Nov - 1 - 2008

Los trotskistas brasileños de 1930 a 1964: un rescate necesario

Márcio Barbio

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Falo assim sen tristeza / falo por acreditar / Que es cobrado o que fomos / que nós iremos crescer /Outros outubros virão / Outras manhãs plenas de sol e de luz

Fernando Brant

Este artículo se inscribe en el intento de reconstituir de forma crítica la historia del movimiento trotskista brasileño desde su nacimiento hasta 1964, cuando se instala una dictadura militar que provoca una cierta desaparición del movimiento en Brasil. Con este texto queremos hacer una pequeña contribución al rescate de nuestro movimiento, y a la vez aportar, desde una perspectiva socialista y revolucionaria, un esfuerzo por llevar a las nuevas generaciones que asoman a la lucha política una experiencia militante fundamental, que ha sido dejada de lado de manera consciente por la academia, como era de esperar. Lo que es imperdonable es el silencio cómplice de varias corrientes que se reivindican del trotskismo.

Por supuesto, este texto no se propone abarcar todos los aspectos de esa rica historia; elegiremos, por tanto, los hechos más significativos. Desgraciadamente, por razones de espacio, el artículo no abarcará dos períodos que creemos de fundamental importancia para nuestra historia: los años 70 y 80, en los que varias corrientes se consolidaron, y los trágicos años 90, en los que la marca fue la crisis, las rupturas y la desmoralización.

Asimismo, asumimos públicamente desde ya el compromiso de realizar ese estudio en un futuro próximo, en particular un balance crítico de nuestro origen militante, es decir, la corriente morenista, sobre todo Convergencia Socialista y su continuación, el PSTU.

CONTEXTO INTERNACIONAL

En 1894, al analizar las divergencias teóricas entre los opositores al estado zarista, Lenin consideraba la falta de unanimidad de opinión entre los socialdemócratas rusos como una señal de vitalidad del movimiento en cuanto a la real comprensión de la situación social, económica y política de la Rusia de entonces.[1] En los años 1930, pasados los primeros y difíciles años de organización del nuevo Estado, tras la consolidación de una política de eliminación de las diferencias internas mediante el aplastamiento físico de los disidentes, Stalin establece una posición diametralmente opuesta a los análisis iniciales de Lenin.

Desde allí, el Partido Comunista de la URSS y la III Internacional Comunista establecen que toda diferencia, fuese teórica o de práctica política, respecto de las orientaciones del partido debía considerarse como una traición a la causa de la revolución, al partido y a la nación.

Sus autores merecían, por lo tanto, la expulsión del partido, la pérdida de las funciones administrativas y cargos que ocuparan y de su propia libertad individual, el exilio y hasta el fusilamiento. La simple presentación de un punto de vista diferente por parte de un mero militante de base, en una reunión del partido o de comité sindical, era considerada un intento fraccional que exigía severo castigo.

La lucha interna en el Partido Bolchevique, iniciada en los años 20, termina por unir a Trotsky y la vieja guardia del partido en torno de la denuncia de la degeneración del partido y la extinción de la democracia interna, con el nacimiento de una burocracia partidaria arraigada en el poder y dispuesta a hacer lo que fuera necesario para mantener sus privilegios económicos y sociales.

Con el alejamiento por enfermedad de Lenin en 1923, tiene lugar el primer intento organizado de Trotsky contra la creciente concentración de poder y burocratización del aparato partidario y contra la política económica, que se desarrollaba bajo la orientación de Stalin. En octubre de 1923, Trotsky envía una carta al Comité Central posicionándose contra el curso de la nueva organización del partido y del Estado y, en diciembre del mismo año, publica El Nuevo Curso, donde reafirma sus críticas. Algunos días después, 46 militantes también se dirigen al Comité Central, reiterando las posiciones de Trotsky. En El Nuevo Curso, éste afirma:

“En pocas palabras, el Partido debe subordinar su propio aparato, sin dejar de ser una organización centralizada. En los debates y artículos de los últimos tiempos, subrayé que la democracia pura, completa, ideal, es irrealizable y que, para nosotros, ella no es un fin en sí mismo. No obstante, también sostuve que el centralismo puro, absoluto, es irrealizable e incompatible con la naturaleza de un partido de masas” (en De la révolution, 1963, p. 83).

En abril de 1926, la oposición a la política de Stalin se fortalece con la unión con otros de los viejos bolcheviques: Kamenev y Zinoviev. Sin embargo, el proceso de burocratización del partido se incrementa en 1928, cuando Kamenev y Zinoviev son detenidos y enviados a campos de trabajo en Asia Central. En ese contexto, Trotsky y Kamenev son expulsados del Politburó, en su XV Conferencia, y se hace el pedido de destitución de Zinoviev del cargo de presidente de la Internacional Comunista.

En 1929, Trotsky es expulsado de la URSS y se exilia en Alma Ata, cerca de la frontera con China, donde da continuidad a sus esfuerzos de organización de una oposición a la política oficial de Stalin, llevándolos ahora al terreno internacional. Basado en su prestigio de gran dirigente político y revolucionario, llama a la unidad de los diversos disidentes en torno de un programa capaz de definir un perfil para una fuerza política de oposición internacional.

Esta política constructiva logra ciertos avances principalmente en Francia, donde los seguidores de Trotsky editarán el periódico semanal La Vérité; en Bélgica, donde se integra a la oposición liderada por Trotsky el dirigente minero Leon Lesoil, y en España, donde se desarrolla una corriente importante a partir de Andrés Nin, que años más tarde será un importante dirigente durante la Guerra Civil española en la región de Cataluña, luego asesinado por orden de Stalin durante esa contienda.

Las ideas de Trotsky luego trascienden el ámbito europeo y llegan a Estados Unidos, donde el dirigente sindical James Cannon construye el mayor grupo trotskista de ese período: el Socialist Workers Party (SWP). En China, los seguidores de Trotsky adquieren un peso significativo con Peng Shu Zhi, hasta la masacre de Shanghai. En América Latina, la corriente política animada por Trotsky, en ese momento, obtiene peso en México, llegando a tener en sus filas a figuras como el pintor Diego Rivera y su compañera Frida Kahlo.

Con esas fuerzas, ya en 1930 se realiza la Primera Conferencia Internacional de la Oposición de Izquierda. Esa I Conferencia y sobre todo la II Conferencia Internacional de la Oposición de Izquierda, realizada en 1933, van a tratar sobre todo la situación de Alemania. Las fuerzas agrupadas en la Oposición denuncian la política adoptada por el PC alemán, bajo inspiración directa de Moscú, en el período ultraizquierdista[2] del stalinismo, y que terminó por llevar a Hitler al poder sin que hubiera resistencia organizada del proletariado alemán.

El ascenso de Hitler incluye el primer período de construcción-constitución de la Oposición de Izquierda. Trotsky concluye que el Partido Comunista alemán está muerto; entretanto, aún mantiene ciertas reservas en cuanto al conjunto de la Internacional Comunista, posición que rápidamente se modifica al calor de los acontecimientos, una vez que, todavía en 1933, Trotsky realiza el llamado a la constitución de nuevos partidos comunistas en todos los países y de una nueva internacional.

La Oposición de Izquierda será la base para la fundación de la IV Internacional, asumiendo la tarea de mantener alta la bandera de la revolución rusa de 1917 y de preparar nuevas revoluciones en el resto del mundo.

Esa época es marcadamente una de gran efervescencia política y de grandes cambios: la consolidación del stalinismo en la URSS, la Guerra Civil española y el triunfo del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania, hecho que Trotsky califica como la mayor derrota del proletariado internacional.

ORÍGENES DEL TROTSKISMO EN BRASIL

En Brasil, la situación no era muy diferente. El PCB, Partido Comunista del Brasil, por entonces, fundado en 1922, tras un breve período de crecimiento y desarrollo independiente, adopta ya en 1929 la política stalinista, lo que va a llevar al alejamiento al primer núcleo dirigente del partido, compuesto por Astrogildo Pereira y Octávio Brandão.[3] Para no confundir a nuestros lectores, ese alejamiento no tiene nada que ver con el trotskismo.

En su Tercer Congreso, realizado en 1928, el PCB sufre la primera ruptura/expulsión, que se dio sobre la “cuestión sindical”, así como la aproximación con el que sería la figura pública de mayor expresión del comunismo brasileño durante todo el siglo XX, Luiz Carlos Prestes.

