Oct - 25 - 2018

Ilustración: Mari Casalecchi Midia Ninja

Por Facundo Goldstein

Misoginia, homofobia, racismo, xenofobia, odio a los pobres son términos que describen a la perfección a cualquier miembro de Ku Klux Klan, pero también son aplicables al ex capitán Jair Bolsonaro que el próximo domingo se enfrenta en segunda vuelta a Fernando Haddad, el candidato del PT. Lo particular es que un ex líder del KKK, David Duke, dio una entrevista días atrás apoyando al candidato neofascista y diciendo que “suena como nosotros”, haciendo referencia a su vieja organización.

Esto es tan escandaloso que el propio Bolsonaro tuvo que salir por las redes a desvincularse de este apoyo, afirmando que no aceptaría ningún apoyo de supremacistas y que estos debían darle su apoyo al candidato de “izquierda” (por Haddad), que es quien tiene vocación de segregar a la sociedad. El desentendimiento forma parte de una campaña del ex capitán para quitarse de encima las “acusaciones” que citábamos al comienzo de la nota.

Ku Klux Klan: historia del supremacismo norteamericano

Para entender de donde surgen estas declaraciones hay que hacer un poco de historia. El Ku Klux Klan surge en 1865, en el sur de Estados Unidos, meses después de que la Confederación fuese derrotada en la Guerra de Secesión[1]. Sus miembros fundadores buscaban mantener vivo el espíritu supremacista blanco y resistir a la “reconstrucción”[2] del sur que, según ellos, traería la degradación moral y material de la Nación. Sus bases constitutivas son el racismo, la xenofobia y el antisemitismo, así como el odio a los católicos, el anticomunismo y la homofobia, que fueron “incorporando” con el transcurso de los años. Esta organización criminal tiene una larga historia de terrorismo, asesinatos, linchamientos, violencia sistemática contra la población negra, personas LGBT, militantes de izquierda.

El Klan original ya no existe más, ya que en 1871 fue disuelto por el Acta de los Derechos Civiles. Sin embargo, con posterioridad a 1915 fueron formándose grupos más o menos centralizados a nivel nacional que reivindicaban las bases fundacionales y reclamaban su nombre. La organización llego a contar con casi 6 millones de afiliados en todo el país, y con cargos públicos de importancia, gobernaciones, senadores, etc. La segunda etapa terminó con la segunda guerra mundial, debido al apoyo político que dio el KKK a la Alemania Nazi, intentando boicotear el ingreso de EEUU a la contienda y la participación de varios de sus miembros en el Partido Nazi Norteamericano.

En la actualidad, el total de participantes no llega a los 3000, congregados en más de una docena de Klanes de carácter local, con diferentes nombres. La organización más grande, según ellos mismos, son los Caballeros del KuKluxKlan, con sede en Zinc, Arkansas[3]. Sin embargo, con la llegada de Trump a la presidencia en 2016 han tenido un refortalecimiento moral para realizar sus manifestaciones y ataques, apoyando públicamente desde la campaña electoral al empresario norteamericano, quien al igual que Bolsonaro, trata de despegarse de ellos.

El KKK ha tenido varias victorias morales a lo largo de su historia, como el hecho mismo de que aún siga teniendo seguidores o gente que lo reivindica. Pero una de ellas pervive en el imaginario colectivo de gran parte de los norteamericanos, y es el racismo. Todo norteamericano debe ser WASP[4], lo demás es descartable.

David Duke: un fascista con experiencia

Duke ha salido en varias ocasiones a manifestar su apoyo público a las políticas de Donald Trump, aunque con este y el ex capitán brasileño tiene sus “reservas”. Cree que la vinculación con el Estado de Israel y la comunidad judía es un problema muy grave: “Él [Jair Bolsonaro] va a hacer cosas por Israel y creo que él intenta seguir la misma estrategia que Trump. Yo creo que Trump sabe que el poder judío está llevando a Estados Unidos al desastre, llevando a Europa y al mundo al desastre.”

Este personaje tan pintoresco tiene un historial (o, mejor dicho, prontuario) muy grande. Fue miembro del Partido Nazi de Estados Unidos durante la década de 1960 antes de entrar al Ku Klux Klan. Comenzó a ascender y a ganar liderazgo dentro de los Caballeros del Ku Klux Klan a mediados de los ’70.

En su prontuario también encontramos una particular carrera política. En 1975 y 1979 fue candidato a Senador por el Partido Demócrata, sin éxito. En 1988, ya fuera del KKK, se presentó como candidato a Presidente por el Partido Popular, también sin éxito. Sin embargo, al año siguiente fue electo miembro de la Cámara de Representantes (el equivalente a Diputado en Argentina) por el Partido Republicano. Envalentonado, intentó postularse a Gobernador de Luisiana en 1991, provocando la intervención del mismísimo Bush contra este negador del Holocausto.

