Nov - 1 - 2018

Después de las elecciones en Brasil

La alegría de Macri por el triunfo de Bolsonaro

José Luis Rojo

“Jair Bolsonaro es una pregunta sin respuesta para el mundo, pero no deja de ser una buena noticia para Macri. La otra opción era peor no por el candidato Fernando Haddad, un intelectual al que el presidente argentino frecuentó cuando aquel era el alcalde de la ciudad de San Pablo. Pero el triunfo del PT hubiera sido leído por el kirchnerismo como una victoria propia. Como el comienzo del regreso, tal vez, de una corriente afín en el sur de América” (“Bolsonaro, una buena noticia para Macri”, Joaquín Morales Solá, La Nación, 31/10/18).

Comenzando noviembre el gobierno de Macri todavía está vivo. Nos guste o no, es un dato de la realidad. Con una economía atada con alambre luego de medio año de corrida cambiaria, Macri se ha visto beneficiado en los últimos días por factores estabilizadores que, quizás, a pesar de la crisis y del fracaso que arrastra su gobierno, le permitan llegar al ansiado 2019.

El impacto Bolsonaro 

El primer elemento estabilizador es el triunfo de Bolsonaro en Brasil; una inédita presidencia que se anticipa de extrema derecha en el principal país latinoamericano. En esta misma edición adelantamos elementos sobre las causas y consecuencias de su triunfo más específicamente en Brasil.

Aquí nos interesa dar cuenta de su impacto regional y nacional. Desde hace varios años Latinoamérica viene girando hacia la derecha lo que, por lo demás, es parte de un giro internacional. La llegada de Macri en el 2015, la destitución de Rousseff y la presidencia de Temer en Brasil, la crisis sin fin del madurismo en Venezuela, el triunfo de Iván Duque y Piñeira en Colombia y Chile respectivamente, son algunos de los reflejos de este giro derechista regional.

No se trata de cualquier cosa en la medida que desde hace varios años Latinoamérica venía siendo una de las regiones colocadas más a la izquierda internacionalmente.

De cualquier manera, el péndulo regional no se terminaba de estabilizar. En los últimos meses, tanto en Brasil como en la Argentina, se apreciaba que las cosas podían dar vuelta en reversa o reafirmarse.

Tampoco ha contribuido a la estabilidad el cambio de las condiciones económicas internacionales: estas han generado corridas contra las monedas en todos los países emergentes. Y, para colmo, ahora se habla que podría haber una recaída recesiva internacional a partir del año próximo.

Así y todo, “con la moneda en el aire” a la espera de algún desenlace, algunos datos políticos recientes parecen consolidar el giro derechista, si bien en condiciones de extrema inestabilidad: no estamos en condiciones aun de cerrar nada.

Uno de los datos de más peso es el triunfo de Bolsonaro. La gestión que adelanta es un gobierno de extrema derecha que amenaza cuestionar las instituciones de la democracia de los ricos desde la derecha: un gobierno semibonapartista.

Además, un gobierno cuya base social también es atípica: una base social protofascista de las clases medias revanchistas frente a los 14 años de gobierno de “Partidos de los Trabajadores”; un gobierno que si bien mantuvo el curso neoliberal y constituyo una gestión “reformista sin reformas” (salvo algunas concesiones menores a los sectores más pobres), desató de manera preventiva más que otra cosa, la furia revanchista de sectores de las clases medias reaccionarias “amenazados” por la crisis.

Bolsonaro puso en marcha una coalición conservadora protofascista en materia familiar íntimamente vinculada a las iglesias evangélicas, con nexos directos con las FFAA (incluso con sus sectores más retrógrados), que se adelanta ultraneoliberal al gusto de los sectores más concentrados de las finanzas y los mercados, e íntimo amigo de Trump en la esfera geopolítica.

Y, por supuesto, al ser Bolsonaro el próximo presidente de un país gigante como Brasil, no hay como esto no tenga impacto en toda la región y la Argentina también.