En verdad, ya en 1927 el dirigente de la Federación Sindical de Río de Janeiro, Joaquim Barbosa, traba una lucha interna con la dirección del PCB sobre lo que se conoció como línea sindical, que él consideraba burocrática. Barbosa llega a renunciar a la dirección de la Federación, y fue enseguida expulsado del partido juntamente con su célula.

En esta primera e importante posición trotskizante[4], aunque no significaba el surgimiento de la Oposición de Izquierda en Brasil, las críticas realizadas tuvieron gran aceptación en otras células del partido, ganando la simpatía de los que integrarían luego el primer núcleo realmente de orientación trotskista que, partiendo de esas críticas, avanzaron en cuanto a una alianza con Luiz Carlos Prestes.

Este período de construcción de la corriente trotskista en Brasil va a contar con la entrada del grupo de Fulvio Abramo, militante de origen anarquista que no llegó a ser miembro del PCB.

Así, ya en 1930 el trotskismo llega a ser más influyente que el stalinismo en San Pablo y se transforma en el principal núcleo de la Oposición de Izquierda en Sudamérica, dirigiendo la Federación de Trabajadores Gráficos de San Pablo, que en un corto lapso pasó a ser referente político y sindical de toda la ciudad de San Pablo y uno de los sindicatos más combativos del país en esos años.

El sector que rompió o fue expulsado del PCB, compuesto por dirigentes que contaban con el apoyo de la base partidaria como Plínio Gomes de Melo, Sávio Antunes, Hilcar Leite, Rodolfo Coutinho, João da Costa Pimenta, Wenceslau Azambulha y el más conocido de ellos, Mário Pedrosa, fundan en 1930 el Grupo Comunista Lenin (CGL), primer núcleo de oposición al PCB, aunque no aún formalmente integrante de la Oposición de Izquierda Internacional. El GCL edita por un corto período el periódico A luta de classes. Un año más tarde, en enero de 1931, se funda la Liga Comunista Internacionalista (LCI), por integrantes del GCL y otros miembros que se aproximaron durante ese período.

La LCI tuvo corta vida, pero con importantes logros teóricos respecto de la realidad brasileña e internacional. En sus cinco años de existencia, los esfuerzos intelectuales de sus integrantes en la tarea de comprender la realidad político-social de nuestro país produjo una serie de análisis seminales que, décadas después, servirían de base a los estudios de, entre otros, Caio Prado Jr[5]. y Florestan Fernandes[6]; este último, militante en la década de 1950 en el Partido Revolucionario Socialista, principal organización trotskista del Brasil en ese período.

La aparición de la LCI implica un aumento de la actividad de la Oposición de Izquierda: su periódico A luta de classes logra una regularidade inusual para la época se edita una revista teórica, O Boletim da Oposição, además de innumerables trabajos de interpretación de la realidad nacional, como el manifesto Aos Trabalhadores do Brasil, en el que se intentaba analizar con los instrumentos del marxismo la revolución de 1930; o el Projeto de teses sobre a situação nacional y Esboço de uma analise da situaçao econômica e social do Brasil, en el que se buscaba interpretar la génesis de la formación social brasileña, adelantando y en muchos aspectos superando teóricamente los análisis posteriores de Caio Prado Jr.

Aunque pueden ser consideradas como importantes e influyentes, las reflexiones trotskistas de las décadas de 1930 y 1940 aún carecen de mayor atención por parte de la historiografía nacional. En lo que atañe a los estudios de las corrientes de la izquierda brasileña, se perciben claramente tres líneas historiográficas básicas.

La principal y más numerosa se forma en torno de intelectuales originalmente del Partido Comunista Brasileiro (PCB), cuya principal preocupación es el estudio de la hegemonía entre las corrientes de izquierda ejercida por ese partido durante el largo período de 1922 hasta mediados de la década de 1970. Tales estudios darán origen a diversos trabajos que se caracterizan por la no consideración de las demás corrientes de la izquierda de ese período.

Entre los principales trabajos de esa corriente pueden citarse: Carone, Brasil, anos de Crise (1930-1945) (1991); Segato, Breve História do PCB (1981); Brandão, Combates e Batalhas (1978), y Mazzeo, Sinfonia Inacabada (1999).

La segunda vertiente historiográfica que se abocó al estudio de las corrientes de izquierda en Brasil fue la de los “brasilianistas” de la segunda mitad de la década de 1970. Sus principales trabajos se caracterizan por visiones de historiadores estadounidenses sobre el Brasil, tales como Dulles, O Comunismo no Brasil (1985) y Levine, O Regime de Vargas – os anos críticos: 1934-1938.

Esa corriente, por su relativo distanciamiento de las disputas políticas internas, pudo realizar un pequeño avance en los estudios de la corriente que tuvo su génesis al interior del PCB. De ese modo, los “brasilianistas” conseguirán realizar trabajos con una visión un poco más abierta, aunque, en su amplia mayoría, todos desarrollados desde la óptica de autores de una visión conservadora norteamericana. En relación con las corrientes ligadas al movimiento trotskista, sus estudios son breves o, lo que es peor, superficiales.[7]

Será sólo con la redemocratización y la apertura de importantes archivos que una tercera y nueva corriente historiográfica se consolidará, sin lograr nunca constituirse en hegemónica. En esa corriente se destacan los trabajos de Pinheiro, Estratégias da Ilusão (Revolução Mundial e o Brasil,1922-1935) y Fonseca, A ANL na Legalidade (1986).

A decir verdad, Pedrosa ya en 1930, esto es, cuando aún militaba en el PC, se preocupaba por el estudio de la formación socioeconómica brasileña, y a partir de allí buscaba un análisis más correcto y concreto del proceso revolucionario en Brasil. Si ya en ese período de militancia en el PC Pedrosa tenía esa preocupación, será no bien suceda su salida del PC que irá a profundizar en el tema.

Serán dos textos que, a nuestro entender, son fundadores y que darán el tono de las elaboraciones de los trotskistas brasileños de ese período. Nos referimos al “Esboço de uma analise da situação econômica e social do Brasil”, editado en A luta de classes, y a “Projetos de teses sobre a situação nacional”, en Boletim da Oposição número 4.

Buscando aprehender la totalidad de la realidad brasileña, los artículos de Pedrosa van contra la teoría entonces dominante en la intelectualidad de izquierda, y que lo sigue siendo hoy. Esa teoría, de cuño estalinista y originada en el VI Congreso de la Internacional Comunista, caracterizaba al Brasil como un país dependiente que, aunque con cierto grado de industrialización, carecía de condiciones objetivas para el desarrollo del socialismo, toda vez que predominaban relaciones sociales típicas de la Edad Media o incluso del modo de producción asiático.

Contra esta visión reduccionista y mecánica de análisis de la realidad, que pasaba por encima de las especificidades de las formaciones sociales latinoamericanas y que tantos prejuicios acarreó al movimiento socialista y a los trabajadores, se levantará la obra de Pedrosa.

Veamos lo que dicen Pedrosa y Lívio Xavier[8]:

“El modo de producción y acumulación capitalista, y por consecuencia la propiedad privada capitalista, fueron exportados directamente de las metrópolis al Nuevo Mundo. La base del sistema capitalista es la expropiación de la masa popular, pero en las colonias, en general, el exceso de tierra puede ser transformado en propiedad privada y medio individual de producción. Teniendo siempre el colono la posibilidad de volverse propietario de su medio de producción, esto es, pudiendo el trabajador acumular por sí mismo, se vuelven imposibles la acumulación y el modo de producción capitalista. Allí está la contradicción que debía resolver la burguesía de la metrópolis, ‘el secreto de su floración y de su gangrena’ (Marx). La dependencia del trabajador respecto del capitalista, propietario de los medios de producción, debe ser generada por medios artificiales: la apropiación de la tierra por el Estado, que la convierte en propiedad privada, y la introducción de la esclavitud indígena y negra; en una palabra, la colonización sistemática”.

