción de una alternativa programática, organizativa y política es un factor de movilización contra los ataques inmediatos, no es un gasto de fuerzas que desvía el foco de la movilización contra las reformas, pero la apuesta necesaria en un campo independiente de lucha es una alternativa política a la ofensiva reaccionaria en curso. 

Una candidatura para unificar a la izquierda socialista

El debate electoral para 2018 en el PSOL está desprovisto de la conexión entre tácticas electorales, de la lucha de clases inmediata y de los desafíos estratégicos que enfrenta la izquierda socialista.

La construcción de una candidatura mayoritaria en todas las escalas de la política debe pasar hoy por la necesidad imperiosa de presentar una alternativa contra las «reformas», construir un frente de izquierda y presentar un proyecto que trascienda el lulismo, puesto que ese proyecto de conciliación, como todos los demás en la historia, acaba de fracasar por su incapacidad práctico-política de resistir a la polarización de la lucha de clases. En este sentido, la elección de una candidatura por el PSOL tiene que cumplir la tarea de impulsar la lucha contra las reformas, la construcción de un frente de izquierda y de una plataforma anticapitalista, no podemos tratar esos elementos de forma separada.

Algunos sectores de la izquierda del partido han presentado pre-candidatos respetables como cuadros partidarios (Luciana Genro, Plinio de Arruda Sampaio JR, Nildo Ouriques …), pero que no podrían cumplir hoy con esa necesaria y compleja tarea. Llama la atención el hecho de que algunos de esos colectivos dicen defender la construcción de un Frente de Izquierda Socialista, pero a la hora de formular tácticas electorales presentan nombres que jamás podrían unificar a la izquierda socialista.

También tenemos aquellos que presentan un argumento escapista en relación a la táctica electoral al decir que antes de definir el nombre del candidato es necesario establecer el programa de las elecciones para que el candidato x o y lo asuma.

Este argumento es extremadamente formal, pues corresponde al PSOL sí formular un programa y presentar una pre-candidatura, pero si realmente queremos una alianza en el interior de la izquierda radical, necesitamos someter el programa al debate con las demás organizaciones y buscar una candidatura que pueda ser mayor que el PSOL. Sólo así podríamos montar una coalición real de la izquierda socialista, un Frente de Izquierda Socialista en condiciones de construir un tercer campo de disputa con la derecha y el lulismo.

De esta forma, en un escenario que puede derivar para una situación abiertamente reaccionaria de derrota histórica de los trabajadores, elección de un gobierno de extrema derecha e incluso de imposición de un régimen con rasgos aún más bonapartistas, definir en los límites del PSOL un programa, tácticas electorales y las candidaturas son de una estrechez propagandística, de un sectarismo, impensable para un partido que puede ser un factor real para el desdoblamiento de la lucha de clases, hacia el destino político del país y de la clase trabajadora.

La dirección mayoritaria del PSOL -Unidad Socialista (US)- hace gestiones para atraer al PSOL el nombre de Guillermo Boulos (Dirección Nacional del MTST). La táctica es parcialmente correcta, pero perjudicada por la visión electoral de ese sector que también quiere limitar esa candidatura dentro de los límites del propio partido, del Frente Pueblo Sin Miedo o de la Plataforma VAMOS. Esto también es uno de los debates con otros partidos y organizaciones, pero con el objetivo de construir un Frente de Izquierda Socialista.

Entre los de los nombres que están siendo discutidos, lo que mejor puede catalizar la izquierda socialista y amplios sectores de vanguardia es el de Boulos. Por su inserción en el movimiento social, particularmente de la lucha por vivienda, puede traer para esa composición electoral un sector social de masas que va mucho más allá de las actuales fuerzas del PSOL. Pero, pensamos en esta táctica de ampliación electoral con una perspectiva radicalmente distinta de la que está llevando la US. Es decir, para nosotros esa táctica tiene que servir como puente para unificar a la izquierda independiente, construir un Frente de Izquierda Socialista y un programa que vaya más allá de las políticas de compensación social y que apunte a la necesaria transformación socialista de la realidad brasileña. Lo contrario sería sólo la propuesta de repetición de la conciliación de clases llevada a cabo por el PT desde 2003 en el gobierno federal y durante la década de 1990 en las administraciones estatales y municipales.

En fin, la elección de un candidato debe tener en cuenta no sólo las necesidades de fortalecimiento del PSOL, principalmente en medio de la ofensiva reaccionaria en que vivimos, pero que esté al servicio de la construcción de una coalición entre partidos, movimientos y organizaciones en el campo de la independencia de clases, que sirva para impulsar la construcción de una plataforma socialista en común[9], una alternativa al lulismo y que responda de forma inmediata a los ataques históricos que están en curso.

[1] Es el ABC de la política saber que para caracterizar una situación es necesario identificar las principales tendencias que dan dinámica a los acontecimientos. No se puede hacer un análisis unidimensional que desconsidera las contra tendencias, ni hacer una amalgama de elementos que no define el sentido del proceso que está en curso. Pero hay que intentar captar las principales tendencias y contra tendencias para que se pueda desarrollar la política más ajustada posible, no menos evidente es el hecho de que sólo por la acción político-práctica podremos evaluar nuestros aciertos y errores.

[2] Un ciclo es un período de tiempo en que se establece una crisis política y económica más amplia, lo que podría llamarse un período de crisis orgánica (Gramsci). En este ciclo de crisis de dominación puede haber situaciones de varios tipos que pueden durar meses o años.

[3] Reajuste presupuestario sólo por la inflación del año anterior de los ingresos primarios (fondos destinados al sistema no cuentan como gastos primarios) del gobierno durante 20 años.

[4] El negociado se superpone al legislado, fin de la distinción entre actividad fines y actividad medio para tercerizar producción y servicios, jornada de trabajo intermitente, reducción de tiempo de almuerzo con retrocesos históricos y etc.

[5] 3% de votos en 9 estados en las próximas elecciones para que se tenga derecho a tiempo de TV y fondo partidista, lo que pretende colocar a la izquierda socialista aún más en la marginalidad en el próximo período.

[6] Querramos o no, la burocracia es un factor de veto sobre el avance de la lucha concreta y de la perspectiva estratégica de las masas trabajadoras y de sectores amplios de la vanguardia.

[7] La posición electoral de Lula llega al 36% de las intenciones de votos y rechazo del 46%, un indicador de ese fenómeno contradictorio.

[8] Aquí no se trata del uso común del término sindicalista, sino de los que piensan que se puede partir sólo de las luchas corporativistas. A diferencia de los economicistas que piensan que la lucha por cuestiones inmediatas es suficiente. Contra los dos, las corrientes políticas revolucionarias presentan plataformas que parten de las necesidades inmediatas, pero que buscan hacer el puente con salidas de poder, o sea, políticas nacionales.

[9] Programa que, ciertamente, no puede dejar de pasar por las reformas estructurales tan necesarias y no resueltas en nuestra formación social. Pero no podemos dejar de comprender que tales reformas sólo se sustentan dentro de un marco más general de medidas anticapitalistas y dentro de un marco de radicalización de la clase obrera. En medio de la época imperialista, las tareas democráticas sólo pueden ser realizadas verdaderamente por la lucha revolucionaria de las masas trabajadoras; todo el siglo XX, y la reciente experiencia con el lulismo también, lo demuestra de manera cabal.

Por Antonio Soler, 22/11/17

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