Nov - 15 - 2018

Reunión del G20 en Buenos Aires

Parémosle la mano a los Trump, Bolsonaro y Macri 

Martín Primo

Promediando el mes de noviembre estamos viviendo una coyuntura que superficialmente parece estar controlada por el gobierno. Después de atravesar un largo año que políticamente “comenzó” con las jornadas del 14 y 18 de diciembre de 2017 y que estuvo caracterizado por una constante crisis social, económica y política, y en donde estuvo sobre la mesa la posibilidad real de la salida anticipada del gobierno; ahora parecería que el gobierno de Cambiemos, con la complicidad del PJ, el Kirchnerismo y de todos los bandos de la burocracia sindical logró calmar las aguas y encausar la resolución de la crisis política a través del calendario electoral.

No obstante esta situación, es imprescindible no sólo dar cuenta de la estabilización de la actual coyuntura, sino también del carácter absolutamente frágil y provisorio de dicha estabilidad. Lo concreto es que en las últimas semanas el gobierno ha acumulado una serie de “victorias” y apoyos que le permitieron tomar una bocanada de aire con la cual pretende llegar a fin de año; pero también que el costo de dicha tranquilidad es la acumulación de fuertes tensiones estructurales que más temprano que tarde están llamadas a pasar su factura.

En este marco es que en un par de semanas se estará desarrollando la cumbre del G20 en la Ciudad de Buenos Aires. La misma traerá a las principales figuras de la derecha continental y mundial, al mismo tiempo que será una ocasión que el gobierno de Macri pretenderá aprovechar para teatralizar un giro represivo mediante la militarización de la ciudad.

Cuando todos juegan a sostener la gobernabilidad y el plan de ajuste 

Debe quedar en claro que la actual sensación de estabilidad, muy frágil por cierto, no es debida a un éxito de las políticas económicas y sociales del gobierno, sino más bien a que todo el arco político patronal, desde el imperialismo hasta la burocracia sindical, se jugaron con todo y a conciencia a patear la pelota para adelante y que la bronca acumulada por abajo no estallase.

El primer factor estabilizador es el momentáneo control de la cotización del dólar. Esta estabilización juega un rol importante en la medida que fue precisamente la disparada del billete verde la que fungió como principal síntoma de la crisis económica, y fue justamente la incapacidad para controlarlo lo que puso en evidencia la inviabilidad del plan económico de Cambiemos. Claro que no es oro todo lo que relumbra. Lo cierto es que para controlar el desastre, el gobierno tuvo que volver apelar al Fondo Monetario Internacional y firmar un nuevo acuerdo luego del estruendoso fracaso del primer acuerdo.

En definitiva, el gobierno de Macri para darle tranquilidad a los mercados entregó el control de la economía nacional al FMI, y el Fondo ordenó controlar el dólar por la vía de someter a la Argentina a una dolorosa y prolongada recesión, y mandó a ordenar toda la economía alrededor de garantizar el pago de la deuda externa. En concreto, lo que hicieron para contener el dólar fue propiciar una brutal recesión, con su costo en cierre de fábricas, despidos y suspensiones, un recorte bestial del salario e intentaron frenar una bicicleta especulativa alrededor del dólar y las lebac, montando otra nueva por medio de las megas tasas de interés de las leliq. Una verdadera bomba de tiempo que nadie sabe cuándo va a terminar de explotar, pero que todo Cambiemos cruza los dedos para que dicho estallido tenga la bondad de esperar a las elecciones de 2019.

Otro fuerte factor estabilizador en la actual coyuntura es la aprobación del presupuesto para 2019 en el Senado, al cierre de esta edición. El mismo configura una declaración de guerra contra el pueblo trabajador sin precedentes en los últimos años en la medida que establece un recorte nominal de todas las partidas presupuestarias en prácticamente todos los rubros, menos en el referente al pago de los servicios de la deuda externa. Es decir que el Estado se achica en todas sus áreas con el fin de pagar el festival de bonos y deuda que propició Macri junto al “mejor equipo económico de los últimos 50 años”. Estamos hablando de una estafa legalizada de miles de millones de dólares que no entrarían en todos los bolsos del país, ni alcanzarían todos los López de la guía telefónica para cargarlos, ni las monjas de todos los monasterios para esconderlos.