Más abajo leemos:

“Brasil nunca fue, desde su primera colonización, más que una vasta explotación agrícola. Su carácter de explotación rural colonial precedió históricamente su formación como Estado, nunca hubo aquí tierras libres; tampoco conocemos el colono libre, dueño de sus medios de producción, sino el aventurero de la metrópolis, el hidalgo portugués, o comerciante holandés, o misionero jesuita, que no tenía otra cosa que el monopolio de las tierras” (cit., pp. 7-68).

Para Pedrosa y Lívio, la colonización brasileña, desde su comienzo, estaba inclinada hacia la senda de la acumulación de capital por parte de las metrópoles, yendo totalmente contra la visión stalinista de colonización “feudal”.

Esta evaluación de los fundadores del trotskismo en Brasil constituye una divisoria de aguas; fueron verdaderos pioneros en plantear estas posiciones, adelantándose en mucho a la visión de Caio Prado, que sólo se publica más de una década después.

Como podemos ver, los análisis de los trotskistas y de la LCI son de una finura opuesta por el vértice a los análisis superficiales que vemos hoy en las diversas organizaciones.

LOS TROTSKISTAS Y LA LUCHA ANTIFASCISTA

Pero no sólo de trabajo teórico y de propaganda vivía la LCI. Su intervención en el Sindicato dos Gráficos será fundamental para mantener la independencia política de esa importante organización frente al gobierno.

Desde sus inicios, la LCI se dedicará a la lucha contra el fascismo. Apropiándose del referencial teórico del trotskismo, Pedrosa y sus seguidores van a realizar, a partir del sindicato gráfico de San Pablo, el llamado a organizar un Frente Único Antifascista.

En ese frente confluyen varias organizaciones sindicales y políticas, con la ausencia del PC, que se rehúsa a participar del FUA utilizando los argumentos típicos del tercer período del stalinismo. Entre las organizaciones fundadoras del FUA se encuentran el Grêmio Universitário Socialista, la Liga Comunista, a Sección Paulista del Partido Socialista Italiano, el Grupo Socialista “Giacomo Matteotti”, el comité paulista del PSB, la revista O Socialismo y los periódicos O Homen Livre y A Rua. Esta composición demuestra el amplio espectro de fuerzas: anarquistas, socialistas y trotskistas.

A partir de Pedrosa, periodista de gran valor y popularidad, se lanza el periódico Homen Livre, que en cierto período se transforma en portavoz del movimento antifascista. De todas las acciones antifascistas, sin duda alguna la más importante fue su fundamental participación en las actividades del célebre contra-acto antiintegralista[9], que se conoció como “el revoloteo de las gallinas verdes”[10] y marcó la posición de las masas contra las ideas fascistas.

Cuenta Fulvio Abramo[11]:

“Estábamos en la sede de la Unión de los Trabajadores Gráficos (UGT) Mario Pedrosa, Lívio Xavier, Aristides Lobo, Manoel Medeiros y João da Costa Pimenta, cuando nos avisan de un comunicado de la Acción Integralista convocando a manifestación. Medeiros es el primero en reaccionar: ‘No vamos a dejar que esos canallas dominen las calles. Vamos a impedirlo, como sea’. Todos lo apoyan. Como secretario del FUA se me encarga convocar una reunión (…) para discutir, concretamente, la propuesta de una contramanifestación, armada si fuere necesario (…) Dos días después, actuando con rapidez, se convocó a todas las organizaciones que lucharon el 1º de mayo (…) Rápidamente se tomaron las decisiones importantes: todos aprobaron la propuesta de realizar una contramanifestación, estaban de acuerdo en que debía realizarse el mismo día y a la misma hora de la anunciada manifestación integralista; la finalidad era disolver la reunión de los plinianos (seguidores de Plínio Salgado), sin posibilidad de volver atrás en las decisiones; el pueblo de San Pablo debía ser esclarecido a través de manifiestos sobre las razones que justificaban tomar tal posición, puesto que los integralistas alardeaban que emplearían en Brasil los mismos métodos de liquidación física de los adversarios políticos y de las organizaciones opositoras que estaban en feroz aplicación en Alemania e Italia. En lo posible, cada organización trataría de proporcionar elementos de defensa –eufemismo empleado por ‘armas’– necesarios para concretar las medidas tomadas” (op. cit.).

Contra la posición del PC, Hermínio Sacchetta, secretario general del Comité Regional de San Pablo, adhiere al llamado. Ésa es la primera aproximación de Sacchetta al trotskismo, que será cada vez más fuerte y terminará con su ruptura con el stalinismo y su entrada a las filas del movimiento trotskista. Durante los años 40 y sobre todo los 50 será uno de los dirigentes más importantes, llegando inclusive a tener contactos con la corriente de Nahuel Moreno.

El día señalado, los fascistas marcan su concentración en la sede de la Aliança Integralista Brasileira, sobre la avenida Brigadeiro Luiz Antonio. La idea era desfilar hasta la Praça de la Sé, local tradicional de los actos políticos hasta hoy en día. Su columna, según algunos historiadores, reunía cerca de 3.000 miembros, y en el local del acto ya se encontraban más de 7.000 fascistas más, que venían del interior de San Pablo y de Rio de Janeiro.

A mediodía, varios grupos antifascistas se concentraron del otro lado de la Praça de la Sé. A las 13, la Policía Militar, con cerca de 400 hombres armados de fusiles y ametralladoras, toman posiciones. Tras provocaciones de lado a lado, se oyen disparos de ametralladoras de origen nunca esclarecido.

Dejemos que lo cuente Fulvio Abramo:

“Los integralistas, repuestos del pánico causado por la descarga de la ametralladora, comenzaron a llenar las escaleras de la catedral. Me pareció que era el momento para iniciar la contramanifestación. Subí al pedestal de una columna y pronuncié unas breves palabras (…) una feroz ráfaga de balas se dirigió a nuestro grupo (…) bajé del palco improvisado y me reuní con los compañeros corriendo. Escuché a Mario decir: ‘Estoy herido’, y tropezó. Lo agarré del brazo con la mano izquierda (…) La batalla continuó cada vez más fuerte (eran más de las 4 de la tarde). Las balas venían de todos lados, en una confusión increíble. La batalla prosigue. Los integralistas tienen algunos elementos que no son tan cobardes como nosotros los calificábamos, más por animosidad y desprecio (justificados) que por amor a la verdad. Ese grupo continúa tirando y no abandonaba la plaza. Finalmente se retira, siguiendo la calle Senador Feijó hasta el largo San Francisco (a unas cuatro cuadras), mientras que la mayoría de los ‘gloriosos milicianos’ huye a toda velocidad de la Plaza, en todas direcciones y por toda la ciudad (…) Fue una gran fuga que pasó a ser llamada de allí en más el ‘revoloteo de las gallinas verdes’ (…) Plínio Salgado, que no sacó los pies de la sede de Acción Integralista, comenzó a derramar lágrimas y lamentos a partir de ese momento (…) Dispersados los integralistas, la Praça de la Sé quedó desierta. Fueron ‘cuatro horas de dictadura del proletariado’”.

El FUA, dirigido por los trotskistas, fue un acierto total. Como hipótesis, puede decirse que si esa táctica hubiese sido empleada consecuentemente en Europa, tal vez el curso de la historia habría sido otro. Desgraciadamente, el stalinismo europeo, con su peso de masas, impidió toda posibilidad de acción unificada de las masas contra el nazismo y el fascismo.

La LCI, aunque haya tenido corta vida y pocos militantes (algunas fuentes apuntan que en su auge tenía organizados cerca de 50 abnegados militantes[12]), dejó un legado de los más importantes: un análisis correcto de la realidad y de la formación social y económica brasileña y una actividad militante que en muchos sentidos permitió al trotskismo echar raíces en Brasil.

La LCI es duramente afectada por la represión de Vargas, que aprovecha la aventura del PC y de su líder Luiz Carlos Prestes de intento de un golpe de izquierda, que da argumentos para que Vargas endurezca el régimen, instalando el “Estado Nuevo” en 1937. De los militantes de la LCI, solamente Pedrosa consigue exiliarse; todos los demás caen presos, y el obrero Medeiros muere en las cárceles del Estado Nuevo.

Como en otros casos, el trotskismo brasileño va a reconstruirse de a poco a partir de mediados de los años 40, cuando algunos son liberados, como es el caso de Fúlvio, que tras ser liberado parte al exilio y luego vuelve al país; otros salen de prisión retomando directamente las actividades políticas; otros, como Sacchetta y la poetisa modernista Patrícia Galvão, la Pagu, en una nueva ola de rupturas con el stalinismo adhieren al trotskismo y la IV Internacional.