En 2002 fue encarcelado (¡por un año!) por corrupción y defraudación económica a sus seguidores, y el año pasado fue parte de la organización de las movilizaciones por la supremacía blanca en Charlotteville en la cual se reivindicó al KKK y al nazismo. Nada debería sorprendernos, entonces, su apoyo a Bolsonaro y Trump o declaraciones del estilo: “Trump nos empoderó” haciendo referencia a la equiparación de la violencia de estos fascistas con la respuesta defensiva de las personas que ellos atacan. Como decíamos, un personaje… pintoresco.

Jair Bolsonaro y el neofascismo brasileño

Si bien Bolsonaro salió a diferenciarse de Duke y el extremismo del KKK, este apoyo no vino porque sí, ni porque, como quiso postular el ex capitán, quieran manchar su nombre para la segunda vuelta. Vienen del corazón mismo de sus declaraciones y sus acciones públicas, así como la de sus seguidores.

No nos olvidemos que el título de machista, misógino, homofóbico, racista y xenófobo no se lo regalaron, se lo ganó (y muy bien) él solo. El día después de la victoria en la primera vuelta de las elecciones un grupo de seguidores del candidato neofascista mataron a un artista que militaba contra su candidatura[5]. También hubieron varios casos de agresiones y tortura a opositores[6], por parte de estos grupos. Además de reafirmar sus declaraciones contra homosexuales e integrantes de la comunidad LGBT[7].

Desde los ’90 esta figura viene reivindicando a la dictadura militar que rigió sobre Brasil entre los 60 y los 80, llegando al punto de aclarar que el error que cometieron fue torturar y no matar a los opositores (¡!). El año pasado declaró que de ser presidente eliminaría todos los asentamientos indígenas y las quilombolas[8] ya que estorban el desarrollo económico. Sus poses con rifles de asalto y frases del estilo de “los negros no sirven ni para procrear”, son la frutilla del postre de un ultraderechista que no tiene tapujos en decir lo que piensa, aunque ahora intente lavarse la cara y tratar de quitarse todas estas “etiquetas” que se fue ganando, posando en fotos con reconocidos homosexuales o renegando del apoyo del ex líder del Ku Klux Klan.

Grupos de apoyo como el Movimiento Brasil Libre, han salido a declarar que este apoyo es parte de una campaña sucia del “comunista Haddad”. Verdaderos sinvergüenzas, neoliberales que reniegan de aquellos que viven de la “teta del Estado” cuando sus principales referentes, como Kim Kataguiri, son funcionarios públicos que viven de la “teta del Estado”.

Derrotar a Bolsonaro en las calles y en las urnas: ¡No Pasarán!

Si el KKK hoy es una organización en decadencia (aunque fortalecida desde la llegada de Trump al poder) no fue por arte de magia ni por algún que otra acta o causa judicial: su debacle se debe a que se lo enfrentó en las calles hasta vencerlo, así como los negros que realizaron contramarchas cuando Duke y compañía convocaba a reivindicar la supremacía blanca, o grupos de civiles armados iban a enfrentarlos cuando querían entrar al domicilio de algún militante por los derechos civiles para secuestrarlo y torturarlo.

Una victoria de Bolsonaro puede suponer un afianzamiento del giro a la derecha regional y global, aunque no sin una reacción por izquierda que lleve a un enfrentamiento más directo entre clases. Derrotarlo en las calles y en las urnas es la tarea inmediata.

¡Al fascismo se lo combate en las calles!

¡No pasarán!

[1] Esta no fue sólo una disputa entre el antiesclavismo de la Unión y el esclavismo del Sur. Fue un combate por la economía política del país: el modelo industrial y proteccionista del Norte vs. el modelo agroexportador y librecambista del Sur.

[2] La reconstrucción fue el proceso por el cual la Unión (el gobierno Federal) impuso la abolición de la esclavitud y la reintegración de los Estados del Sur (Confederados) a los Estados Unidos de América.

[3] Dato no menor es que este pueblito tiene alrededor de 100 habitantes.

[4] Siglas en inglés para Blanco, Anglosajón y Protestante.

[5] Ver http://izquierdaweb.com/brasil-neofascista-asesina-a-un-artista-por-ser-negro-y-criticar-a-bolsonaro/

[6] Ver http://izquierdaweb.com/brasil-crecen-los-ataque-neofascistas-a-los-opositores-a-bolsonaro/

[7] Ver http://izquierdaweb.com/la-entrevista-bolsonaro-ellen-page-el-neofascista-defendio-la-violencia-homofobica/

[8] Asentamientos en los que se refugiaban los esclavos rebeldes en Brasil y en las que ahora viven sus descendientes.

Por Facundo Goldstein. IzquierdaWeb, 22/10/2018.

Categoría: Brasil, Estados Unidos Etiquetas: ,