Pero el éxito de Macri no es sólo que se haya votado este criminal presupuesto de ajuste. En definitiva el ajuste lo podrían haber intentado con presupuesto o sin presupuesto, esto es así en la medida que los mismos siempre son verdaderos “dibujos” que los distintos presidentes y ministros nunca cumplen. Pero su mayor triunfo es el apoyo político que supone el haber logrado que distintos sectores del PJ, no sin crisis interna, lo hayan votado y que se hayan comprometido con el ajuste impulsado por el FMI.

Finalmente, hay otro elemento que boga en favor de este clima menos intenso de las últimas semanas: la cumbre del G20.

Es que si el triunfo de Bolsonaro en Brasil supuso un espaldarazo a las posiciones más reaccionarias en la región, lo que sin duda fortaleció al gobierno nacional, la cumbre del G20 que se desarrollara a fin de mes en Buenos Aires, es una oportunidad que se le presenta a Macri para poder montar una verdadera militarización de la Capital del país sin pagar mayores costos políticos.

La Cumbre del G20 es una oportunidad para el gobierno. En la misma Macri va a poder pavonearse con lo más granado de los gobiernos capitalistas y darse un baño de felicitaciones por sus intentos en estrujar a los trabajadores de nuestro país. Y junto con esa ducha de halagos puede mandar a la bulldog que tiene en el Ministerio de Seguridad para que teatralice un escenario de militarización de la Ciudad con más de 25.000 hombre armados, piquetes policiales y retenes en los accesos a la ciudad, el cierre de aeropuertos, estaciones de trenes. Una parafernalia represiva que, a priori, aparece como justificada a los ojos de muchas personas por la supuesta necesidad de proteger a los mandatarios que llegan al país de un potencial ataque terrorista, pero que en el fondo apunta a intimidar a quienes pretendan manifestarse contra la derecha ultra reaccionaria de Trump, Merkel, Macri y Bolsonaro, y contra los popes del capitalismo mundial.

En definitiva, el epidérmico control del dólar, la aprobación del presupuesto y la cumbre del G20 con su montaje represivo son los principales factores estabilizadores de la actual coyuntura. Una estabilización que más allá de lo superficial está muy lejos de ser realmente estable. 

Una estabilidad atada con alambre

Tan importante como ver los factores que explican la actual coyuntura más estable que podría permitirle al gobierno nacional encauzar la discusión política por medio de las instituciones de la democracia burguesa y las elecciones, es dar cuenta que dicha estabilidad está atada con alambre sobre un escenario de profunda crisis económica, social y política que amenaza con emerger a la vuelta de cualquier nuevo evento.

El primer elemento a tener en cuenta es la permanencia de una crisis social que se profundiza en los principales conglomerados urbanos y particularmente en el gran Buenos aires. Crisis que el gobierno no atina más que a tratar de controlar por medio del reparto de bolsones de comida a través de los intendentes, los movimientos sociales que pactaron con la ministra Stanley y la Iglesia católica quienes se juegan con todo para evitar el desborde, pero que temen que todo se les desmadre a la vuelta de la esquina.

Junto con esto están los problemas más estructurales de la economía. Si bien en las últimas semanas el gobierno consiguió controlar la disparada del dólar y con esto dar la impresión de haber retomado las riendas de la economía, no es más que una ilusión condenada a esfumarse. Como ya señalamos, el susodicho control del dólar se hace a costa de sostener una política de tasas de interés descomunales que son un lastre irremontable para la economía nacional y un verdadero festín para los especuladores financieros tan cercanos al núcleo gobernante. La contracara de esto es una brutal recesión que profundiza el desempleo y las suspensiones en todo el país. En el mes de octubre se registró una caída de la producción industrial de más del 11% en la medición interanual, lo que deja una capacidad ociosa en las fábricas de más del 39%, lo que constituye una tendencia que todos los analistas medianamente serios pronostican que se profundizará en los próximos meses, junto a los despidos y la desocupación.