Podemos decir sin miedo a equivocarnos que durante los años 30 había dos políticas de izquierda en Brasil: el PC y su política ya de conciliación, ya sectaria, típica del stalinismo de ese período, y otra de la LCI, que nadando contra la corriente planta la bandera de la IV Internacional y del trotskismo.

En el marco de la crisis que se instala en la Oposición de Izquierda Internacional en 1936, y que tuvo como epicentro la política adoptada por la sección francesa de la Oposición de Izquierda, la Liga Comunista Internacional entra en una profunda crisis que llevará casi a su desaparición. Los restos de la Liga, aún en 1936, fundan el Partido Operário Leninista (POL), que será de corta vida, ya que la ruptura de Sacchetta con el PC se unirá a los trotskistas, dando origen al Partido Socialista Revolucionário (PSR).

Puede decirse entonces que el POL fue una mediación, una política adoptada a la espera del grupo de Sacchetta, que ya se encontraba en proceso de ruptura y de aproximación con los trotskistas. Pero aun si es cierto que ya desde su fundación el POL tenía consciencia de su corta vida, dado que su vocación era la fusión con el grupo de Sacchetta, eso no significa para nada que su existencia no haya sido importante.

En 1937, el POL publica un trabajo que profundiza las elaboraciones de Pedrosa y Xavier: A situação nacional. Este importante documento va a aportar un estudio sobre la cuestión del integralismo y una crítica a la política de frentes populares adoptada por el PC.

El POL preveía correctamente que un golpe de carácter bonapartista era inminente y planteaba (a diferencia del PC, que no se movía del marco de la legalidad), la necesidad de que los trabajadores se movilizaran de forma independente del Estado y de los sectores burgueses. Para los militantes del POL, la formación social e histórica del Brasil y la correlación de fuerzas instalada en el país mantenía de manera permanente un ambiente autoritario.

Ese debate permitió que el POL elaborase una sólida posición sobre la superestructura del país; la formación social brasileña de carácter prusiano daba origen a una autocracia con fuertes tendencias autoritarias.

Veamos un pasaje del documento mencionado:

“Así, allá (Europa) el movimiento fascista no podía dejar de operar de modo preliminar con total autonomía respecto de los gobiernos. Apoyado en la burguesía, en el gran capital, sobre todo de las industrias pesadas y las minas, y apoyándose también en los grandes propietarios de tierras, el fascismo no podía plantearse una dependencia del aparato de Estado sin condenarse a un aislamiento inaceptable y a la derrota. Aquí pasa lo opuesto. En cierta forma, el integralismo ha sido en último análisis apenas una renovación del viejo y archiconocido ‘cravo vermelho’, que tuvo su momento de gloria en el mandato de Artur Bernardes. No es casual que la primera posición política que debió asumir el integralismo coincidiera con la primera manifestación estruendosa de su servilismo al poder: la Ley de Seguridad. Cuando los jefes verdes se enteraron de que en esa ley, hecha contra el proletariado y el movimiento democrático, se incluiría un tímido artículo, es decir, nunca implementado, en que se mencionaba a las milicias armadas del sigma, se apresuraron a arrastrarse a los pies del poder, tal como Plínio Salgado siempre lo hizo a los pies de la burguesía”.[13]

Esta posición independiente del Estado y de defensa de la lucha directa no impidió que los militantes del POL tuviesen una política audaz para las elecciones, llegando a defender el lanzamiento de la candidatura de Prestes a la presidencia, por entonces preso político de Vargas, política rechazada por el PC.

SACCHETTA: UNA RUPTURA EN EL PC QUE VIENE AL TROTSKISMO

Hermínio Sacchetta fue uno de los militantes de izquierda más destacados durante muchas décadas. Inició su actividad política ya en los años 30, cuando entró al PC. Fue secretario general del comité regional de San Pablo y uno de los editores del periódico A classe operária, órgano oficial del partido.

Durante la dictadura de Vargas surge el Partido Socialista Revolucionário, que contaba entre sus cuadros, además de Sacchetta, otros militantes que en las décadas siguientes serían importantes intelectuales de la izquierda brasileña; nos referimos especialmente al gran sociólogo y ex diputado federal por el PT Florestan Fernandes y al profesor Mauricio Tragtenberg.

Se dio continuidad a la lucha teórica y política contra el stalinismo, que ya en ese período defendía la “unidad nacional”, esto es, un frente popular compuesto por una supuesta burguesía nacional y el proletariado, que juntos deberían combatir los “restos feudales”.

Contra esa visión equivocada y que ponía a los trabajadores en manos de la burguesía, los trotskistas del PSR sostenían que, en el marco de un capitalismo atrasado, el país presentaba modos de acumulación diversos, donde el Estado serviría de atenuador de las contradicciones profundas entre los diversos sectores de la clase dominante, que aunque tuviesen intereses diversos no se caracterizaban como intereses antagónicos.

Para el PC, el sector agrario representaría los restos de feudalismo que estarían “aliados” al imperialismo, mientras que el sector industrial estaría aliado a la idea de progreso, por lo que el proletariado debía unirse a éste último sector. Es decir, la lucha antiimperialista se daría necesariamente junto con la burguesía nacional.

El PSR, por su parte, apoyándose en las elaboraciones de la Revolución Permanente de Trotsky y en los estudios de los trotskistas de la primera generación, pudo destruir por completo esa pseudo-teoría stalinista, y dejó claro que tal posición sólo demostraba el total desconocimiento de la formación social brasileña.

De esa polémica surgen dos políticas antagónicas. Por un lado, el PCB defendía que la etapa de la lucha pasaba por la conquista de la democracia, que debería darse con la derrota del sector feudal y de su socio, el imperialismo. Lucha que a su vez se daría mediante la alianza del proletariado con la burguesía industrial del otro lado de la barricada. El PSR, en cambio, defendía correctamente que en un país de las características del nuestro ese tipo de democracia era inviable y que la crisis de las instituciones políticas nacionales era endémica. En ese marco, las medidas adoptadas por el presidente Dutra, que gobernaba a través de decretos y para quien el parlamento era un mero colaborador, corroboraban la posición del PSR.

Ese período, 1946, estuvo marcado por una gran actuación del movimiento obrero, que luego del período dictatorial de Vargas retomaba la lucha. Consecuente con su política de unidad con la burguesía nacional industrial, el PCB condenará las huelgas y más de una vez llamará a la clase trabajadora a confiar en la burguesía y en las instituciones del Estado.

Los trotskistas del PSR denunciaron al gobierno Dutra y al acuerdo entre los diversos partidos políticos del régimen de aquel período, Partido Social Demócrata (PSD), Unión Democrática Nacional (UDN) y Partido Republicano (PR), como una forma de amalgamar las divisiones de las diversas fracciones de la burguesía. Veamos lo que dice Orientação Socialista, el periódico del PSR:

“La marcha relativamente cautelosa de la reacción antiobrera del gobierno Dutra es impuesta por la propia política económica y financiera de la fracción burguesa en el poder. Las nuevas condiciones creadas tanto en la escena mundial, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, como en la interna, tras la victoria electoral conseguida por la oposición capitalista en importantes regiones del país, obligaron al gobierno central a reexaminar la política económico-financiera, de manifiesta orientación industrialista, que se venía llevando a cabo. Forzado en parte a ceder a la presión del imperialismo norteamericano, que reclamaba mercados consumidores; atemorizado por otro lado por el torbellino inflacionario que, en su círculo vicioso de alza de los precios y luchas obreras, arruina toda estabilidad, el poder federal giró hacia el deflacionismo, atendiendo al mismo tiempo las aspiraciones de los latifundistas, exportadores de productos agropecuarios. Con el éxito político de la oposición burguesa, el poder central, para gobernar sin tropiezos, se vio constreñido a buscar la vía de la conciliación en el campo burgués, lo que le permitirá mayores recursos de represión contra las amenazas de huelgas y desempleo que las condiciones internas y externas generarán en esta posguerra” (“Ainda outra vez: Frente Única”, Orientaçao Socialista 12, San Pablo, 1947).