La llegada de Bolsonaro al poder abre interrogantes sobre qué significará de conjunto para la lucha de clases regional. ¡Atención!, que un gobierno de tipo semibonapartistas no es un gobierno de estabilidad: es factible que desate furias que no pueda controlar en la medida que los trabajadores, las mujeres y la juventud se repongan del estupor y respondan golpe por golpe.

Bolsonaro puede ser, eventualmente, tanto un factor estabilizador como inestabilizador. Si se consolida, asegurará, posiblemente, el pasaje de la región de una coyuntura hacia la derecha, a la configuración de un ciclo reaccionario regional. Por el contrario, si desatan las furias que estamos señalando, quizás instale a Brasil y Latinoamérica como un todo en una situación de inestabilidad, polarización y extremos como hace décadas no se ve.

La lucha de clases será la que tenga la última palabra; lucha de clases donde también se establecerá una tensión entre el papel pasivizador y traidor en las luchas que han venido teniendo las direcciones burocráticas como el PT en Brasil (o la burocracia sindical y los k en la Argentina), y las tendencias a las salida a la lucha desde abajo, desbordando todos los causes.

Media sanción en diputados 

El logro del gobierno de la media sanción del presupuso en diputados, también viene a cumplir un papel “estabilizador”. La media sanción fue un costoso triunfo del gobierno en el contexto de una jornada que no llegó a ser como el 14 y 18 de diciembre, aunque en cualquier modo tuvo su masividad.

La media sanción no fue un triunfo pírrico como en oportunidad de la reforma jubilatoria, pero no deja de ser un triunfo por ahora parcial. No solamente porque formalmente aún falta su aprobación en Senadores (se adelanta que se va a aprobar, aunque esto no excluirá nuevos tironeos).

Sobre todo, lo que ocurre es que la situación económica está atada con alambre. Y si el gobierno logra sacar adelante el presupuesto, será casi exclusivamente por el auxilio del peronismo, la burocracia sindical, la iglesia y el propio kirchnerismo (a pesar de todo su show parlamentario), y no por haber logrado una base de legitimidad mayor, una mayor base de sustentación política propia.

Detengámonos un poco más en la media sanción. La jornada del 24 podría haber sido mucho más multitudinaria de lo que fue. La bronca entre los trabajadores con el gobierno es inmensa; la realidad palmaria y concreta es que la imposibilidad de pagar la luz, el gas, las tarjetas de crédito, etcétera, comienzan a hacerse sentir brutalmente.

En este contexto, la jornada podría haber sido realmente de masas, incluso si quizás a muchos trabajadores y trabajadoras el presupuesto les parezca “abstracto”: cada uno y cada una habría ido al Congreso por sus motivaciones, las que sienten más.

Pero es aquí que cuando las direcciones sindicales vieron la dinámica que podían abrirse, comenzaron a operar para desmovilizar. Esto en el contexto de que se fue enhebrando un trabajoso acuerdo por arriba ente el gobierno y el PJ, trabajoso acuerdo que ahora tiene su round y validación eventual en el Senado (es decir, siguen los tironeo y negociaciones), pero que fue y es un armado algo más “solido” que cuando la ley jubilatoria.

No nos olvidemos que detrás de todo está el FMI, al que todos “cuestionan” de palabra (peronismo, frente renovador, kirchneristas), pero con el que todos prometen, si ganan las elecciones, “renegociar”; no romper.

Por lo demás, los gobernadores tienen en este caso una excusa adicional: “tienen que negociar” porque en el medio están los fondos para las provincias; su propia gobernabilidad.

Es así que en el marco de las negociaciones por arriba entre el gobierno y el PJ, la CGT se adelantó a desmovilizar el 24 con la excusa de un “paro general para noviembre”… Afirmó que le fijaría fecha “al otro día de la sesión en diputados”, aunque nadie se ha enterado de la fecha de este paro fantasma que casi seguramente no se realizará. Parece que el actual duunvirato no solo ha perdido la dignidad, sino incluso el más mínimo rasgo de vergüenza.