Lo más grave es que pese a la brutal recesión inducida por el Gobierno y el FMI la inflación sigue por las nubes. Según adelantan los distintos medios, el INDEC dará a conocer hoy las cifras de inflación correspondientes al mes de octubre que estarían alrededor del 5,5%, lo que proyectaría una inflación que se acerca al 50% para todo el 2018. Esto en un año en que la burocracia cómplice del gobierno acordó “aumentos” salariales entre el 15% y el 25%. Un verdadero saqueo al bolsillo obrero que deja a flor de piel la ira popular.

Y si la economía no termina de dar señales de alarma, la política tampoco parece ser un lecho de rosas para Cambiemos. Aquí entra un factor muy dinámico que puede ser un arma de doble filo para el gobierno. Es que si bien, por un lado el acercamiento del calendario electoral le da un marco en el cual la discusión política puede encausarse por carriles más institucionales, mediante los cuales trataran de quitar a las masas de las calles y que la bronca se manifieste exclusivamente en las urnas; lo cierto es que el hecho mismo de que el macrismo no tenga para nada asegurada la reelección incorpora un elemento de inestabilidad que puede repercutir en el plano económico y acelerar una nueva disparada del dólar. Esto es así porque el FMI y los mercados están muy preocupados que la consumación del fracaso de Macri ponga en duda el cumplimiento del acuerdo con el Fondo. Si durante los próximos meses las encuestas o eventualmente las primeras elecciones provinciales siembran dudas sobre las posibilidades reeleccionistas de Cambiemos, esto puede acelerar una corrida contra el peso que puede disparar nuevamente al dólar y, con él, descontrolar al conjunto de las variables de la economía.

La burocracia, el PJ y los K le hacen el juego al gobierno

Este contradictorio escenario sólo puede existir gracias al rol mediador que juegan tanto la burocracia sindical, como el PJ, el Kirchnerismo y la Iglesia.

Cada uno desde su lugar y con su impronta ha jugado sus cartas durante todo el año para evitar que la bronca se exprese en las calles y que, derrotando al ajuste, se lleve puesto al gobierno de Macri. El discurso de la gobernabilidad, las instituciones, el “hay 2019” y la defensa de la “paz social” fue el caballito de batalla tras el cual se le entregó a Cambiemos todas las garantías para tratar de aplicar el ajuste pactado con el FMI.

Sin duda el más nefasto de los roles lo jugó la burocracia sindical. Los popes de la CGT no sólo no han articulado ninguna resistencia frente a los ataques de la patronal, y sólo han convocado paros ultra pasivos que no constituyeron ningún plan de lucha, sino que ahora levantaron su última convocatoria fantasma a un paro que nunca tuvo fecha a cambio de un bono de 5000 pesos pagadero en dos cuotas en diciembre y febrero, el cual será a cuenta de la paritaria del año que viene. Este bono, más allá que pueda aliviar un poco la situación frente a la brutal inflación, es una verdadera entregada de la CGT. Es que el mismo se acordó como “compensación” para no reabrir las paritarias de 2018 que consumaron una pérdida del poder adquisitivo del salario que va del 20 al 35% según cada sector. A esto hay que sumarle que no lo pagarán a los jubilados y a los estatales (salvo a las fuerzas de seguridad, otro rasgo que muestra la intencionalidad represiva del gobierno para el año entrante) y que, en definitiva, no está claro a qué sector se lo pagarán realmente.