Como podemos ver, el PSR, coherente con las enseñanzas de Trotsky y valiéndose de la teoría de la Revolución Permanente, correctamente veía al latifundio no como algo exógeno al capital, sino que, al contrario, lo pone directamente en la esfera del circuito de acumulación, circulación y reproducción del capital, característica que marca toda nuestra colonización, esto es, latifundio produciendo para el mercado externo, con el matiz de que se empleaba mano de obra esclava.

Esta posición del PSR, ya presente en la primera generación de los trotskistas, significó una ruptura con la teoría stalinista. Cierto es que esa postura sobre el proceso de colonización de América y sus implicancias socio-políticas tuvo manifestaciones en otros países, como las posiciones del brillante historiador argentino y militante trotskista Milcíades Peña.

Vale resaltar que para Marx la historia del desarrollo del capitalismo “presenta una modalidad diversa en cada país y, en cada uno de ellos, atraviesa diferentes fases, en distintos grados y en épocas diversas” (El capital, p. 609). De nuestra parte, entendemos correcta esta posición: todo análisis marxista revolucionario del proceso de colonización que tenga en cuenta la génesis de la colonización y la estructura económica debe necesariamente caracterizar el modo de producción en nuestro país como capitalista desde el principio, descartando toda alusión a “restos de feudalismo” o “modo de producción esclavista colonial”.

Desgraciadamente, el proceso de crecimiento político del PSR se verá cruzado por la gran crisis de la IV Internacional en los 50. Con la llegada de Pablo y Mandel al frente de la Internacional, ésta entrará en un período de crisis y decadencia. El PSR se posicionará contra la política mayoritaria y se alineará con el sector de Moreno, entre otros, en defensa de la independencia de clase y de una política revolucionaria.

La llamada crisis de 1953, que dividió prácticamente en dos a la IV Internacional, se dio, para nosotros, de resultas de los acontecimientos de la posguerra, es decir, el fortalecimiento del stalinismo y el surgimiento de procesos revolucionarios en Europa y Asia que no se habían previsto.

En ese contexto, surgirán dos importantes corrientes en el seno del movimiento trotskista internacional: una “oficialista”, dirigida por Michel Pablo y Ernest Mandel, y otra claramente a la izquierda, compuesta en ese momento por el SWP de Estados Unidos, Pierre Lambert y Healy, a la que poco después se unió la corriente de Nahuel Moreno.[14] Es a ese sector que se unirá el PSR.

Aunque no sea el objeto de este texto, creemos ilustrativo, para entender la crisis que llevó a la disolución del PSR, mencionar lo que fue el Partido Obrero Revolucionario, la principal corriente del trotskismo en los años 50 y 60, en el marco del fenómeno del pablo-mandelismo.

El sector dirigido por esos dos importantes dirigentes no mantuvo nunca una posición independiente respecto de los aparatos burocráticos, y capituló sistemáticamente a todo tipo de variantes. Para justificar su total capitulación al stalinismo, caracterizaban que éste se había transformado en direcciones “empíricamente revolucionarias” al construir nuevos estados obreros: Yugoslavia y China serían ejemplos de eso, como Fidel Castro. Fueron más allá en el caso de Nicaragua: donde el Frente Sandinista jamás tomó medidas anticapitalistas, este sector veía direcciones revolucionarias. Este método, que confundía dirección con proceso en sí, dando a la dirección un carácter revolucionario que nunca tuvo, llevaba y lleva inevitablemente a la capitulación, al oportunismo y a la adaptación, y en consecuencia veía a la burocracia stalinista como agente revolucionario.

De esa caracterización se desprenderá la política de “entrismo sui generis” del POR, como veremos más abajo. Ese “entrismo sui generis” consistía básicamente en ingresar a los PCs, política adoptada por innumerables secciones de la IV Internacional ligadas a Pablo y Mandel. Todavía en abril de 1954, Pablo vaticinaba: “Atrapada entre el desafío imperialista y la revolución mundial, la burocracia soviética se alinea con la revolución mundial”. Claro que la pregunta es: si el stalinismo se alinea con la revolución mundial, ¿para qué construir partidos trotskistas?

Citemos a Michel Pablo:

“La realidad social objetiva para nuestro movimento está compuesta esencialmente por el régimen capitalista y el mundo stalinista (..) queramos o no, estos dos elementos constituyen la realidad social objetiva tout court, porque la inmensa mayoría de las fuerzas opuestas al capitalismo se encuentran actualmente dirigidas o influenciadas por la burocracia soviética” (“Oú allonsnous?”, en Los Congresos de la IV Internacional, p. 29).

Por su parte, Mandel, para justificar su capitulación, se apoyó en una mistificación económica de esos procesos revolucionarios. Siguiendo a Preobrajensky, que en 1926 escribió un importante trabajo, La nueva economía, donde teoriza sobre el proceso de acumulación en la URSS, llega a la conclusión de que ésta se daba en el sentido de la transición al socialismo.

Sobre la obra de Preobrajensky, Pierre Naville, una de los más importante estudiosos trotskistas del siglo XX, lamentablemente no traducido al portugués, señalaba que “saber si el fondo excedente debía ser llamado plusvalía o sobreproducto, en la medida en que se trata de caracterizar no solamente lo que existe sino también las tendencias de desarrollo, era, en el mejor de los casos, una apuesta para el futuro. Hoy en día, sabemos que esa apuesta no se ganó” (Le nouveau Léviathan, 3. Le salaire socialiste, p. 165). Naville dejaba claro así que la acumulación no se hizo en el sentido de la transición al socialismo, sino, al contrario, contra la clase trabajadora y fortaleciendo a la burocracia.

Mandel, contra la posición de Naville en su fundamental obra El nuevo Leviatán, prefirió seguir a Preobrajensky en su Tratado de economía marxista: una oda al éxito económico del stalinismo. En la práctica, tanto Pablo como Mandel asumían la teoría stalinista de que en el mundo habría dos economías con leyes propias. Esta posición fue fundamental, porque sirvió de justificación a la adaptación de esa corriente a todo tipo de burocracia que surgiera en la segunda mitad del siglo XX.

Volviendo al PSR: en ese marco de crisis internacional, ese pequeño pero valioso partido, que en ese momento contaba con unos 20 militantes en San Pablo y unos pocos en Río de Janeiro y Paraná, no soportó la crisis y se disolvió, en lo que fue hasta ese momento la mayor crisis del trotskismo brasileño. Por primera vez desde su fundación en los años 30, en el país no había un núcleo trotskista de actuación regular.

LOS AÑOS 50, EL POR Y UN PUNTO DE INFLEXIÓN EN EL TROTSKISMO

A diferencia de los núcleos trotskistas existentes hasta ese momento, el Partido Obrero Revolucionario tiene un surgimiento exógeno, es decir, su construcción está directamente ligada a la venida de militantes externos, práctica bastante común en las organizaciones ligadas a la IV Internacional. En el caso del POR, su ligazón externa se dio con el sector Pablo-Mandel, y más específicamente con J. Posadas[15], dirigente argentino que competía con Moreno en la dirección del movimiento en Argentina. Esta introducción es de fundamental importancia para comprender la línea política adoptada por esa organización. Como vimos, la política adoptada por el sector Pablo-Mandel significó un punto de inflexión en la IV Internacional, ya que cortó el curso de difícil afirmación y construcción de varias secciones, llevando incluso a la desmoralización y desaparición de muchos grupos, como el caso, desgraciadamente, del PSR de Brasil.

El POR brasileño surgió en 1952, tras la realización del III Congreso Mundial de la IV Internacional, el mismo que consolidó la ruptura del movimiento trotskista internacional. El inicio de su construcción se dio con la llegada de un militante argentino, ligado a Posadas y al llamado Buró Latinoamericano (BLA), Guillermo Marcelo Aymara.

Una de las primeras acciones del POR, ya en 1952, fue la publicación de

Frente Operária (FO), que se mantuvo con regularidad aproximadamente trimestral hasta 1956. Cuando Guillermo regresa a Argentina, entre 1957 y 1958 se editan apenas tres números, para regularizarse en 1960, año en que el BLA envía una pareja de militantes uruguayos.

