Oct - 12 - 2018

Jair Bolsonaro (PSL) y Fernando Haddad (PT) disputarán en segunda vuelta la elección presidencial con votaciones del 46,62% y el 28,5% respectivamente. Desde el proceso que dio fin a la dictadura militar, esta elección sin duda puede ser caracterizada como una histórica. Desde el Impeachment a Dilma, de la polarización electoral tradicional entre el PT y el PSDB se pasó a una nueva polarización inédita.

La ofensiva reaccionaria que dio lugar al impeachment y a las contrarreformas de Temer, apoyada por todos los partidos tradicionales de la burguesía, por el gran capital y por los grandes medios, terminó construyendo una figura política monstruosa.

Bolsonaro es un diputado del “bajo clero” – ex capitán del ejército que fue expulsado de la fuerza por la participación en un complot para realizar atentados con bomba al final de la dictadura militar – que defiende abiertamente al régimen militar, la tortura, el exterminio, el machismo, el racismo y los ataques a los derechos de los trabajadores. Es producto de la saña de la clase dominante por las contrarreformas y la imposición de una situación reaccionaria que no deje margen alguno para la resistencia de los trabajadores, las mujeres y la juventud. Pero no es solamente eso. Su ascenso fue producto también de todas las políticas de traición del petismo, del lulismo y del conjunto de la burocracia que  en el gobierno no hizo reformas reales, reprimió las luchas de los trabajadores y la juventud, que ya fuera del poder actuó todo el tiempo para desmovilizar las luchas.

En su táctica electoral, Haddad, en vez de atacar sistemáticamente a Bolsonaro – cuando el PT tenía la mayor cantidad de tiempo en la TV- se ahorró sus críticas a él con el cálculo electoral de que era más fácil derrotarlo en la segunda vuelta que a cualquier otro candidato. Además, cuando el movimiento de mujeres organizó el #Elenão (movimiento unitario de mujeres contra Bolsonaro que reunió a medio millón de personas en Brail el 29 de septiembre pasado), el PT no convocó a la movilización.

Como resultado de esa combinación entre crisis estructural, política ultra-reaccionaria de la clase dominante y de traiciones de la burocracia lulista que desarman a los trabajadores, llegamos a una situación en que por muy poco el neofascismo no ganó la elección en la primera vuelta. Evidentemente que es la lucha de clases que tendrá la última palabra. Pero una victoria de Bolsonaro tendería a colocar una correlación de fuerzas coyuntural mucho más desfavorable para los trabajadores en el próximo período.

El PSOL, a pesar de haber quedado emparedado en estas elecciones por la polarización entre el neofascismo y el reformismo sin reformas, de la total falta de diferenciación con el lulismo, salió fortalecido electoralmente al ampliar su bancada de parlamentarios y tiene la obligación de reorientar su línea política. Para derrotar a Bolsonaro será necesario llevar la campaña a las calles. Ese será el factor decisivo. De no hacerlo, su victoria en segunda vuelta es inevitable. Como partido que se fortaleció en estas elecciones, que tiene prestigio en la vanguardia luchadora y que necesita convertirse en un factor real en la lucha de clases, debemos poner todas nuestras fuerzas en la movilización. Debemos exigir también que la burocracia lulista lleve la campaña electoral a las calles, eso será decisivo.

La tarea no es impulsar una táctica superficial de diferenciación, sino de tener una política que se haga histórica para este momento de gran peligro para los derechos democráticos de las masas, para las conquistas económicas, políticas y sociales de los trabajadores y oprimidos. Derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas es una tarea histórica para la que tenemos que poner en juego todas nuestras fuerzas.

POR ANTONIO SOLER, 8/10/18

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