Lo mismo vale para el sector “combativo de Moyano, la CTA y para el kirchnerismo. A estos sectores le gusta posar de opositores, pero se cuidan religiosamente de patear realmente el tablero y derrotar a Macri. Durante todo el año jugaron a esmerilar al Gobierno nacional, pero garantizando que el gobierno termine su mandato. El “hay 2019” fue su caballito de batalla para evitar llevar las luchas hasta el final. Para ellos cualquier medida estuvo subordinada a su proyecto electoral. Su cretinismo electoral y su miseria política buscó escarmentar a los trabajadores por no haberlos votado. Nunca pretendieron derrotar el acuerdo de ajuste de Macri con el FMI. Una muestra de ello fue la misa que organizaron en Luján en complicidad con el Papa, con el objetivo de adelgazar la movilización contra el presupuesto.

En definitiva, lo que hay de fondo es una crisis económica y social a la que el gobierno no sólo no le encuentra salida, sino que únicamente atina a huir hacia adelante y a profundizarla a cada paso. Será en última instancia la lucha y resistencia de los trabajadores la que va a terminar de dilucidar para qué lado se inclinen las contradictorias tendencias de la situación política en el próximo periodo.

Acompañemos las luchas que surgen por abajo y movilicémonos contra el G20

La coyuntura actual de relativa estabilidad está atada con alambre. El rol mediador de la burocracia el PJ y el Kirchnerismo que apuesta a frenar todas las luchas, no puede frenar la bronca que se acumula por abajo y que permanentemente estalla en por distintas partes. Una muestra ahora es el de la rebelión de las enfermeras y enfermeros de la ciudad de Buenos Aires que están luchando para que le reconozcan la carrera profesional y evitar una pérdida generalizada de conquistas y derechos. La misma muestra una riquísima experiencia desde abajo en la cual se pone de manifiesto las reservas de lucha que anidan en el seno de los trabajadores.

Junto con esto está el rechazo a la cumbre del G20 que se desarrollará en el predio de Costa Salguero y para la cual pretenden militarizar la Ciudad de Buenos Aires. Es necesario organizar la mayor movilización para repudiar a las cabezas del capitalismo mundial al mismo tiempo que pararle la mano al fascismo y a la derecha que pretende levantar cabeza en la región y mundo.

La presidencia de Trump en Estados Unidos (que en las últimas elecciones sufrió una derrota al perder el control de la cámara de diputados en su país) sumado al triunfo de Bolsonaro en Brasil con el apoyo de la burguesía, el ejército y la iglesia evangelista en el país vecino, suponen un fortalecimiento de las tendencias más reaccionarias en la región en la cual se apoyan todos los gobiernos de derecha como el de Macri en nuestro país, Piñera en Chile, Duque en Colombia entre otros.

Pero la cumbre del G20 no encierra un problema democrático únicamente de primer nivel, la misma es una de las principales correas de trasmisión del capitalismo mundial que es el responsable de los niveles de barbarización y desastre a los que están arrastrando a la humanidad y que amenazan con la vida misma en el planeta. El problema de la inmigración masiva de personas que huyen de África o de Centroamérica hacia Europa o Estados Unidos, que mueren en su largas y agónicas travesías cruzando mares o en caminatas interminables son producto de las guerras impulsadas por las potencias capitalista, o del desastre al que han hundido a países enteros. El negacionismo ecológico que impulsan Trump y compañía son un verdadero crimen de lesa humanidad que puede llevar al planeta entero a un colapso que ponga en riesgo la supervivencia misma de la especia humana.

Estas son muestras cabales de que el capitalismo solo puede perdurar en este mundo a costa de deglutirlo. La supervivencia misma de la humanidad está ligada a una salida desde los trabajadores que pongan fin a este sistema inhumano y levante una alternativa anticapitalista y socialista que libere a la humanidad de estas lacras.

Es por esto que este 30 de noviembre, llamamos a la más amplia unidad de acción en las calles para repudiar a los popes del G20 en la Argentina. Por una gran demostración anti reaccionaria y anticapitalista contra el gobierno de Macri y sus infames invitados.

Por Martín Primo. Editorial SoB 495, 15/11/18

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