MARCAS DEL POR: RETROCESO TEÓRICO, CAPITULACIÓN Y OPORTUNISMO

Como ya señalamos, las posiciones políticas e interpretativas del POR son un claro retroceso en relación con los grupos que lo antecedieron, sobre todo luego de adoptar la táctica del entrismo.[16] En el terreno del análisis socio-histórico de la sociedad brasileña, el POR realiza un evidente y desastroso retroceso en las elaboraciones de los trotskistas precedentes, y quedó muy cerca de las posiciones del PCB, que ya habían sido rechazadas casi dos décadas atrás por la generación de Pedrosa y Sachetta. El POR caracterizará al Brasil como “un país semicolonial, esencialmente agrario y pastoril”.[17] En otro número de FO, el retroceso es aún mayor, llegando al absurdo de ver al país como “marcado por formas arcaicas y semifeudales de producción agrícola”.[18] Y van más allá: “Buscaron (Portugal y España) generar en América Latina, para el mercado mundial capitalista, un nuevo régimen de señores feudales” (A. Reis, “Origen de los latifundios”, FO 6, agosto de 1953). Como ocurre hoy, la excusa para tal elaboración serían las llamadas Tesis de Oriente, elaboradas por el IV Congreso de la Tercera Internacional, y luego ampliamente rechazadas por Trotsky tras el desastre de la revolución china de los años 30.

No es de extrañar que con tal arsenal teórico el POR haya caído en todo tipo de oportunismo: teoría y acción política van siempre juntos. La conclusión natural de tal visión teórica fue que los diversos gobiernos nacionalistas que surgieron en la región cumplían un papel progresista. Ya en el primer número de FO, el artículo “Nacionalismo na América latina: comunistas e fascistas”, el POR ensalza la elección de Carlos Ibáñez como presidente de Chile. Vale recordar que este mismo personaje había organizado un golpe militar en 1925. Durante su campaña por la presidencia en 1952, en la que fue electo con casi la mitad de los votos válidos, uno de sus símbolos fue la escoba con la que limpiaría la basura del país. Cualquier parecido con Jânio Quadros no era mera coincidencia; de paso, digamos que Jânio fue apoyado por el POR para la presidencia.

Generalizando la experiencia chilena, el POR llega a la conclusión de que otros gobiernos y partidos políticos de carácter nacionalista burgués serían progresistas. Consecuente con esta visión, apoyará a partidos como el APRA peruano, Betancourt en Venezuela, Vargas en Brasil y, el peor de los casos, al MNR, el partido que derrotó a la gloriosa revolución boliviana de 1952, y que fuera apoyado por el grupo trotskista boliviano ligado a Posadas, en un episodio que avergüenza a todo el movimiento trotskista.

Al caracterizar al gobierno Vargas, el POR llega a la conclusión de que era más débil que Perón, por razones sociales y económicas. En lo económico, destaca que la industrialización brasileña era más débil que la argentina, que el país carecía de fuerte unidad nacional y que sufría de gran atraso rural. En la esfera de los problemas sociales, el POR concluye que, a diferencia de Perón, Vargas no domina los sindicatos, bajo la esfera de influencia del PCB.

Estas características del gobierno Vargas harían que éste intentase amalgamar los diversos intereses nacionales en juego combinando medidas antiimperialistas y populistas con otras que beneficiarían directamente al imperialismo. De allí resultaría un gobierno en perpetua crisis, que se expresaba en la composición del gabinete ministerial, con representantes de la burguesía nacional, del sector agroexportador y del imperialismo.

Para el POR, el gobierno Vargas era un frente de las fracciones de la burguesía ganadera del sur del país, interesada en el desarrollo del mercado interno, y los industriales. Eso lo llevaba a que, al no tener fuerza para imponer sus intereses de fracción, fuera obligado en todo momento a buscar apoyo de las masas para presionar a los otros sectores.

Con el comienzo de la crisis económica de principios de la década del 50, el boom económico generado por la guerra de Corea llegaba a su fin. Tal proceso aislaba al gobierno, abriendo la posibilidad de golpe tanto por parte del gobierno como de la UDN, partido de oposición de derecha. Otra posibilidad planteada por el POR sería un proceso en el que las masas se encargaran de “desgetulizar” (por Getulio Vargas) al país. La victoria de Jânio Quadros, el mismo que, como Ibáñez, tenía como símbolo la escoba, en las elecciones de 1953 era visto por el POR como crecimiento de la oposición popular.

EL POR, JÂNIO QUADROS Y LA VERGONZOSA CAMPAÑA DE 1953

A fines de 1952, el POR formaliza su apoyo a Jânio Quadros a la Prefectura de San Pablo, en un frente electoral compuesto por el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido Socialista Brasileiro. El POR y Jânio firman un compromiso político titulado Programa de Unión Obrera y Popular, repleto de palabras bellas y vacías: “Lucha contra la carestía basada en el salario vital mínimo. Escala móvil de salario, sindicalización en masa, democracia e independencia sindical, defensa de los derechos democráticos, nacionalización sin indemnización de las empresas imperialistas, lucha contra el tratado militar Brasil-EEUU, solidaridad con los pueblos coloniales, comercio con todos los pueblos”.[19]

Como parte del acuerdo, el POR recibió de regalo una columna en el periódico A Hora, dinero para publicar FO, un camión de sonido y estructura para realizar comicios en nombre de la candidatura. En contrapartida, Jânio recibió apoyo de un grupo que, aunque pequeño, era aguerrido y con autoridad política, lo que fue de fundamental importância para atraer para la candidatura a otro grupo pequeño y aguerrido: la Juventud Sionista, que aunque estaba ligada al PSB, que apoyaba a Jânio, tenía varias reservas contra él. En cierto sentido, el POR daba legitimidad de izquierda a la candidatura de Jânio.

Así, en la primera edición de 1953 de FO aparece la noticia de la formación de la Unión Operária e Popular, que reunía un amplio espectro de fuerzas, y que esa Unión había lanzado la candidatura de Jânio a prefecto. Nada más engañoso. Lo que realmente pasó fue lo inverso: Jânio se lanzó como prefecto y atrajo para su candidatura a sectores de izquierda.

La victoria de Jânio fue vista como una victoria de las masas nunca vista en San Pablo, y se la caracterizó como derrota de la burguesía paulista. El propio Jânio es caracterizado como un candidato pequeño burgués, un demócrata antiimperialista que iniciaría un proceso de radicalización del país.

La verdad no tardó en revelarse. Electo Jânio, no implementó una sola medida de la Unión Operária e Popular; al contrario, implementó un gobierno municipal ultra reaccionario.

EL ENTRISMO EN EL PCB Y EL FIN DE LA PERSPECTIVA DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO

En 1954 se realiza en Francia el IV Congreso de la IV Internacional. Como delegados del POR participam Guillermo Almeyra y Leôncio Rodrigues. Las resoluciones de ese Congreso son una desgracia para el conjunto del movimiento trotskista; la táctica de entrismo se adopta como línea general para el conjunto de las organizaciones trotskistas. En Brasil, esa táctica es especialmente criminal. La orientación es clara: la organización trotskista debía realizar un entrismo de largo plazo: “En Brasil, el núcleo de nuestras fuerzas debe lanzarse a un trabajo de largo aliento en el seno de la organización y del movimiento de masas influidos por el PCB” (Revista Marxista latinoamericana Nº 4, p. 28).

Esa política, a decir verdad, ya se había esbozado en el III Congreso y en la Conferencia Latinoamericana realizada en Chile ese mismo año, que igualmente trató el entrismo: “El POR deberá adoptar la táctica de entrismo en el PCB; nuestra tarea es desarrollar, en entrismo total en el PCB, la base del Partido Marxista Revolucionario” (cit., p. 27).

Esa resolución se aprobó casi por unanimidad por el POR, con apenas el voto en contra de Jorge Milano. Luego entrevistado por Murilo Leal, contaba: “Para mí fue pésimo y el inicio de la liquidación del POR. Hoy puedo decirlo, pero estaba seguro. Fui el único que votó en contra. Todos votaron a favor”.[20]

Una vez más, queremos aclarar que esa táctica de entrismo nada tiene que ver con la de la década de 1930, bajo orientación directa de Trotsky. En los años 30, el entrismo buscaba militar junto al sector más a izquierda de los partidos socialistas para a partir de ahí ganar a un sector para el trotskismo, en lo que era necesariamente una táctica de corta duración. El SWP de Estados Unidos, por ejemplo, a partir de un entrismo exitoso se constituyó justamente en los años 30 en la principal sección de la IV Internacional.