Otro que se lleva los premios de chantapufi universal, es Moyano padre. Llevaron junto con Pignanelli y Palazzo una multitud de trabajadores a un acto del PJ en Lujan el sábado 20, una “misa política” completamente de espaldas a las necesidades de los trabajadores. Y el jueves 25, al otro día de la media sanción, convocó a los trabajadores camioneros al Ministerio de Trabajo al show habitual de las paritarias con una negociación pre-acordada que aparentemente se ha cerrado hoy.

Tampoco CTERA y el yaskismo movilizaron realmente el 24. Se fueron al Palacio Pizzurno y en cuanto se enteraron de los “incidentes”, mandaron a los docentes a sus casas…

Es decir: el PJ, la Iglesia, los K, el moyanismo: todos trabajaron por la media sanción con la excusa de la gobernabilidad. Esto incluso si los K son los que hicieron más “show” en diputados, los que movilizaron sectores de su base política en las calles el 24 (Catalano de ATE Capital, la Cámpora, etcétera), lo que aparecieron ante la población como oponiéndose (esto es así, el show les salió bien), pero cuidándose en los hechos de jugar un peso social mayor en la movilización.

La suma de Bolsonaro y la media sanción son elementos estabilizadores.

Una coyuntura mixta   

Sin embargo, esto que acabamos de describir es solamente una parte de la realidad; no toda la realidad. Podemos aventurar que, de una manera u otra, el gobierno intentará instar el encaminamiento electoral hacia el 2019. Sin embargo, los elementos de crisis social e inestabilidad política seguirán presentes: de ahí que se hable de lo que pueda pasar en diciembre; que esta cuestión aparezca como un temor real incluso en el oficialismo, y no solamente como un “globo de ensayo”.

La coyuntura seguirá atada con alambre durante mucho tiempo. Incluso más: vamos a ir a un período donde seguramente los elementos de “gobernabilidad”, de encauzamiento electoral, convivirán con la crisis social e incluso política (que puede tener varios capítulos por delante todavía): una “coyuntura mixta” por así llamarla.

La base material de esta coyuntura mixta es que en el terreno económico nada se ha solucionado. El acuerdo con el FMI adelanta fondos como para que el gobierno esté cubierto hasta finales del 2019. Además, las tasas al 70% mantienen controlada la presión sobre el dólar.

Pero el interrogante es: ¿cómo se afrontarán los pagos que vengan a partir del 2020 habiéndose quemado los 57.000 millones de dólares del préstamo “record” del FMI? ¿Qué pasará con el dólar cuando se haga insostenible seguir con este nivel de tasas que, por lo demás, le agregan más deuda a la deuda que ya tiene el país?

La “estrategia” de Macri parece sólo adelantar una cesación de pago a plazo para dentro de un año o año y medio, nada más.

Ocurre que el plan económico del gobierno es un fracaso. Estamos en una crisis autoinducida que en casi tres años de gestión generó 100.000 millones de dólares de deuda nuevos y fugó algo en torno a la mitad de esa cifra al exterior.

Una política económica neoliberal que le quitó protecciones básicas a la economía, una competitividad que ahora se ha “recuperado” al precio de una de las devaluaciones más brutales vividas en el mundo en los últimos años, con un dólar que ha pasado de 17$ a fin del año pasado a los actuales 38$ y esto solamente hasta que comience nuevamente la corrida.

Así, la base de la inestabilidad es, primeramente, económica y social. Porque los que están pagando el costo de esta política vergonzosa son los trabajadores con sus salarios reales hundidos no solamente contra el dólar sino contra la brutal escalada de los precios, con el aumento de la desocupación a niveles que se aproximan peligrosamente a superar el 10% de la población económicamente activa, con un deterioro en masa de toda la infraestructura a partir del déficit cero de los gastos primarios del Estado, del liso y llano cierre de emprendimientos como la PIAP de Neuquén (la mayor planta de aguas pesadas del mundo), de la mina de Rio Turbio o el Astillero Río Santiago cuyo futuro es completamente incierto.