La política pablo-mandelista era opuesta por el vértice: en vez de ser una táctica de corta duración, se transformaba en “táctica de largo aliento”, y, lo más importante, no apuntaba a la construcción de fuertes núcleos socialistas revolucionarios que defendiesen la independencia de clase y la revolución socialista. La orientación del IV Congreso Mundial apuntaba a formar dentro de los partidos stalinistas un sector revolucionario, es decir, no entrar al PCB para ganar lo que fuese posible y salir para construir el partido revolucionario. En primer lugar, para construir un sector revolucionario dentro de los PCs, y en especial dentro del PCB, habría sido necesario que en esos partidos existiese un régimen democrático que posibilitase el libre debate de opiniones, cosa que ni remotamente existía. Basta recordar el famoso artículo 13 de los estatutos del PCB, en vigor en los años 50, que prohibía cualquier tipo de relación personal o política con los trotskistas. ¿Cómo construir un sector revolucionario en un partido de ese tipo? La respuesta es simple; es imposible.

Otro presupuesto de la táctica de entrismo era usar al partido “hospedante”, que tendría peso de masas, para llegar a la clase obrera, tarea imposible para los trotskistas, por su reducido peso numérico. Esa posibilidad tampoco existía en ese período, toda vez que el PCB se encontraba en clara crisis política, con poca actividad. El PCB, desde la caducidad de su registro legal en 1947, se transformó de un partido de masas en un pequeño partido dogmático, dirigido con mano de hierro por Prestes, situación que poco se modificó hasta el golpe militar. Con esto queremos dejar claro que el PCB no era un puente o atajo hacia la clase trabajadora, sino, al contrario, una barrera a superar.

EL POR Y EL NACIONAL-DESARROLLISMO

Como en otros terrenos, en el debate sobre el nacional-desarrollismo el POR tampoco pasó la prueba de la historia, sino que una vez más capituló vergonzosamente ante un proceso real. Esa capitulación tiene su raíz en las posiciones defendidas por el Buró Latinoamericano de la IV Internacional, bajo la dirección de Pablo y Mandel. En la “Resolución sobre Brasil” de 1956, el BLA señalaba “un poderoso impulso de desarrollo industrial y un dinamismo creciente, estimulado por un fuerte mercado interno, asentado en un combativo y fuerte movimiento de masas” (“Resolución sobre Brasil”, Montevideo, 1956).

Ese proceso de desarrollo se habría realizado con fuerte aporte de capital extranjero, lo que reforzaría el carácter dependiente del Brasil. Así, FO descreía del proceso: “La industrialización burguesa de los países semicoloniales es impulsada a través de la emisión constante de papel moneda, generando así caída salarial y encareciendo los precios, lo que a su vez impulsa la lucha de clases, impidiendo toda estabilidad social” (L. Martins, “Nenhun Credito ao Governo JK”, FO 19, 1956). Ese mismo artículo definía la nueva configuración de la burguesía brasileña, descripta como un período en que la hegemonía burguesa pasaría a los sectores organizados en torno del PTB y de los nuevos sectores del PSD. O sea, vivíamos en una nueva etapa en que el pasado agrario y los sectores burgueses ligados a él estarían condenados a quedar sin futuro. A su vez, caracterizaba que ese vigoroso proceso de industrialización creaba una masa obrera que, en una vía ascendente, generaba una permanente inestabilidad política y social (ídem).

Esa visión se matizará un poco al año siguiente. FO 11 formulará que los latifundistas y la burguesía nacional formarían un solo bloque político, que divergiría respecto de la división de los cargos públicos y de políticas específicas sobre uno u otro punto.[21]

Así, el gobierno de Juscelino Kubitschek sería una amalgama del ala más de derecha del PSD, representado por Nereu Ramos, y el ala nacionalista del mismo PSD, representada por João Gulart, entonces vicepresidente, y Lott, ministro de Guerra, estando JK en el centro político. En esa composición, el sector Jango-Lott daría la base de sustentación que precisaba JK, esto es, los militares dirigidos por Lott y el control del movimiento sindical, dominado por los “pelegos” ligados a Jango. Así, podría resistir las supuestas tentativas de desestabilización del imperialismo y la oligarquía agraria.

En ese contexto, el POR formuló la táctica tantas veces utilizada y tantas veces desastrosa de “apoyar las medidas progresivas de un gobierno nacionalista”[22]22, lo que en el caso de JK es aún más ridículo, puesto que nunca estuvo ni cerca de ser un gobierno nacionalista, vinculado desde su inicio a la política imperialista.

Es sólo a fines de los años 50 que el POR va a realizar una crítica al modelo nacionaldesarrollista, y aun así la calidad de esa crítica es muy inferior a los análisis de la primera generación de trotskistas brasileños. El POR, al mismo tiempo que realiza esa crítica, lanza una campaña por una candidatura independiente a la Presidencia de la República.

Em las elecciones termina siendo electo Jânio Quadros, el mismo que años antes fuera apoyado por el POR para la prefectura de San Pablo. En un contexto de fuerte crisis provocada por la política económica de JK, una vez más el POR, como muchas de las organizaciones que hoy existen en Brasil, se impresiona con una votación. FO resaltaba el peso de la votación janista en las localidades de fuerte peso obrero: “Las masas dieron su voto a Jânio Quadros un sentido diferente del que le atribuyen los jefes del janismo. Fue un voto combativo, agresivo, un arma contra el gobierno JK y un medio de unirse e intervenir en la situación del país” (“Balanço das eleições e perspectivas para o próximo governo”, FO 43, noviembre 1960).

De los muchos absurdos defendidos por el POR, éste fue uno de los mayores. Jânio jamás tuvo un carácter progresivo; al contrario, su votación marcaba un giro a la derecha del conjunto del país. Como en muchos otros casos, el POR fue de un lado al otro. En el mismo artículo que decía que el voto a Jânio era un voto combativo, asumía que el electo sería “un gobierno reaccionario” y llamaba a la movilización independiente de las masas. Sin lograr construir una línea, el POR zigzaguea durante todo el mandato de Jânio, a veces visto como defensor de una política internacional progresista y que se enfrentaba con los conservadores, y otras era visto como un conservador.

El gobierno Jânio fue marcado por crisis sucesivas y terminó prematuramente en 1961 con su renuncia, que, lejos de resolver nada, sólo profundizó la crisis. La derecha más reaccionaria se movilizó intensamente para impedir que João Goulart, vicepresidente, asumiera la presidencia, cosa que ocurrió recién siete días después de la renuncia. Esos siete días fueron un ensayo del fatídico 1º de marzo de 1964, la fecha del golpe militar.

Entre 1961, fecha de la renuncia de Jânio, y 1964, cuando se efectiviza el golpe militar, el POR levantará la consigna de Asamblea Constituyente[23], sin jamás prepararse ni preparar al proletariado para el golpe, que ya era inminente. En eso, la ceguera del POR es similar a la del PCB. El propio Posadas, dirigente del BLA, sostenía: “Una dictadura militar en Brasil hoy (1963) no tendría mucha duración. Abriría compuertas para mil formas de lucha revolucionaria que harían que el ejército y la burguesía perdiesen el control” (J. Posadas, “La renuncia de Jânio, la crisis de la burguesía en Brasil y la revolución latinoamericana”, en Brasil: del golpe del 64 a la formación del PT, p. 26). El delirio de Posadas va más lejos: “En Brasil, las condiciones están maduras para que las masas derriben al capitalismo e impongan el programa y el poder obrero” (cit., p. 32).

Posadas y el POR jamás conseguirán comprender lo que pasaba en la sociedad brasileña en ese período: una crisis que pone en jaque el patrón de acumulación y de dominación vigente hasta entonces. El trienio 1961-1964 se situó en medio de la disputa de dos proyectos que ya no podían convivir. Un proyecto con un sesgo de desarrollismo y de cierta forma de redistribución de la renta, y un segundo modelo basado en una modernización conservadora.

Así, cuando tiene lugar el golpe de 1964, el POR es tomado totalmente desprevenido para resistir y organizarse en una nueva y muy difícil coyuntura. La clase trabajadora brasileña, la juventud y el conjunto de los oprimidos poco pueden hacer, desarmados políticamente y desmoralizados. En esa situación, protagonizarán acciones de gran heroísmo, pero sin lograr infligir daño considerable al régimen dictatorial.

El trotskismo y el POR quedarán reducidos a un minúsculo grupo que vegetó hasta inicios de los 80, sin jugar ningún rol importante. Será sólo en la segunda mitad de la década del 70, aprovechando el ascenso estudiantil de 1977, cuando el movimiento universitario retoma las calles, y principalmente después de las huelgas del ABC paulista de 1978, 1979 e 1980, que reaparecerán nuevas organizaciones que se reivindicaban del trotskismo, representando los tres principales troncos teóricos y políticos expresados en la IV Internacional. Se tratará de Convergência Socialista, perteneciente a la vieja Liga Internacional de los Trabajadores[24], inspirada por Nahuel Moreno; O Trabalho, ligada al Comité Internacional de Pierre Lambert, y Democracia Socialista, perteneciente al Secretariado Unificado de Ernest Mandel, el mismo que inspiró al POR en sus devaneos entristas y capitulaciones de todo tipo.

Este capítulo del trotskismo brasileño, que va de mediados de los años 70, en que se reinicia el movimiento contra la dictadura, hasta mediados de los años 90, aún adolece de estudios más detallados. En ese sentido, creemos que está planteado para los sectores que se reivindican del trotskismo emprender esa labor. Desgraciadamente, las principales organizaciones hoy existentes en nuestro país, empezando por el PSTU, que por su peso numérico debería estar a la cabeza de un rescate crítico de la historia del trotskismo, debido a su ceguera teórica y su sindicalismo congénito nada ha hecho.

Por tanto, cabe a otros sectores, aun minoritarios, como es el caso de Práxis, seguir realizando el estudio y la divulgación de temas que son fundadores para la formación de las nuevas generaciones que surgirán al calor de las nuevas luchas que vendrán en nuestro país. De nuestra parte, nos comprometemos, aun con nuestras limitadas fuerzas, a disponer parte de nuestro esfuerzo militante en esta tarea.

[1] Cita Pierre Broué en Historia del Partido Bolchevique: “Es rigurosamente cierto que no existe completa unanimidad entre los marxistas (…) Esta falta de unanimidad no revela debilidad, sino la fuerza de los socialdemócratas rusos. (…) El consenso de los que se satisfacen con la aceptación unánime de las ‘verdades alentadoras’, esa conmovedora unanimidad, fue sustituido por diferencias entre personas que necesitan una explicación de la organización económica real, de la organización económica actual de Rusia; un análisis de su verdadera evolución económica, de su evolución política y del resto de sus superestructuras”.

[2] El período ultraizquierdista del stalinismo, también llamado “tercer período”, estuvo marcado por una política que, entre cosas, igualaba al nazismo y a la socialdemocracia. Así, posibilitó que Hitler ascendiese al poder. En Brasil, esa táctica se mostró risible en la llamada Intentona Comunista de 1935, que articuló, bajo la influencia comunista, la idea de una revolución nacional-popular contra las oligarquías, el imperialismo y el autoritarismo. La Intentona tuvo como principal dirigente a Luiz Carlos Prestes, capitán del Ejército brasileño convertido al comunismo, que dirigió el levantamiento en articulación directa con la dirección de la Internacional Comunista. En la práctica, la Intentona siguió el esquema de un golpe militar, en el que la clase trabajadora poco papel jugaba, y que no duró ni una semana antes de ser derrotado.

[3]  En ese sentido, Antonio Carlos Mazzeu, en Sinfonia Inacabada, realiza un importante estudio de ese período

[4]  Preferimos utilizar el término trotskizante, toda vez que esa ruptura no poseía un acervo trotskista acabado, aunque se aproximase mucho a las posiciones de la Oposición de Izquierda en ese período.

[5] Gran parte de las formulaciones que desarrollará Caio Prado en libros como História Econômica do Brasil y A revolução brasileira van en el sentido de las posiciones defendidas por los trotskistas brasileños de ese período. Desgraciadamente, Caio Prado, aunque mantenía cierta independencia del stalinismo, jamás llegó a reconocer los esfuerzos de los primeros que formularan esas posiciones.

[6] A diferencia de Caio Prado, Florestan Fernandes fue militante trotskista en los 50, y aunque se alejó de la corriente trotskista, siempre reivindicó el período en que militó en las filas de la Cuarta Internacional. Fue fundador del PT y diputado constituyente por San Pablo.

[7] En ese sentido, hay responsabilidad directa de las principales organizaciones que hoy se reivindican del trotskismo en Brasil, sobre todo el PSTU, cuyo trabajo teórico y de investigación es de una pobreza franciscana, limitándose a una práctica sindical de segunda, algo pocas veces visto en la historia del trotskismo internacional. Tales prácticas se reflejan en el bajísimo nivel de sus militantes.

[8] M. Camboa (Mario Pedrosa) y L. Lyon (Lívio Xavier), “Esboço de uma analise da situação econômica e social do Brasil”, A luta de classe Nº 6, octubre de 1930, citado en Abramo y Karepovs,1987, pp. 66-67.

[9]  El fascismo en Brasil se dio la denominación de integralista, y tenía cierto peso principalmente en el sur del Brasil y en San Pablo.

[10] Los integralistas del Brasil usaban como uniforme una camisa verde oliva del color de la bandera nacional. Así, después de la derrota sufrida en ese acto, se los llamó gallinas verdes como forma de ridiculizarlos.

[11] Abramo, Fúlvio, “Minha vida e a luta pelo socialismo no Brasil”, en Estudios 36 , revista del Centro de Estudo do Terceiro Mundo FFLCH-SP, San Pablo, 1993, pág. 28.

[12] Almeida Tavares, Miguel, “Liga Comunista Internacionalista no Brasil (1930-1935)”, PUC-SP, 2003, mimeo.

[13] POL, Situação nacional, Río de Janeiro, 1937, mimeo. Archivo Edegard Leunroth.

[14] En ese momento, el Comité Internacional fue una reacción progresiva ante el pablo-mandelismo.

[15] J.Posadas era el seudónimo de Homero Rómulo Cristaldi. Inició su actividad trotskista en Argentina en 1936, fundando en 1945 el Grupo Cuarta Internacional.

[16] La táctica del entrismo fue desarrollada en los años 30 y consistía en el ingreso de los trotskistas a los partidos socialistas con base social de masas, que posibilitaría la creación de corrientes a izquierda de la dirección en esos partidos. Se suponía que la táctica sería de corta duración y apuntaba a la construcción de corrientes trotskistas. El entrismo de los años 50, defendido por el sector Pablo-Mandel, por el contrario, veía la posibilidad de duración larga y de realizarse fundamentalmente en los PCs. A diferencia de la táctica de Trotsky, que nunca tuvo la menor ilusión en esos partidos socialistas, Pablo-Mandel crearon todo tipo de ideologías sobre el carácter progresivo de esos partidos e, incluso, la posibilidad de ganarlos para la causa de la revolución socialista.

[17] “Contra a Carestia: escala móvel de salário”, Frente Operária 1, noviembre 1952.

[18] “A Conferência agrícola forjará a unión operária-camponesa”, FO 10, noviembre 1953.

[19] “Los obreros brasileños se fortalecen”, Voz Proletaria 74, mayo 1953. En M. Neto, Outras Histórias. Contribuição à historia do trotskismo no Brasil-1952/1966. O caso do POR, vol. 1, 1997, mimeo.

[20] Testimonio de Jorge Milano en Outras Histórias…, cit., p. 20.

[21] Ver FO 12, donde Paiva escribe un “Analise das eleições”.

[22] Sobre ese tema recomendamos el artículo de José Luis Rojo “Tras las huelllas del ‘socialismo nacional’”, en SoB 21.

[23] Ver “Assembléia Constituinte: evolução duma Palavra de Ordem”, FO 54.

[24] Nos referimos a la vieja LIT para dejar señalado que la organización que hoy reivindica ese nombre es una caricatura de la LIT antes de la crisis y la diáspora del morenismo en los años 90. Al respecto, cabe consultar el trabajo de Roberto Sáenz sobre el balance de las revoluciones del siglo XX, editado en SoB 17/18.

Por Márcio Barbio. Revista SoB 22, noviembre 2008.

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