Pero, esta coyuntura mixta, lo es también por los factores de inestabilidad política. Es que el gobierno ha visto reducir dramáticamente su base política. Mantiene el apoyo de un 20 o 25%. Pero todo el resto está en la oposición.

En todo caso, de encauzarse las cosas por la vía electoral, lo que se augura es un escenario tripartito (que es el que podría salvarle la ropa): el oficialismo de Cambiemos si es que llega unido (ver los ruidos de Carrió, dixit); el peronismo federal de Pichetto, Schiaretti y Urtubey (cuyo “límite es Cristina”); y el kirchnerismo lanzado a montar un “Frente Patriótico” que va desde ellos hasta la CCC-PCR y sectores de Barios de Pie, amén de Patria Grande y otros grupos menores.

Las tareas de la izquierda 

En esta coyuntura mixta, las tareas de la izquierda y los trabajadores son enfrentar el presupuesto y el ajuste del gobierno de Macri en cada oportunidad desde los lugares de trabajo y acompañando las luchas salariales o contra los despidos.

En este marco, es necesario apreciar fríamente los desarrollos políticos de los próximos días alrededor de la discusión en relación al presupuesto en el Senado. Por el momento el PJ parece querer “exprimir” a Macri en la negociación y sacarle alguna tajada más en beneficio de sus gobernadores, pero cuidándose bien de no sacar los pies del plato ni hacer tambalear la gobernabilidad. En todo caso habrá que evaluar si se abre o no una crisis real y movilizar el próximo 18 al Congreso.

Al mismo tiempo es preciso preparar el repudio a la próxima reunión del G20 que se desarrollará en Buenos Aires el próximo 30 de noviembre. La misma no es solo una reunión en donde las principales potencias imperialistas tratarán de imponer su agenda e intereses a los llamados países emergentes, sino que además supone el arribo a nuestro país de los popes del imperialismo mundial con Trump y Merkel a la cabeza.

Como no podía ser de otra manera, Mauricio Macri les prepara la bienvenida desplegando una impresionante parafernalia represiva contra toda la población en donde pondrá a su servicio aviones de guerra, radares, movilizará a todas las fuerzas represivas en las calles con más de 25.000 uniformados en la zona, cercando cientos de manzanas, impidiendo el paso de los trenes a la zona de retiro y decretando feriado ese día en CABA… todo esto con la excusa de “preservar la seguridad de los presidentes y empresarios” que van a venir a discutir sus negocios e intereses, y con la intensión, no declarada, de impedir que distintos sectores se manifiesten y expresen su radical repudio. Es por eso que es una tarea de la Izquierda movilizarnos contra esta reunión y repudiar la llegada de Trump y compañía a nuestro país.

Simultáneamente, el Nuevo MAS estará preparando para mediados de diciembre su VIII Congreso partidario. En esta oportunidad invitaremos a participar del mismo a importantes sectores del activismo de los trabajadores para que, junto a la aguerrida militancia de nuestro partido, debatamos acerca de la coyuntura regional luego de la elección de Bolsonaro como presidente de Brasil, la situación nacional y las perspectivas del gobierno de Macri. Finalmente se planteará cuáles son las tareas de los trabajadores en 2019.

En este marco, si bien la Izquierda ha sabido ganarse un lugar en las luchas y electoralmente entre una franja de vanguardia de masas minoritaria, evidentemente de afirmarse un giro derechista en la región, se plantearía un escenario mucho más complejo y difícil para la izquierda. En este sentido, nuestro congreso partidario realizará, como parte de los debates y de las tareas de Izquierda, un llamado público tanto al FIT como a Luis Zamora en el cual les planteará la necesidad de avanzar en una alternativa unificada de la Izquierda sobre la base de un criterio de independencia de clase de cara a las elecciones de 2019.

Por José Luis Rojo. Editorial SoB 493, 1/11/18.

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